Sobre la dictadura democratica popular

En conmemoración del XXVIII aniversario
del Partido Comunista de China

Del

Obras Escogidas de Mao Tse-tung

EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1976

Primera edición 1962
Segunda edición 1963
(5a impresión 1976)

Tomo IV, págs. 425-39.

 


Transcrito © para el Internet por Rafael Masada, Masada97@aol.com
Las indicaciones del HTML por David Romagnolo, djr@marx2mao.org (Mayo de 1998)


 

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SOBRE LA DICTADURA DEMOCRATICA POPULAREn conmemoración del XXVIII aniversario
del Partido Comunista de China

30 de junio de 1949

 

    El día 1ƒ de julio de 1949 señala que el Partido Comunista de China ha vivido ya veintiocho años. Lo mismo que un ser humano, un partido político tiene niñez, juventud, madurez y vejez. El Partido Comunista de China ya no es un niño ni un muchacho menor de veinte años, sino un adulto. Cuando un hombre llega a la vejez, muere; lo mismo ocurre con un partido. Cuando las clases desaparezcan, todos los instrumentos de la lucha de clases — los partidos y la máquina estatal — perderán su función y dejarán de ser necesarios; por tanto, se extinguirán gradualmente y terminarán su misión histórica, y la sociedad humana pasará a una etapa superior. Nosotros somos lo contrario de los partidos políticos de la burguesía. Ellos temen hablar de la extinción de las clases, de la extinción del Poder estatal y de los partidos. Nosotros, al revés, declaramos de manera abierta que luchamos con energía precisamente para crear las condiciones necesarias que aceleren la extinción de todo esto. La dirección del Partido Comunista y el Poder estatal de la dictadura popular constituyen tales condiciones. Quien no reconozca esta verdad no es comunista. Tal vez no la comprendan aún los camaradas jóvenes que acaban de ingresar en el Partido y que no han estudiado el marxismo-leninismo. Deben comprenderla, pues sólo entonces podrán tener una concepción justa del mundo. Deben comprender que el camino que conduce a la abolición de las clases, del Poder estatal y de los partidos, es el que ha de seguir toda la humanidad; es sólo cuestión de tiempo y condiciones. Los comunistas de todo el mundo son más clarividentes que la burguesía, conocen las leyes

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que rigen la existencia y el desarrollo de las cosas, conocen la dialéctica y ven más lejos. Si la burguesía no acoge con agrado esta verdad, es porque no quiere ser derrocada. Ser derrocado resulta doloroso y horrible de imaginar para quienes lo sufren, por ejemplo, para los reaccionarios kuomintanistas, a quienes derrocamos actualmente, y para el imperialismo japonés; al cual vencimos junto con otros pueblos. Pero para la clase obrera, el pueblo trabajador y el Partido Comunista, el problema no está en ser derrocado, sino en trabajar con ahínco para crear las condiciones en que las clases, el Poder estatal y los partidos políticos desaparezcan de manera natural, y la humanidad entre en el reino de la Gran Armonía[1]. Hemos mencionado de pasada esta perspectiva lejana del progreso humano, a fin de explicar con claridad los problemas en los que vamos a detenemos a continuación.

Como todos saben, nuestro Partido no ha vivido estos veintiocho años en paz, sino en medio de penalidades, obligado a luchar contra los enemigos interiores y exteriores y contra los de dentro y fuera del Partido. Agradecemos a Marx, Engels, Lenin y Stalin el habernos dado un arma. Esta arma no es la ametralladora; sino el marxismo-leninismo.

En su libro La Enfermedad Infantil del «Izquierdismo» en el Comunismo, escrito en 1920, Lenin describió cómo buscaban los rusos una teoría revolucionaria[2]. Sólo después de varios decenios de penalidades y sufrimientos encontraron el marxismo. Muchas cosas en China eran iguales, o parecidas, a las existentes en la Rusia anterior a la Revolución de Octubre. Existía la misma opresión feudal. Existía un atraso económico y cultural similar. Ambos países eran atrasados, pero China aún más. Otro rasgo común: animados por el deseo de hacer renacer sus países, los hombres avanzados no se detuvieron ante las luchas duras y acerbas en la búsqueda de la verdad revolucionaria.

