Un hecho histórico que la dictadura y la monarquía quisieron siempre ocultar: la expulsión de los nazis de París

Resulta curioso pero, no obstante, comprensible que transcurridos más de 76 años, no pocos españoles de hoy aún ignoren que la nacionalidad de los soldados que liberaron París de la ocupación nazi era la española. ¿A qué se ha debido esa laguna histórica?

La verdad es que hay razones que explican este «olvido». Durante los 40 años que duró la dictadura de Franco, estrecho aliado de Hitler y de Mussolini, la prensa y los medios de comunicación del Régimen ocultaron deliberadamente este hecho histórico. Sin embargo, el «olvido» no sólo tuvo lugar durante la larga noche de la dictadura sino que, posteriormente, ya entronizada la Monarquía impuesta por el Régimen anterior, para la mayoría de los españoles continuó siendo un hecho desconocido que fueran los españoles republicanos quienes primero entraran en el Paris ocupado por los nazis . Y es que políticamente a quienes participaron en la llamada «transición» estaban muy interesados en vendernos la Monarquía borbonica de contrabando y evitar que se recordara la epopeya de la que habían sido protagonistas los combatientes republicanos españoles en la liberación de París.

LA DIVISIÓN LECLERC

El avance aliado sobre la capital gala ocupada por los alemanes corrió a cargo de la División Leclerc. La División blindada Leclerc estaba engrosada por unos 2.000 españoles republicanos, que habían abandonado su país después de la derrota sufrida en 1939. Nació bajo el mando del general francés Philippe Leclerc, en la colonia francesa del Chad centroafricano, y actuó en apoyo a la Francia Libre. En su totalidad estaba integrada por 16.000 hombres.

La División Leclerc se denominó oficialmente «2ª División Blindada» y su 9ª Compañía fue más conocida como «La Nueve» o «La Española», al mando del líder francés Raymond Dronne. El nombre de la división respondía al hecho de que los españoles que la integraban eran una abrumadora mayoría.

RAFAEL GÓMEZ, EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE

De aquellos españoles que se batieron heroicamente en contra de las tropas nazis, haciéndolas morder el polvo en la capital de Francia, sólo sobrevive uno. Se trata de Rafael Gómez , el último superviviente de «La Nueve», la primera y legendaria División de los ejércitos aliados.

Rafael Gómez tiene ahora 98 años. Fue cabo conductor de u nsemiblindados de la IX Compañía de la División Leclerc. La pasada semana la versión digital de El Periódico le hizo una entrevista.

Rafael Gómez decadas después rememora la mañana en la que desembarcó en Normandía. Lo hizo en la Playa de Saint Mere Église. Cuenta que estaba pegado al volante de su half track que llevaba el ilustrativo nombre de «Don Quichote». Y que fuertemente vapuleados por las olas, los nueve ocupantes de aquel vehículo artillado con ruedas y orugas empezaron a cantar ‘La cucaracha’.

La playa había sido tomada previamente por los estadounidenses, razón por la cual los integrantes de Novena División, no fueron recibidos por un diluvio de balas de las defensas alemanas.

Eran 160 hombres, de los que 140 eran republicanos españoles que llevaban sobre sus espaldas el peso de la experiencia bélica de una Guerra Civil que había durado tres años.

En la actualidad, Rafael Gomez vive en su casa de Estrasburgo. En ella guarda sus fotos, papeles y también el kepis militar del que no se separó hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. Por su memoria, que el tiempo se ha ido encargando de erosionar, transcurre el momento en el que con tan sólo 17 años fue movilizado por la República en dirección al frente de batalla. Igualmente desfilan por sus recuerdos el paso de Port Bou con el ejército republicano derrotado, el campo de concentración en el que fue internado a su llegada Francia, la vida en Orán y su alistamiento en el Batallón de Marcha del Chad, de los Cuerpos Francos de África…
«El principal recuerdo que te queda de las guerras es el miedo», reconoce. «Y también que todo lo haces lo haces corriendo. Corres aquí, corres allá… Desembarqué en Normandía corriendo. En la playa habían muerto antes, en junio del 1944, muchos soldados, muchos, sobre todo los que iban a pie, en sus ‘peniches’, porque cuando bajaba la puerta de la lancha iban muy juntos y no tenían defensa ninguna. Pero yo eso no lo ví».

