La entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial | Manipulación emocional, control social y censura | 1 |

Mikel Itulain

Las guerras “humanitarias”

Se ha dicho correctamente que la inyección del veneno del odio en las mentes de los hombres por medio de la falsedad es un mal mucho mayor en los tiempos de guerra que las reales pérdidas de vidas. La corrupción del alma humana es  peor que la destrucción de su cuerpo [1].

Arthur Ponsonby

Esta gran guerra, la Primera Guerra Mundial, grande por sus terribles consecuencias no por su propia grandeza, que se desarrolló de 1914 a 1918, enfrentó a las poderosas potencias europeas en una lucha fratricida; donde los importantes intereses territoriales y de control sobre los países colonizados por estas tuvieron una parte fundamental en su comienzo y desarrollo.

Estados Unidos ya  emergía entonces como una potencia mundial tras su expansión territorial y su gran crecimiento económico e industrial. Y la guerra supuso una enorme fuente de ganancias para las compañías norteamericanas, debido a que se requería todo tipo de productos para abastecer las necesidades urgentes de los contendientes: desde alimentos a toda clase de armamentos, materiales o equipos. No solo suministraron a los países combatientes, especialmente a Gran Bretaña, sino que también lo hicieron a los mercados tradicionales de estos, que ahora habían quedado sin poder ser abastecidos. Hacia abril de 1917 habían enviado mercancías a Europa por un valor superior a dos mil millones de dólares, esto era mucho dinero y un motivo muy serio para que desde el mundo de los negocios y desde el gobierno vinculado a él se decidiese un apoyo decidido hacia la guerra. El presidente Wilson fue muy claro ya en 1917 respecto a atender los deseos del poderoso sector empresarial, incluido el uso de la violencia, olvidándose del mercado libre y de la libre competencia, y también del supuesto pacifismo con el que ganó las elecciones: 

Las concesiones obtenidas por los financieros deben ser salvaguardadas por los ministros del Estado, incluso si la soberanía de naciones remisas fuese ultrajada en el proceso… las puertas de las naciones que están cerradas deben ser echadas abajo [2].

Esta ha sido la política exterior estadounidense en el mundo, tal cual, desde entonces hasta ahora.

En la guerra, como es habitual, nadie jugaba limpio, los británicos bloqueaban los puertos a Alemania y Alemania utilizaba la nueva tecnología militar, los submarinos, para controlar el flujo marítimo. A su vez EE.UU. en modo alguno se mantenía neutral, enviando armas a Gran Bretaña.

En Norteamérica se estaban extendiendo, y ganando apoyo social, las organizaciones que defendían los derechos de los empleados y de los que poseían menos bienes. Esto preocupaba profundamente al mundo de los negocios, que temía seriamente perder el control sobre la sociedad. Como la élite económica no parecía que ganaba muchos adeptos por sus “buenas acciones” y por su “ejemplo”, pensaron que seguramente la guerra pondría fin al pensamiento crítico y reivindicativo, al imponerse por la fuerza los sentimientos nacionalistas, belicistas e intolerantes que brotan cada vez que suenan las trompetas de la guerra.

El presidente norteamericano Woodrow Wilson había prometido ser neutral y no entrar en esa guerra antes de ser elegido en las elecciones. Pero el mundo empresarial y financiero presionaba a favor de la guerra, porque además de suponer un gran negocio serviría para tener controlada a la población de su país; que cada vez estaba más insatisfecha y desencantada por la crisis que se extendía por la nación.

Estados Unidos tenía un importante problema respecto a entrar en la guerra en Europa a favor de algún contendiente, en este caso del lado de Gran Bretaña y contra Alemania, ya que había unos ocho millones de personas de descendencia germana y cuatro y medio de procedencia irlandesa, que no tenían precisamente mucho aprecio a los ingleses. Para cambiar la opinión pública, de forma que una población contraria a entrar en una contienda bélica con los europeos se convirtiese en una nación dominada por la histeria y la intolerancia, se requirió de una intensa manipulación de las mentes de los norteamericanos.

