Andre Vltchek
Cuando el príncipe heredero saudí declaro en una entrevista con el Washington Post que Occidente era de hecho quien impulsaba a su país a difundir el wahabismo por los cuatro rincones del mundo, hubo un largo silencio en casi todos los medios occidentales, pero también en países como Egipto e Indonesia.
Los que leyeron las declaraciones esperaban una severa reprimenda por parte de Ryad, pero ésta no tuvo lugar. El cielo no se hundió. La explosión no tocó ni al príncipe ni al Post. Todo lo que el príncipe heredero declaró no fue reflejado en las páginas del Washington Post, pero lo que allí figura bastaría para hacer caer regímenes enteros como el de Indonesia, el de Malasia o el de Brunei. O al menos seria suficiente en “circunstancias normales”, es decir, si la población de estos países no estuviera ya desesperadamente adoctrinada y programada, si sus dirigentes no aprobaran o toleraran la forma mas agresiva, chauvinista y ritualizada (por oposición a su forma intelectual o espiritual) de la religión.
Leyendo entre líneas, príncipe saudí ha sugerido que efectivamente es Occidente quien, en el curso de su “guerra ideológica” contra la Unión Soviética y otros países socialistas, escogió el Islam y su ala mas ultra-ortodoxa y radical, el wahabismo, como aliado para destruir casi todas las aspiraciones progresistas, antimperialistas e igualitarias en los países de mayoría musulmana. Como informaba RT el 28 de marzo de 2018:
“La difusión del wahabismo financiado por los saudíes comenzó cuando los países occidentales solicitaron a Ryad ayudarlos contra la Unión Soviética durante la guerra fría”, según declaró el príncipe heredero Mohammed bin Salman al Washington Post.
Bin Salman declaró que los aliados occidentales de Arabia saudita exhortaron al país a invertir en mezquitas y madrasas en el extranjero durante la guerra fría, con el fin de impedir la intrusión de la Unión Soviética en los países musulmanes…
La entrevista con el príncipe heredero se desarrolló inicialmente ‘off the record’. La embajada saudí sin embargo aceptó posteriormente que el Washington Post publicara partes específicas de la misma”.
Desde el principio de la propagación del wahabismo, un país tras otro se ha hundido, arruinado por la ignorancia, el celo fanático y el miedo, que ha impedido a la población de Estados como Indonesia después de 1965 o de Irak tras la invasión occidental regresar (a los tiempos anteriores a la invasión) y al mismo tiempo avanzar hacia algo que era tan natural en su cultura en un pasado no tan lejano, hacia el socialismo o al menos hacia una laicidad tolerante.
En realidad, el wahabismo no tiene mucho que ver con el Islam. O, mas exactamente, obstaculiza y desvía el desarrollo natural del Islam, su lucha por una organización igualitaria del mundo y el socialismo. Los británicos están en el origen del movimiento: ellos, y uno de los predicadores mas radicales, fundamentalistas y regresivos de todos los tiempos: Muhammad ibn Abd al-Wahhab.
La esencia de la alianza wahabo-británica y del dogma es extremadamente simple. Los jefes religiosos obligaban a un miedo terrible e irracional, y a la sumisión que de ello se desprende. Ninguna crítica a la religión es admitida; ningún cuestionamiento de su esencia y en particular de la interpretación conservadora y arcaica del Libro. Una vez condicionados de esta forma, la gente deja de poner en cuestión en primer lugar la opresión feudal, y después la opresión capitalista; de la misma forma han aceptado sin pestañear el pillaje de sus recursos naturales por lo s señores locales y extranjeros. Todas las tentativas de construir una sociedad socialista e igualitaria han sido combatidas, con brutalidad, “en nombre del Islam” o “en nombre de Dios”.
Como evidente resultado, los imperialistas occidentales y las “élites” locales serviles se llenan los bolsillos a expensas de millones de personas empobrecidas y engañadas, en los países controlados por los dogmas wahabitas y occidentales. Solamente un pequeño número de personas, en los países coloniales devastados, son conscientes de que el wahabismo no sirve ni a Dios ni al pueblo; apoyan los intereses y la codicia occidental. Es precisamente lo que sucede en Indonesia, pero también en muchos otros países conquistados por Occidente, como Irak y Afganistán. Si Siria cayera, este país históricamente laico y de orientación social se vería forzado a seguir el mismo espantoso camino. El pueblo es consciente, porque tienen preparación cultural, También ven lo que sucedió en Libia y en Irak, y no quieren en absoluto acabar como ellos. Occidente y sus lacayos han lanzado a sus combatientes terroristas contra el Estado sirio y su pueblo.
