La revisión del marxismo en Rosa Luxemburg

EL VIEJO TOPO

Los términos “revisión” y “revisionismo” han tenido mala prensa en la historia del marxismo. El uso peyorativo de estas palabras, establecido desde Lenin, da por supuesto que existe algo así como una ortodoxia marxista, que esta ortodoxia es inatacable y que cualquier alejamiento de ella es deplorable o negativo.

Pero todo eso es mucho suponer. Y, además, es suponer mal.

La obra de Marx tiene muchas facetas (filosófica, histórica, socioeconómica, política, etc.), y en varias de esas facetas es una obra abierta. La obra de Marx es una obra orientada siempre por el espíritu científico, por el espíritu crítico, por el espíritu analítico y revolucionario. Y no hay ciencia sin revisión de hipótesis o tesis; ni se puede mantener el espíritu revolucionario, en el plano sociopolítico, sin adaptación de la teoría política a las realidades nuevas, lo cual implica también revisar puntos de vista y actuaciones prácticas.

A poco que se mire, se llegará en seguida a la siguiente conclusión. Ya el viejo Marx (de 1874 a 1883) revisa lo que había escrito en el volumen primero de El capital para tratar de entender lo que está ocurriendo en Rusia a partir de 1861. Y el viejo Engels, entre 1883 y 1892, revisa tanto la obra económica como la obra política de Marx en función de los problemas y las necesidades nuevas del movimiento obrero de la época.

Casi todas las revoluciones del siglo XX, tanto las victoriosas (Rusia, China, Cuba, Vietnam) como las fracasadas (Alemania, Hungría, Italia, España), se han hecho a partir de revisiones de la obra de Marx.

Lo que conocemos con el nombre de leninismo, o con el nombre de consejismo, o con el nombre de maoísmo, o con el nombre de castrismo, o con el nombre de guevarismo, etc. son de hecho revisiones del marxismo: adaptaciones de lo esencial del pensamiento revolucionario de Marx a las nuevas situaciones concretas de un mundo que Marx no pudo conocer.

Así es que en vez de nombrar negativamente toda revisión de la obra de Marx es mejor considerar que ha habido, a lo largo del siglo XX, revisiones del marxismo de derechas y de izquierdas, revisiones revolucionarias y revisiones reformistas. Esto implica admitir que ha habido diferentes lecturas de Marx y diferentes “marxismos” (en plural).

Y luego comparar entre estas revisiones: ver lo que han dado de sí, a qué han conducido históricamente cada una de ellas, etc.

A estas alturas de la historia hay que decir ya que algunas de las revisiones de Marx que estuvieron en el origen de revoluciones fracasadas o derrotadas (por ejemplo, la llevada a cabo por Rosa Luxemburg y los espartaquistas en la Alemania de la primera guerra mundial, o la llevada a cabo por Antonio Gramsci y los consejistas torineses en 1919) pueden resultar, a la larga, más sugerentes o productivas que otras revisiones que resultaron triunfantes en su momento y que, por eso mismo, se identificaron con la ortodoxia.

2

Cuando se lee atentamente la obra de Lenin uno se da cuenta en seguida de que incluso en él hay dos usos de la palabra “revisar”: uno, positivo, que quiere decir poner al día, actualizar, el pensamiento de Marx ante los problemas nuevos. Esto lleva a lo que Lenin llama “análisis concreto de la situación concreta”. Por ejemplo, Lenin revisa a finales del siglo XIX lo que había sido el punto de vista de Marx, un par de décadas antes, sobre el futuro de la comuna rural rusa en relación con las perspectivas revolucionarias. El sentido negativo que Lenin dio a la palabra “revisionismo” se puede traducir así: manipulación, simplificación o tergiversación del pensamiento de Marx para abandonar su intención revolucionaria (incluso con fraseología revolucionaria, como en el caso del “revisionismo de izquierdas”).

