La Hermandad Musulmana, como ‎cofradía de asesinos

Thierry Meyssan

Continuamos la publicación por episodios del libro de Thierry Meyssan Sous nos yeux, titulado en ‎español De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa ‎de las primaveras árabes. En este episodio, se describe la creación de una sociedad secreta egipcia, ‎la Hermandad Musulmana, y su posterior rediseño, después de la Segunda Guerra Mundial, por los ‎servicios secretos del Reino Unido. También relata cómo el MI6 britanico utilizó entonces la ‎Hermandad Musulmana para asesinar políticos en Egipto, ex colonia de la Corona británica.

Las “primaveras árabes”, como las vivió la ‎Hermandad Musulmana

En 1951, los servicios secretos anglosajones crearon, a partir de una antigua ‎organización homónima, la Hermandad Musulmana, una sociedad secreta con carácter ‎político, y la utilizaron sucesivamente para asesinar a las personalidades que les ‎oponían resistencia. Posteriormente, a partir de 1979, la Hermandad Musulmana fue ‎utilizada como fuente de mercenarios contra los soviéticos. A inicios de los años 1990, ‎fue incorporada a la OTAN y, en los años 2010, el objetivo fue llevarla al poder en los ‎países árabes. La Hermandad Musulmana y la Orden de los Naqchbandis (sufista) ‎reciben financiamiento, por al menos 80 000 millones de dólares, de la familia real ‎saudita, lo cual las convierte en uno de los ejércitos más grandes del mundo. Todos los ‎líderes yihadistas, incluyendo los del Emirato Islámico (Daesh), son parte de ese ‎dispositivo militar.‎

‎1-‎ La Hermandad Musulmana en Egipto ‎

Cuatro imperios desaparecen durante la Primera Guerra Mundial: el Reich germánico, el Imperio ‎Austrohúngaro, la Santa Rusia zarista y la Sublime Puerta otomana. En la embriaguez del triunfo, ‎los vencedores pierden todo sentido de la medida al imponer sus condiciones a los vencidos. ‎

En Europa, el Tratado de Versalles impone condiciones inaceptables a Alemania, señalándola ‎como única responsable del conflicto. ‎

En el Oriente, surgen graves dificultades con el desmembramiento del Califato otomano: en 1920, ‎en la Conferencia de San Remo y de conformidad con los acuerdos secretos Sykes-Picot ‎adoptados en 1916, el Reino Unido es autorizado a crear el hogar judío de Palestina mientras que ‎Francia recibe luz verde para colonizar Siria –que en aquella época incluye el actual Líbano. Pero, ‎en lo que queda del Imperio Otomano, Mustafá Kemal se rebela al mismo tiempo contra el Sultán, ‎que había perdido la guerra, y contra los occidentales que se apoderan de su país. En 1920, ‎durante la Conferencia de Sevres, los participantes dividen el Califato otomano en pequeños ‎territorios para crear todo tipo de nuevos Estados, incluyendo un Kurdistán. Pero la población ‎turco-mongola de Tracia y de Anatolia se rebela y pone a Kemal en el poder. Finalmente, en 1923, ‎la Conferencia de Lausana traza las fronteras actuales de Turquía, abandona al proyecto de ‎creación de un Kurdistán y organiza ingentes desplazamientos de poblaciones, que dejan como ‎saldo más de medio millón de muertos. ‎

Al igual que en Alemania, donde Adolf Hitler rechaza el futuro que se le impone a su país, en el ‎Medio Oriente un hombre se levanta contra la nueva división de la región. Un maestro egipcio ‎funda un movimiento que plantea el restablecimiento del Califato derrotado por las potencias ‎occidentales. Ese hombre es Hassan al-Banna y la organización, creada en 1928, es la Hermandad ‎Musulmana.‎

El Califa es, en principio, el Sucesor del Profeta, y todos le deben obediencia. Es, por supuesto, un ‎título muy ambicionado. La Historia registra la existencia de grandes dinastías de califas: los ‎Omeyas, los Abasidas, los Fatimidas y los Otomanos. El próximo Califa será el hombre que logre ‎apoderarse del título, y el “Guía General” de la Hermandad Musulmana se cree perfectamente ‎capaz de regir el mundo musulmán. ‎