Pese a su hipócrita retórica laica, fabricada para consumo local pero no para sus colonias, Occidente glorifica o al menos rechaza criticar abiertamente a sus brutales retoños, una concepción que ha arruinado y consumido tanto el reino de Arabia Saudita como a Indonesia. De hecho, intentan convencer al mundo que estos dos países son “normales” y, en lo que respecta a Indonesia, “democrática” y “tolerante”. Al mismo tiempo han combatido de forma constante a todos los países laicos o relativamente laicos con mayoría musulmanas importantes, como Siria (hasta hora), pero también Afganistán, Irán (antes del golpe de Estado de 1953), Irak y Libia, antes de que fueran cuidadosa y brutalmente destruidos.
El estado en el que actualmente se encuentran Arabia Saudita, Indonesia y Afganistán es el resultado directo de las intervenciones occidentales y del adoctrinamiento. La inyección del dogma wahabita proporciona a este “proyecto” occidental un perfume musulmán, justificando los miles de millones inyectados en los “gastos de defensa” destinados a la “Guerra contra el terrorismo”, un concepto parecido a un estanque de pesca asiático, en donde se introducen los peces que luego serán pescados a cambio de un pago.
La obediencia o mas bien la sumisión es lo que por numerosas razones Occidente quiere de sus Estados “clientes” y de sus neocolonias. El reino saudita es un trofeo importante debido a su petróleo y su posición estratégica en la región. Los dirigentes saudíes hacen todo a fin de complacer s sus mentores en Londres y Washington, ejecutando la mas agresiva política exterior pro-occidental. Afganistán es algo “apreciado” por su situación geográfica que permitiría a Occidente intimidar e incluso invadir Irán y Pakistán, introduciendo a la vez movimientos musulmanes extremistas en China, en Rusia y en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Entre 1 y 3 millones de indonesios “tuvieron que ser” masacrados entre 1965 y 1966 a fin de colocar en el poder a una banda turbo-capitalista corrupta que pudiera garantizar que los recursos naturales en principio infinitos (aunque hoy en rápida disminución) pudieran fluir ininterrumpidamente y a menudo sin pagar impuestos hacia lugares como los Estados Unidos, Europa, Japón y Australia.
Francamente, no hay nada de “normal” en países como Indonesia y Arabia Saudita. De hecho harán falta décadas, pero mas seguramente generaciones enteras para que vuelvan al menos a una especie de modesta “normalidad”. Aunque ese proceso debiera empezar pronto, Occidente espera al fin, a que casi todos los recursos naturales de esos países hayan desaparecido.
Pero es proceso aún no ha comenzado. El principal motivo de la parálisis intelectual y la ausencia de resistencia es evidente: la gente en países como Arabia Saudita e Indonesia están condicionadas de tal manera que aún no son capaces de ver la realidad brutal que los rodea. Están adoctrinados y “pacificados”. Se les ha dicho que el socialismo es lo mismo que el ateísmo, y que el ateísmo es el mal, ilegal y “pecado”. Así el Islam se ve modificado por los demagogos occidentales y saudíes, y se le “envía” al combate contra el progreso y contra modificaciones en el mundo que supongan mas justicia e igualdad.
Esta versión de la religión defiende sin reservas el imperialismo occidental, el capitalismo salvaje así como el hundimiento intelectual y creativo de los países en los que ha sido introducido, incluyendo Indonesia. Ahí, a su vez, Occidente admite la corrupción generalizada, la escandalosa falta de servicios públicos o los genocidios y holocaustos cometidos en primer lugar contra los propios indonesios y luego contra la población de Timor oriental, y hoy contra papúes, hombres y mujeres sin defensa. No es solamente una tolerancia: Occidente participa directamente en estas masacres y en esas campañas de exterminio, porque participa en la difusión de las formas mas viles de terrorismo y de la difusión de los dogmas wahabitas en las cuatro esquinas del mundo. Todo ello mientras decenas de millones de adeptos al wahabismo llenan a diario las mezquitas, practicando rituales mecánicos sin reflexión profunda ni introspección.
El wahabismo funciona bien; pero para las empresas mineras y bancos con sedes en Londres y Nueva York. Funciona de maravilla para los dirigentes y las “élites” locales de los Estados “clientes”.
