La alianza de la CIA con el Dalai Lama contra China

Sara Flounders

El 14 de agosto de 1999, el Dalai Lama, un figurón religioso del budismo tibetano, se presentó en el Parque Central de Nueva York. Mientras estuvo en esa ciudad, hizo tres presentaciones en el Teatro Beacon y otros eventos en los cuales la gente rica llegó a pagar hasta mil dolares para oírlo hablar. Recibió apoyo oficial, incluyendo importantes artículos de prensa en cada uno de los tres principales diarios y afiches en el Metro con indicaciones para asistir al parque, cortesía de la Jefatura de Tráfico de la Ciudad de Nueva York.

Según el New York Times, cada movimiento del Dalai Lama fue planeado por el Departamento de Estado de Estados Unidos. La policía local bloqueó varias calles. Equipos de televisión de todo el mundo lo siguieron. Y en cada artículo o nota de televisión se planteó el asunto de la independencia de Tíbet de China Popular.

Puerto Rico tiene casi la misma población de Tíbet, y ha sido una colonia gringa desde hace más de cien años. Ha contado con muchos líderes importantes y dinámicos. ¿Por qué no hay películas, afiches y conciertos similares que financien a los líderes independentistas, sólo para dar un ejemplo?

Bandas de rock, estrellas de cine y políticos honran al Dalai Lama y alzan su voz por un Tíbet libre. Esta campaña del Departamento de Estado ha confundido a mucha gente que está profundamente interesada en la libertad para los prisioneros políticos o en asuntos ambientales. Pero bajo una cubierta brillante, esta campaña esconde un tenaz ataque contra la República Popular China y los logros de la revolución china.

El Dalai Lama, con ayuda considerable de los principales medios de comunicación multinacionales, se ha convertido en una figura de culto. Basta preguntarle a cualquier persona informada. Incluso sin saber casi nada de política, dirá que el Dalai Lama es una persona buena, un santo, una fuerza espiritual. Su libro “El Arte de la Felicidad”, escrito junto a Howard C. Cutler, fue promovido hasta llegar a la lista de más vendidos durante 29 semanas.

¿Pero el Dalai Lama es realmente apolítico? Si es así, ¿por qué este santo, que supuestamente no mataría ni a un insecto, apoyó el bombardeo de la OTAN a Yugoeslavia?

La gente interesada por los asuntos sociales debe saber que, al igual que el Papa Wojtyla (alias Juan Pablo II) y otros líderes religiosos conservadores, el Dalai Lama se opone al aborto, a toda forma de control de la natalidad y a la homosexualidad.

El imperialismo gringo tiene mucha experiencia en el uso del sentimiento religioso de millones de personas. La CIA se alió con el Papa, a quien obedecen cientos de millones de católicos romanos, para derrocar el socialismo en Polonia. No debería sorprendernos que el Dalai Lama también sea utilizado por la CIA.

Por otro lado, las figuras religiosas que se oponen a la política de Estados Unidos son satanizadas o se convierten en blanco de asesinatos, desde el Obispo Romero de El Salvador hasta los musulmanes en Líbano y Palestina.

En 1998, Hollywood hizo dos películas importantes sobre el Tíbet. Los estudios de Hollywood aman al Dalai Lama, de quien se nos dice, personifica el espíritu y las aspiraciones del pueblo tibetano. Los ricos conglomerados que ahora controlan Hollywood (Disney y TriStar) apoyan a la organización Tíbet Libre.

Hollywood glorifica a la minúscula clase dominante tibetana y su presunto pasado idílico de la misma forma en que la película Lo que el viento se llevó glorificaba la esclavitud y la clase dominante racista en el antiguo sur de Estados Unidos.

Una de esas películas, Siete Años en el Tíbet, estaba basada en un libro escrito por un nazi austríaco, Heinrich Harrer, quien estuvo involucrado en algunos de los crímenes más brutales de los fascistas en Austria. Harrer llegó al Tíbet durante la Segunda Guerra Mundial en una misión secreta para el imperialismo alemán, que trataba de competir con el imperialismo británico en Asia. Fue aceptado en el círculo de la corte entre la nobleza tibetana.