    Desde la derrota de China en la Guerra del Opio de 1840[3], los chinos avanzados pasaron innumerables penalidades, buscando la verdad en el ejemplo de los países occidentales. Jung Siu-chüan[4], Kang You-wei[5], Yen Fu[6] y Sun Yat-sen representan a quienes buscaban la verdad en el ejemplo de Occidente antes que naciera el Partido Comunista de China. En aquel entonces, los chinos que aspiraban al progreso leían cualquier libro que contuviese las nuevas teorías de Occidente. Era asombroso el número de estudiantes enviados al Japón, Inglaterra, EE.UU., Francia y Alemania. Dentro del país

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se abolió el sistema de los exámenes imperiales, y las escuelas modernas surgieron como brotes de bambú después de una lluvia primaveral; se hacían muchos esfuerzos por aprender de Occidente. En mi juventud, me dediqué también a esos estudios. Se trataba de la cultura de la democracia burguesa occidental, cultura que comprendía las teorías sociales y las ciencias naturales de ese período, o lo que se llamaba «nuevas doctrinas», en oposición a la cultura feudal china que se llamaba «viejas doctrinas». Durante un tiempo bastante largo, los que habían aprendido las nuevas doctrinas confiaron en que éstas salvarían a China, y muy pocos de ellos abrigaban las dudas que tenían al respecto los partidarios de las viejas doctrinas. Sólo la modernización podía salvar a China, sólo el aprender de los países extranjeros podía modernizarla. Entre los países extranjeros de esa época, únicamente los países capitalistas de Occidente eran progresistas, pues habían edificado con éxito modernos Estados burgueses. Los japoneses habían logrado éxitos al aprender de Occidente, y los chinos también deseaban aprender de los japoneses. A los ojos de los chinos de esa época, Rusia era un país atrasado, y pocos querían aprender de ella. Así fue cómo los chinos se esforzaron por aprender de los países extranjeros en el período que va de la década del 40 del siglo XIX a los comienzos del siglo XX.

La agresión imperialista desvaneció el ensueño de los chinos de aprender de Occidente. Cosa extraña: ¿por qué los maestros siempre agredían a sus discípulos? Los chinos aprendieron mucho de Occidente, pero lo aprendido resultó inaplicable, y sus ideales no pudieron realizarse nunca. Las repetidas luchas, incluyendo un movimiento de amplitud nacional como la Revolución de 1911[7], terminaron todas en el fracaso. Día a día empeoraba la situación del país, y la vida se hizo imposible. Las dudas surgieron; aumentaron y se profundizaron. La Primera Guerra Mundial estremeció al mundo entero. Los rusos hicieron la Revolución de Octubre y crearon el primer Estado socialista del mundo. Bajo la dirección de Lenin y Stalin, la energía revolucionaria del gran proletariado y del gran pueblo trabajador de Rusia, energía hasta entonces latente e imperceptible para los extranjeros, entró de pronto en erupción como un volcán, y los chinos, así como toda la humanidad, comenzaron a mirar a los rusos con otros ojos. Entonces, y sólo entonces, se inició una era completamente nueva en el pensamiento y la vida de los chinos. Encontraron el marxismo-leninismo, la verdad de aplicación universal, y la fisonomía de China comenzó a cambiar.

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Fue a través de los rusos que los chinos encontraron el marxismo. Antes de la Revolución de Octubre, los chinos no sólo desconocían a Lenin y Stalin, sino que ni siquiera conocían a Marx y Engels. Las salvas de los cañones de la Revolución de Octubre nos trajeron el marxismo-leninismo. La Revolución de Octubre ayudó a los hombres avanzados de China, así como a los de la tierra entera, a adoptar la concepción proletaria del mundo como instrumento para estudiar el destino de su país y para reconsiderar sus propios problemas. Seguir el camino de los rusos: tal fue la conclusión. En 1919, se produjo en China el Movimiento del 4 de Mayo. En 1921, se fundó el Partido Comunista de China. Sun Yat-sen, en la sima de la desesperación, se encontró con la Revolución de Octubre y el Partido Comunista de China. Saludó la Revolución de Octubre, saludó la ayuda de los rusos a los chinos y saludó la cooperación del Partido Comunista de China. Luego Sun Yat-sen murió, y Chiang Kai-shek subió al Poder. Al cabo de un largo período de veintidós años, Chiang Kai-shek había arrastrado a China a una situación sin salida. Durante ese período, en la Segunda Guerra Mundial antifascista, en la que la Unión Soviética constituía la fuerza principal, tres grandes potencias imperialistas fueron derrotadas y otras dos salieron debilitadas. En todo el mundo, sólo una gran potencia imperialista, los EE.UU., quedó indemne. Sin embargo, los EE.UU. sufrían una grave crisis interna. Querían esclavizar al mundo entero; ayudaban a Chiang Kai-shek a matar varios millones de chinos, suministrándole armas. Bajo la dirección del Partido Comunista, el pueblo chino, después de expulsar al imperialismo japonés, ha mantenido durante tres años la Guerra Popular de Liberación y ha logrado en lo fundamental la victoria.

De este modo, la civilización burguesa occidental, la democracia burguesa y el proyecto de una república burguesa han caído todos en bancarrota a los ojos del pueblo chino. La democracia burguesa ha cedido el lugar a la democracia popular dirigida por la clase obrera, y la república burguesa, a la república popular. De ahí la posibilidad de llegar, a través de la república popular, al socialismo y al comunismo, a la abolición de las clases y al mundo de la Gran Armonía. Kang You-wei escribió el Tatung Shu (Libro de la Gran Armonía ), pero no encontró ni podía encontrar el camino que conduce a la Gran Armonía. La república burguesa, que existe en el extranjero, no puede existir en China, porque China es un país oprimido por el imperialismo. El único camino es el que pasa por la república popular dirigida por la clase obrera.

