El fascismo integra el liberalismo burgués, en lugar de destruirlo. Gracias a la organización con la que protege la máquina oficial del Estado, realiza la doble función defensiva que necesita la burguesía. Si la presión revolucionaria del proletariado se acentúa, la burguesía tenderá a intensificar al máximo estas dos funciones defensivas, que no son incompatibles, sino paralelas. Emprenderá una política democrática más audaz, incluso socialdemócrata, al tiempo que arrojará sobre el proletariado a los grupos de asalto de la contrarrevolución, para aterrorizarle. Este aspecto de la cuestión demuestra que la antítesis entre fascismo y democracia parlamentaria carece de sentido, como basta para probarlo la actividad electoral del fascismo.
Amadeo Bordiga