En abril de 1917 se creó un Comité de Información Pública, respaldado y promovido por el Gobierno y las corporaciones, al frente del cual estaba George Creel. Su misión era ganar apoyo y entusiasmo hacia el reclutamiento de soldados y hacia la guerra, a la vez de denigrar y acusar de traición a los contrarios a ella. Para llevar a cabo esta tarea contrataron a expertos en temas psicológicos, como el propio sobrino de Freud, Edward Bernays, con el objetivo de realizar un trabajo científico y efectivo sobre el control de pensamiento de la gente. Vemos, por tanto, que no fue la Alemania nacionalsocialista la inventora de tales prácticas. Edward Bernays explicaba cómo comprendiendo determinados comportamientos colectivos del ser humano pueden utilizarse para realizar un control sutil sobre el conjunto de un país:

Si entendemos el mecanismo y los motivos de la mente en grupo, ¿no es posible controlar y adoctrinar las masas de acuerdo a nuestra voluntad sin que ellos lo sepan?

Es entonces cuando de desarrolla y se pone en práctica la llamada “ingeniería del consenso” o “la fabricación del consenso”, haciendo referencia a estas técnicas de engaño y manipulación de los ciudadanos. Esto se hizo mediante los medios de comunicación, principalmente prensa, y también mediante mítines y grandes concentraciones; donde los oradores y todo el espectáculo que les acompañaba trataban de atraer a la gente. El psicólogo social Alex Carey explicó el porqué de este desarrollo de las técnicas de propaganda y persuasión:

El siglo XX se ha caracterizado por tres acontecimientos de gran importancia política: el crecimiento de la democracia, el crecimiento del poder de las corporaciones, y el crecimiento de la propaganda de las corporaciones como medio de proteger este poder contra la democracia [3].

Es el miedo a la democracia, a los deseos y voluntad de la población, lo que impulsó que se crearan y financiaran estas organizaciones con el fin de precisamente poder controlar el pensamiento y el comportamiento de las personas. El gran poder que ansiaban y lograron tener las corporaciones es antidemocrático, y, por tanto, no se puede esperar que la gente apruebe algo que les va a perjudicar de forma muy notoria. Por ello, se requiere de técnicas de manipulación, de engaño, ya que la violencia está mal vista y al final se vuelve poco viable y cara. Por el contrario, el mostrar un mundo favorable a los intereses de las grandes compañías económicas y en el que la población terminase creyendo, dejando su responsabilidad como ciudadano en manos de otros que tomarían todo el poder, sería y será el objetivo de estas campañas de relaciones públicas; en las que se invirtieron y se siguen invirtiendo enormes sumas de dinero y medios. El cine, la televisión, la prensa, la radio o la opinión de intelectuales, famosos o artistas contratados a propósito, tendrán un enorme poder de captación y convicción, arrastrando incluso a quienes en principio no mostraban ningún interés. Contra quienes denuncian o rechazan los motivos reales por el que se realizan estas campañas y no se dejan engañar o sobornar, se aplicará bien la censura, la descalificación pública o incluso la violencia, ayudado por cambios legales que recorten las libertadas y los derechos humanos. Todo esto se llevó a cabo con determinación en Estados Unidos en el periodo anterior y durante la Primera Guerra Mundial, y se continuaría haciendo en todas las guerras siguientes hasta el presente: la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la de Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Nicaragua, El Salvador, Irak, Libia, Siria…

A lo largo de Estados Unidos se patrocinaron al menos a 75.000 oradores que dieron más de 750.000 discursos. Se recurrió a la demonización del enemigo, en este caso Alemania. Y se hizo de modo que se promoviese la indignación de los norteamericanos, mostrando cruentas y suplicantes imágenes acompañadas de estremecedores relatos sobre matanzas de niños y bebés por parte de las tropas alemanas, junto a violaciones masivas de las mujeres belgas. En los carteles, acompañando a las explícitas imágenes, aparecían apelaciones a la dignidad y humanidad de los jóvenes que todavía no se habían alistado en el ejército para que acudiesen a hacerlo. Junto a la exposición de la muerte de mujeres y niños inocentes se lanzaba una súplica envuelta en denuncia:

¡Enlístate! Quedándote en casa, tú estás dando tu aprobación a este tipo de cosas [4].