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Todos los demás medios se han probado y han fracasado. Entre quienes se apegaban a ellos, algunos han caído, otros han despertado y otros están cambiando sus ideas. Los acontecimientos se desarrollan con tanta rapidez que muchos sienten lo repentino del cambio y la necesidad de aprender de nuevo. Es comprensible este estado de ánimo y saludamos este buen deseo de ponerse de nuevo a aprender.

La vanguardia del proletariado chino aprendió el marxismo-leninismo después de la Revolución de Octubre y fundó el Partido Comunista de China. Entró de inmediato en las luchas políticas y sólo ahora, después de recorrer durante veintiocho años un camino sinuoso, ha logrado la victoria fundamental. De nuestra experiencia de veintiocho años hemos extraído una conclusión igual a la que Sun Yat-sen, en su testamento, extrajo de la «experiencia de cuarenta años»; es decir, estamos profundamente convencidos de que para conquistar la victoria «debemos despertar a las masas populares y unimos en una lucha común con las naciones del mundo que nos traten en pie de igualdad». Sun Yat-sen tenía una concepción del mundo distinta de la nuestra y partía de otra posición de clase al examinar y abordar los problemas; sin embargo, en la década del 20 de este siglo llegó a una conclusión en lo esencial idéntica a la nuestra sobre el problema de cómo luchar contra el imperialismo.

Desde la muerte de Sun Yat-sen han pasado veinticuatro años. La revolución china, dirigida por el Partido Comunista de China, ha realizado tremendos avances, tanto en la teoría como en la práctica, y esto ha cambiado radicalmente la fisonomía de China. La experiencia principal y fundamental obtenida hasta aquí por el pueblo chino se resume en los dos puntos siguientes:

1. En el interior del país, despertar a las masas populares. Esto significa unir a la clase obrera, al campesinado, a la pequeña burguesía urbana y a la burguesía nacional, formar un frente único bajo la dirección de la clase obrera y, partiendo de ello, avanzar hacia el establecimiento de un Estado de dictadura democrática popular dirigido por la clase obrera y basado en la alianza de los obreros y los campesinos.
2. En el exterior, unimos en una lucha común con las naciones del mundo que nos traten en pie de igualdad y con los pueblos de todos los países. Esto significa aliamos con la Unión Soviética, con las Democracias Populares y con el proletariado y las amplias masas populares de todos los demás países para formar un frente único internacional.

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«Ustedes se ponen de un lado.» Exactamente. Ponemos de un lado, esto es lo que nos han enseñado la experiencia de cuarenta años de Sun Yat-sen y la experiencia de veintiocho años del Partido Comunista, y estamos firmemente convencidos de que, a fin de lograr y consolidar la victoria, debemos ponemos de un lado. Las experiencias acumuladas en estos cuarenta años y en estos veintiocho años muestran que todos los chinos sin excepción tienen que ponerse, o del lado del imperialismo, o del lado del socialismo. No es posible cabalgar sobre una tapia entre los dos, ni existe un tercer camino. Combatimos a los reaccionarios chiangkaishekistas que se ponen del lado del imperialismo, y estamos también contra las ilusiones acerca de un tercer camino.

«Ustedes son demasiado irritantes.» Hablamos de cómo tratar a los reaccionarios nacionales y extranjeros, o sea, a los imperialistas y sus lacayos, y no de cómo tratar a cualquier otro. Con los reaccionarios no surge el problema de irritarlos o no. Irritados o no irritados, seguirán siendo los mismos, porque son reaccionarios. Podremos aislar a los reaccionarios, vencerlos o arrancarles el Poder sólo si trazamos una clara línea de demarcación entre ellos y los revolucionarios, ponemos al desnudo las intrigas y maquinaciones de los reaccionarios, despertamos la vigilancia y atención en las filas revolucionarias, elevamos nuestra voluntad de lucha y aplastamos la arrogancia del enemigo. Ante una fiera, no se debe mostrar la menor timidez. Que nos sirva de ejemplo lo que hizo Wu Sung[8] en la colina de Chingyang. A los ojos de Wu Sung, el tigre de la colina de Chingyang, irritado o no, siempre devoraba hombres. Una de dos: o matar al tigre, o dejarse comer por él.

«Nos hace falta comerciar.» Completamente justo, siempre hace falta comerciar. No estamos contra nadie, salvo los reaccionarios nacionales y extranjeros que nos estorban para comerciar. Todos deben saber que no son nadie más que los imperialistas y sus lacayos, los reaccionarios chiangkaishekistas, quienes nos estorban para comerciar y para establecer relaciones diplomáticas con los países extranjeros. Cuando nosotros, uniéndonos con todas las fuerzas nacionales e internacionales, hayamos derrotado a los reaccionarios interiores y exteriores, podremos comerciar y establecer relaciones diplomáticas con todos los países sobre la base de la igualdad, del beneficio recíproco y del mutuo respeto a la integridad territorial y la soberanía.

