El vampirismo capitalista

Eva Lagunero

Si la fuerza de trabajo es la mercancía que la clase trabajadora vendemos al capitalista para poder sobrevivir, ahora los más pobres se ven precisados a vender partes de su cuerpoórganos, leche materna, óvulos, esperma y sangre– o incluso el organismo entero -en el caso de las madres de alquiler- para salir, aunque sea momentáneamente, de la miseria.

En la mayoría de países donar sangre se considera un acto de solidaridad o un deber cívico. En Estados Unidos, ese faro de la “libertad” y la “democracia”, se ha convertido en un gran negocio. En una sociedad donde en torno a 130 millones de ciudadanos admiten no poder cubrir las necesidades básicas, vender sangre es uno de los pocos recursos que les quedan.

El negocio de la sangre humana en Estados Unidos

Desde 2005, el número de centros de recogida de sangre ha crecido más del doble. El líquido rojo supone ya más del 2 por ciento del total de las exportaciones del país. Para ponerlo en contexto, el valor de la sangre de los estadounidenses sobrepasa el de las exportaciones de maíz o soja.

Estados Unidos suministra un 70 por ciento del plasma mundial, sobre todo porque en la mayoría de otros países su compra-venta está prohibida por motivos médicos o éticos. Entre 2016 y 2017, la exportación de sangre se incrementó más del 13 por ciento, hasta alcanzar los 28.600 millones de dólares, y se espera que “crezca radiantemente” según informe de una de las empresas del sector.

La mayor parte de la sangre va a los países ricos de Europa. Alemania, por ejemplo, compra el 15 por ciento de toda la sangre que exporta EE.UU. China y Japón son también importantes clientes. Sólo unas pocas pero enormes empresas, como Grifols y CSL, dominan hoy el mercado de sangre estadounidense.

Chupar la sangre de los pobres

Para generar beneficios de tales proporciones, las empresas vampíricas se surten de los más pobres y desesperados del país, que no son pocos. El estudio $2 a Day: Living on Almost Nothing in America (2$ al Día: Vivir con Casi Nada en Estados Unidos), realizado por profesores de las Universidades de Princeton y Michigan, demuestra que la mayoría de quienes “donan” en Cleveland generan con ello más de un tercio de su ingreso.

Casi la mitad de los estadounidenses están en bancarrota, el 58 por ciento viven al día, con ahorros inferiores a los 1000 dólares. Unos 37 millones se van a la cama sin cenar, incluida una sexta parte de los neoyorkinos y casi la mitad de los residentes del Bronx. Más de medio millón duermen algunas noches en la calle, y muchos millones más lo hacen en vehículos o gracias a la hospitalidad de amigos o familiares. Este contexto aporta un gran vivero de víctimas a los vampiros capitalistas.

El medio MintPress News entrevistó a un grupo de donantes regulares. Algunos no quisieron ser identificados, pero ninguno se engaña acerca del sistema en que viven y cómo se les explota. Andrew Watkins, que vendió su sangre en Pittsburgh durante 18 meses, declaró lo siguiente:

La gente que aparece son una mezcla de discapacitados, trabajadores pobres, sin techo, madres y padres solteros y estudiantes universitarios. Con la excepción de estos últimos, que quieren el dinero para bebida, este es probablemente el ingreso más fácil y seguro que tienen. En el trabajo pueden despedirte en cualquier momento, si estás en este nivel social, pero siempre tienes sangre. Y vender sangre no cuenta como trabajo o ingreso cuando solicitas ayudas por discapacidad, bonos de comida o desempleo, de modo que es una fuente de dinero para mucha gente que no tiene absolutamente nada”.

Keita Currier de Washington D.C. explicó que ella y su marido no tuvieron más opción durante años que continuar visitando las clínicas de Maryland, pero se quejaba de los métodos de pago:

Son depredadores, el precio que fijan por tu plasma es a capricho. Por ejemplo, un sitio donde doné las primeras cinco veces te pagaba 75 dólares, después te dan 20, 30, 50, 25. Al azar, no importa, pero saben que estás desesperada y, si no donas por 30 dólares, no recibes 50 la vez siguiente. Al parecer, el plasma vale cientos, así que no es extraño que te crujan”.

