Doctor Claude-Émile TOURNË
Carta póstuma a mi camarada Ramon Ferrer

Te has ido antes de que pudiera finalizar esta declaración que no había contemplado como una especie de carta, sino que era, contigo una especie de acto de fe que tenía raíces muy lejos en el tiempo de mi vida, y apoyada de forma periódica por lecturas en concordancia. Aquí está.
Como sabes, nació del encuentro de dos resistentes, cada cual con su propio recorrido. Mi madre atravesó Europa del Este en el vientre de su madre, que huía de las persecuciones antisemitas en la Polonia de 1920. La joven Unión Soviética se enfrentaba entonces a la coalición de Estados burgueses contra la profunda revolución que aportaba al mundo. Polonia solo tenía dos años de existencia, pero las malas costumbres adquiridas durante el imperio ruso, los usos y costumbres inspirados por la doctrina de la Iglesia que hacía de los judíos los asesinos del Niño Jesús, no habían cesado. Los progroms y las persecuciones se multiplicaban entonces hasta el punto de suscitar una comisión internacional de investigación.
Los que podían (con sus casas destruidas, sus pueblos incendiados) huían. El periplo de mis abuelos los llevó en dirección a Budapest, en donde mi madre, Hannah, nacía el 22 de agosto. Sigue el viaje después de una semana de descanso, y la familia llegó a Luneville en noviembre. ¿Qué sabrían ellos de Stalin, unos pobres herejes que huían sin rumbo determinado de una persecución milenaria? Evidentemente, nada.
El padre, sastre, trabaja para el ejército, para el que confecciona uniformes de oficiales. Se gana así pobremente su vida. Dos hijas completan la familia, Kate y Lili. Hannah pronto se muestra en clase brillante, obteniendo una beca al pasar el examen ad hoc con la mejor calificación del departamento de Meurthe-et-Moselle. También toca el piano, y rápidamente completa sus ingresos con las clases que da. En la universidad supera diversos exámenes de ciencias clásicas. Se compromete muy pronto en el movimientos de la Ilustración israelita. Allí es donde recibe el apodo de Kooka, que permanecerá en la familia, por el nombre del ruiseñor.
Pero la “alegría de la guerra” y después la misma guerra llegan. Huyendo de las regiones del Este especialmente amenazadas, y con el padre habiendo desaparecido de la circulación, obtiene un puesto de institutriz en Saint Valery en Caux, instalándose allí con su madre y sus hermanas menores. Llegan las leyes antisemitas que la expulsan del escalafón de la Educación nacional. Organiza rápidamente su partida hacia Toulouse, en donde llega con el éxodo. Allí, en el entorno del Estado vichysta, reinicia sus actividades de propagandista y se hace contratar como asistente social. De hecho, entra en la resistencia. En 1941 se adhiere al Partido Comunista, probablemente bajo la influencia de un amigo, filósofo, resistente, conocido en ese ambiente con el sobrenombre de Émile. Asegura las comunicaciones con los internos en el campo de Gars, en principio republicanos españoles, y después comunistas de todos los orígenes y también judíos detenidos por la policía de Vichy. Ingresa en las FTPF. Tiene sobre todo misiones de enlace entre los diferentes niveles de organización y dirección. Su perfecto conocimiento del alemán, que habla sin acento detectable, hace que se la confíe misiones de investigación. Hasta el día en que su red se ve amenazada, y la dirección decide su traslado a Lyon. Allí cambia de nombre, y entra en la completa clandestinidad. Bajo el nombre de guerra de Marie-France, está integrada desde la primavera de 1944 en el Estado Mayor regional, dirigido por el comandante Lepetit, en el cual actúa como agente de enlace. Participa en la liberación del fuerte Montluc, asegura diversas vías de enlace entre otros con los maquis del valle de Azergue.
En una cita con Émile en la plaza Belcourt, es testigo de su asesinato por los agentes nazis.
El 27 de agosto las FTPF ponen en marcha la sublevación por la liberación de Lyon. Los responsables del ejército estadounidense que ascienden por el valle del Rin se han encontrado con las FFI. Han puesto amablemente a disposición del comandante militar regional Lepetit un coche oficial provisto de la estrella blanca. El 29 de agosto Hannah es también testigo del ametrallamiento a la ida y a la vuelta del ese coche, por dos aviones de la US Air Force. Los estadounidenses tenían el firme propósito de decapitar la resistencia comunista. El comandante Lepetit resulta herido, pero vive. Su auténtico nombre es André Tourné. En adelante, ella seguirá a su lado, y se casarán el 14 de noviembre.
