Marxismo y poder

Javier Vázquez Moreno

El poder es una relación dialéctica de imposición de la voluntad a otra persona con intereses antagónicos, mediante la coerción o el consentimiento y cooperación de la persona sometida a la voluntad del opresor. El poder es una relación dialéctica en tanto que en la relación entre el opresor y el oprimido siempre se halla de manera inherente la contradicción, esto es, los intereses antagónicos. El poder se ejerce por medio de la coerción, la violencia, si el dominado no acepta la decisión del opresor, pero el poder, no se basa en la violencia, por el contrario, intenta evitarla de cualquier modo, pues es un síntoma de la debilidad del propio poder, que recurre a esos medios para mantener esa imposición de la voluntad. El poder, cuanto más poderoso es, menos se percibe, es decir, cuando el poder actúa por medio de la ignorancia del sometido, que no es consciente de sus intereses, la mejor forma de eliminar la realización de alternativas a lo dominante, es la eliminación del conocimiento de dichas alternativas.

“No se elude el delito por miedo al castigo, sino por reconocimiento del orden jurídico´´. ByunG-Chul Hang, Sobre el poder.

El fenómeno fundamental del poder es la instrumentalización de la voluntad ajena para los propios fines. El poder, es un medio para un fin, para la realización de la voluntad de quien ejerce el poder, utilizando como medio para esto, por la existencia de voluntades antagónicas, contradictorias, la violencia o la ignorancia, pero siempre privándole al oprimido de realizar sus intereses, sean percibidos por éste o no; esto quiere decir lo siguiente: el poder es opresión, es enemigo de la libertad del oprimido. El consentimiento del oprimido con intereses antagónicos es opresión, opresión del conocimiento de éste de sus intereses, lo que Pablo Hasél definió brillantemente como dictadura de la estupidez, esa es la esencia del poder.

El poder es, pues, destructor y constructivo a la vez, destruye la realización de la voluntad del oprimido y construye, realiza, la voluntad del opresor, y, en esto último, el poder puede ser concebido como un proceso comunicativo, por el que una voluntad se realiza. Como proceso comunicativo de la voluntad, el pensamiento con la realidad material exterior, los signos, la semiótica del poder, es sumamente importante, las leyes, como expresión de castigo (violencia) del poder e intento de legitimidad (ignorancia) de éste, son una prueba de la importancia que tiene para el poder los signos y los significados que conllevan.

El poder posee un mecanismo estabilizador muy eficiente, el hábito, el conjunto de normas y comportamientos dominantes y socialmente aceptados que, mediante el acostumbramiento a éstos desde edades tempranas, se legitiman a sí mismos, concebidos como valores naturales no dependientes de ningún modo de producción determinado, de las relaciones de producción de éste, sino dependientes de la naturaleza humana atemporal. El hábito mantiene la ideología dominante debido a que el dominado se halla ante un mundo interpretado previamente, cuya interpretación no hace falta poner en cuestión, sino memorizar en las aulas en las que invierten muchos millones en que los alumnos no pongan en cuestión las verdades previamente establecidas. Por este mecanismo “los desfavorecidos socialmente actúan en función de los modelos de conducta que estabilizan justamente aquel orden dominante que ha conducido al perjuicio de ellos´´. Byung-Chul Hang, Sobre el poder.
El poder se mantiene también generando modelos de interpretación (ideologías) que explican el mundo legitimando el orden dominante, el poder de un determinado grupo.

De estos dos mecanismos de poder surge lo que Gramsci denominaba hegemonía cultural, fiel reflejo de los intereses de la clase dominante.

Dentro de la lucha por la hegemonía cultural, en la lucha ideológica, el nacionalismo tiene un papel esencial; la fragmentación debilita el poder, la homogenización de los dominados lo fortalece, por esto, el nacionalismo, es impulsado mediante símbolos y banderas (otra muestra más de la importancia de la semiótica para el poder), con la intención de la clase dominante de representar los intereses del conjunto de la nación contra el peligro extranjero (cosa que también genera cohesión) o en la construcción de la sociedad nacional.

La clase dominante se sirve de los propios dominados para reprimir a quienes, dentro de éstos, han tomado conciencia de sus intereses; éstos dominados, cuya ideología es la dominante (la ideología dominante es la ideología de la clase dominante), actúan en función de esta ideología que exige reprimir las ideología contrarias, identificándolas como algo peligroso para sí mismos y para el orden dominante, que ellos legitiman; esta represión, es la represión de la opinión pública, un medio fundamental para mantener la hegemonía cultural, la autoridad más estable y firme, que incluso reconoció como necesaria en la sociedad sin estado, el anarquista Kropotkin.

El poder que actúa por medio de la ideología dominante, es inherente a los procesos sociales y gracias a esta apariencia que otorga de libertad de decisión de los dominados se legitima a sí mismo.

Además, se estabiliza enormemente porque este poder, por la complejidad que implica, impide, si sólo se guía uno por las apariencias, saber de dónde emana, esto es, de las relaciones de producción de determinado modo de producción, y aquí está nuestra labor, en desenmascarar la naturaleza del poder, definirlo como lo que es, opresión, desvelar sus orígenes y explicar cómo destruir éste y crear un poder alternativo, el poder obrero.

También debemos explicar al proletariado que el poder siempre es opresivo, pero no es necesariamente maligno, tomemos el ejemplo de las relaciones sexuales o amorosas, ambos ejercen poder sobre el otro en forma de opresión de la libertad de realizar esas mismas acciones con otras personas, pero no por ello ese poder es maligno, sino todo lo contrario, ¿quién definiría el amor como algo maligno?, así, pues, lo mismo sucede con el poder obrero, que oprime el poder de la burguesía, no es un poder maligno, sino constructivo, y extraordinariamente beneficioso para la gran mayoría de la humanidad.

También hemos de explicar al proletariado, que el poder, cuando pierde el consentimiento que lo mantiene, se basa en la violencia como último recurso, y, que, frente al poder, como ya explicó Malcom X, sólo se le puede vencer con un poder superior.

El papel de la violencia de éste nuevo poder que surge y lucha contra el antiguo, puede fortalecer este poder, pero no se basa en la violencia, sino que esta es sólo un medio para aplastar al poder reaccionario.

El mutuo acuerdo a través de la lucha ideológica, que sienta las bases de la organización, la estrategia y la táctica son los medios para alcanzar el poder, son, además, aspectos imprescindibles de un partido marxista.

Este apoyo mutuo, basado en la existencia de intereses comunes, no se basa en el poder, por el contrario, al no existir intereses antagónicos, se prescinde de él, es innecesario y no existe en esta relación social.

Fuentes:

Marxismo y poder

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