«La victoria es posible incluso sin ayuda internacional.» Esta es una idea errónea. En la época en que existe el imperialismo, sin las

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diversas formas de ayuda de las fuerzas revolucionarias internacionales, es imposible que una verdadera revolución popular, en cualquier país que sea, logre la victoria; aun cuando se lograra la victoria, no podría consolidarse. Así ocurrió con la victoria y la consolidación de la Gran Revolución de Octubre, como Lenin y Stalin nos lo dijeron hace mucho. Así ocurrió también con la derrota de las tres potencias imperialistas en la Segunda Guerra Mundial y con el establecimiento de las Democracias Populares. Y así ocurre también con el presente y el futuro de la China Popular. Imagínense, sin la existencia de la Unión Soviética, sin la victoria en la Segunda Guerra Mundial antifascista, sin la derrota del imperialismo japonés, sin el nacimiento de las Democracias Populares, sin la lucha a que se levantan las naciones oprimidas de Oriente y sin la lucha de las masas populares de los EE.UU., Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón y otros países capitalistas contra sus gobernantes reaccionarios, sin el concurso de todos estos factores, las fuerzas reaccionarias internacionales que pesan sobre nosotros serían indudablemente muchas veces mayores que ahora. En tales circunstancias, ¿habríamos podido lograr la victoria? Evidentemente que no. E incluso si la hubiéramos logrado, sería imposible consolidarla. El pueblo chino tiene sobrada experiencia al respecto. Esta experiencia se reflejó hace tiempo en las palabras que dijo Sun Yat-sen en su lecho de muerte acerca de la necesidad de unirse con las fuerzas revolucionarias internacionales.

«Necesitamos la ayuda de los Gobiernos de Inglaterra y EE.UU.» Esta es también, en los tiempos que corren, una idea ingenua. Los actuales gobernantes de Inglaterra y de EE.UU., que son imperialistas, ¿ayudarían a un Estado popular? Si esos países llegan a comerciar con nosotros y si, supongamos, estuvieran dispuestos en el futuro a prestamos dinero en condiciones de beneficio mutuo, ¿por qué lo harían? Porque los capitalistas de esos países quieren ganar dinero, y sus banqueros, cobrar intereses, para salvarse de su propia crisis; eso no es ninguna ayuda para el pueblo chino. Los Partidos Comunistas y los partidos progresistas de esos países están presionando a sus gobiernos para que comercien e incluso establezcan relaciones diplomáticas con nosotros. Eso es muestra de buena voluntad, eso es ayuda, y no puede colocarse en el mismo plano que la conducta de la burguesía de dichos países. A lo largo de toda su vida, Sun Yat-sen se dirigió incontables veces a los países capitalistas solicitando ayuda, pero nada obtuvo y, por añadidura, sufrió despiadadas repulsas. Sólo una vez en toda su vida Sun Yat-sen recibió ayuda extranjera, y ésta

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fue la ayuda de la Unión Soviética. Que los lectores se remitan al testamento del Dr. Sun Yat-sen, en el que aconsejaba insistentemente no cifrar esperanzas en la ayuda de los países imperialistas, sino «unimos con las naciones del mundo que nos traten en pie de igualdad». El Dr. Sun tenía experiencia: había sufrido, había sido engañado. Debemos tener presentes sus palabras y no dejamos engañar a nuestro turno. En el terreno internacional, pertenecemos al frente antiimperialista encabezado por la Unión Soviética y, para obtener una verdadera ayuda amistosa, sólo podemos dirigimos a este lado, y no al lado del frente imperialista.

«Ustedes ejercen una dictadura.» Queridos señores míos, tienen razón, es justamente eso lo que hacemos. Toda la experiencia acumulada por el pueblo chino durante varios decenios nos enseña a ejercer la dictadura democrática popular, lo que significa privar a los reaccionarios del derecho a la palabra y dar ese derecho sólo al pueblo.

¿Qué se entiende por pueblo? En China, en la presente etapa, por pueblo se entiende a la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional. Dirigidas por la clase obrera y el Partido Comunista, estas clases se unen, forman su propio Estado, eligen su propio gobierno y ejercen la dictadura sobre los lacayos del imperialismo, es decir, sobre la clase terrateniente y la clase capitalista burocrática, así como sobre sus representantes, los reaccionarios del Kuomintang y sus cómplices, los reprimen, sólo les permiten actuar en la forma debida y no les toleran que se extralimiten, ni de palabra ni de hecho. Si se extralimitan de una u otra forma, se los reprime y se los castiga inmediatamente. La democracia se practica en el seno del pueblo, el cual goza de las libertades de palabra, de reunión, de asociación, etc. Sólo el pueblo goza del derecho electoral, y no los reaccionarios. La combinación de estos dos aspectos, democracia para el pueblo y dictadura para los reaccionarios, constituye la dictadura democrática popular.