La Hermandad Musulmana se expande muy rápidamente. Su intención es actuar desde dentro del ‎sistema para reinstaurar las instituciones islámicas. Sus miembros están obligados a jurar fidelidad ‎al fundador sobre el Corán y además sobre un sable o un revólver. Aunque se expresa en términos ‎religiosos, el objetivo de esta cofradía es exclusivamente político. Hassan al-Banna y sus sucesores ‎nunca hablarán del islam como religión ni evocarán una espiritualidad musulmana. El islam es para ellos sólo un dogma, una sumisión a Dios y el ejercicio del poder. Por supuesto, los egipcios que ‎respaldan esa cofradía no la perciben de esa manera y la siguen porque ella misma dice seguir a Dios. ‎

Para Hassan al-Banna, la legitimidad de un gobierno no se mide de la misma manera como se ‎evalúa la de los gobiernos occidentales, o sea por su representatividad, sino por su capacidad para ‎defender lo que él considera el “modo de vida islámico”‎: el modo de vida del Egipto otomano del siglo XIX. La Hermandad Musulmana nunca tendrá en cuenta que el islam tiene una historia y que los modos de ‎vida de los musulmanes difieren considerablemente en las diferentes regiones y épocas. Tampoco ‎tendrá en cuenta que el Profeta revolucionó la sociedad beduina en la que él mismo vivió y que el ‎modo de vida que se describe en el Corán es sólo una etapa fijada para esos hombres. Para la ‎Hermandad Musulmana y sus miembros, las reglas penales del Corán –la Sharia– no corresponden ‎a una situación determinada sino que fijan leyes inalterables, que el Poder puede utilizar a su ‎favor. ‎

Para la Hermandad Musulmana, el hecho que la religión musulmana se haya difundido a menudo a ‎punta de espada viene a justificar el uso de la fuerza. Los dirigentes de la cofradía nunca ‎reconocerán que el islam haya podido propagarse también a través del ejemplo. Esto no impide a ‎Hassan al-Banna y a los miembros de la Hermandad Musulmana presentarse a elecciones –y ‎perderlas. Si condenan los partidos políticos, no es porque se opongan al multipartidismo sino ‎porque afirman que, al separar la política de la religión, esas formaciones han caído en la ‎corrupción. ‎

La doctrina de la Hermandad Musulmana es la ideología del “islam político”. En francés se designa ‎como “islamismo”, un término que acabará poniéndose muy de moda. ‎

En 1936, Hassan al-Banna escribe al primer ministro Mustafá el-Nahhas Pachá y exige:‎
- ‎“una reforma de la legislación y la unión de todos los tribunales bajo la sharia;
- el reclutamiento en el seno de los ejércitos con el establecimiento de un voluntariado bajo el ‎estandarte de la yihad;
- la conexión entre los países musulmanes y la preparación de la restauración del Califato, en ‎aplicación de la unidad que el Islam exige.”‎

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Hermandad Musulmana se declara neutral. Pero en ‎realidad se convierte en un servicio de inteligencia del Reich. Sin embargo, a partir de la ‎incorporación de Estados Unidos a la guerra, cuando comienza a cambiar la suerte de las armas, la ‎cofradía se dedica a un doble juego y obtiene financiamiento británico a cambio de información ‎sobre su primer empleador. La Hermandad Musulmana demuestra así su total carencia de ‎principios y su más puro oportunismo político. ‎

El 24 de febrero de 1945, los miembros de la cofradía deciden de jugarse el todo por el todo y ‎asesinan al primer ministro egipcio en medio de una sesión del Parlamento. El resultado será una ‎escalada de violencia, marcada por una ola de represión contra los miembros de la Hermandad ‎Musulmana y una serie de asesinatos políticos, que llega hasta el asesinato del nuevo primer ‎ministro, el 28 de diciembre de 1948. Como represalia, el propio Hassan al-Banna es asesinado, el ‎‎12 de febrero de 1949. Poco después, un tribunal creado en el marco de la ley marcial envía la ‎mayoría de los miembros de la Hermandad Musulmana a la cárcel y disuelve la cofradía. ‎

