Jordi Ruiz
¿Por qué el poder económico aleja el conocimiento de la gente común?
En las últimas décadas, hemos asistido a una transformación que afecta directamente a la forma en que las personas comprenden el mundo y su papel en él.
Dos campos estos que son fundamentales para entender las dinámicas de la sociedad moderna, la filosofía y la economía, se han vuelto inaccesibles y misteriosos para la mayoría.
¿Por qué sucedió esto? La respuesta apunta a los intereses del poder económico, que ha convertido estas disciplinas en áreas complejas y poco comprensibles, limitando su alcance y relegando su importancia. El resultado es una sociedad incapaz de cuestionar las bases de su propia realidad y, en última instancia, de desafiar los intereses de una élite concentradora de riqueza.
FILOSOFÍA Y ECONOMÍA: DE HERRAMIENTAS PARA PENSAR A INSTRUMENTOS DE CONTROL
La filosofía, históricamente, ha sido una herramienta poderosa para cuestionar el orden social, para investigar las ideas sobre el bien común, la justicia y el propósito humano. Sin embargo, hoy en día la filosofía es percibida como algo abstracto, alejado de la vida cotidiana. Esta percepción no es casual, sino parte de una estrategia que empuja a la sociedad a soluciones prácticas, inmediatas y sin profundidad. En un entorno donde el pensamiento crítico parece un lujo, cuestionar la estructura económica y política se vuelve más difícil y, con el tiempo, innecesario.
Simultáneamente, la economía —que impacta directamente en el bienestar diario de la gente— ha sido dominada por tecnócratas y expertos cuya jerga técnica desalienta cualquier intento de entendimiento popular. La economía ha sido revestida de fórmulas matemáticas y teorías complejas, creando una barrera que impide que el ciudadano común cuestione decisiones cruciales, como las políticas de austeridad que suelen justificar el sufrimiento social en nombre de una «eficiencia» de la que solo los ricos se benefician. Como resultado, las decisiones económicas quedan en manos de una minoría, alejada de las necesidades reales de la población.
TESTIMONIO: LA ECONOMÍA Y EL CONOCIMIENTO COMO MERCANCÍA
Un académico colombiano señala cómo la mercantilización del conocimiento ha transformado derechos básicos en bienes de lujo:
“Aun el agua y el conocimiento, bienes públicos por naturaleza, están ahora en venta. La educación y los avances científicos dejan de ser un derecho universal y se convierten en una mercancía, disponible solo para aquellos que puedan pagar”
Esta lógica mercantilista afecta también a la economía como disciplina, que deja de ser una herramienta para organizar el bienestar y se convierte en una ciencia dedicada a proteger los intereses de quienes ya poseen riqueza.
LA ESTRATEGIA DE LA EXCLUSIÓN: LA ECONOMÍA PARA LOS QUE «SABEN»
La tecnificación de la economía cumple, además, una función de exclusión. Nos hacen creer que solo «los que saben» pueden manejar la economía, lo cual evita que el ciudadano común cuestione las decisiones que afectan su vida. De hecho, gran parte del conocimiento económico está diseñado para justificar las desigualdades.
Por ejemplo, las políticas de austeridad se presentan como soluciones que, aunque dolorosas en el corto plazo, prometen una prosperidad futura que casi nunca llega. Esto se ilustra en los ciclos de recesión en países que han aplicado estas políticas bajo el pretexto de «reducir el déficit», mientras que el sufrimiento recae sobre las clases trabajadoras y no sobre quienes acumulan riqueza y poder.
Un académico estadounidense en un foro económico resaltó esta dinámica:
«La globalización ha centralizado los beneficios en manos de unos pocos, dejando a la mayoría fuera. La exclusión no es un fallo del sistema, sino un pilar que lo sustenta»
La economía, en lugar de servir al bien común, se ha convertido en una disciplina creada para proteger y perpetuar el privilegio de unos pocos. En palabras de otro investigador,
“los economistas ortodoxos aceptan el sufrimiento humano como un subproducto desafortunado de una economía eficiente”, naturalizando la desigualdad y legitimando la injusticia estructural.