Mi padre había nacido en Francia, mas concretamente en lo que allí se conoce como “el país catalán”. Ignorando olímpicamente que lo esencial de los “países catalanes”, en plural, está al otro lado de los Pirineos. Era el fruto de los amores improbables de un comerciante de vinos viudo, con dos hijos, y de su criada, una robusta montañesa de 29 años. Cuando el embarazo de hizo notar, estaba en las trincheras, respirando el gas mostaza alemán que iba a matarle poco a poco. Envió una tarjeta postal, escrita a lápiz, reconociendo la paternidad de la criatura. Murió cuando André tenía 9 años. Quedaba el abuelo, desertor del ejército de Faidherbe en 1871, cuando se quiso enviarlos contra la Comuna de París. Porque era republicano. Y republicano en un pueblo de la Salanque en donde la gente acomodada eran monárquicos y maldecían la República continuamente. Ser entonces republicano era ser un revolucionario, un precursor comunista. Es este abuelo el que le influye y le transmite el gen de la revuelta, de la rebelión, de la revolución. A los 10 años dejó el colegio para ir a trabajar fuera, mientras que su madre vendía su leche como nodriza mercenaria. A los 15 años ingresaba en las Juventudes Comunistas, de las que pronto llegó a responsable. Su universidad fue la universidad obrera de Politzer, la universidad de Vaillant-Couturier. El 18 de julio de 1936 está en Madrid, representando al Comité Central de la Juventudes Comunistas. Se implica inmediatamente en los combates antifascistas y participa en la defensa victoriosa de la Ciudad Universitaria. Posteriormente participa en la puesta en acción de las Brigadas Internacionales. Vuelto a Francia para hacer el servicio militar, volverá a España en 1938, en donde quedará hasta el fin de la guerra civil. Para él, Stalin ya existe.
En España ve como únicamente la URSS cumple sus compromisos con la república española. Presencia las artimañazas de la quinta columna, con los trosquistas locales en sus filas. Cuando regresa, se vive el entusiasmo de la guerra; después, la guerra. Es hecho prisionero, y se evade sin éxito numerosas veces, siendo repatriado en un convoy sanitario del que será el único superviviente. Reinicia en cuanto puede la lucha en las filas del Partido y de las FTP. Desencadenará la insurrección en Lyon en tanto que comandante militar regional de las FFI. Será puesto fuera de combate por los estadounidenses que querían aun menos a los comunistas que a los nazis. Literalmente fascinado por su agente de enlace, acabará casándose con ella.
Lo que es seguro es que cada uno por su lado eran rebeldes en el alma, sublevados de corazón. Llevaban su vida con reflexión y determinación, sabiendo lo que querían y aportando los medios para ello. Nada de borregos que se llevan al redil con o sin perros. Eran comunistas y asumían su elección política, que también era una elección de vida. Stalin adquiría en aquel momento la inmensa estatura de verdadero salvador de la Humanidad. Al frente de la Unión Soviética, encarnaba la lucha victoriosa de los pueblos contra el nazismo. A la cabeza del Partido comunista de la URSS, es para todos los comunistas el dirigente mundial mas respetado. Para los comunistas forjados en la lucha clandestina contra el ocupante y sus esbirros en la sociedad y el Estado burgués, es una parte esencial del movimiento revolucionario al que pertenecen: le quieren.
Y de su boca he oído por primera vez hablar de Stalin; y en la boca de mi padre hablando a sus hijos, era el “papá Stalin”. Cuando en marzo de 1953 muere, recuerdo la mirada nublada por las lágrimas de niño contemplando la portada de “La Humanité” con su foto y el titular: “Edición especial. Stalin ha muerto”.
El calificativo de “estalinista” ha llegado mas tarde. En 1959, durante las elecciones legislativas que siguieron al golpe de Estado de De Gaulle, el candidato “socialista” Arthur Conte cubre sus carteles con grandes titulares: “Bloqueemos al candidato estalinista”. El candidato estalinista era mi padre. De golpe, de forma inmediata, sin que pudiera ser resultado de una reflexión política, el muchacho de 13 años que era yo se sintió estalinista. Si estalinista definía a mi padre, entonces yo soy estalinista.
A continuación me comprometí políticamente, primero en las Juventudes Comunistas, mas tarde en el Partido Comunista. La guerra de Argelia esta en su apogeo, los pies negros de la OAS invadían literalmente Perpignan. Los atentados se sucedían. La casa de mis padres estaba señalada por bombas de pintura roja y no faltó mucho para que mi padre fuera asesinado. En el instituto iba a las clases por la mañana y salía por la noche para las pegadas de carteles y las reuniones. En aquella época, todavía, adherirse al Partido no te convertía en un comunista. Había que seguir los cursos de las escuelas, primero la elemental, la federal, después la central en donde se enseñaban los rudimentos del marxismo y los fundamentos de la política del partido.