Aquella organización secreta no era, en el fondo, otra cosa que una banda de asesinos que ‎aspiraban a alcanzar el poder utilizando el Corán para disimular su ambición. Su historia debió ‎terminar ahí. Pero no fue así. ‎ ‎ ‎

‎2-‎ Refundación de la Hermandad Musulmana por los anglosajones y paz separada con Israel

La capacidad de la cofradía para movilizar gente y convertirla en asesinos había llamado la ‎atención de las grandes potencias.

Dos años y medio después de su disolución, los anglosajones forman una nueva organización y la ‎denominan “Hermandad Musulmana”. Aprovechando el encarcelamiento de los dirigentes ‎históricos de la primera Hermandad Musulmana, el ex juez Hassan al-Hodeibi es electo como Guía ‎General de la cofradía. ‎

A pesar de lo que casi todo el mundo cree, no existe ningún tipo de continuidad histórica entre la ‎antigua Hermandad Musulmana y su sucesora. Lo cierto es que una unidad de la antigua sociedad ‎secreta –llamada “El Aparato Secreto”– había recibido del propio Hassan al-Banna la misión de ‎perpetrar los atentados, cuya autoría él siempre negaba. Esa organización dentro de la ‎organización, tan secreta que no se vio afectada por la disolución de la cofradía, se pone a la ‎disposición del sucesor de al-Banna. El Guía la desautoriza y declara que quiere alcanzar sus ‎objetivos sólo de manera pacífica. Es difícil determinar con exactitud lo sucedido en aquel ‎momento entre los anglosajones –deseosos de recuperar la antigua sociedad secreta– y el Guía, ‎quien creía estar recuperando sólo la audiencia de la cofradía entre las masas. En todo caso, el ‎Aparato Secreto se mantuvo y la autoridad del Guía decreció, en beneficio de otros jefes de la ‎cofradía, dando paso a una verdadera guerra intestina. La CIA introdujo en la dirección al ‎francmasón Sayyid Qutb [1], el teórico de la yihad, quien es condenado por el Guía hasta que este último llega a un ‎acuerdo con el MI6.‎

Resulta imposible precisar las relaciones de subordinación interna entre unos y otros, de un lado ‎porque cada rama extranjera de la cofradía goza de autonomía, y también porque las unidades ‎secretas existentes dentro de la organización ya no dependen necesariamente ni del Guía General, ‎ni del Guía local, sino a veces directamente de la CIA y del MI6. ‎

Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, los británicos tratan de organizar el ‎mundo de forma que este se mantenga fuera del alcance de los soviéticos. En septiembre de 1946, ‎Winston Churchill plantea, en Zurich, la idea de crear los “Estados Unidos de Europa”. Siguiendo ‎ese mismo principio, propone también la creación de la Liga Árabe. En ambos casos, el objetivo es ‎unir una región excluyendo a Rusia. Desde el inicio de la guerra fría, Estados Unidos crea, por su ‎parte, asociaciones –como el American Committee on United Europe y los American Friends of the ‎Middle East [2]– encargadas de estimular esa tendencia a favor ‎de sus propios intereses. En el mundo árabe, la CIA organiza dos golpes de Estado: el primero, en ‎Damasco, a favor del general Hosni Zaim –en marzo de 1949– y luego en El Cairo, con los Oficiales ‎Libres –en julio de 1952. El objetivo es apoyar movimientos nacionalistas, considerados hostiles a ‎los comunistas. Es con esa idea en mente que Washington envía al general SS Otto Skorzeny a ‎Egipto y al general nazi Fazlollah Zahedi a Irán. Ambos llegan con cientos de ex jefes de la Gestapo ‎para dirigir la lucha anticomunista. ‎

