En todos los países se discute ahora si estallará o no una tercera guerra mundial. Frente a esta cuestión también debemos estar espiritualmente preparados y examinarla de modo analítico. Estamos resueltamente por la paz y contra la guerra. Pero, si los imperialistas insisten en desencadenar una guerra, no debemos sentir temor. Nuestra actitud ante este asunto es la misma que ante cualquier otro "desorden": en primer lugar, estamos en contra; en segundo, no lo tememos. Tras la Primera Guerra Mundial apareció la Unión Soviética, con doscientos millones de habitantes; tras la Segunda Guerra Mundial surgió el campo socialista, que abarca a novecientos millones de seres. Puede afirmarse que si, a pesar de todo, los imperialistas desencadenan una tercera guerra mundial, otros centenares de millones pasarán inevitablemente al lado del socialismo, y a los imperialistas no les quedará ya mucho espacio en el mundo; incluso es probable que se derrumbe por completo todo el sistema imperialista. Bajo determinadas condiciones, los dos términos opuestos de una contradicción se convierten inevitablemente cada uno en su contrario, como resultado de la lucha entre ellos. Aquí lo importante son las condiciones. Sin determinadas condiciones, ninguno de los dos términos que luchan entre sí puede transformarse en su contrario. En el mundo, el proletariado es el que más desea cambiar su situación, y le sigue el semiproletariado, pues el primero no tiene nada y el segundo tiene poco. La actual situación en que los EE. UU. manipulan la mayoría de los votos de la ONU y controlan muchas partes del mundo, es sólo temporal. Llegará indefectiblemente el día en que esta situación cambie. El estatus de China como país pobre y privado de sus derechos en la arena internacional también cambiará: El país pobre se convertirá en rico, el país privado de sus derechos, en país que goce de ellos, es decir, una transformación de las cosas en sus contrarios. Las condiciones decisivas para ello son el sistema socialista y los esfuerzos mancomunados de todo un pueblo unido.
Mao Zedong