Manuel Pérez Martínez
Aunque de una manera confusa, Fedoséiev reconocía con esas palabras la existencia bajo el comunismo de un proceso diferente que negará, no todo, pero sí muchas cosas que existen (existían) en el socialismo y otras que se “estructurarán en el futuro”. “¿Por ventura –pregunta a continuación– hay pocas facetas y elementos que han de ser objeto de negación, en la sociedad socialista?”. Y responde con esta exclamación:
«¡Cuántas supervivencias del pasado, de lo viejo y caduco aparecen todavía en el estilo de vida, en la conciencia y en la conducta de las personas, cuántos elementos se encuentran aún de innecesarios y nocivos que nos empujan hacia atrás!. El proceso de desarrollo no se detiene nunca –prosigue– pues también bajo el comunismo habrá algo nuevo y elementos caducos, de lo envejecido y sujeto a negación desde el punto de vista de la dialéctica, esto es indiscutible.»
Fedoséiev percibía en la realidad objetiva (en la contradicción en desarrollo de la sociedad soviética) que la categoría negación surge de nuevo (y se va fijando en la conciencia) como una necesidad histórica, que incluso irá más allá de los límites del socialismo, pero no alcanza a comprender que esta nueva negación es el resultado y la consecuencia lógica del agotamiento de una etapa de desarrollo del socialismo; una etapa ya superada, en la que la negación de la negación (la síntesis) ya jugó su papel, y que ahora, esa ley dialéctica, es a su vez negada.
Esto significa que nos encontramos en otro momento; es decir, en una etapa superior del mismo proceso de desarrollo, en el cual ya no se trata de “unir contrarios”, como se hacía antes (en el momento en que era “posible y necesaria” la “triplicidad”), sino que de lo que se trata, fundamentalmente, es de dividir, de separar lo nuevo de lo viejo; de romper con todo (o “casi” todo) lo viejo o ya caduco del propio sistema socialista, a fin de poder entrar ligeros, sin el viejo fardo a cuestas, mediante un nuevo salto cualitativo gradual, en la nueva era.
«Esto nos vuelve a mostrar la ‘cadena nodular’ y los cambios cualitativos graduales preparatorios de los grandes saltos o cambios cualitativos que delimitan las principales etapas del desarrollo histórico. Nos muestra también, particularmente en los periodos de cambios acelerados (que concentran gran cantidad de fuerzas y energías), el hecho general de la aparición de fenómenos nuevos que envejecen rápidamente (por ejemplo, la NEP) y que son reemplazados por otros más resistentes al cambio (de una calidad diferente), de tal modo que si anteriormente aquellos negaron lo viejo, ahora son ellos, a su vez, negados por los de mayor ‘calado’ o proyección histórica.
Pues bien, tal es la naturaleza de la negación que surge como resultado del desarrollo, sobre su propia base, del sistema comunista. Hay que subrayar que aquí nos encontramos con una negación de ‘nuevo tipo’, es decir, no antagónica respecto a la identidad comunista de la que forma parte, cuyo carácter es esencialmente distinto a las precedentes de las sociedades divididas en clases.»1
Este pasaje, que hemos extraído del texto que hemos citado ya varias veces, nos ayuda a situar lo que Fedoséiev dice respecto a esos elementos viejos o caducos del socialismo que están “sujetos a negación desde el punto de vista de la dialéctica”; lo cual significa que ya no forman parte de la “identidad comunista”… En realidad muchos de esos elementos nunca formaron “parte”, aunque hubieran sido “unidos” a la identidad comunista de la forma y en el momento que ya sabemos. Por este motivo ha llegado la hora en que han de ser negados, destruidos y, en otros casos, totalmente transformados. Otra cuestión es la forma en la que habrá que hacerlo.
No vamos a repetir aquí todo lo que hemos escrito y publicado acerca de esta cuestión. Bastará con recordar lo siguiente:
«Dado que, entre la primera y la segunda etapa del comunismo no existe ninguna diferencia esencial (las dos están fundadas en los mismos principios y persiguen los mismos objetivos), la nueva negación, que surge como resultado de la marcha ascendente del socialismo hacia su meta final (la sociedad sin clases y sin Estado), solo puede obrar a favor o en el sentido de esa marcha ascendente, suprimiendo todos los obstáculos que se interpongan en el camino y traten de impedirla. Por paradójico que pueda parecer, esta es su principal característica: en lugar de oponerse o negar el comunismo, lo refuerza.