El imperialismo contra las culturas indígenas

Las sociedades indígenas de Norteamérica, Latinoamérica, África y Australia han sido diezmadas. La rica variedad de sus culturas, música y creencias religiosas ha sido rota, pisoteada y ridiculizada. Los pueblos nativos han sido aplastados por las mismas fuerzas que hoy parecen ser tan respetuosas y reverentes frente a la cultura tibetana.

Tíbet y el budismo tibetano serían de poco interés para el imperialismo gringo o británico si no hubiera sido por la gran revolución china, que barrió con la vieja y corrupta sociedad feudal.

Fue una revolución que incluyó movimientos de masas de millones de campesinos pobres organizados para distribuir la tierra y expulsar a los antiguos terratenientes. Este gran levantamiento social desencadenó la energía creativa y la participación de una cuarta parte de la humanidad. Pero los medios de comunicación occidentales glorifican en cambio al viejo Tíbet.

Para vencer a Chinaa hay que dividirla

Durante más de cien años, las potencias imperialistas de Europa Occidental y Japón se repartieron China en esferas de influencia, así como Europa dividió África en colonias. Washington se opuso a esas áreas especiales de concesión sólo porque quería el acceso a toda China sin restricciones para el comercio gringo.

En el siglo XIX, Gran Bretaña, la potencia dominante, luchó en dos guerras contra la Dinastía Manchú por el derecho a imponer la venta del opio en China. En 1904, Gran Bretaña hizo una invasión militar de gran escala en Tíbet. En el tratado de Lhasa, China fue obligada a garantizarle dos áreas de comercio a Gran Bretaña y a pagar grandes reparaciones militares para cubrir el costo de la guerra británica.

En 1949 el Ejército Rojo estaba acercándose a la derrota final del ejército del Kuomintang, apoyado por Estados Unidos y dirigido por el general Chiang Kai-shek. Entonces Washington maquinó para que Tíbet se uniera a las nuevas Naciones Unidas como país independiente. El esfuerzo fracasó porque el Tíbet había sido considerado como una provincia china por más de 700 años, e incluso el Kuomintang reconoció que China siempre había incluido al Tíbet y la isla de Taiwán.

Hoy día, mientras el imperialismo gringo se vuelve aún más agresivo, se mueve en varios frentes para presionar por la separación del Tíbet, Taiwán y la provincia occidental de Xinjiang de China.

Así como en los Balcanes y en las repúblicas de la antigua Unión Soviética, las fuerzas de las corporaciones gringas apoyan y animan a los movimientos separatistas para dividir y controlar grandes áreas del mundo que antes se habían liberado de la dominación imperialista.

La vida en el viejo Tibet

El Tíbet prerrevolucionario era una región completamente subdesarrollada. No tenía ningún sistema de carreteras. Las únicas ruedas eran las de la oración. Era una teocracia feudal agrícola basada en la servidumbre y la esclavitud.

Más del 90 por ciento de la población eran siervos sin tierra. Estaban atados a la tierra pero no poseían nada. Sus hijos eran registrados en los libros de propiedad del terrateniente.

No había escuelas, aparte de los monasterios feudales donde un puñado de jóvenes estudiaban cantos. La matrícula total en las escuelas privadas antiguas era de 600 estudiantes. No se oyó nunca hablar de educación para las mujeres. No había servicio de salud. No había ni un solo hospital en todo el Tíbet.

Cien familias nobles y los superiores de 100 monasterios grandes, también de las familias gobernantes, eran dueños de todo. El Dalai Lama vivía en el Palacio Potala, de mil habitaciones y 14 pisos. Tradicionalmente era escogido en su juventud de fuera de los círculos gobernantes. Seguía siendo un peón bajo el control de los consejeros de la nobleza.

Para el campesino común, la vida era corta y miserable. Tíbet tenía una de las más altas tasas de tuberculosis y mortalidad infantil en el mundo.