Lo mismo ocurre cuando se lee con calma la obra de Rosa Luxemburg [RL]. También ella ha empezado usando el término “revisionismo” en un sentido negativo o peyorativo, en 1898-99, al discutir con Bernstein. Lo que preocupaba entonces a R. L. era la pérdida de sustancia revolucionaria de la relectura reformista de Marx que Bernstein estaba proponiendo, el hacer pasar aquella mezcla de entreguismo y oportunismo como continuación del pensamiento de Karl Marx. Criticando el reformismo revisionista de Bernstein, R. L. ha escrito:

El esquema de Fourier consistente en convertir mediante un sistema de falansterios el agua de todos los mares en exquisita limonada fue, a buen seguro, una idea fantástica. Pero cuando Bernstein propone trasvasar el océano de las amarguras capitalistas al mar de las dulzuras socialista, vaciándolo poco a poco en botellas de limonada social-reformista, está presentado una idea, sin duda menos inspirada que la de Fourier, pero tan fantástica o más que aquella.

Lo que R. L. criticaba como “revisionismo” en el caso de Bernstein era básicamente la aceptación por éste de la estructura lógica y mental del discurso burgués. Así lo ha dicho explícitamente en una página muy conocida de Reforma y revolución:

Dando el adiós a nuestro sistema dialéctico y recurriendo en su lugar a las socorridas evasivas intelectuales de “por una parte y por otra”, “sí, pero”, “aunque, sin embargo”, “más, menos”, etc, etc. Cae por lógica en una forma de pensamiento que pertenece históricamente a la burguesía en decadencia, siendo el fiel reflejo intelectual de la existencia social y de la actividad política de la burguesía en este período. La actitud política “por una parte y por la otra”, “sí, pero”, de la burguesía de hoy, se asemeja de forma muy marcada a la manera de pensar de Bernstein, lo cual es la comprobación más certera de la naturaleza burguesa de su concepción del mundo [RyR, 103].

Volveré luego sobre un aspecto de actualidad de la crítica de R. L. al revisionismo reformista de Bernstein. Ahora querría añadir, en este contexto, que la propia Luxemburg ha empleado años después el término “revisar” en un sentido positivo. Por ejemplo, cuando en 1906 admite que “la revolución rusa [de 1905] obliga a revisar fundamentalmente el antiguo punto de vista marxista respecto de la huelga de masas” [Huelga de masas, partido y sindicatos]; o cuando, en 1912-1913, se ocupa de la acumulación de capital y expresa la necesidad de revisar el punto de vista expresado por Marx sobre este asunto en el volumen segundo de El capital porque le parece inconcluyente.

En uno y otro caso, al dialogar con Marx desde los problemas de su propio presente, lo que está proponiendo R. L. es pensar desde Marx para ir más allá de Marx. Es en ese sentido en el que puede hablarse de revisión positivamente. Para que no haya dudas al respecto ella misma ha añadido en Huelga de masas, partido y sindicatos:

Solo el marxismo, sus métodos y sus puntos de vista generales podrán alcanzar la victoria bajo una nueva forma. La mujer amada por el Moro solo puede morir a manos del Moro.

Y en 1913, al final de La acumulación de capital, ha escrito:

El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de las armas de la propia crítica y en los rayos y truenos históricos. Por eso estoy de acuerdo con Lessing cuando escribió a Reimarus: “¡Y qué se ha de hacer! Pues que cada cual diga lo que se antoje verdad y que la Verdad misma sea encomendada a Dios” [ed. Grijalbo, p. 454]

3

De Reforma o revolución [1899]. Hay todavía un punto de este texto que, más allá de la polémica con Bernstein, conviene subrayar en positivo: el vínculo entre la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo.

En vista de la circunstancia de que el liberalismo burgués ha hecho a un lado su propia sombra por temor al crecimiento movimiento obrero y a su mismo final, nosotros concluimos que el movimiento obrero socialista es hoy el único soporte de algo que no es la meta final del movimiento socialista: la democracia. Debemos concluir que la democracia no puede tener otro fundamento; debemos concluir que el movimiento socialista no está ligado a la democracia burguesa sino que, por el contrario, el destino de la democracia está ligado al del movimiento socialista; debemos concluir que la democracia no adquiere mayores probabilidades de vida a medida que la clase trabajadora renuncia a la lucha por la emancipación, sino que, por el contrario, la democracia encuentra mayores oportunidades para sobrevivir a medida que el movimiento socialista llega a ser suficientemente fuerte para luchar contra las consecuencias reaccionarias de la política mundial y de la deserción burguesa de las filas de la democracia. Quien quiera fortalecer la democracia debería fortalecer y no debilitar el movimiento socialista. Quien renuncia a la lucha por el socialismo renuncia tanto al movimiento obrero como a la democracia [RyR ed. Grijalbop. 84-85].

La democracia es necesaria e indispensable a la clase trabajadora porque crea las formas políticas (administración autónoma, derechos electorales, etc.) que servirán al proletariado de apoyo en su tarea de transformar la sociedad burguesa. La clase trabajadora necesita la democracia porque solo a través del ejercicio de sus derechos democráticos puede llevar al proletariado a conocer sus intereses de clase y su tarea histórica […] La democracia es indispensable no porque haga superflua la conquista del poder político por el proletariado, sino porque hace esta conquista necesaria y posible [ibid., p. 94].

4

De “Problemas de organización de la socialdemocracia” [1904], donde se critica la concepción leninista, centralista, del partido por ser ajena a la tradición socialdemocrática. También aquí R. L. usa el término “revisionismo” o “revisionista”. Pero en este caso el “revisionista” es Lenin, el otro crítico del revisionismo reformista, el Lenin teórico de un partido en el que el comité central tiene el privilegio de nombrar los comités locales e imponer los propios estatutos. Eso es para Rosa Luxemburg “revisar la tradición socialdemocrática” en un sentido acentuadamente jacobino, en una dirección conspirativa blanquista y con un concepto de disciplina que no se diferencia del que se aplica en la fábrica, en el ejército y en el aparato estatal burgués:

La autodisciplina de la socialdemocracia no es la sustitución de la autoridad de los gobernantes burgueses por la autoridad de un comité central socialista. La clase obrera adquirirá el sentido de la nueva disciplina, la libremente asumida autodisciplina de la socialdemocracia, no como resultado de la disciplina impuesta por el Estado capitalista, sino por la extirpación hasta la última raíz de los viejos hábitos de obediencia y servilismo.

5

De Huelga de masas, partido y sindicatos [1906]. Cambio de significado de la huelga de masas: anarquismo y marxismo:

La huelga de masas fue practicada en Rusia no como un medio de instalarse de entrada, mediante un golpe de efecto, en la revolución social, ahorrándose la lucha política de la clase obrera y particularmente el parlamentarismo, sino como un medio de crear primero para el proletariado las condiciones de la lucha política cotidiana y en particular del parlamentarismo… para conquistar precisamente esos mismos derechos y condiciones políticas cuya necesidad e importancia en la lucha por la emancipación de la clase fueron demostradas por Marx y Engels, quienes las defendieron con todas sus fuerzas en el seno de la Internacional, oponiéndose al anarquismo.

De este modo la dialéctica de la historia, la roca sobre la cual reposa toda la doctrina del socialismo marxista, tuvo por resultado que el anarquismo, ligado indisolublemente a la huelga de masas, haya entrado en contradicción con la práctica de la propia huelga de masas.

Y ésta última, a su vez, combatida en otra época como contraria a la acción política del proletariado, aparece hoy como el arma más poderosa de la lucha política por la conquista de los derechos políticos. Si es verdad que la revolución rusa obliga a revisar fundamentalmente el antiguo punto de vista marxista, etc. etc. [ed. PyP, pp. 46-47].

Crítica del sindicalismo existente:

No se puede hacer ni la revolución ni la huelga de masas con la psicología de un sindicato que solo consiente en detener el trabajo el Primero de Mayo con la condición de poder contar con un subsidio asegurado y determinado por adelantado en caso de despido.

Los sindicatos alemanes son el producto directo del partido socialista, un producto de la socialdemocracia. Y en este sentido la tentativa de emancipar a los sindicatos de la teoría socialista mediante la búsqueda de otra “teoría sindicalista” en oposición al socialismo es, desde el punto de vista de los mismos sindicatos y de su futuro, una tentativa suicida.

Separar la práctica sindicalista del socialismo científico significaría para los sindicatos alemanes perder inmediatamente toda su superioridad sobre los distintos sindicatos burgueses y caer de la altura conquistada al nivel de los viejos balbuceos y de un empirismo de baja estofa.

Si alguna vez esta apariencia de neutralidad, esta distinción o esta separación entre los sindicatos y la socialdemocracia se transformara en verdadera y se realizara ante los ojos de las masas proletarias, los sindicatos perderían de golpe toda su ventaja frente a las asociaciones burguesas concurrentes y perderían así toda su fuerza de reclutamiento, el fuego que las torna vivas.