En Egipto, Skorzeny modela la policía según una tradición de violencia. En 1963, este veterano de ‎las SS optará por la CIA y el Mossad, en contra de Nasser. En Irán, Zahedi crea la SAVAK, la policía ‎política más brutal de la época.‎

Hassan al-Banna ya había señalado el objetivo de la Hermandad Musulmana: tomar el poder ‎utilizando para ello la religión. Ahora, Qutb define la vía, que será la yihad. Cuando los adeptos ‎hayan aceptado la superioridad del Corán, será posible apoyarse en este para organizarlos como ‎ejército y enviarlos a la lucha. Qutb desarrolla una teoría maniquea que establece una diferencia ‎entre lo que es islamista y lo “tenebroso”. Para la CIA y el MI6, esa manipulación mental permite ‎utilizar a los adeptos para controlar los gobiernos nacionalistas árabes y luego desestabilizar las ‎regiones musulmanas de la Unión Soviética. La Hermandad Musulmana se convierte en vivero de ‎innumerables terroristas, bajo el eslogan “Alá es nuestro objetivo. El Profeta es nuestro jefe. El Corán es nuestra ley. La Yihad es nuestra vía. El Martirio, es nuestro deseo.”‎

El pensamiento de Qutb es racional, pero no razonable. Despliega una retórica invariable ‎(Alá/Profeta/Corán/Yihad/Martirio), que nunca deja posibilidad de discusión. Plantea la superioridad ‎de su propia lógica por sobre la razón humana.

La CIA organiza en la Universidad de Princeton un coloquio sobre “La situación de los musulmanes ‎en la Unión Soviética”. Es una oportunidad para recibir en Estados Unidos una delegación de la ‎Hermandad Musulmana, encabezada por uno de los jefes de la rama armada de la cofradía: Said ‎Ramadan. En su informe, el oficial de la CIA a cargo del seguimiento señala que Ramadan no es un ‎extremista religioso, sino más bien un fascista, lo cual es una manera de subrayar el carácter ‎exclusivamente político de la Hermandad Musulmana. El coloquio termina con una recepción en la ‎Casa Blanca, con el presidente Eisenhower, el 23 de septiembre de 1953. Así queda sellada la ‎alianza entre Washington y el yihadismo.‎

La CIA, que había vuelto a crear la cofradía para utilizarla contra de los comunistas, comienza por ‎servirse de ella para ayudar a los nacionalistas. En aquella época, los representantes de la CIA en el ‎Medio Oriente eran antisionistas provenientes de la clase media. Pero fueron rápidamente ‎desplazados por altos funcionarios de origen anglosajón e ideología puritana, que venían de las ‎grandes universidades y eran favorables a Israel. Washington entró entonces en conflicto con los ‎nacionalistas y la CIA volvió la Hermandad Musulmana en contra de ellos.‎

Said Ramadan había estado al frente de algunos combatientes de la cofradía durante la breve ‎guerra contra Israel, en 1948, y después había ayudado a Sayyid Abdul Ala Maududi a crear en ‎Pakistán la organización paramilitar de la Jamaat-i-Islami. En aquel momento, se trataba de ‎fabricar una entidad islámica para que los musulmanes de la India constituyeran un nuevo Estado: ‎el actual Pakistán. La Jamaat-i-Islami incluso redactará la Constitución pakistaní. Said Ramadan se ‎casa con la hija de Hassan al-Banna y se convierte en el jefe de la rama armada de la nueva ‎‎“Hermandad Musulmana”. ‎

En Egipto, después de haber participado en el golpe de Estado de los Oficiales Libres del general ‎Mohamed Naguib –con Sayyid Qutb como agente de enlace–, los miembros de la Hermandad ‎Musulmana reciben la misión de eliminar al líder de ese movimiento, Gamal Abdel Nasser, quien ha ‎entrado en conflicto con Naguib. No sólo fracasan, el 26 de octubre de 1954, sino que Nasser ‎toma el poder, reprime la Hermandad Musulmana y pone a Naguib bajo prisión domiciliaria. Sayyid ‎Qutb será ahorcado años más tarde. ‎