¿Por qué es preciso proceder de esta manera? La razón es bastante clara para todos. Si así no se procediera, la revolución fracasaría, el pueblo sufriría y el Estado perecería.

«¿No quieren ustedes abolir el Poder estatal?» Sí, queremos, pero no por el momento; aún no lo podemos hacer. ¿Por qué? Porque aún existe el imperialismo, porque aún existe la reacción interior, porque aún existen las clases en el país. Nuestra tarea actual es fortalecer el aparato del Estado del pueblo — principalmente el

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ejército popular, la policía popular y los tribunales populares — a fin de consolidar la defensa nacional y proteger los intereses del pueblo. Esta es la condición para que China, bajo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista, pueda transformarse con pasos seguros de país agrícola en país industrial, pasar de la sociedad de nueva democracia a la sociedad socialista y comunista, abolir las clases y realizar la Gran Armonía. El aparato del Estado, incluyendo el ejército, la policía y los tribunales, es el instrumento de opresión de una clase por otra. Con respecto a las clases enemigas, es un instrumento de opresión, es la violencia y de ningún modo la «benevolencia». «Ustedes no son benévolos.» Exacto. Jamás aplicamos una política de benevolencia para con las actividades reaccionarias de los reaccionarios y de las clases reaccionarias. Aplicamos la política de benevolencia únicamente en el seno del pueblo, y no para con las actividades reaccionarias de los reaccionarios y de las clases reaccionarias, ajenos al pueblo.

El Estado popular protege al pueblo. Sólo cuando existe un Estado popular, el pueblo puede, en todo el país y con participación de todos, educarse y transformarse por métodos democráticos, y así desembarazarse de la influencia de los reaccionarios interiores y exteriores (influencia aún muy fuerte en la actualidad, que subsistirá largo tiempo y que no puede ser eliminada rápidamente), librarse de los malos hábitos e ideas adquiridos en la vieja sociedad, evitar dejarse descarriar por los reaccionarios, y continuar el avance: el avance hacia la sociedad socialista y comunista.

El método que empleamos al respecto es democrático, o sea, un método de persuasión, y no de coacción. Cuando alguien del pueblo viola la ley, también debe ser castigado, encarcelado o incluso sentenciado a muerte; pero ésta es una cuestión de unos pocos casos aislados, que difiere en principio de la dictadura ejercida sobre los reaccionarios como clase.

A los miembros de las clases reaccionarias y a los elementos de la reacción, después del derrocamiento de su Poder, mientras no se rebelen, no cometan actos de sabotaje ni provoquen disturbios, también se les dará tierra y trabajo, para que puedan vivir, reeducarse por el trabajo y convertirse en gente nueva. Si no quieren trabajar, el Estado popular los obligará a hacerlo. Con ellos se realizará también un trabajo de propaganda y educación, y se hará, además, en forma tan cuidadosa y a fondo como lo hemos hecho con los oficiales prisioneros. Si se quiere, ésta también puede calificarse de

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«política de benevolencia», pero es impuesta por nosotros a los que pertenecían a las clases enemigas y no puede ser colocada en un mismo plano con el trabajo de autoeducación que realizamos en el seno del pueblo revolucionario.

Semejante trabajo de reeducación de los miembros de las clases reaccionarias lo puede efectuar sólo un Estado de dictadura democrática popular bajo la dirección del Partido Comunista. Una vez que se haya llevado a cabo con éxito, serán definitivamente eliminadas las principales clases explotadoras de China, la clase terrateniente y la clase capitalista burocrática (la clase capitalista monopolista). Queda sólo la burguesía nacional; en la etapa actual ya podemos emprender en forma apropiada un considerable trabajo educativo entre muchos de sus componentes. Cuando llegue el momento de realizar el socialismo, es decir, de nacionalizar las empresas privadas, daremos un paso más en este trabajo de educación y transformación entre sus componentes. El pueblo tiene en sus manos una poderosa máquina estatal y no teme la rebelión de la burguesía nacional.

El problema serio es la educación del campesinado. La economía campesina es dispersa, y la socialización de la agricultura, a juzgar por la experiencia de la Unión Soviética, requerirá un tiempo largo y un trabajo minucioso. Sin la socialización de la agricultura, no puede haber un socialismo completo y sólido. La socialización de la agricultura debe coordinarse en su marcha con el desarrollo de una poderosa industria que tenga como sector principal las empresas estatales[9]. El Estado de dictadura democrática popular debe resolver sistemáticamente los problemas de la industrialización del país. Como este artículo no se propone tratar en detalle las cuestiones económicas, no me extenderé al respecto.

