El «pacto secreto de burócratas» que acabó con la existencia de la Unión Soviética

Jorge Marín

Por primera vez en estos últimos 30 años, una publicación semioficial rusa ha revelado criticamente algunos resquicios – sólo algunos, y no los más importantes – de la conspiración de burócratas adscritos del aparato del Estado, cuyas maniobras politicas dieron lugar a la desaparición de la Unión Soviética. Que sólo transcurridas nada menos que tres décadas después de aquella catástrofe social y política sean abordados por una medio subvencionado por el Gobierno ruso podrá resultar extraño, pero viene a coincidir con la caída en picado en la sociedad rusa de la popularidad del presidente Vladimir Putin, un político que en el curso de los últimos años ha tratado de recuperar los aspectos más formales de la antigua URSS, pero que mantiene intactas las estructuras capitalistas que un día lo colocaron en el puesto que hoy ocupa.

Según la publicación digital multilingüe rusa RT, el 8 de diciembre del año 1991, sin que los participantes en la conspiración destinada a destruir la integridad de la Unión Soviética como país y como estructura política, tuvieran en cuenta la aplastante opinión mayoritaria expresada meses antes en las urnas a favor de la conservación de la URSS y del socialismo, suscribieron entre ellos un pacto en la localidad bielorrusa de Belavezha por el que el grupo de burócratas rubricantes del acuerdo se comprometían a participar, desde los importantes cargos que ocupaban en el aparato del Estado, en la desintegración de la Unión Soviética

En su reportaje sobre aquel acontecimiento histórico, RT escribe:
«Hace 30 años, la Unión Soviética fue ‘condenada a muerte’ en la reserva natural bielorrusa de Belavézhskaya Pushcha, cerca de la frontera con Polonia. Considerado el último refugio del bisonte europeo, aquel escondite boscoso fue el lugar escogido por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, tres de las repúblicas que conformaban la URSS, para firmar a espaldas del presidente soviético de entonces, Mijaíl Gorbachov, el «Tratado de Belavezha», que ratificaba su independencia y desmontaba formalmente la Unión fundada por Lenin en 1922.

Aquel 8 de diciembre de 1991, diecisiete días antes de que la bandera roja de la hoz y el martillo fuera arriada definitivamente del Kremlin, los presidentes de las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Borís Yeltsin, Ucrania, Leonid Kravchuk, y Bielorrusia, Stanislav Shushkévich, se reunieron en aquel bosque situado en los confines occidentales de la Unión Soviética, para firmar el certificado de defunción del primer Estado socialista de la historia.

«Con motivo de aquella efeméride, los antiguos dirigentes de las repúblicas ex soviéticas que urdieron aquel golpe de Estado manifestaron a una cadena de televisión rusa que

«la desintegración de la URSS fue resultado de una acción predeterminada, pero también de una serie de circunstancias que lo hacían inevitable.

«Así, Leonid Kravchuk -entonces presidente de Ucrania– cuestiona la percepción negativa de la ruptura que supuso aquel cambio.

«Cuando habíamos firmado el tratado de Belavezha, el presidente Borís Yeltsin llegó a Moscú», recuerda el ex presidente ucraniano, que regresó a su vez sin contratiempos a Kiev. «¿Por qué absolutamente nadie se rebeló contra ese golpe si lo consideramos un golpe?», se pregunta cínicamente Kravchuk.

«No ocurrió nada de eso y, por lo tanto, las personas estaban preparadas para ello. Había que romper el sistema», confiesa Leonid Kravchuk

Por su parte, el ex presidente bielorruso, Stanislav Shushkévich, sigue mostrándose orgulloso de haber participado en la firma del Tratado de Belavezha.

«Dividir un imperio – dijo – sin derramar una gota de sangre es, en general, un logro fabuloso», dijo el ex burócrata.

Y prosigue RT,

«el acuerdo se firmó a espaldas de Gorbachov -que fue informado por Shushkévich un día después con una llamada telefónica-, y sin contar con la mayoría de la población de la URSS, pues en marzo de aquel mismo año el 76,4 % de los soviéticos se había pronunciado en referéndum a favor de conservar la Unión.

El acuerdo, que dejaba a la URSS sin sus tres repúblicas eslavas fundadoras, dio origen a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), a la que se unirían días después, el 21 de diciembre, otras ocho repúblicas (Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán).

En opinión de algunos investigadores, la elección de un lugar tan aislado para la firma, en la región bielorrusa de Brest, cerca de la frontera occidental de la URSS, limítrofe con Polonia, se debía al riesgo de que Gorbachov pudiera ordenar el arresto de Yeltsin y del resto de firmantes una vez trascendiera la noticia del acuerdo.

El historiador y periodista catalan Rafael Poch-de-Feliu, testigo de la desintegración de la URSS, conjetura en su libro ‘La gran transición’ que la «escena digna de Shakespeare» que protagonizaron aquellos tres mandatarios,

«tres herederos» deseosos de repartirse la herencia de la URSS «su anciana y enferma madre»—, requería del «aislamiento y penumbra» que les procuraba aquel retiro en el bosque.

El paso dado por Yeltsin, Kravchuk y Sushkévich continúa siendo motivo de intensas polémicas. ¿Estaba legitimada su decisión por la Constitución soviética? se pregunta inocentemente esta publicación rusa.

«El destino del Estado multinacional no puede ser determinado por la voluntad de los líderes de tres repúblicas», argumenta el propio Gorbachov en su libro ‘Reflexiones sobre el pasado y el futuro’ (1999).

Los firmantes del «Tratado de Belavezha» justificaron entonces el paso dado por la profunda crisis económica y política que vivía el país, las tensiones sociales, así como por el fracaso de las negociaciones para preparar un nuevo Acuerdo de la Unión.

En 1991, el engranaje económico del país se resentía gravemente, en medio de huelgas y desabastecimiento en las tiendas, mientras Moscú se veía incapaz de lidiar con las fuertes tensiones territoriales.

Una vez desintegrada la URSS, el último mandatario soviético se quedaba sin país que gobernar y dimitió el 25 de diciembre de 1991, poco antes de que la bandera roja se deslizara por el mástil intramuros del Kremlin, pistoletazo de salida de una década caótica marcada por la traumática transición al capitalismo, el auge de los oligarcas y una profunda crisis social que ahogó a quienes no pudieron adaptarse a las nuevas e implacables reglas del mercado», concluye RT.

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/31746/el-pacto-secreto-de-burocratas-que-acabo-con-la-existencia-de-la-union-sovietica

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