6

De La acumulación de capital [1913]:

El capitalismo es la primera forma económica con capacidad de desarrollo mundial. Una forma que tiende a extenderse por todo el ámbito de la Tierra y a eliminar a todas las demás formas económicas; que no tolera la coexistencia de ninguna otra. Pero es también la primera que no puede existir sola, sin otras formas económicas de que alimentarse, y que al mismo tiempo que tiene la tendencia a convertirse en forma única, fracasa por la incapacidad interna de su desarrollo.

Es una contradicción histórica en sí misma. Su movimiento de acumulación es la expresión, la solución constante y al mismo tiempo la graduación de la contradicción. A una cierta altura de la evolución esta contradicción solo podrá resolverse por la aplicación de los principios del socialismo, de aquella forma económica que es al propio tiempo, por naturaleza, una forma mundial y un sistema armónico, porque no se encaminará a la acumulación sino a la satisfacción de las necesidades vitales de la humanidad trabajadora misma y a la expansión de todas las fuerzas productivas del planeta [ed. Grijalbo, p. 363]

El intercambio del capital con los medios no capitalistas empieza tropezando con todas las dificultades propias de la economía natural, con el régimen social tranquilo y seguro, y las necesidades restringidas de una economía campesina patriarcal y de una sociedad de artesanado.

Para resolver estas dificultades, el capital acude a remedios heroicos, echa mano del hacha del poder político. En la misma Europa, su primer gesto es derribar revolucionariamente la economía natural del feudalismo. En los países de ultramar, su primer gesto, el acto histórico con el que nace el capital, y que desde entonces no deja de acompañar ni un solo momento a la acumulación, es el sojuzgamiento y el aniquilamiento de la comunidad tradicional. Con la ruina de aquellas condiciones primitivas, de la economía natural, campesinas y patriarcales de los países viejos, el capitalismo europeo abre la puerta al intercambio de la producción de mercancías, convierte a sus habitantes en clientes obligados de las mercancías capitalistas y acelera al mismo tiempo en proporciones gigantescas su proceso de acumulación desfalcando de un modo directo y descarado los tesoros naturales y las riquezas atesoradas por los pueblos sometidos a su yugo. Desde los comienzos del siglo XIX estos métodos se desarrollan paralelamente con la exportación del capital acumulado en Europa a los países no capitalistas del resto del mundo, donde, sobre un nuevo campo, sobre las ruinas de las formas indígenas de producción, conquistan nuevos clientes para sus mercancías y, por tanto, nuevas posibilidades de acumulación.

De una carta a Mathilde Wurm [16/II/1917]:

Nada hay más cambiante que la psicología humana. Tanto más cuanto que la psique de las masas oculta siempre en su interior todas las posibilidades latentes. Al igual que Talasa, el mar eterno, pasa de la calma mortal a la tempestad que ruge, así las masas: de la cobardía más vil al heroísmo más salvaje. Las masas son siempre lo que es necesario que sean en función de las circunstancias y siempre están a punto de convertirse en algo totalmente distinto de lo que parecen ser. ¡Valiente capitán sería aquel que solo fijara su ruta en función del aspecto momentáneo de la superficie del agua y no supiera prever las tempestades tomando en cuenta los signos que vienen del cielo y de las profundidades! Ser decepcionado por las masas es siempre lo más bochornoso que le puede pasar a un dirigente político. Un dirigente de gran estilo no basa su táctica en el humor momentáneo de las masas, sino en las leyes de hierro de la evolución, mantiene su táctica a pesar de las decepciones, y, por lo demás, deja a la historia llevar adelante con toda calma su obra de maduración.

Rosa Luxemburg

NOTA:

Esquema desarrollado de una conferencia impartida en la Universidad de Sevilla, el 12 de marzo de 1999, cuya grabación hemos podido obtener. Puede verse entre la documentación del autor depositada en el “archivo FFB” asociado a la Biblioteca general de la UPF (NE).

Texto publicado en el libro de Francisco Fernández Buey Marx a contracorriente, editado por Salvador López Arnal y Jordi Mir.

Fuentes:

https://agendacomunistavalencia.blogspot.com/2020/01/la-revision-del-marxismo-en-rosa.html

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