En 1924, en el I Congreso Nacional del Kuomintang, dirigido por el propio Sun Yat-sen y en el cual participaron los comunistas, se adoptó un famoso manifiesto que declaraba:

«En los Estados modernos, el llamado sistema democrático es generalmente monopolizado por la burguesía y se ha convertido simplemente en un instrumento de opresión de la gente sencilla. En cambio, el principio de democracia del Kuomintang representa el bien común de toda la gente sencilla, y no algo que una minoría pueda arrogarse.»

Aparte de la cuestión de quién dirige a quién, el principio de democracia aquí aludido corresponde, como programa político general, a lo que llamamos democracia popular o nueva democracia. Un sis-

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tema estatal que sólo sea bien común de toda la gente sencilla y no algo que la burguesía pueda arrogarse, más la dirección ejercida por la clase obrera, he aquí el sistema estatal de dictadura democrática popular.

Chiang Kai-shek traicionó a Sun Yat-sen e implantó la dictadura de la clase capitalista burocrática y la clase terrateniente como instrumento para oprimir a la gente sencilla de China. Esta dictadura contrarrevolucionaria reinó durante veintidós años, y sólo ahora ha sido derrocada por la gente sencilla de China bajo nuestra dirección.

Los reaccionarios extranjeros que nos acusan de ejercer la «dictadura» o el «totalitarismo» son precisamente quienes los ejercen. Ejercen la dictadura o el totalitarismo de una sola clase, la burguesía, sobre el proletariado y el resto del pueblo. Sun Yat-sen se refería precisamente a estos individuos al hablar de la burguesía de los Estados modernos, que oprime a la gente sencilla. Y precisamente de estos canallas reaccionarios ha aprendido Chiang Kai-shek la dictadura contrarrevolucionaria.

Chu Si, filósofo de la dinastía Sung, escribió muchos libros y dejó muchas sentencias, hoy ya olvidadas; sin embargo, una de ellas aún se recuerda: «Trata a cada cual del mismo modo que él trata a los demás.»[10] Esto es justamente lo que hacemos; tratamos a los imperialistas y sus lacayos, los reaccionarios chiangkaishekistas, del mismo modo que ellos nos tratan. ¡Eso es todo y nada más!

La dictadura revolucionaria y la dictadura contrarrevolucionaria son opuestas por naturaleza, pero de la segunda se aprendió a ejercer la primera. Tal aprendizaje es muy importante. Sin poseer este método de dominar a las clases contrarrevolucionarias, el pueblo revolucionario no podrá mantener su Poder, la reacción interior y exterior derrocará ese Poder y restaurará su dominio sobre China, y el desastre se abatirá sobre el pueblo revolucionario.

La dictadura democrática popular se basa en la alianza de la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía urbana y, principalmente, en la alianza de los obreros y los campesinos, porque estas dos clases constituyen del 80 al 90 por ciento de la población de China. el derrocamiento del imperialismo y de los reaccionarios kuomintanistas se debe principalmente a la fuerza de estas dos clases. La transición de la nueva democracia al socialismo depende principalmente de la alianza de estas dos clases.

La dictadura democrática popular necesita la dirección de la clase obrera, porque la clase obrera es la más perspicaz, la más desin-

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teresada y la más consecuentemente revolucionaria. «Toda la historia de la revolución prueba que, sin la dirección de la clase obrera, la revolución Fracasa y que, con la dirección de la clase obrera, la revolución triunfa. En la época del imperialismo, ninguna otra clase en ningún país puede conducir una verdadera revolución a la victoria. Lo prueba claramente el hecho de que fracasaron todas las numerosas revoluciones dirigidas por la pequeña burguesía y la burguesía nacional de China.

La burguesía nacional es de gran importancia en la actual etapa. Aún tenemos frente a nosotros al imperialismo, enemigo muy feroz. La industria moderna de China todavía representa sólo una parte muy reducida del total de la economía nacional. Por el momento no se dispone de estadísticas fidedignas, pero a juzgar por algunos datos, el valor de la producción de la industria moderna, antes de la Guerra de Resistencia contra el Japón, sólo constituía aproximadamente el 10 por ciento del valor global de la producción de la economía nacional. Para hacer frente a la opresión imperialista y elevar su economía atrasada a un nivel más alto, China debe utilizar todos los elementos del capitalismo de la ciudad y del campo que sean beneficiosos y no perjudiciales para la economía nacional y la vida del pueblo, y debemos unimos con la burguesía nacional para una lucha común. Nuestra política actual es limitar el capitalismo, y no destruirlo. Pero la burguesía nacional no puede desempeñar el papel dirigente en la revolución, ni debe ocupar el puesto principal en el Poder estatal. La razón de ello reside en que su posición social y económica determina su debilidad; esta clase carece de perspicacia y de valor suficiente, y muchos de sus componentes tienen miedo a las masas.