PODER Y CONOCIMIENTO: LA ALIANZA PARA JUSTIFICAR EL STATU QUO
El proceso de monopolización del conocimiento no es una novedad. A lo largo de la historia, las élites han buscado controlar las ideas y las narrativas para mantener su poder. Durante la Edad Media, por ejemplo, la feudalidad justificaba las desigualdades de clase como algo natural y divino, lo que impedía cualquier intento de subvertir el orden.
En la era moderna, la economía ha reemplazado a la religión como una disciplina que justifica la concentración de riqueza. Las universidades, antaño espacios de cuestionamiento, hoy dependen en gran medida de financiación privada y se ven obligadas a responder a los intereses de quienes las financian, promoviendo conocimientos y áreas de investigación que refuerzan el statu quo y que, en muchos casos, limitan el acceso público.
Una crítica común a la estructura actual de las universidades públicas en América Latina es que, bajo el disfraz de la «excelencia académica» y la «competitividad internacional», promueven estándares que restringen la producción de conocimiento local y lo subordina a los intereses de las economías más desarrolladas.
Este enfoque no solo limita el acceso al conocimiento, sino que transforma las universidades en otro engranaje del sistema económico global que opera en beneficio de una minoría.
FILOSOFÍA Y ECONOMÍA AL SERVICIO DE TODOS
A pesar de este panorama, no todo está perdido. En los últimos años, varios movimientos han luchado por recuperar el conocimiento como un bien común, accesible para todos y no solo para unos pocos. Iniciativas como el conocimiento abierto y el acceso libre a la investigación científica buscan devolver a las personas la posibilidad de acceder a las ideas que pueden ayudarles a transformar sus vidas. Se defiende que el conocimiento, al igual que el agua o el aire, no puede ser privatizado.
En la economía, por ejemplo, surgen corrientes como la economía solidaria o el comercio justo, que buscan establecer relaciones económicas basadas en la equidad y en el beneficio mutuo. Estas propuestas desafían la idea de que el valor económico solo puede estar basado en el beneficio monetario y muestran que es posible construir un sistema donde la economía esté al servicio de la humanidad, y no al revés.
Un grupo de trabajadores organizados en una cooperativa en Argentina lo expresa así:
«En nuestra cooperativa, cada decisión la tomamos en asamblea. No solo trabajamos para ganar dinero, sino para mejorar nuestra vida en común. La economía es nuestra herramienta, no el fin”
RECUPERAR EL PODER DE PENSAR Y DECIDIR
Si algo nos enseña esta realidad es que el conocimiento es poder, y que este poder ha sido usurpado por una élite que controla tanto la narrativa como los medios de producción. Esta situación, sin embargo, no tiene que ser permanente.
La filosofía y la economía pueden y deben ser devueltas al pueblo, como herramientas de transformación social. La democratización del conocimiento y la economía podría permitirnos ayudar a construir una sociedad más justa, donde las personas no solo comprendan las estructuras que rigen sus vidas, sino que puedan también participar en su cambio.
Por tanto, cuestionar el sistema económico y entender sus principios no es una labor para “expertos” aislados en oficinas, sino un derecho y una necesidad de todos. En un mundo donde el poder económico se esfuerza por hacernos creer que la vida es inmodificable y que la pobreza es natural, la única respuesta es la recuperación de la capacidad crítica y del conocimiento como bienes comunes. La economía, como el aire o el agua, pertenece a todos, y la libertad de cuestionarla es el primer paso hacia una sociedad verdaderamente libre y equitativa.
Fuentes consultadas:
– Poder Económico y su relación con el Conocimiento
– Concepto
– S&F
SciELO
– Andes University – Social Sciences
– Aprende Economía
Fuentes:
https://canarias-semanal.org/art/37045/ciencia-secuestrada