Ziauddin Sardar, eminente erudito musulmán que reside en Londres, no tiene ninguna duda respecto al hecho de que el “fundamentalismo musulmán” es, en gran medida, el resultado del imperialismo y el colonialismo occidental.
Me lo explicó en una conversación que mantuvimos hace muchos años: “De hecho, la confianza entre Occidente y el Islam se ha roto… Debemos entender que el colonialismo ha hecho mucho mas que hundir las naciones y las culturas musulmanas. Ha jugado un papel principal en la supresión y la final desaparición del conocimiento y del saber, del pensamiento y la creatividad de las culturas musulmanas.
“El contacto colonial comenzó apropiándose del conocimiento y del saber del Islam, que se convirtieron en la base del Renacimiento y de las Luces, y terminó con la erradicación de ese conocimiento y saber de las sociedades musulmanas y de la propia historia. La colonización se llevó a cabo mediante la eliminación física; destrucción y cierre de las instituciones de enseñanza, prohibición de ciertas formas de saber indígena, la muerte de pensadores y eruditos locales, y mediante la reescritura de la historia como la historia de la civilización occidental, en la que se integran las demás historias secundarias de otras civilizaciones.
“De golpe, las culturas musulmanas se ven separadas de su propia historia con números consecuencias graves. Por ejemplo, la supresión colonial de la ciencia islámica ha llevado a la exclusión de la cultura científica de la sociedad musulmana. Esto lleva a cabo introduciendo nuevos sistemas administrativos, jurídicos, educativos y económicos, todos ellos concebidos para instaura la dependencia, la obediencia y la sumisión respecto a las potencias coloniales. El declive de la ciencia y del saber islámicos es un aspecto de la decadencia y el deterioro de las sociedades musulmanas.
“El Islam se vio transformado, pasando de una cultura dinámica y de un modo de vida general a una simple retórica. La educación islámica se convierte en un callejón sin salida, una simple marcha a la marginalidad. Igualmente ha llevado a la reducción conceptual de la civilización musulmana. Quiero decir al respecto que los conceptos que han formado y dirigido las sociedades musulmanas se han disociados de la vida cotidiana de los musulmanes, llevando al tipo de estancamiento que encontramos en sus sociedades hoy. El neo-colonialismo occidental perpetúa este sistema”.
En Indonesia, tras el golpe de Estado militar de 1965 apoyado por Occidente que destruyó el Partido Comunista y llevó al poder un régimen pro capitalista y pro occidental extremista, las cosas se han deteriorado con una previsibilidad, una coherencia y una rapidez asombrosas. Mientras se decía que el dictador fascista Suharto, un implante occidental desde 1965, “desconfiaba del Islam”, en la práctica utilizó todas las grandes religiones con una gran precisión y un efecto fatal sobre su archipiélago. En el curso de su despotismo pro capitalista, todos los movimientos de izquierda y los “ismos” fueron prohibidos, y con ellos la mayoría de las formas progresistas de arte y de pensamiento. El idioma chino se convirtió en ilegal. Igualmente, el ateísmo se vio prohibido. Indonesia se convirtió rápidamente e uno de los países mas religiosos del planeta. Al menos un millón de personas, incluyendo a los miembros del Partido Comunista de Indonesia fueron brutalmente masacrados en uno de los genocidios más monstruosos del siglo XX.
La dictadura fascista del general Suharto jugó frecuentemente la carta islámica para sus fines políticos. En su libro “Los nuevos dueños del mundo” John Pilger describe lo siguiente: “A menudo los generales de Suharto utilizaron a grupos islamistas en los progroms de 1965-1966 atacaron a los comunistas y a cualquiera que encontraran en su camino. Se creó un estilo: cada vez que el ejército quería consolidar su autoridad política, empleaba a los islamistas para actos de violencia y de sabotaje, de manera que ese sectarismo pudiera justificar la inevitable ‘represión’ a manos del ejército”.
Un bonito ejemplo de cooperación entre la mortífera dictadura de derecha y el Islam radical. Tras la marcha de Suharto, la tendencia a una interpretación grotesca y fundamentalista de las religiones monoteístas continuó. Arabia Saudita y el wahabismo favorecido y apadrinado por Occidente empezaron a jugar un papel cada vez más importante. Exactamente igual que el cristianismo, a menudo predicado por antiguos exiliados de la extrema derecha procedentes de China comunista y sus retoños, principalmente en la villa de Surabaya, pero también en otros lugares.