Sun Yat-sen abogaba por «despertar a las masas populares» o «ayudar a los campesinos y obreros». ¿Quién, pues, los va a «despertar» y «ayudar»? Sun Yat-sen pensaba en la pequeña burguesía y la burguesía nacional. En realidad, ellas no pueden hacerlo. ¿Por qué terminaron en el fracaso los cuarenta años de actividad revolucionaria de Sun Yat-sen? Porque en la época del imperialismo, la pequeña burguesía y la burguesía nacional no pueden conducir ninguna revolución verdadera a la victoria.

Nuestros veintiocho años han sido muy diferentes. Tenemos mucha experiencia valiosa. Un Partido disciplinado, pertrechado con la teoría marxista-leninista, que practica la autocrítica y está ligado con las masas populares; un ejército dirigido por tal Partido; un frente único de todas las clases revolucionarias y de todos los grupos

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revolucionarios dirigido por tal Partido: éstas son las tres armas principales con las que hemos derrotado al enemigo. Ellas nos diferencian de nuestros predecesores. Gracias a estas tres armas, hemos logrado la victoria fundamental. Hemos recorrido un camino sinuoso. Hemos luchado contra las desviaciones oportunistas en el Partido, tanto de derecha como de «izquierda». Cada vez que cometíamos graves errores en estas tres materias, la revolución sufría reveses. Aleccionados por los errores y los reveses, nos hemos hecho más inteligentes y manejamos mejor nuestros asuntos. Para cualquier partido político o persona es difícil evitar los errores, pero procuramos que se yerre menos. Una vez cometido un error, debemos corregirlo, y cuanto más rápido y más a fondo, mejor.

Al resumir nuestra experiencia, podemos condensarla en un punto: la dictadura democrática popular dirigida por la clase obrera (a través del Partido Comunista) y basada en la alianza de los obreros y los campesinos. Esta dictadura debe unirse con las fuerzas revolucionarias internacionales. He aquí nuestra fórmula, nuestra experiencia esencial, nuestro programa principal.

Los veintiocho años de vida de nuestro Partido constituyen un largo período, en el cual sólo hemos hecho una cosa: hemos logrado la victoria fundamental en la guerra revolucionaria. Ella merece celebrarse, porque es la victoria del pueblo, porque es una victoria conquistada en un país tan grande como China. Pero aún nos queda mucho por hacer; si lo comparamos con un viaje, nuestro trabajo ya realizado es tan sólo el primer paso dado en una larga marcha de diez mil li. Aún nos quedan por liquidar los remanentes del enemigo. Tenemos por delante la seria tarea de la construcción económica. Pronto dejaremos a un lado algunas de las cosas que conocemos bien y nos veremos obligados a ocupamos de cosas que no conocemos bien. He aquí la dificultad. Los imperialistas calculan que no seremos capaces de administrar bien nuestra economía; nos observan desde la orilla, esperando nuestro fracaso.

Debemos vencer las dificultades, debemos aprender lo que ignoramos. Debemos aprender de todos los entendidos (sean quienes fueren) a trabajar en el terreno económico. Debemos estimarlos como maestros, aprendiendo de ellos respetuosa y concienzudamente. No aparentemos saber cuando no sabemos. No nos demos aire de burócratas. Si ahondamos en un tema durante varios meses, durante un año o dos, durante tres o cinco, finalmente lo dominaremos. Al comienzo, algunos de los comunistas soviéticos tampoco sabían ad-

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ministrar bien los asuntos económicos, y los imperialistas también esperaban su fracaso. Pero el Partido Comunista de la Unión Soviética salió victorioso y, bajo la dirección de Lenin y Stalin, no sólo supo hacer la revolución, sino también realizar la construcción. Ha edificado un grande y espléndido Estado socialista. El Partido Comunista de la Unión Soviética es nuestro mejor maestro y debemos aprender de él. La situación, tanto nacional como internacional, está a nuestro favor, y es plenamente posible que, contando con el arma de la dictadura democrática popular, unamos a toda la gente del país, salvo los reaccionarios, y lleguemos con paso firme a nuestra meta.


 


From Marx to Mao
(English)

Desde Marx
hasta Mao

Textos
de Mao

Apuntes sobre
el texto abajo

 


 

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NOTAS

  [1] Se refiere a una sociedad basada en la propiedad social, libre de la explotación y opresión de clase: un noble ideal acariciado desde hace mucho por el pueblo chino: Aquí, por reino de la Gran Armonía se entiende la sociedad comunista.    [pág. 426]

[2] Véase V. I. Lenin, La Enfermedad Infantil del «izquierdismo» en el Comunismo, cap. II, en que Lenin dice:

«En el transcurso de casi medio siglo, aproximadamente de 1840 a 1890, el pensamiento avanzado en Rusia, bajo el yugo del despotismo inaudito del zarismo salvaje y reaccionario, buscaba ávidamente una teoría revolucionaria justa, siguiendo con un celo y una atención admirables cada `última palabra’ de Europa y América en este terreno. Rusia hizo suya la única teoría revolucionaria justa, el marxismo, en medio siglo de torturas y de sacrificios inauditos; de heroísmo revolucionario nunca visto, de energía increíble y de investigación abnegada, de estudio, de experimentación en la práctica, de desengaños, de comprobación, de comparación con la experiencia de Europa.»