Sin embargo, no se hablaba de Stalin. El XX Congreso del PCUS (26 de febrero de 1956) había pasado por ahí. La gangrena del informe secreto de Kruchev había hecho y continuaba haciendo su labor. Este informe solo era secreto para los comunistas, porque el New York Times fue el primero en publicarlo el 16 de marzo. Imputaba a Stalin toda una serie de crímenes y de comportamientos venenosos. La burguesía afinaba sus pasos, haciendo de Stalin alguien semejante a Hitler. Se desencadenaba la propaganda norteamericana de origen estadounidense, exhibiendo las «purgas», el «GULAG», las «hambrunas» en Ucrania y en otros lugares. El anticomunismo se alimentaba de supuestas revelaciones del «informe secreto» y hacia su diaria letanía cotidiana con ello. Durante algunos años el PCF se resistió a esas infamias. Pero la particularidad de esas mentiras, especialmente repetidas machaconamente siguiendo el precepto de Goebbels, es que discutirlas necesitaba muchas condiciones que entonces no existían. Pocos documentos estaban disponibles, y no serían publicados hasta después de la caída de la URSS. De una guerra laxa, los dirigentes del PCF (especialmente tras la desaparición de Jacques Duclos) pasaron a un perfil bajo. El eurocomunismo con Berlinguer y Carrillo a la cabeza era una tentación, para desmarcarse de esta historia de crímenes y de infamias. Y se cae en la tentación. Y con facilidad, lo que al principio no era mas que una dificultad para responder políticamente a ataques de golpe bajo se hizo una especie de compromiso (por el programa común) y después un auténtico compromiso. No solo Stalin dejaba de ser citado como dirigente histórico de la URSS, y menos aún como el que había llevado a la URSS a la victoria sobre el nazismo, sino que en boca de los mismos comunistas su nombre se vilipendiaba, y todo el mundo deseaba rechazar el «estalinismo». La «desestalinización» que vino a continuación fue el pretexto para alejar del partido a auténticos revolucionarios, excluirles sin matices. Respecto a ello, tu caso es ejemplar. El caso de mi padre fue algo diferente: una instrucción interna del Partido privó a numerosos comunistas de votar a su candidato André Tourné, causando la elección de Sergent, un asesino de la OAS, mas tarde arrepentido. Era en 1986. En el interior del Partido se estaba dando la batalla para mantener la jefatura revolucionaria. En el XXI Congreso la dirección favorecía ya el abandono de numerosas bases políticas tanto en el programa como en la estrategia; resultó derrotada.
Se tomó la revancha en el XXII Congreso mediante un auténtico golpe de fuerza en el momento de la designación de delegados. Bajo el pretexto del rejuvenecimiento, numerosos delegados poco o nada formados aceptaron lo que iba a ser el primer paso hacia el abandono de todos los principios políticos, teóricos y de organización de un Partido comunista. El partido perdió su influencia entre las masas paralelamente a su abandono del combate de la clase obrera. Aun reunía el 20% de los votos en 1978, el 16% en 1981, el 10% en 1986, y el 4,4% en 1988.
Al mismo tiempo tenían lugar las mismas evoluciones en otros partidos comunistas europeos a excepción de griegos y portugueses. Y también en la URSS. En 1991 Gorbachov firmaba el fin de la URSS abandonándola como pasto del capitalismo mundial, que iba a despiezarla, devolviendo a sus habitantes a condiciones de vida olvidadas desde hace mucho tiempo. En algunos años, la esperanza de vida de los ex soviéticos disminuyó 10 años.
La prensa a su servicio se regocijaba, continuando sus mentiras y volviendo al tema de Stalin de forma regular, abiertamente calificado de dictador, después de “Hitler rojo”. El Partido “comunista” de Francia no respondió. Cuando en el mismo período, y a propósito del museo Lenin de la calle Marie-Rose, un periodista pregunta a Hue, este responde: «Lenin no sabía nada».
El nombre de «partido comunista» se convierte en una vulgar usurpación. Llega el fin de la URSS. Es saludada por la burguesía y sus medios como el fin de la historia. Entre otras afirmaciones se dice y se repite que «por fin se abrirán los archivos…y se sabrá…». Se abrieron los archivos pero sobre lo que de ellos ha surgido todos se han quedado mudos en Francia. Sin embargo, los trabajos no han faltado.
En 1995 Ludo Martens publica Otra mirada sobre Stalin. El autor sueco Mario Souza publica en 1998 Las mentiras sobre la historia de la Unión Soviética. Domenico Losurdo publica en 2008 Stalin, historia y crítica de una leyenda negra.