Ya prohibida en Egipto, la Hermandad Musulmana se repliega hacia las monarquías wahabitas –‎Arabia Saudita, Qatar, el emirato de Charja– y Europa –Alemania, Francia y el Reino Unido, ‎además de la neutral Suiza. En esos países se acoge siempre a sus miembros como agentes ‎occidentales que luchan contra la naciente alianza entre los nacionalistas árabes y la Unión ‎Soviética. Said Ramadan recibe un pasaporte diplomático jordano y en 1958 se instala en Ginebra, ‎desde donde dirige la desestabilización del Cáucaso y del Asia Central, campaña que se desarrolla ‎simultáneamente en Pakistán-Afganistán y en el entonces soviético valle de Ferganá. Por otro ‎lado, logra controlar la Comisión a cargo de la edificación de una mezquita en Munich, lo cual le ‎permite supervisar a casi todos los musulmanes de Europa occidental. Con ayuda del American ‎Committee for the Liberation of the Peoples of Russia (AmComLib), o sea de la CIA, dispone ‎además de Radio Liberty/Radio Free Europe –directamente financiada por el Congreso ‎estadounidense– para divulgar el pensamiento de la Hermandad Musulmana [3].‎

Después de la crisis del Canal de Suez y del espectacular cambio de posición de Nasser, quien se ‎pone del lado de los soviéticos, Washington decide dar apoyo ilimitado a la Hermandad ‎Musulmana contra los nacionalistas árabes. Un alto cuadro de la CIA, Miles Copeland, recibe la ‎misión –que resulta infructuosa– de escoger en el seno de la cofradía una personalidad capaz de ‎desempeñar en el mundo árabe un papel equivalente al del pastor Billy Graham en Estados Unidos. ‎Habrá que esperar hasta los años 1980 para encontrar un predicador con esas características: el ‎egipcio Yussef al-Qaradawi.‎

En 1961, la Hermandad Musulmana se vincula a otra sociedad secreta, la Orden de los ‎Naqchbandis, una especie de masones musulmanes que mezclan iniciación sufista y política. Uno de ‎los teóricos indios de los Naqchbandis, Abu al-Hassan Ali al-Nadwi, publica un artículo en la revista ‎de la Hermandad Musulmana. La Orden de los Naqchbandis es antigua y está presente en ‎numerosos países. En Irak, el Gran Maestro de los Naqchbandis no es otro que el futuro ‎vicepresidente Ezzat Ibrahim al-Duri. En 1982, al-Duri apoya la intentona golpista de la Hermandad ‎Musulmana en Siria y más tarde la “campaña de regreso a la Fe” organizada por el presidente ‎iraquí Saddam Hussein para devolver una identidad a su país, después de instaurarse la zona de ‎exclusión de vuelo impuesta por los occidentales. En Turquía, el papel de la Orden de los ‎Naqchbandis será más complejo. Allí tendrá como responsables tanto a Fethullah Gullen –‎fundador del Hizmet– como al presidente turco Turgut Ozal (en el cargo de 1989 a 1993) y al ‎primer ministro Necmettin Erbakan (en el cargo de 1996 a 1997), fundador del Partido de la ‎Justicia (AKP) en 1961 y de la Milli Gorus en 1969. En Afganistán, el ex presidente Sibghatullah ‎Mujaddidi (en el cargo en 1992) fue Gran Maestro de la Orden de los Naqchbandis. En Rusia, en el ‎siglo XIX, la Orden había sublevado Crimea, Uzbekistán, Chechenia y Daguestán contra el poder del ‎Zar. Pero no hay más noticias de la Orden en Rusia hasta que se produce el derrumbe de la Unión ‎Soviética. Lo mismo sucede en la región autónoma china de Xinjiang (Sinkiang). La cercanía entre ‎la Hermandad Musulmana y los Naqchabandis se estudia raramente debido a la oposición entre el ‎principio de los islamistas a la mística y a las órdenes sufistas en general.

