Inconsistencias de la política cubana en las relaciones con EE.UU. en la última década

Antonio Díaz Medina

La política exterior de Cuba está determinada en primer lugar por su esencia socialista, la clase obrera en el poder que basa su gobierno en la solidaridad interna y con la clase obrera mundial, con todos los explotados del mundo, incluyendo la explotación entre naciones. Esto tiene como posición política principal el antiimperialismo.

Estas esencias son condicionantes de las relaciones entre Cuba y EE.UU., principal potencia imperialista mundial. Ese país dejó bien claro desde el triunfo revolucionario su hostilidad contra la Revolución Cubana, que se convirtió en guerra en todos los campos, que militarmente duró buena parte de la década del 60 en el siglo pasado, y que se ha mantenido en todos los campos, en particular el económico y político, con incursiones en lo violento, al menos permitiendo acciones desde su país contra el nuestro, o de sus vasallos más adeptos al terrorismo, desde otros territorios.

Eso no ha cambiado ¨ni un tantito así¨, para usar las inigualables palabras del Che, que utilizó para referirse a todo lo que podíamos confiar del imperialismo yanqui. Tal parece que, en los últimos 10 años, se ha diluido un tanto esta idea, en cuya validez nos va la existencia como Revolución, que es decir como nación.

El 14 de diciembre de 2014 se restablecían las relaciones de Cuba con EE.UU., habían sido más de 50 años de divorcio al nivel diplomático, sin embajadas acreditadas, funcionando con las llamadas Oficinas de Intereses, creadas durante la administración del expresidente Carter, 1976-1980, demócrata con muchas similitudes con Obama, que cada país mantuvo en los locales que antes del 1961 habían tenido aquel nivel de relaciones.

Nueve años después poco puede exhibirse de aquel paso. Avances importantes en los primeros dos años, últimos del mandato del presidente Obama, se disolvieron poco tiempo después de la entrada del presidente Trump en la Casa Blanca. Trump era el candidato que las encuestas daban como perdedor, que ¨ganó¨, dada las reglas del sistema estadounidense para decidir quien ocupa la presidencia del país. El candidato ganador perdió por más de 3 millones de votos válidos de ciudadanos, mayoría más que sólida en cualquier otro lugar del planeta, repitiendo la ¨hazaña¨ del otro anterior presidente republicano de este siglo, Bush hijo.

No es la intención de este trabajo abordar esta cualidad de las elecciones presidenciales en EE.UU., pero las veo asociadas al pasado esclavista de la creación de ese estado, combinado con su necesidad de mantener segregada la sociedad, tanto territorial, como socialmente, para lograr su estabilidad y cohesión internas, dado las profundas diferencias en las bases que conforman el país, pues crea posibilidades objetivas de rotarse el gobierno, que se supone símbolo del poder que rige sus destinos, poder que radica en el económico, detentado por la burguesía, ahora más polarizada que nunca entre el capital globalizado, representado con más peso en el Partido Demócrata y el capital nacional, más asociado al republicano, algo que merece indagarse con tiempo y profundidad.

La inesperada, al menos para mí, acción de Obama de llegar al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, me dejaron perplejo y confundido. Contento realmente, para no mentir, pues era sin dudas un paso en el camino que algún día tendremos que recorrer, sin peligro de los vaivenes que hoy son naturalmente la norma. Son vaivenes motivados por los principios, valores y objetivos que se fija el país del norte en base, exclusivamente, de lo que definen como sus intereses.

Esto de basar políticas en base a intereses es dado a todo gobierno, sin distinción del tipo. Todos tenemos intereses y funcionamos buscando alcanzarlos. Las condiciones para ello son las que varían considerablemente en dependencia de quien seas, el momento que estemos viviendo y la claridad que tengamos de ellos. Esto último es tan importante como los dos primeros, pues su definición no está exenta de errores, propios o inducidos, sobre todo por nuestros enemigos.

Hay indicios de que nuestros intereses se vieron comprometidos desde aquel cambio, aparentemente radical, de relaciones diplomáticas.

Lo primero, que no parece haberse tenido en cuenta suficientemente, es que la política de guerra contra nuestro país para desmantelar la Revolución, descansa primariamente en leyes, no solamente en políticas de turno. Es una especie de ¨garantía a largo plazo¨, de que nadie, ni el presidente de turno, puede cambiarlo. Que el cambio depende de un contundente viraje decidido por la mayoría del poder real de esa sociedad. Todo parece indicar, si nos atenemos a los hechos, que tanto el Capital Globalizado como el Nacional, norteamericanos, coinciden en que sus intereses siguen incluyendo la destrucción de nuestro país.

Lo segundo es esta última idea del párrafo anterior, estamos frente a una política de la clase en el poder en EE.UU., y no se avizoran variaciones en el corto y mediano plazos.

Lo tercero es el peso y papel creciente de la contrarrevolución radicada en Miami, Florida, en la política de esa ciudad y ese estado de la unión, que, a su vez, ese agente principal de la política anticubana de Washington, ha logrado convertir en republicano, y los demócratas luchan por rescatar, al menos a su status anterior de ¨swing state¨, o estado cambiante en cada elección. Esa contrarrevolución hoy cuenta con senadores y representantes tanto a nivel estatal como en el Capitolio.

Creo firmemente en el valor de la diplomacia. Pruebas sobran. Pero la diplomacia revolucionaria cubana fue engendrada por el fundador de nuestro estado socialista y contó, desde siempre, con representantes de la talla de Raúl Roa, quien dejó una historia, un ejemplo, unas bases, que hay que estudiar y asumir siempre.

La diplomacia cubana sigue siendo ejemplo en el mundo, los resultados que exhibimos hoy, son sólidos, decisivos para la supervivencia de la Revolución. Contamos con un apoyo mayoritario del mundo a nuestra política y al enfrentamiento con el imperialismo yanqui. Sin embargo, considero que con relación a EE.UU. ha adolecido de la contundencia que se requiere en la situación creada por este país intentando rematar a la Revolución.

¿Porque se mantiene en funciones un Embajador de EE.UU. aquí y uno de Cuba en Washington?

¿Qué logran estos embajadores por el bien de las relaciones bilaterales?

La existencia de embajadas se justifica por los servicios que brindan para ciudadanos de los respectivos países, en particular las consulares, pero no solo esas. Mantener relaciones diplomáticas parece lo más sensato, como esperanza de mejoría en el futuro, pero creo que desde que Trump recrudeció la guerra económica para aniquilarnos, incluso en plena pandemia, había que retirar nuestro embajador en Washington y solicitado al norteamericano que regresara a su país, no creo que se sostenga mantenerlos en funciones mientras EE.UU. nos tenga incluidos en la sucia y espuria lista de países patrocinadores del terrorismo.

Al Biden mantener a Cuba en dicha lista, ratifica que no hay razón alguna para mantener las relaciones a nivel embajador. Reitero que este es el presidente del Partido Demócrata, el de la globalización, el imperialista por esencia, el de Truman y las masacres de Hiroshima y Nagazaki, el de Obama y su cacería mundial de terroristas, el que pretende, y logra a menudo, aparentar estar del lado de las minorías, el que aceptó sin oposición alguna el desmantelamiento de los sindicatos norteamericanos.

No caben dudas de que, para nosotros, ¨evitar la guerra equivale a ganarla¨, idea que nos legara el cro. Raúl. No se trata, de ninguna forma, de acercarnos a la confrontación directa militar con EE.UU., de ahí la existencia aún de la Base ilegal de Guantánamo. Pero si de estar a la ¨altura¨ de la política de EE.UU. contra Cuba.

Me pasaron, hace unos días, un video con las palabras de Fidel narrando la anécdota de su enfrentamiento a una picúa mientras practicaba la pesca submarina en los mares de Cuba. Dejó claro su primera actitud de retirarse, perseguido por el animal, hacia el bote que valoró de ¨prudente¨, y de su reacción inmediatamente después de enfrentarla directamente y ver como aquella se retiraba. Sacó las conclusiones pertinentes al caso: ante el enemigo jamás retirarse, ni darle la espalda y enfrentarlo siempre, sin importar sus dimensiones y armas poderosas. Fue una lección para él y para el país.

No creo que esto sea un tema de ¨guapería¨. Considero que es un asunto de seguridad nacional para las condiciones concretas de nuestro país.

No me atrevo a evaluar cuanto de esta política cubana, de pasividad ante la ofensiva brutal norteamericana con el país, puede afectar las relaciones con otros países. Pero ¨esperaba más de China¨ (1), idea que desarrollé en un artículo anterior, y sigo sin ver claros cambios en cuanto a relaciones económico-comerciales y de seguridad, que debemos implementar con China, Rusia, Vietnam, Venezuela y Nicaragua.

No veo claro aún una ¨revolución¨ en el flujo de inversiones de capital de esos países en Cuba. No veo un acercamiento pleno económico entre Cuba y Latinoamérica, creando plenas condiciones para que fluyan el comercio y las inversiones en el país, liberando las fuerzas productivas del país, en particular dándole la independencia que precisan las empresas estatales y apoyando y financiando a estas y al sector privado en cuanto emprendimiento sea viable, incluso en combinación con el capital de los países mencionados y cuanto país lo haga posible.

El mundo ha cambiado, cambia por días, nos referimos a ello en un artículo que llamé: ¨Bienvenidos al nuevo mundo¨ (2). La hegemonía norteamericana y anglosajona va en decadencia, aunque conserva su capacidad económica y militar, pero pierde influencia por días, al quedar al mismo ritmo expuestos su verdadera entraña.

Cuba ha cambiado, si antes de Trump el bloqueo era el 50% del problema, hoy es el 70% o más, pero sigue siendo algo que está fuera de nuestra capacidad de modificar. De lo que se trata es de aferrarnos a ese 30% y hacerlo crecer hasta revertir los graves daños que nos ha causado esta guerra bárbara, más la pandemia, a lo que se han sumado en, primer lugar, nuestras pifias económicas, pero también en otros importantes campos, como este diplomático en cuanto a cómo lidiar en las relaciones bilaterales con EE.UU.

Un ejemplo reciente fue la provocación en la visita de emprendedores privados cubanos a Miami. Algunos me dijeron que visitas similares se han hecho a otros países. Lo que muestra la evidencia es que, si se hicieron a otros países, pasaron desapercibidas, que lo que quedó en la mente de todos fue esta nueva muestra de que podemos esperar de la política de EE.UU., que había que haberle dado toda la promoción y propaganda posible a las visitas a otros países, que son, en mi modesta opinión, mucho más importantes que esta al vecino del norte.

El sector privado es imprescindible en nuestro país, es otra evidencia de los errores inevitables que hemos cometido aprendiendo a ser socialistas. No se puede construir un país materialmente basados primariamente en ideología, hay que hacerlo sobre bases objetivas, económicas, y esta es una, el sector privado que funciona dentro del socialismo por y para los intereses y objetivos de la clase obrera en el poder, como China y Vietnam muestran. Con solo un 30% de espacio económico para salvar la Revolución, no nos podemos dar el lujo de cometer muchos errores, hay suficiente conocimiento acumulado y cuadros en ejercicio, pero sobre todo decenas de compañeros con capacidades y habilidades para participar directamente en la estrategia y táctica de la dirección económica del país, a los que apenas se les deja opinar, que pueden contribuir a hacerlo mejor, si además, todos ellos se nutren de las necesidades del pueblo, y escuchan al pueblo, pero sin melindres, objetiva y valientemente.

Fuentes:

ANTONIO DÍAZ MEDINA. Inconsistencias de la política cubana en las relaciones con EE.UU. en la última década

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