Pero son esencialmente los historiadores estadounidenses los que aportan las aclaraciones procedentes de los archivos de la URSS. Roger Keran y Thomas Keeny publican El socialismo traicionado. Las causas de la caída de la URSS, que se publicará en Francia en 2013. Geoffrey Roberts, Las guerras de Stalin, y, sobre todo Grover Furr, con Kruchev ha mentido. A propósito de los métodos de falsificación histórica, Annie Lacroix-Riz publica La elección de la derrota. La historia contemporánea bajo influencia y Domenico Losurdo El revisionismo en la historia: problemas y mitos, ¿Huir de la historia? La revolución rusa y la revolución china hoy.
Disponemos también de libros un poco olvidados, pero que proporcionan elementos de reflexión interesantes diferentes de los de la prensa burguesa. John Littlepage, ingeniero estadounidense contratado por la URSS para explotar el oro de Siberia. Tranquilamente, sin tomar partido, describe entre otras cosas los sabotajes, los desvíos de dinero y las traiciones que ha constatado por parte de los secuaces de Trotski, Bujarin y compañía, que serán condenados en 19371.
Comenta las depuraciones de 1937-1938, mencionando que muchos de los condenados en 1931-1933 habían llegado a puestos de responsabilidad a fin de volver a unirse al comunismo revolucionario. Piatakov, del que se había sospechado actividad de sabotaje al frente de la industria minera desde 1930. Narra su descubrimiento de que los conspiradores trotskistas-derechistas se financiaban mediante pedidos de maquinaria alemana, pagada a altos precios y enviando los fondos a Sedov, el hijo de Trotski. Por lo que respecta a Stalin, subraya la importancia de sus intervenciones en la política industrial desde 1928, en particular en el sector del oro, en donde trabajaba. Hablando de la campaña contra los kulaks, la denomina la «segunda revolución rusa», y muestra como permitió el desarrollo de la actividad minera, y la industrialización de Siberia.
Joseph Davies, embajador de los EEUU entre los años 1936 y 1938 publicó en 1940 un libro de recuerdos de su experiencia en la URSS. Ofrece su opinión sobre los procesos de Moscú considerando que los acusados eran efectivamente culpables. En un encuentro improvisado con Stalin escribió «un niño hubiera deseado abrazarlo, y un perro subirse sobre sus rodillas». En sus conclusiones escritas en el verano de 1941 cuando la URSS demuestra resistir mejor de lo previsto la invasión nazi, considera que es gracias al hecho de haber decapitado desde 1938-1939 la quinta columna rusa. En todos los demás países atacados los quintacolumnistas habían abierto el camino a los ejércitos nazis.
Michel Sayers y Albert E. Kahn, La gran conspiración contra Rusia. Desde 1947, estos autores demuestran como la quinta columna con Trotski a la cabeza se desarrolló en la URSS siendo finalmente decapitada durante los procesos de 1937 y 1938, así como el papel de los servicios secretos alemán y japonés, que la financiaban alegremente.
Anna Louis Strong, La era de Stalin (años 60). En el libro describe una reunión consagrada a la revista Noticias de Moscú, en la que participa Stalin. Aporta un juicio positivo sobre la manera de desarrollarse la discusión, de dar su opinión y de someterse a la opinión general.
Y habrá más libros2. En resumen, he aquí como una simple vida como la mía puede recordar de una campaña ininterrumpida de calumnias y mentiras. El capital financiero no consigue crear las condiciones para un formateo mental de las masas para apartarlos de la lucha por sus propios intereses. Incapaz de ofrecer otras cosas que paro, miseria, ausencia de socialización y desesperación para mantener los beneficios del capital, el sistema ha creado una gigantesca máquina de información basado en el modelo perfectamente puesto a punto y teorizado por Goebbels: la mentira insaciablemente repetida, sea burda, sea fina, sea de manera incidental en un contexto sin ninguna relación directa, se convierte para sus receptores en algo que se parece a la verdad. Ejemplos están en «la invasión soviética de Afganistán», el «fracaso del socialismo en la URSS» o en el «modelo económico alemán». En todo momento, con cualquier finalidad, estas letanías convertidas en entidades de vocabulario significante invaden las «informaciones». Y entre ellas evidentemente el «comunismo totalitario», y el «estalinismo», sinónimo de dictadura moral y política.
Esta personalización del ataque sistemático en Francia apenas tiene dos nombres, igualmente detestados y vilipendiados por la burguesía: Robespierre y Stalin. El primero identificado con el «Terror» (con mayúscula, por favor) y el segundo con un totalitarismo dictatorial.