El objetivo era crear un sentimiento de culpa en aquellos que no reaccionaban ante tales atrocidades, se buscaba asociar el no ir a la guerra, quedándose en casa, con una acción egoísta, cobarde e inhumana. Hoy hay que recordar que estos relatos de atrocidades, que tanto se divulgaron, fueron inventados; como bien relata el brillante escritor Arthur Ponsonby en su obra Falsedad en tiempos de guerra. También hay que comentar que quienes manipularon los buenos sentimientos de tanta gente para ir a una guerra a matar a otras personas, que eran tan ingenuas o inocentes como ellos, no merecen ningún apoyo o aprobación, en realidad deberían haber sido duramente castigados. Pero no fue así, millones de personas murieron de una forma absurda, otros tantos quedaron inútiles o traumatizados para toda la vida y ninguno de ellos hizo o logró algo positivo de aquello. Y lo que es peor, no se aprendió de la historia, que se continuó repitiendo a lo largo de todo el siglo hasta el mismo día de hoy. De hecho esta misma técnica de apelar a los sentimientos y crear presión social para justificar la guerra, basándose en sucesos falsos o inexistentes, se está aplicando hoy mismo. Libia y Siria son dos ejemplos.

Nos dijeron que Muamar Gadafi amenazó con atrocidades masivas, incluso “genocidio”, contra Bengasi. Nos dijeron que exacerbó a sus tropas con viagra, así podrían lanzarse a una sistemática violación masiva. Nos dijeron que uso la fuerza aérea contra manifestantes desarmados y pacíficos. Nos dijeron que trajo a mercenarios africanos [los trabajadores extranjeros que vivían en el país y los libios de piel negra] para asesinar a la oposición. Y nos dijeron que nuestra intervención militar salvaría vidas y estaba diseñada para proteger a los civiles [5].

Todo ello era mentira, una gran mentira que causó miles de muertos y la destrucción de un país. Sin embargo, casi toda la gente de nuestros países europeos se la tragó. Pongo de muestra estos dos informes que hice para mostrar la actitud de los medios de comunicación y las organizaciones humanitarias en relación a Libia: Los medios de comunicación y la guerra en Libia y Justificando la barbarie contra Libia.  Y esto ocurrió, recordemos, no en el año 1917, sino en 2011, en Libia, y hoy ocurre en Siria, siguiendo el mismo guión y el mismo engaño. Lo que muestra que somos una sociedad muy poco informada y, por tanto, muy poco avanzada.

Si nosotros pensábamos que podríamos bombardear a un país para traer la democracia y respetar los derechos humanos, éramos peor que solo ingenuos. Éramos culpables de esconder nuestras motivaciones y culpables de ignorar las consecuencias de nuestras acciones [5].

El esconder inconfesables motivaciones e intereses bajo el manto de la ayuda humanitaria, tan falsa esta, muestra como se puede hacer el mal pero encubierto de forma que parece que se está haciendo el bien. Toda una tragedia, y una obscenidad, que envuelve a las principales organizaciones humanitarias, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, y también a un buen sector de la izquierda. Para un análisis del papel de las organizaciones humanitarias aconsejo este artículo: La manipulación emocional de las personas: el testimonio de la niña Nayirah. Y de la izquierda: Cuando la izquierda se deja arrastrar por la influencia del poder económico.

En definitiva, la Primera Guerra Mundial fue otra lección más que no se aprendió de la historia.

De la obra: Justificando la guerra, de Mikel Itulain.

Notas

1. Arthur Augustus William Harry Ponsonby. Falsehood in Wartime: Propaganda Lies of the First World War. George Allen and Unwin, 1928, p 10.

2. Howard Zinn. A People´s History of United States, 1492-Present.Chapter 14. New York: Harper Colllins Publications, 2003.

3. Stephen Lendman. Selling War: “You Furnish the Pictures, and I’ll Furnish the War.” Global Research, January 2012.

4. Mikel Itulain. Estados Unidos y el respeto a otras culturas y países. Libertarias, 2012, pp. 75-83.

5. Maximiliam Forte. Destroying Libya: A War for “Human Rights”? Global Research, 9.12.12.

Fuentes:

La entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial | Manipulación emocional, control social y censura | 1 |

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