Desde el país laico y progresista bajo el gobierno del presidente Sukarno, Indonesia se degradó progresivamente en un Estado wahabita y pentecostalista cristiano cada vez mas retrógrado y fanático.
Antes de haber sido obligado a dimitir de la presidencia de Indonesia en el curso de lo que muchos consideran un golpe de Estado constitucional, Abdurrahman Wahid, conocido en Indonesia bajo el sobrenombre de “Gus Dur”, un laico musulmán progresista y sin duda socialista, compartió conmigo parte de sus reflexiones:
“En nuestro días la mayoría de indonesios ni se interesan por Dios ni piensan en él. No hacen más que seguir rituales. Si descendiera del cielo y les dijera que su interpretación del Islam es falsa, continuarían siguiendo con esos rituales e ignorarían al Dios”.
“Gus Dur” ha sabido ver claramente las combinaciones de las élites militares y pro-occidentales. Me dijo, entre otras cosas, que el atentado de 2003 contra el hotel Marriot en Yakarta fue organizado por las fuerzas de seguridad indonesias e imputado luego a los islamistas, que de hecho no hacían mas que ejecutar las órdenes dadas por sus patones políticos del régimen militar pro-occidental, disfrazado hasta hoy de “democracia multipartidista”. En Indonesia, la obediencia extrema e incondicional a las religiones ha conducido a una aceptación ciega del un sistema capitalista, del imperialismo occidental y de su propaganda. La creatividad y el pluralismo intelectual han sido eliminados totalmente.
La cuarta nación mas poblada del planeta, Indonesia, no ostenta ningún científico, arquitecto, filósofo o artista de envergadura internacional. Su economía se alimenta exclusivamente del pillaje sin límites de los recursos naturales de vasta regiones del país, otrora vírgenes, como Sumatra o el Borneo indonesio Kalimantan), así como de la parte de Papuasia brutalmente ocupada. La amplitud de la destrucción del medio ambiente es monumental; es algo que intento actualmente captar en dos documentales y en un libro.
La conciencia del estado de cosas, incluso entre las víctimas, es mínima o legítimamente inexistente. En un país despojado de sus riquezas, de su identidad, de su cultura y de su porvenir, las religiones juegan hoy el papel más importante. No queda simplemente nada más para la mayoría. El nihilismo, el cinismo, la corrupción y la violencia reinan sin encontrar oposición. En ciudades sin teatros, sin galerías o cines de arte y ensayo, y también sin transportes ni incluso aceras, en los monstruosos centros urbanos abandonados a los “mercados” con escasez de verde o de parques públicos, las religiones llenan el vacío. Siendo en sí mismas retrógradas, favorables al mercado y codiciosas, los resultados son fácilmente previsibles.
En la ciudad de Surabaya, durante las tomas para mi film documental realizado para la cadena de televisión sudamericana TeleSur (“Surabaya, devorada viva por el capitalismo”) me topé con una enorme concentración cristiana protestante en un centro comercial, en donde millares de personas en un trance total, gritaban y dejaban los ojos en blanco. Una predicadora gritaba al micrófono:
“¡Dios ama a los ricos porque son ricos! ¡Dios detesta a los pobres, porque son pobres!”
Difícilmente podrían Von Hayek, Friedmann, Rockefeller, Al-Wahab y Lloyd George definir sus “ideales” de una forma mas precisa.
¿Qué dijo exactamente el príncipe saudí durante su memorable y revolucionaria entrevista con el “Washington Post”?, ¿y por qué ello es tan pertinente en lugares como Indonesia? Dijo en esencia que Occidente pidió a los saudíes convertir a los Estados “clientes” en entes cada vez mas religiosos, construyendo madrasas y mezquitas. Igualmente añadió: “Creo que el Islam es razonable, que el Islam es sencillo, y que la gente está desviándolo”. ¿La gente?, ¿los propios saudíes?, ¿los clérigos en lugares como Indonesia?, ¿los dirigentes occidentales? En Teherán, discutiendo de este problema con numerosos dirigentes religiosos a menudo se me decía que “Occidente ha conseguido crear una religión nueva y extraña, y después la ha inyectado en diversos países. Lo llama ‘Islam’, pero no lo reconocemos. No es el Islam, en absoluto”.