Los estudios históricos desde hace mucho tiempo han deshecho estas asimilaciones abusivas por lo que concierne a Robespierre. Era un revolucionario convencido, incorruptible, contrario a la pena de muerte y a la esclavitud de los negros, partidario de la paz, de los derechos ciudadanos de los judíos, partidario de todo aquello que permitiera al pueblo salir de la miseria y la opresión (sufragio universal, instrucción pública, tasas al precio del pan…) e inocentemente respetuoso de la legalidad revolucionaria hasta llegar a aceptar su propia muerte.
Por lo que respecta a Stalin, se multiplican los estudios que le muestran como organizador paciente, contendiente respetuoso, pero defensor inflexible de la causa revolucionaria proletaria. En el aspecto institucional su batalla por la democracia en la URSS fue incesante (ver la Constitución de 1937), en el aspecto económico los planes quinquenales que impulsó fueron impresionantes logros, en el aspecto político su gestión de los complots contrarrevolucionarios fue ejemplar, permitiendo erradicar la 5ª columna que hubiera colaborado con los nazis desde su entrada en guerra, como fue el caso en los demás países europeos. En el aspecto personal, personas no sospechosas de idolatría (J. Davies, A.L. Strong) le presentan como asequible, incluso simpático, respetuoso con los demás.
El encarnizamiento con que la burguesía persigue la venganza contra estos dos hombres, uno desde hace dos siglos, el otro desde hace seis décadas encuentra su simple causa en el hecho de ambos le han causado miedo.
También considero que los revolucionarios consecuentes no deben en ningún caso aceptar la participación en esta desinformación que deforma la realidad histórica y al mismo tiempo los asimila, a ellos y a su combate, con esta imagen deformada y repulsiva. Eso permite al enemigo de clase evitar el verdadero debate político, económico y social, y descalificar la lucha por auténticos cambios. La verdadera línea separadora entre auténticos revolucionarios, es decir, los comunistas, y los demás, en esencia portadores de la «frase» que criticaba Lenin, es la defensa y la ilustración de las acciones y de las personalidades de Robespierre y de Stalin. No es casual que sean los únicos de este lado de la barricada. Y a estos efectos no vale ningún compromiso.
Y para resumir ¿qué puede decirse de la acción de Stalin? Su período de intervención en la historia de la URSS cubre el período 1924-1953. Es el período de vertiginoso desarrollo de la sociedad socialista. De un país agrícola y atrasado en todos los aspectos, hizo la segunda potencia mundial. Las principales batallas se desarrollaron en el frente económico, con el desarrollo de la industria, la conquista de Siberia, la colectivización de la agricultura. En el aspecto de la estrategia político-económica llevó a cabo la segunda revolución consistente en «deskulakizar» la agricultura, multiplicar y reforzar la clase obrera reforzando su papel efectivo dirigente sobre la sociedad y los combates revolucionarios. El aspecto ideológico, combatió las derivas izquierdistas y derechistas consiguiendo que fueran democráticamente derrotadas en el seno del partido. En el aspecto de la política de desarrollo del Estado, impulsó la lucha contra el complot urdido por trotskistas y bujarinistas. Derrotadas una vez entre 1931 y 1933, continuaron desarrollando sus acciones de sabotaje en el interior, y su acción traidora pactando con alemanes y japoneses el desmembramiento de la URSS. Los procesos de 1936-1938 permitieron la erradicación de esta 5ª columna. En todos los casos, los excesos fueron revisados, y muchos comunistas pudieron volver al partido, incluso algunos para continuar sus acciones subversivas, pero mas frecuentemente para retomar su puesto en el proceso de construcción del socialismo. Esto fue así tanto en la producción industrial y agrícola como en el ejército. En el aspecto de organización de la sociedad socialista, fue el período en el que las mujeres adquirieron de forma efectiva los mismos derechos que los hombres, tanto en su ciudadanía como en su acceso a todos los niveles, a todos los puestos de trabajo como a una remuneración estrictamente idéntica. Fue el período en el cual las actitudes racistas fueron criminalizadas y cuando una política voluntarista de integración de las poblaciones autóctonas de las diferentes repúblicas fue instaurada, permitiendo el acceso a las responsabilidades locales y la mezcla de poblaciones a nivel de Estado multinacional. En el aspecto de la organización del Estado socialista la Constitución de 1937 debía, a iniciativa de Stalin, instaurar elecciones pluralistas a todos los niveles. Tanto en este punto como en otros referentes a las relaciones entre Partido y Estado, Stalin fue derrotado políticamente en el seno de los organismos dirigentes. Toda la historia del PC(b) de la URSS es testigo de sus combates políticos en el interior del Partido, y también de su respeto del centralismo democrático. La decisión tomada por mayoría, aunque no fuera aquella por la que se pronunciaba, era aceptada y aplicada. Mantuvo y conservó el papel del Partido como dirigente de la clase obrera en el poder, no participando en el poder del estado. Únicamente en el momento de la guerra será elevado a la presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo. En el aspecto internacional, fiel a la primera y fundamental actitud de los bolcheviques en el poder que declararon la Paz al mundo en su primer decreto como gobernantes del país, impulsó una política de cooperación con todos los países. Ante la amenaza representada por los nazis y fascistas del Eje, buscó la creación de una alianza con Francia. Reino Unido y los Estados Unidos. Ante la actitud de estos, consistente en rechazar esta alianza a la espera de que los nazis hicieran el trabajo inacabado de destrucción de la URSS en los años 20, concluyó como mal menor el pacto de no agresión, que proporcionó dos años más de preparación la defensa de la URSS. En el momento de la invasión nazi, se le confió el mando general del Ejército Rojo al mismo tiempo que la dirección del Estado. Desde ese momento llevó al país a la victoria sobre los nazis y liberó de forma objetiva a Europa de esta barbarie. En noviembre de 1952, el secretariado general del Comité Central del PCUS se suprime en beneficio del Presidium, una dirección colectiva.