Las consecuencias para la salud

Los estadounidenses desesperados pueden donar dos veces por semana (104 al año). Pero perder tanto plasma puede tener graves consecuencias para la salud. En torno al 70 por ciento de donantes las padecen. Su sangre tiene un nivel bajo de proteína, lo que les pone en riesgo de infecciones y desórdenes hepáticos y renales. Muchos regulares sufren de fatiga casi permanente y están al borde de la anemia. Todo por una media de 30 dólares por visita.

El proceso de la donación no es placentero. Keita Currier explicaba que ella tiembla sólo de pensarlo. Al cabo de donaciones constantes, “te aparecen terribles cardenales (…) a veces no te encuentran la vena o meten mal la aguja y la tienen que ajustar bajo la piel”. Su marido tuvo que dejar de donar por un tiempo porque sus jefes creyeron que era heroinómano por las marcas que tenía en el brazo.

Pero quizás lo peor de todo, según los entrevistados, es lo deshumanizador del proceso. Se les pesa primero para ver si tienen el peso adecuado. La gente obesa vale más para estas empresas vampíricas, ya que pueden extraerles más plasma en cada sesión (pagándoles lo mismo):

Te transforman en un producto, en sentido literal”, explicaba Watkins: “Es muy explotador y un síntoma de hasta dónde puede llegar el capitalismo”.

Se trata, en muchos casos, de centros enormes, con múltiples filas de docenas de máquinas funcionando para aplacar el apetito insaciable de la empresa. Y no hay, según Watkins, escasez de víctimas humanas deseosas de ser tratadas como animales en granjas a cambio de unos pocos dólares: “Es una cadena de montaje para extraer líquido dorado de minas humanas”.

Este tipo de explotación se realiza también en la frontera con México, país que tiene prohibido este comercio. Todas las semanas, miles de mexicanos entran en EE.UU con visas temporales para vender su sangre en los 43 centros de donación situados a lo largo de la frontera.

Sangre joven para millonarios decrépitos

Las grandes farmacéuticas están particularmente interesadas en la sangre de los jóvenes. Una campaña publicitaria de Grifols iba dirigida específicamente a estudiantes de clase trabajadora: “¿Necesitas libros? No te preocupes. Dona Plasma”. La sangre de quinceañeros está muy demandada, sobre todo en Silicon Valley, donde las tecnologías anti-edad son la última moda.

Una de estas empresas, Ambrosia, cobra 8.000 dólares por inyectar sangre joven a los ejecutivos de más edad de las tecnológicas. A pesar de que no hay evidencia clínica de que esta práctica tenga efectos beneficiosos, el negocio prospera.

Uno de los clientes asiduos es el co-fundador de PayPal, Peter Thiel, que se gasta vastas sumas de dinero en financiar empresas anti-edad. Thiel sostiene que hemos sido engañados por “la ideología de la inevitabilidad de la muerte de cada ser” y cree que su propia inmortalidad puede estar a la vuelta de la esquina.

El nuevo y floreciente mercado de sangre humana es la encarnación de la distopia en que se ha convertido el capitalismo en Estados Unidos. El proceso deshumanizante de chupar la sangre de los pobres para financiar los sueños quijotescos de inmortalidad de los super-ricos convierte a los primeros en muertos vivientes y a los últimos en vampiros: un verdadero horror story estadounidense merecedor de la pluma de un Stephen King o un H. P. Lovecraft.

Posdata: Esta es la “libertad” que pregonan todas las fundaciones ultra-liberales que llevan la palabra de marras en sus nombres. Este el capitalismo, amigo. Y es lo que nos espera si no nos organizamos para una lucha de o ellos o nosotros.

Fuentes:

http://canarias-semanal.org/art/26405/el-vampirismo-capitalista

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