La aristocracia no fundaba sus privilegios sobre el oro del reino de Mammon. En las antiguas clases aristocráticas, si las clases quedaban ocultas, en el orden social existían abiertamente. Era, pues, fácil el discernir y condenar sus privilegios, lo que no sucede, en cambio, en la sociedad democrática. La lucha de los guerreros, a pesar de ser cruel, era franca y honrada, mientras la que se emprende en la sociedad capitalista -la de la Banca, la de la Bolsa, la de los partidos parlamentarios y de la prensa- es una lucha secreta, disimulada y escurridiza; precisamente en esta sociedad todo tiende a tomar el carácter de un simbolismo complejo, de un juego económico secreto, de un poder perteneciente al fantasmagórico reino del dinero, y éste es ante todo el papel desempeñado por los Bancos, que dirigen el mundo de manera invisible.
Nicolás Berdiaeff