Por otra parte, el trabajo consistente en leer e investigar las informaciones sobre el período de Stalin, la «era de Stalin» como la denomina Anna Louisa Strong, hace aparecer el hombre tras el hombre del que unos y otros han hecho una imagen. Hijo de un zapatero, hizo estudios en el seminario, único lugar en el que un niño del pueblo podía esperar hacerlos. Después se incorpora a la lucha revolucionaria. Las condenas, la cárcel, las deportaciones que sufre son innumerables. Siempre se escapa y regresa al combate. Mientras que los responsables revolucionarios rusos viven en el exilio, está sobre el terrero que nunca abandona. Organiza sin descanso. También escribe, siempre persiguiendo la reflexión sobre las tareas a cumplir y los medios de conseguirlo. Su aporte teórico sobre las nacionalidades (1913) sigue siendo hoy en día una referencia sin par. Retoma su informe inicial, lo vuelve a pensar, lo reescribe, lo completa a la luz de la experiencia. La imagen internacional de la URSS, su organización como patria del mosaico de pueblos que componen el antiguo imperio ruso, la propia estructura del Estado soviético es el resultado de su trabajo como comisario de las nacionalidades en los primeros gobiernos soviéticos. Como georgiano que es («asiático», dice Littlepage) librará un combate encarnizado para poner a todos los ciudadanos soviéticos en el mismo nivel de igualdad ante las responsabilidades políticas y económicas. Y ello a pesar del acceso a responsabilidades de personas sin educación, que pasan brutalmente de una cultura ancestral de nómadas, de campesinos, de recolectores, sometidos a las influencia de la religión, a una cultura de revolución proletaria, de progreso científico y técnico, de democracia popular, incluso si este acceso se ve impuesto de forma voluntarista (el 50% de dirigentes son originarios del país) constituye objetivamente al inicio un freno al desarrollo. La discriminación entre las personas es criminalizada. Y de forma automática eso se aplica a un grupo más informal pero no menos dominado culturalmente en todas las culturas: las mujeres. La igualdad de acceso al trabajo, a las responsabilidades y a las remuneraciones es una regla intangible. Desde el inicio, el pago de dos meses tras el parto al salario habitual, guarderías y escuelas acompañan la realidad cotidiana de las mujeres en su diferencia biológica con los hombres, pero también la necesidad ineludible de la crianza de niños para la nación proletaria en construcción.