En 1962, la CIA empuja Arabia Saudita a crear la Liga Islámica Mundial (también llamada Liga ‎Musulmana Mundial) y a financiar tanto la Hermandad Musulmana como la Orden de los ‎Naqchbandis, en contra de los nacionalistas y de los comunistas [4]. La Liga Islámica Mundial es financiada en sus inicios por la Arabian-American Oil ‎Company (Aramco). Entre la veintena de miembros fundadores de la Liga se cuentan 3 teóricos ‎islamistas ya mencionados anteriormente: el egipcio Said Ramadan, el pakistaní Sayyid Abul Ala ‎Maududi y el indio Abu al-Hasan Ali al-Nadwi.‎

De hecho, Arabia Saudita, que gracias al comercio del petróleo entra repentinamente en posesión ‎de enormes sumas de dinero, se convierte en el padrino de la Hermandad Musulmana a nivel ‎mundial. En su propio país, donde casi nadie sabe leer ni escribir, la monarquía saudita pone el ‎sistema de enseñanza escolar y universitaria en manos de la cofradía. La Hermandad Musulmana ‎se ve obligada a adaptarse a sus benefactores: el requisito saudita de obediencia al rey impide a los adeptos de la cofradía jurar fidelidad al Guía General de la cofradía. En todo caso, estos se organizan ‎alrededor de Mohamed Qutb, el hermano de Sayyid, siguiendo dos tendencias diferentes: una que ‎reúne a los miembros sauditas de la Hermandad Musulmana y otra conformada por los ‎‎“sururistas”. Estos últimos, que son sauditas, tratan de establecer una síntesis entre la ideología ‎política de la cofradía y la teología wahabita. La secta wahabita, que cuenta entre sus miembros a ‎la familia real saudita, es portadora de una interpretación del islam surgida del pensamiento ‎beduino, iconoclasta y antihistórico. Hasta el momento en que comenzó a disponer de ‎petrodólares, esa secta preconizaba el anatema contra las escuelas musulmanas tradicionales, ‎que a su vez la consideraban herética. ‎

En realidad, la política de la Hermandad Musulmana y la religión wahabita no tienen nada en ‎común, pero son compatibles, exceptuando el hecho que el pacto que vincula a la familia de los ‎Saud con los predicadores wahabitas no encaja en la cofradía: la idea misma de una monarquía de ‎derecho divino contradice la sed de poder de la Hermandad Musulmana. Ambas partes llegan ‎entonces a un acuerdo: la familia Saud respaldará a la Hermandad Musulmana en todas partes del ‎mundo, con la condición de que esta se mantenga al margen de la política en Arabia Saudita. ‎

El respaldo de los wahabitas sauditas a la Hermandad Musulmana da lugar a una rivalidad ‎suplementaria entre Arabia Saudita y los otros dos emiratos wahabitas, que son Qatar y el Emirato ‎de Charja. ‎

De 1962 a 1970, los miembros de la Hermandad Musulmana participan en la guerra civil en Yemen ‎del Norte, donde tratan de reinstaurar la monarquía, junto a Arabia Saudita y el Reino Unido y en ‎contra de los nacionalistas árabes, de Egipto y de la URSS. Ese conflicto prefigura lo que sucederá ‎después, a lo largo de medio siglo. ‎

En 1970, Gamal Abdel Nasser logra un acuerdo entre las facciones palestinas y el rey Hussein de ‎Jordania, poniendo fin al “septiembre negro”. Nasser muere la noche misma en que la Liga Árabe ‎ratifica el acuerdo. Oficialmente, sufrió una crisis cardiaca, pero es mucho más probable que haya ‎sido asesinado. Nasser tenía 3 vicepresidentes, uno de izquierda –extremadamente popular–, un ‎centrista –muy conocido– y un conservador designado a pedido de Estados Unidos y de Arabia ‎Saudita: Anwar el-Sadat. Sometido a fuertes presiones, el vicepresidente de izquierda se declara indigno ‎de ocupar la presidencia. El vicepresidente centrista prefiere abandonar la política y Sadat es ‎designado candidato de los nasseristas. Es el drama típico de numerosos países: el presidente ‎escoge un vicepresidente entre sus rivales, para ampliar su base electoral, pero cuando muere, ese ‎vicepresidente lo reemplaza y echa por tierra su legado. ‎

Sadat, que durante la Segunda Guerra Mundial había servido al Reich y siente gran admiración por ‎el Fuhrer, es un militar ultraconservador y que, como hombre de confianza de Sayyid Qutb, servía ‎como agente de enlace entre la cofradía y los Oficiales Libres. En cuanto llega al poder, libera a los ‎miembros de la Hermandad Musulmana que Nasser había metido en la cárcel. Llamado el ‎‎“presidente creyente”, Sadat es un aliado de la cofradía en todo lo que tiene que ver con la ‎islamización de la sociedad (la “revolución de la rectificación”), pero se convierte en su rival ‎cuando eso significa algún beneficio político para él. Esta relación ambigua se hace patente con la ‎creación de 3 grupos armados, que no son escisiones de la cofradía sino unidades exteriores que ‎obedecen a ella: el Partido de la Liberación Islámica, la Yihad Islámica del jeque Omar Abdul ‎Rahman, y Excomunión e Inmigración (el “Takfir”). Estos tres grupos dicen seguir instrucciones de ‎Sayyid Qutb. Cuando la Yihad Islámica, armada por los servicios secretos, emprende ataques ‎contra los cristianos coptos, el “presidente creyente”, lejos de tratar de instaurar la paz, acusa a ‎los coptos de sedición y encarcela al Papa de esa confesión y a 8 de sus obispos. En definitiva, ‎Sadat interviene en la dirección de la cofradía y se pone del lado de la Yihad Islámica y en contra ‎del Guía General, cuyo arresto ordena [5]. ‎

Siguiendo instrucciones del secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, Sadat convence ‎a Siria de que se una a Egipto para atacar Israel y restaurar los derechos de los palestinos. El 6 de ‎octubre de 1973, los ejércitos de Egipto y Siria inician un movimiento de tenaza sobre Israel, en ‎plena conmemoración judía de Yom Kipur. El ejército egipcio cruza el Canal de Suez mientras que ‎el de Siria ataca desde la meseta del Golán. Pero Sadat despliega su cobertura antiaérea sólo ‎parcialmente y detiene el avance de su ejército 15 kilómetros al este del Canal, mientras que los ‎israelíes arremeten contra los sirios. Viendo que han caído en una trampa, los sirios denuncian la ‎existencia de un complot. Sólo cuando los reservistas israelíes ya están en pie de guerra y cuando ‎el ejército sirio está rodeado, Sadat ordena a su ejército simular que reinicia su avance… y después ‎lo detiene para negociar un alto al fuego. Ante la traición egipcia, los soviéticos –que ya habían ‎perdido un aliado con la muerte de Nasser– amenazan a Estados Unidos y exigen un cese ‎inmediato de las hostilidades.

Cuatro años después, siguiendo adelante con el plan de la CIA, el presidente Sadat viaja a ‎Jerusalén y firma una paz separada con Israel en detrimento de los palestinos. Así queda sellada la ‎alianza entre la Hermandad Musulmana e Israel. Todos los pueblos árabes denuncian esta traición ‎y Egipto es excluido de la Liga Árabe, que traslada su sede a Argel.

En 1981, Washington decide pasar la página. La Yihad Islámica recibe orden de liquidar a Sadat, ‎quien ya ha dejado de ser útil. El presidente egipcio es asesinado en medio de un desfile militar, ‎cuando el Parlamento se disponía a proclamarlo “Sexto Califa”. Entre las personas que se hallaban ‎en la tribuna oficial, se cuentan 7 muertos y 28 heridos, pero el vicepresidente Hosni Mubarak, que ‎estaba sentado junto al presidente, sale ileso. De todos los presentes en la tribuna oficial, el ‎general Mubarak era el único que portaba un chaleco blindado. Mubarak será el sucesor del ‎‎“presidente creyente” y la Liga Árabe ya puede volver al Cairo. ‎

‎(Continuará)

Fuentes:

https://www.voltairenet.org/article206882.html

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