Mi confesión a vos, como mi soberano, consistirá en las siguientes palabras: ¡Señor! Soy enteramente culpable ante Vuestra Majestad Imperial y ante las leyes de la patria... Sí, Señor, debo confesarme ante vos, como un padre espiritual del que un hombre espera perdón, no aquí sino en el otro mundo; y ruego a Dios que Él me inspire palabras simples, sinceras, de corazón, sin artificios ni adulación, en una palabra, merecedoras de acceder al corazón de Vuestra Majestad Imperial.
Bakunin