Stalin continúa a Lenin tras su muerte, y dará cuerpo a las teorías de Marx, Engels y posteriormente Lenin. Es también Littlepage quien demuestra como supera, cada vez que es necesario, posiciones teóricas manifiestamente inapropiadas para el desarrollo de la sociedad. Como en el caso de la búsqueda de oro, hasta entonces considerado como un valor ligado al capitalismo. Es él quien impulsa los trabajos de prospección de este mineral y la organización de su extracción. Todo ello se aplicará rápidamente a los demás minerales en los que Siberia es rica. Analiza las dificultades de la colectivización ligadas a la NEP objetivamente, con el desarrollo de una economía de «pequeños» comerciantes y empresarios, pero especialmente campesinos acaparadores. Al mismo tiempo, la industria que se desarrolla en planes quinquenales se ve escasa de brazos, y el proletariado industrial en el poder necesita hombres: será la «deskulakización» lo que permitirá la colectivización efectiva y el desarrollo de la agricultura al mismo tiempo que proporcionará brazos a la industria y pioneros en la conquista de Siberia. La dirección política que ejerce como Secretario general del PC(b) de la URSS exige la unidad del Partido y del Estado. Las fracciones en el interior del partido son toleradas hasta 1930, cuando se hace evidente que los «opositores» se organizan más allá del Partido para derribar el Estado socialista con la complicidad de alemanes y japoneses. Son entonces prohibidas, y los responsables que son convictos de acciones contrarrevolucionarias son excluidos y condenados. En su mayoría son personados más bien rápidamente y recuperan sus responsabilidades, porque para Stalin, la unidad del partido, a la cabeza del combate revolucionario que construye la sociedad de nuevo tipo es prioritaria. Habrá que esperar a los años 1936-1938 para que se revele la amplitud del complot trotskista-derechista en el seno mismo de los organismos dirigentes del Partido, del Estado y del Ejército Rojo. Con el riesgo para la URSS que representa el nazismo a sus puertas, y la implicación de los complotistas en estrechas relaciones con los nazis, es preciso actuar rápido y firme. Serán los llamados procesos de Moscú los que permitan erradicar la quinta columna, evitando a la URSS un segundo frente interior en el momento de la invasión nazi (ver J. Davies). El principio absoluto es la búsqueda de la paz. Pero los reiterados intentos de establecer un frente común antifascista con Francia y Gran Bretaña fracasan. Hay que ganar tiempo. Se produce entonces lo impensable con el pacto germano-soviético. No es una renuncia a los principios, es una necesidad del momento. El pragmatismo es este aspecto permitirá mejorar la preparación de la URSS ante lo inevitable, que se producirá dos años después.
Hasta la guerra, Stalin es secretario general del Partido solamente. El embajador Davies se sorprende de verle en la segunda fila de la tribuna oficial en el Congreso constitucional de 1936. Stalin considera que el partido y el Estado deben tener sus responsabilidades y sus responsables separados. Solamente tendrá acceso a responsabilidades gubernamentales en el momento de la guerra en donde acumulará los dos cargos, además de la dirección del Ejército Rojo. Hasta entonces ha respetado escrupulosamente las prerrogativas de unos y otros. El embajador Davies le verá de forma incidental, no teniendo oficialmente nada que ver con los responsables del Estado, Kalinin, molotov y Litvinov.
Al mismo tiempo, se desarrolla en torno a el, en el partido, en el país y en todo el mundo, una imagen y comportamientos que recibirán el nombre de «culto a la personalidad». Sus colaboradores cercanos, ya por admiración ante su claridad de espíritu, sus talentos organizativos, su dedicación al trabajo, su capacidad de tomar decisiones que se imponen por difíciles que sean, poniendo en cuestión dogmas manifiestamente obsoletos, ya por destacarse como cortesanos que como reales responsables, difunden una imagen idealizada de sus competencias y de su personalidad. Pero es sobre todo en las masas en donde se desarrolla la imagen de hombre providencial. Ya Marx había advertido que en todo movimiento de masas existe necesariamente un hombre que destaca y que encarna el movimiento. Consideraba que el surgimiento que el surgimiento de tal hombre es un elemento fundamental en el triunfo de del movimiento. Rusia tiene una historia milenaria bajo el ZAR, llamado «padrecito de los pueblos», idolatrado como un enviado del cielo, y por ello sagrado, con su cortejo de curas con incienso y soldados para guardarle. De golpe, la Revolución libera a los hombres que escapan a la servidumbre, establece la igualdad entre todos, controla a los viejos amos, establece los medios de subsistencia de la mayoría, los medios de acceso a la educación, a la cultura, y SE MANTIENE. Y todo ello en apenas unos pocos años: entre la revolución y la guerra han pasado solamente 25 años que han cambiado Rusia y el mundo. En los últimos veinte la revolución socialista ha realizado una trayectoria extraordinaria bajo la dirección del hombre adecuado a la situación: Stalin. Para los rusos de base, accede al rango de los santos que han poblado su imaginario religioso, con la diferencia de que bajo su responsabilidad es su vida terrestre la que ha cambiado. Y en la tormenta, en los períodos de conspiración y en la guerra, aparece inquebrantable en sus responsabilidades ante las masas que combaten a la pobreza y luego al enemigo. Pero a Stalin no le gusta este exceso. Y lo dirá repetidamente.. En cualquier caso, no participa en la organización del exceso. Su combate político por la separación de responsabilidades entre el Partido y el Estado las llevará hasta el final. Militará a favor de agrandar el buró político a un Presidium mucho más amplio, y por la supresión del puesto de Secretario general. Esto se realizará en el XIX Congreso. Pero todo ello se cuestiona al día siguiente de su fallecimiento por los supervivientes de la 5ª columna, con Kruchev a la cabeza.