Vivimos muchos golpes duros después, en Europa; más que en África. En África llevé el half track «Guernica». Fui chófer cuatro meses del teniente Granell – el español Amado Granell que fue el primero en poner pie en el Ayuntamiento liberado de París-. Luego me dieron el «Don Quichote». Al principio nos pusieron un uniforme inglés, luego otro americano, y, finalmente, uno francés. A los coches le poníamos en el capó la estrella americana, para que nuestra aviación los viera bien, pero los alemanes también ponían la estrella…
«Mira, en la guerra no hay que ser valiente – prosigue – . En la guerra hay que ir normal, como todo el mundo. No hay que hacerse el valiente, porque no sirve de mucho. Lo más normal es ir cagado de miedo. Sobre todo cuando avanzas a pie, buscando patrullas, mirando si te sale uno por aquí o por allá.

En relación con los compañeros que morían a su alrededor, Rafael Gomez precisa que era lo que realmente se sentía en aquellos momentos.

«La verdad es que en esos momentos no sientes pena por ellos. Mueren tantos cada día que al final acabas comentando las bajas con tu compañero como si nada hubiera ocurrido ‘¿Has visto? Fulano cayó esta tarde…’ Sin más. C’est tout.… Mueren jóvenes, viejos, niños, mujeres… de todo. La guerra mata a todo el mundo».

«En mi coche éramos cuatro españoles. Y me acuerdo de todos por igual. Y también del ayudante jefe Moreno, y del sargento Zubieta, uno que le llamaban El Chato, y que cantaba: «Ya se cayó el arbolito / donde dormía el pavo real…» Cuando entras en combate todos son tus amigos. Y cuando te quedas solo, no hay amigos a la vista. Yo no pude subir en Berchtesgaden el nido del águila, el refugio de montaña de Hitler en cuya conquista participó La Nueve -. Mis amigos subieron todos, pero yo me tuve que quedar abajo guardando el coche, porque era el chófer.

«Yo no olvido a mis compañeros. Todos los años vamos a un pueblo en el que murieron muchos (Grussenheim, al sur de Estrasburgo, en la frontera con Alemania, donde «La Nueve» fue diezmada, entre ellos D’Alain, que antes había estado en las Brigadas Internacionales en España. Está enterrado allí. El alcalde nos invita a un vaso cada año por todos ellos. Lo prometió. Y yo bebo un vaso a su salud. El próximo mes de enero cumpliré 99 años, y pienso ir allí a brindar por lo menos hasta que tenga 100″.

En otro momento de la entrevista, Gómez cuenta al periodista el anecdotario de la entrada de «La nueve» en París.

Me acuerdo perfectamente que mantuve el coche bajo unos árboles. Había que atravesar la ciudad corriendo. Llevaba acoplado un cañón antitanque, pero yo no lo atendía; lo manejaba un gallego al que llamábamos «Cariño». Y recuerdo que, después de aquello, nos fuimos a un campo en las afueras, y que pasamos allí tres noches. Estábamos contentos. Y al campamento vinieron muchas chicas a saludarnos. Eran tantas que el capitán Dronne, que luego llegó a general, se enfadó, y nos dijo: “A ver si en este campamento va a haber más mujeres que soldados”.

Y agrega:

«Al principio no decían que éramos españoles. Decían que éramos franceses… hasta que la periodista Evelyn Mesquida contó nuestra historia. En el tercer regimiento éramos tres compañías, la IX, la X y la XI. Y en «La Nueve» casi nadie hablaba francés. Muchos venían de la Legión. Ésa es la razón por la que nos metían en un batallón de primera línea. Siempre nos metían delante pero, sin embargo, ocultaban nuestra nacionalidad.

Rafael Gómez, que es un viejo guerrero que se pasó una parte importante de su juventud combatiendo en múltiples frentes, concluye la entrevista con un consejo a los jóvenes:

«No hagáis guerras. La guerra es mala para todo el mundo. Las guerras solo las ganan los ricos».

Fuentes:

http://canarias-semanal.org/art/25869/un-hecho-historico-que-la-dictadura-y-la-monarquia-quisieron-siempre-ocultar-la-expulsion-de-los-nazis-de-paris

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