Hoy Tíbet tiene 2.380 escuelas primarias, junto a varias escuelas profesionales, donde la educación se dicta en lenguaje tibetano. Tíbet tiene ahora 2.623 médicos, 95 hospitales municipales y 770 clínicas.

Lucha de clases en el Tíbet

En 1949 la revolución china estableció por primera vez al Tíbet como una región autónoma con muchos más derechos que los que tuvo bajo cualquier gobierno chino anterior. La política del Partido Comunista Chino era esperar a que las condiciones de las clases oprimidas de la población tibetana se desarrollaran para levantarse y derrocar la servidumbre.

La servidumbre sólo fue prohibida en 1959, diez años después de la revolución china. Esto pasó tras un movimiento de masas que aisló a todo el entorno del Dalai Lama.

Es verdad, sin embargo, que los comunistas chinos se opusieron a las costumbres ancestrales del Tíbet.

En primer lugar, el gobierno chino le pagaba sueldos a los tibetanos que trabajaban en un gran programa nacional de construcción de carreteras. Esto desbarató completamente la costumbre de la servidumbre. Antes de eso, un siervo sólo podía sobrevivir trabajando para un terrateniente, no por un sueldo sino por comida.

Incluso aún más revolucionaria fue la política del PCCh de pagar sueldos a los hijos de los siervos y de los antiguos esclavos para que asistieran a la escuela y entregarles libros, comida y vivienda. En las familias desesperadamente pobres, aún los niños pequeños habían tenido que trabajar para la supervivencia de sus familias. Esta política revolucionaria dio ventajas económicas por primera vez a las capas oprimidas de esta sociedad de clases en decadencia.

La CIA moviliza la resistencia de la clase dominante

A comienzos de 1955 la CIA empezó a construir un ejército contrarrevolucionario en el Tíbet, muy parecido a los contras en Nicaragua y, más recientemente, la financiación y entrenamiento del UÇK en Kosovo.

Un artículo de la revista Newsweek del 16 de agosto de 1999, titulado La guerra secreta en el techo del mundo. Fantasmas, monjes y el juego secreto de la CIA en el Tíbet describe detalles de la operación de la CIA entre 1957 y 1965.

De forma parecida, un artículo importante del Chicago Tribune el 25 de enero de 1997 describía el entrenamiento especial de los mercenarios tibetanos en el Campo Hale en las Montañas Rocosas en Colorado en los años 50.

Estos mercenarios eran entonces enviados en paracaídas al Tíbet. Según los famosos Papeles del Pentágono, hubo al menos 700 de esos vuelos en los años 50. Aviones C-130 de la Fuerza Aerea eran usados para enviar municiones y subametralladoras, como ocurrió después en Vietnam. También hubo bases especiales en Guam y Okinawa para entrenar soldados tibetanos.

Gyalo Thundup, el hermano del Dalai Lama, dirigía la operación. Esto difícilmente era un secreto, pues así se hizo famoso.

El artículo del Chicago Tribune se titula “La guerra secreta de la CIA en el Tíbet”. Pero, como el artículo dice, poco acerca de las artimañas de la CIA en los Himalayas es realmente secreto, excepto quizás para los contribuyentes de Estados Unidos que la financiaron.

La CIA le dio una asignación especial al Dalai Lama en los años 60 de 180.000 dólares anuales, una pequeña fortuna en Nepal, donde había organizado un ejército y su gobierno virtual en el exilio. Washington también montó emisoras especiales dirigidas al Tíbet y presentando al Dalai Lama como un dios-rey.

Ralph McGehee, que ha escrito varios informes sobre las operaciones de la CIA y tiene un sitio web, describió con algún detalle como la compañía promovió al Dalai Lama. La Fundación Nacional para la Democracia, de la CIA, aportó dinero para el Fondo Tíbet, Voz del Tíbet y la Campaña Internacional por el Tíbet.

Fuentes:

https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.nl/2016/07/la-alianza-de-la-cia-con-el-dalai-lama.html

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