Stalin era un «Yang Ming»3, u constructor, un organizador, un hombre de base. Lo que el ha construido y organizado es la mayor factoría que haya emprendido un hombre y en un lapso de tiempo tan corto: la URSS. Como Yang Ming no buscaba aparentar (como Trotski) ni poder: lo asumía en todo caso, y nada más. Simplemente estaba a la cabeza de un pueblo en marcha, de un inmenso territorio a explotar y defender de sus enemigos de clase. Y para los pueblos de la URSS, y después de la guerra también para los pueblos del mundo, encarnaba el porvenir, la esperanza de los «mañanas que cantan». En lo personal, subordina sus sentimientos al trabajo emprendido. No tiene amistades que resistan a la traición a la causa. Tiene camaradas más o menos próximos, pero son en su mayoría compañeros de combate. No se ele conoce ninguna historia femenina. Su primera esposa muere en 1907, dejándole un hijo. La segunda muere en 1932, dejándole un hijo y una hija. El mayor, Yakov, muere prisionero de los nazis. Vassili asciende los escalones del ejército del aire y será hecho prisionero tras la muerte de su padre. Svetlana acaba sus días en los Estados Unidos. No hay una auténtica vida de familia, pero tampoco ningún escándalo destacable. Un cuarto hijo, Artem, es un niño adoptado por Stalin a la muerte de su camarada Sergueev. Otro elemento marginal pero revelador de su capacidad de vivir «normalmente» cuando el combate se lo permite. Stalin solo aparece cuando es necesario.
Fui el niño que lloró a la muerte de Stalin como si fuera la de un amado abuelo. Fui el adolescente que hizo suyo el calificativo de «estalinista» como herencia familiar. Fui el joven que se unió al combate comunista en el contexto de los sucesos de Argelia. Fui el comunista que tuvo un ataque de fiebre al enterarse de la postura del PCF cuando la «primavera de Praga». Fui el que acabó por abandonar el partido cuando sus dirigentes renegaron de sus principios organizativos y de su programa. A menudo he dudado de mis análisis y posturas, cuando en mi ambiente era el único contra todos en defenderlos. La evolución de los acontecimientos me ha dado la razón en la mayoría de ocasiones.
Pero no he tenido miedo de mantener las posiciones y análisis que me parecían correctos. Y cuando te he encontrado hemos tenido numerosas conversaciones que me han afianzado en estas posiciones. Venías a mi casi de forma natural tras los hombres que me hicieron lo que soy: mi bisabuelo, desertor del ejército de Faidherbe en 1871cuando se quiso enviarles contra la Comuna de París, mi primer padrino, pacifista consecuente, condecorado con la cruz de guerra por haber salvado a un camarada en las trincheras en 1915 y que, de regreso al pueblo, cuelga la condecoración del cuello de su perro, lo que le valdrá un consejo de guerra; mi padrino efectivo que no superará el grado de especialista en la SNCF en tanto militante sindicalista sin concesiones, y luego mi padre y mi madre de los que te he hablado ampliamente al principio de esta letra. Cuando me he encontrado contigo en el PRCF4 habían fallecido todos y me has gratificado con un nuevo referente paternal, a los 60 años. Hemos hablado largamente de Stalin, claro, pero también de la historia del PCF, señalada desde el principio por su rechazo en aceptar la totalidad de las condiciones planteadas por la adhesión a la III Internacional, sirviendo esto de “silla plegable” en las organizaciones dirigentes. Hemos hablado de la entrevista de Maurice Thorez en el Times, que hacía presagiar la ulterior deriva de abandono de las posiciones revolucionarias. Hemos hablado de la necesidad de unidad de la clase obrera en un solo partido y un solo sindicato para llevar a cabo el combate de clase. Por lo que concierne a Stalin hemos terminado definiendo como línea de separación de la barricada el rechazo categórico y asumido de colaborar aunque sea mínimamente con la Doxa burguesa que reúne en sí todas las calumnias sobre el tema, incluyendo aquellas completamente rebatidas por los trabajos históricos mas recientes. Aceptar, aunque sea con la boca pequeña, que se pueda calumniar a Stalin nos parece el cebo visible del final de un compromiso.
Como tu y contigo, Ramón, tras haber avalado tantas historias estrafalarias por parte de los «nuestros», haber sido prohibido o relegado, sigo siendo fiel a Stalin por todo lo que el representó, todo lo que ha aportado, lo que su acción ha permitido al conjunto de la Humanidad.
Y el hombre envejecido que soy, que quiere permanecer fiel a sus compromisos y que encuentra, en la lectura y en el estudio, los argumentos que le confirman en estos compromisos, puede declarar sin ambages y sin rodeos explicativos que fui, soy y seré estalinista.
Doctor Claude-Émile TOURNË
4 Pôle de renaissance communiste en France
Fuentes:
http://euskalherriasozialista.blogspot.se/2015/12/porque-soy-he-sido-y-sere-estalinista.html