En Indonesia, el pasado mes de mayo, miembros de grupos terroristas fuera de la ley han provocado disturbios en una cárcel, tomado rehenes y luego han asesinado brutalmente a los guardianes. Tras el aplastamiento de la rebelión, numerosas explosiones han sacudido a el este de Java, incendiándose iglesias y puestos de policía. Hubo muertos. Los homicidas emplearon a los miembros de sus familias, incluso niños, para perpetrar los atentados. Los responsables se inspiraban en los combatientes indonesios llevados a Siria, terroristas y asesinos que fueron apresados y devueltos por Damasco. Muchos terroristas indonesios, ex combatientes en Siria, están ahora en su propio país, inflamando e “inspirando” a sus compatriotas. La misma situación que en el pasado; los cuadros yihadistas indonesios que combatían al gobierno pro-soviético en Afganistán volvieron mas tarde, matando a millares de personas en Poso, en Ambon y en otros lugares de Indonesia.
Los extremistas indonesios se están haciendo célebres en todo el mundo, luchando las guerras de Occidente como legionarios, en Afganistán, en Siria, en Filipinas… Su influencia en el país crece también. Hoy es imposible mencionar en público una reforma social o, Dios nos libre, socialista. Las concentraciones son disueltas, los participantes golpeados, e incluso los representantes populares, los diputados, son intimidados, acusados de ser “comunistas” en un país en el que el comunismo está prohibido por el régimen.
El muy popular gobernador progresista de Yakarta, Ahok, perdió las elecciones y le llevaron ante la justicia ordinaria. Algo claramente “no islámico” al menos desde el punto de vista del wahabismo y de los regímenes occidentales. El Islam radical indonesio hoy es temido. Es incontestado. Gana terreno, porque apenas nadie se atreve a criticarlo abiertamente. Pronto sumergirá toda la sociedad y la asfixiará.
En occidente, lo políticamente correcto da juego. La última descortesía es criticar la forma del “Islam” indonesio, o saudí, por “respeto” a las gentes y su “cultura”. En realidad, no se protege a los saudíes o a los indonesios; se protege a occidente y a sus políticas imperialistas, políticas y manipulaciones utilizadas a la vez contra los pueblos y contra la misma esencia de la religión musulmana.
Mientras que el dogma wahabita-occidental se hace cada vez mas poderoso, lo que queda de los bosques indonesios arde. El país se ve literalmente saqueado por las grandes multinacionales y por las élites locales corruptas. Las religiones, el régimen fascista indonesio y el imperialismo occidental avanzan del brazo, pero ¿hacia donde? Muy probablemente, hacia el hundimiento total del Estado indonesio, hacia la miseria que pronto vendrá, cuando todo haya sido explotado y extraído. Igual que cuando el wahabismo marchaba de la mano con los imperialistas y los saqueadores británicos. Salvo que los saudíes descubrieron sus inmensos campos de petróleo, grandes cantidades de petróleo para atender a sus necesidades (o al menos a las de las élites y de las clases medias, ya que los pobres siguen viviendo en la miseria) y su bizarra interpretación del Islam, inspirada y apoyada por los británicos. Indonesia y otros países víctimas de ese dogma no tendrán tanta suerte.
Es magnífico que el príncipe heredero Mohamed bin Salman haya hablado públicamente y clarificado la situación. ¿Pero quien escuchará? Para los indonesios sus declaraciones llegan demasiado tarde. Para entender lo que ha dicho sería necesario al menos un conocimiento básico de la historia local y mundial, y al menos una cierta capacidad de pensar con lógica. Todo ello está tristemente ausente en los países aplastados por el abrazo destructor del imperialismo. El antiguo presidente de Indonesia, Abderramán Wahid, tenía razón: “Si Dios llegara y hablara….la gente no le seguiría…”.
Indonesia continuará con el wahabismo y con el dogma capitalista, y con los imperialistas occidentales que han “organizado todo”. Lo harán en los próximos años, sintiéndose virtuosos, sonando viejos aires norteamericanos para amueblar el silencio, para no pensar y para no cuestionar lo que sucede en torno a ellos. No habrá dudas. No habrá cambio, ningún despertar ni revolución.
Hasta que el último árbol caiga, y que el último río se envenene, hasta que no quede nada, será la sumisión total, absoluta: hasta que todo esté quemado, negro y gris. Tal vez entonces, algunos pequeños gestos de levantamiento y de resistencia comiencen a crecer.
Fuentes: