¿Son China y Rusia paises «imperialistas»?: una pregunta mal formulada

Aday Quesada

Algunos apuntes acerca de la celebrada multipolaridad capitalista

El conocido folleto de V.I. Lenin «Imperialismo, fase superior del capitalismo», pese a los años transcurridos, continúa siendo una referencia teórica ineludible para todos aquellos interesados en conocer el funcionamiento del capitalismo y su evolución. Con una vigencia realmente extraordinaria, quizá ahora más que décadas atrás, sigue siendo una guía para entender las dinámicas globales de este fenómeno económico desde finales del siglo XIX hasta la fecha.

Al analizar el capitalismo podemos observar que ha pasado por múltiples transformaciones. Ha girado, ha tomado distintas rutas, y a veces, ha tomado desvíos que pueden llegar a sorprendernos. Sin embargo, el núcleo del capitalismo, tal y como mantuvo Lenin en el año 1916 cuando lo describió, sigue siendo el mismo: la explotación del trabajo en busca de beneficios, sin importar dónde se encuentren los trabajadores y los recursos.

Capitalismo y Monopolio: Dos Caras de la Misma Moneda

Una de las revelaciones más impactantes del folleto de Lenin es la relación entre el capitalismo y el monopolio. Muchos pasan por alto el subtítulo del libro del folleto citado: la frase «etapa superior del capitalismo». La cuestión es que Lenin además de describir el capitalismo en general, se sumergió en una fase específica  del mismo dominada por el capital financiero y monopolista. En lo referente a esta etapa constató cómo las «grandes potencias» se repartían el mundo, buscando dominar y explotar todos los recursos posibles. Ese expansionismo no era expresión de la voluntad personal de unos u otros hombres, ni de la idiosincracia de los miembros de una nación determinada,  sino que era la propia dinámica del desarrollo del sistema económico la que determinaba que este, invariablemente, se comportará de esa forma.

Y mientras que este reparto parecía final, Lenin enfatizó que siempre hay espacio para nuevas particiones y repartos. Es decir, el imperialismo no tiene un punto final; está en constante evolución, adaptándose y redefiniéndose según las necesidades y las dinámicas del momento.

El Impacto Global de la Revolución Bolchevique

Tras la revolución bolchevique, el mundo experimentó un cambio radical. La dominación del capitalismo monopolista fue desafiada por la existencia de la Unión Soviética. Las grandes potencias capitalistas se vieron obligadas a enfrentar este nuevo desafío en forma de una superpotencia comunista. Pero, a pesar de estos desafíos, el objetivo y la dinámica esencial del capitalismo permaneció: expandir su influencia y control.

El surgimiento de múltiples naciones «independientes» en Asia y África tras la Segunda Guerra Mundial también marcó un cambio en la dinámica expansionista del imperialismo capitalista. Sin embargo, el sistema encontró nuevas formas de extender su influencia, a través de una nueva forma de dominio a la que conocimos con el nombre de neocolonialismo. Aunque  los países  que hasta entonces habían sido colonias se convirtieron en formalmente independientes, continuaban estando bajo dominio económico  de las grandes potencias.

El Neocolonialismo y el Nuevo Rostro del Imperialismo

El neocolonialismo puede ser traducido como una suerte de «imperialismo suave». Ya no se trata, como antaño, de ocupar un país con la  fuerza militar, sino de controlar su economía y, por ende, su política. Las «esferas de influencia», como eran definidas en el siglo XIX, permitieron a las potencias capitalistas mantener el control sin necesidad de protagoniar una ocupación  directa de las antiguas colonias.

Con la caída de la Unión Soviética, el mundo entró en una nueva fase en relación con el fenómeno que describimos. Lo cambió todo, aunque muchos no se apercibieran de la magnitud del fenómeno. Los mercados se abrieron, las barreras cayeron, y el capitalismo se vio a sí mismo en una oportunidad dorada. Esta nueva etapa se parecía al imperialismo clásico, descrito por el líder bolchevique a principios del siglo XX,  como si de dos gotas de agua se tratara.

La visión de Lenin sobre el imperialismo no es simplemente un análisis del pasado. Es también una herramienta para entender nuestro presente. A medida que el capitalismo trata de expandirse, enfrenta desafíos y crea violentas tensiones, múltiples incidencias bélicas. Estas tensiones, si no son convenientemente abordadas por los pueblos, pueden llevar a conflictos infinitamente mayores. Por lo tanto, resulta esencial entender el imperialismo desde la perspectiva  que Lenin lo describió, para poder navegar en el complejo y peligroso mundo de hoy.

Rusia, China en el contexto del imperialismo del Siglo XXI

Llegados a este punto, aparece una inevitable interrogante: ¿Son Rusia, China u otras naciones emergentes, países «imperialistas» sensu strictu como tradicionalmente hemos entendido ese término? La pregunta, aunque apasionante, quizá esté desenfocada. Lo realmente relevante es observar como estos  y otros países se desenvuelven en el tablero global, y cuál es su impacto en la geometría de poder mundial.

Rusia, por ejemplo, vivió una auténtica metamorfosis tras la desintegración de la Unión Soviética. Dejó atrás el socialismo, y los oligarcas rusos, que se apoderaron salvajemente de la propiedad colectiva que arrebataron al pueblo soviético, abrazaron con gran entusiasmo el capitalismo, creando un panorama social donde una poderosa oligarquía  empezó a jugar sus fichas en el ajedrez de la geopolítica mundial.

La China y la Rusia de hoy no solo están tratando de defender su territorio frente a sus agresivos contrincantes: el imperialismo occidental capitaneado por los Estados Unidos.  Intentan, igual y simultáneamente, expandir con inusitado vigor su hegemonía comercial y económica hacia otros países.

Algunos, los más benévolos, argumentarán que en sus políticas exteriores solo podremos encontrar algunos «rasgos» aparentes propios del imperialismo clásico e incluso pueden considerar como positivo su papel como «contrapeso» frente a las injerencias de Washington y sus aliados.    Pero teniendo en cuenta cuál es la poderosa esencia económica capitalista,  que domina en las economías de ambos países del mismo modo que lo hace en las de sus adversarios políticos, habría que preguntarse cuál podría ser la enigmática razón económica por la que la dialéctica del sistema podría funcionar de forma diferente en Rusia o China  en relación con el sistema capitalista mundial.

Si, tal y como advirtió Lenin y la evidencia histórica ha corroborado, el fenómeno imperialista está íntimamente ligado al modo de desarrollo capitalista, ¿cuál será la magia que impediría que las características del sistema evolucionen de igual forma en los dos países referidos?

Si desglosamos el término «imperialismo» nos podremos apercibir con facilidad de que está ligado a ciertos rasgos del capitalismo, como la concentración de capital y la división territorial en zonas de influencia. Pero el imperialismo no es privativo de algunas naciones. Es una etapa que involucra a varios actores globales en distintos tiempos y contextos y en la que el papel de cada uno de estos actores varía a medida que lo hace también su nivel de desarrollo económico y  militar y, en consecuencia, su capacidad para ir conquistando «áreas de influencia» en competencia directa con otros.

Incluso antes de la época soviética, Rusia ya era un contendiente en este juego de poder. Y aunque su economía hoy no tenga la robustez industrial de otras potencias, y no forme parte en este sentido del grupo de países más desarrollados,  su imponente riqueza en recursos esenciales la coloca en una posición destacada. Asumir que Rusia no tiene peso en la actual fase imperialista del capitalismo, solo porque no todas sus piezas encajan en el  conjunto del molde, porque no cumple uno por uno todos los rasgos descritos para una potencia imperialista,  resulta harto simplista.

El imperialismo es, en definitiva un sistema global y cambiante. Los países, grandes o pequeños, buscan su lugar en este engranaje, compitiendo por recursos, mercados y poder. Es una danza constante donde algunos lideran y la mayoría les siguen.

Lenin criticó duramente a quienes, ya en su época, intentaron separar el imperialismo del capitalismo. Según él, sin reconocer la conexión entre ambos, combatir al imperialismo se reduce a un ideal inalcanzable. Y fue especialmente implacable con aquellos que,  como Kautsky, pretendían reducir el imperialismo a «una forma especifica» en la que las potencias podían ejercer su influencia, suponiendo – como también hacen hoy muchos defensores ingenuos de la «multipolaridad capitalista»- que habría otras formas más benévolas y mutamente beneficiosas de actuar bajo el marco del actual sistema económico.    

El actual panorama y la vieja ilusión renovada del «capitalismo con rostro humano»

Y, ¿qué podemos decir del actual panorama geopolítico? Pues que el siglo XXI presenta un imperialismo con más similitudes al de la era de Lenin de lo que muchos imaginan.   El recientemente ruidoso clamor por un mundo «multipolar», y las fuertes  tensiones entre potencias, rememoran justamente la época previa a la Primera Guerra Mundial.

Hoy, algunas voces progresistas parecen ver con optimismo la aparición de la «multipolaridad» capitalista como un fenómeno que- en su opinión- podría frenar los excesos de las grandes potencias. Pero, ¿realmente va a ser así? La historia nos ha mostrado que las  rivalidades interimperialistas, lejos de ser la solución, han sido la chispa de grandes conflictos que han acabado con la vida de centenares de millones de personas.

Por ello, en vez de preguntarnos si Rusia o China son o no son imperialistas  deberíamos reflexionar  sobre el rol que  ambos países están jugando en el tablero global y si acaso la historia ofrece alguna evidencia empírica que permita sostener la hipótesis de que sería posible crear un capitalismo de rostro humano, liderado por nuevas potencias integradas en este sistema, si las viejas potencias fueran derrotadas.

No se trata de colocar etiquetas, sino de no olvidar cuáles son las dinámicas que rigen este sistema económico,  entender  las dinámicas que están moviendo el mundo de hoy, aprender de la historia y buscar caminos que nos puedan conducir a un futuro más justo tratando de no construir expectativas ilusorias que, a la postre, solo pueden conducir a la desmovilización y al desánimo.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/34789/son-china-y-rusia-paises-imperialistas-una-pregunta-equivoca

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