   [pág. 426]

[3] En 1840-1842, ante la oposición del pueblo chino a su tráfico del opio, Inglaterra envió tropas a invadir la provincia de Kuangtung y otras regiones costeras de China, so pretexto de proteger el comercio. Las tropas en Kuangtung mantuvieron una guerra de resistencia bajo el mando de Lin Tse-sü.    [pág. 426]

[4] Jung Siu-chúan (1814-1864), nacido en Kuangtung, fue dirigente de una guerra revolucionaria campesina a mediados del siglo XIX. En 1851 dirigió en la provincia de Kuangsí un levantamiento de masas y proclamó el Reino Celestial Taiping, que ocupó muchas provincias y luchó durante catorce años contra la dinastía Ching. Esta guerra revolucionaria fracasó en 1864 y Jung Siu-chüan se envenenó.    [pág. 426]

[5] Kang You-wei (1858-1927), natural del distrito de Nanjai, provincia de Kuangtung. En 1895, un año después que China fue derrotada por el imperialismo japonés, Kang You-wei, al frente de 1.300 candidatos al tercer grado que tomaban parte en los exámenes imperiales en Pekín, presentó al emperador Kuangsü un «memorial de diez mil palabras», en el que se le pedía una «reforma política y modernización» y el cambio de la monarquía autocrática por una monarquía constitucional. En 1898, con el intento de introducir reformas, el emperador incorporó a Kang You-wei, junto con Tan Si-tung, Liang Chi-chao y otros, a la dirección de los asuntos del Estado. Más

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tarde, la emperatriz viuda Tsisi, que representaba a los ultraconservadores, tomó de nuevo el Poder, y el movimiento por las reformas fracasó. Kang You-wei y Liang Chi-chao huyeron al extranjero y formaron una sociedad para proteger al emperador; sociedad que pasó a ser una facción política reaccionaria en oposición a los revolucionarios burgueses y pequeñoburgueses representados por Sun Yat-sen. Entre las obras de Kang figuran Falsificaciones en los Clásicos de los Preceptos Confucianos, Confucio como Reformador y Tatung Shu (Libro de la Gran Armonía ).    [pág. 426]

[6] Yen Fu (1853-1921), de Fuchou, provincia de Fuchién, estudió en una academia naval en Inglaterra. Después de la Guerra Chino-Japonesa en 1894, patrocinó la monarquía constitucional y diversas reformas para modernizar a China. Sus traducciones: Evolución y ética, de T. H. Huxley; La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith; Sistema de Lógica, de J. S. Mill; El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, y otras, sirvieron de vehículos para la difusión del pensamiento burgués europeo en China.    [pág. 426]

[7] La Revolución de 1911 derrocó el régimen autocrático de la dinastía Ching. El 10 de octubre de ese año, un sector del Nuevo Ejército, incitado por las sociedades revolucionarias de la burguesía y pequeña burguesía de la época, se sublevó en Wuchang; a continuación, se sucedieron sublevaciones en otras provincias, y se derrumbó pronto el dominio de la dinastía Ching. El 1ƒ de enero de 1912 se estableció en Nankín el Gobierno Provisional de la República de China, y Sun Yat-sen fue elegido Presidente Provisional. La revolución logró la victoria mediante la alianza de la burguesía, los campesinos, los obreros y la pequeña burguesía urbana. Pero, como el grupo dirigente de la revolución era, por naturaleza, propenso a entrar en componendas, como no proporcionaba beneficios reales a los campesinos y cedía a la presión del imperialismo y de las fuerzas feudales, el Poder cayó en manos de Yuan Shi-kai, caudillo militar del Norte, y la revolución fracasó.    [pág. 427]

[8] Uno de los héroes de la novela Shui Ju Chuan (A la Orilla del Agua ), quien con las manos desnudas mató un tigre en la colina de Chingyang. Este es uno de los episodios más populares de esa Famosa novela.    [pág. 430]

[9] Para la relación entre la socialización de la agricultura y la industrialización del país, véase Sobre el Problema de la Cooperación Agrícola (secciones 7 y 8), informe presentado por el camarada Mao Tse-tung, el 31 de julio de 1955, en la Conferencia de los Secretarios de los Comités Provinciales, Municipales y de Regiones Autónomas del Partido Comunista de China. En este informe, el camarada Mao Tse-tung, a la luz de la experiencia soviética y de la práctica de nuestro país, desarrolló con amplitud la tesis de que la socialización de la agricultura debe coordinarse en su marcha con la industrialización socialista.    [pág. 434]

[10] Cita del comentario de Chu Si al libro La Doctrina del Medio, cap. XIII.    [pág. 435]

Fuentes:

http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Mao(SP)/PDD49s.html

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