Surgida como una necesidad histórica de su propio desarrollo y como parte integrante de su identidad esencial, la negación comunista se constituye en la nueva categoría dialéctica; es decir, en el polo o determinación contraria a todo lo viejo y atrasado procedente de las anteriores fases de desarrollo del propio sistema socialista. O dicho sea con otras palabras: la negación comunista viene a culminar la obra emprendida por la revolución proletaria, depurándola y dotándola de nuevos elementos, basándose en sus propias premisas.
(…)
En el capitalismo, la negación representa la lucha de lo nuevo contra lo viejo, activa la lucha de clases y el antagonismo que está desde el mismo origen del sistema y, finalmente, promueve la ruptura total, el salto y la transformación de la cantidad en calidad. En el comunismo, por el contrario, la negación actúa como catalizador de todo lo nuevo, bueno y bello que ha dado la humanidad y el mismo desarrollo de la revolución proletaria desde sus inicios. Y esto lo hace de forma que, al mismo tiempo que fortalece y completa la identidad comunista con nuevos elementos, arroja fuera de sí los elementos extraños y dañinos, incompatibles con la nueva humanidad, junto a todos los trastos viejos y ‘obsoletos’ que hayan sido superados por el desarrollo del nuevo sistema.»2
Fedoséiev explicaba en su obra que “la dialéctica del socialismo lo es de la superación de las contradicciones que se dan en esa unidad”, lo cual es muy cierto. O sea, que una vez más comprobamos que nuestro académico intuye la naturaleza dialéctica del nuevo proceso de desarrollo social, y se aferra a esa idea para dar otro pasito adelante: “Mas, cualquiera que sea la forma en la que se resuelvan las contradicciones –asegura– la lucha es inevitable”.
Por lo visto, Fedoséiev dejó por imposible el problema de la “forma”, pese a haber estado batallando en torno a él, y optó por la solución más sencilla; es decir, pura y simplemente por la lucha. Pero si la lucha es “inevitable”, incluso cuando se trata de “unir contrarios o destruir uno de ellos”, lo será aún más en el momento que se impone como una necesidad histórica para superar las contradicciones de la base y la superestructura, y otras muchas contradicciones y problemas, que genera el sistema socialista. Y la forma de resolverlas no puede ser otra que mediante un movimiento de masas de carácter comunista que promueva y lleve a cabo un nuevo salto cualitativo gradual.
Con este salto revolucionario se alcanzará ese otro “tercer momento”, al que se refiere Lenin, de “transformación en contrario” o de “aparente vuelta a lo viejo”, con el que se cumple (esta vez sí) la negación de la negación considerada en su aspecto histórico general.
Fedoséiev, felizmente, llegó a esa misma conclusión a su manera, lo cual no nos parece censurable en modo alguno:
«Baste decir que si en el sistema capitalista la lucha de las partes contrarias desemboca, como regla general, en la victoria de una de ellas y el aniquilamiento de la otra –a fin de cuentas, en la liquidación de la estructura dada– bajo el socialismo la superación de las contradicciones llevan a consolidar la unidad política y social de la colectividad.»
Esa “superación de las contradicciones” que “llevan a consolidar la unidad política y social de la colectividad”, solo será alcanzada (en la forma que hemos adelantado y aún hemos de explicar más en concreto), en la etapa superior del comunismo, y queremos creer que Fedoséiev apuntaba en ese sentido. Lo que no se explica es que un destacado miembro de la Academia de Ciencias de la URSS ignore los trabajos y las conclusiones que sobre esta importantísima materia salieron de la misma Academia en los primeros años de la década de los cincuenta del siglo pasado. Por este motivo nos parece que no está de más volver a recordarlos. Es cierto que dichas conclusiones académicas, como casi siempre sucede con lo que sale de ellas, están muy “contaminadas” del “espíritu de la época”, que impedía ir hasta el “fondo” dialéctico del problema. No obstante, si le añadimos las ideas y planteamientos defendidos tanto por A. Zhdánov como por Stalin, relacionadas con esta cuestión, tendremos un cuadro suficientemente claro que nos permitirá poner punto final a este debate.
1 – M.P.M. (Arenas): La negación de la negación. Revolución dentro de la revolución
2 – Ibídem
Fuentes: