Pedro Fedoséiev
El marxismo-leninismo elaboró con sólidos fundamentos la única concepción científica del desarrollo de la sociedad como proceso histórico-natural. Los idealistas contraponen el desenvolvimiento de la sociedad a dicho proceso. Arguyen que el hombre, a diferencia de los fenómenos de la naturaleza, se señala fines conscientes guiándose por ciertos ideales. El marxismo demostró que los cambios de la sociedad están subordinados a leyes y que éstas no dependen de la voluntad, de la conciencia ni de los ideales del hombre, sino que, al contrario, determinan sus intenciones y su conducta.
Al mismo tiempo, el marxismo rechaza categóricamente la interpretación biologista de los fenómenos sociales. Los sociólogos burgueses como Spencer han identificado la vida de la sociedad con la vida de los organismos, y transfieren mecánicamente las leyes biológicas al desarrollo de la vida social.
Los filósofos revisionistas utilizaron los conceptos energéticos y biológicos para velar las contradicciones sociales. Poniendo al descubierto esos amaños, Lenin escribió: «No hay nada más fácil que .aplicar un rótulo «energético» o «biológico-sociológico» a unos fenómenos tales como la crisis, las revoluciones, la lucha de clases, &c., pero tampoco hay nada más estéril, más escolástico y más muerto que dicha ocupación»{38}.
El marxismo no niega la posibilidad de que se utilice una terminología común a la ciencia social y a las ciencias naturales, ni [53] de que a veces se recurra a la analogía, mas exige que se vea la peculiaridad cualitativa y el contenido histórico concreto de los fenómenos sociales.
Frente a la sociología burguesa que trata de la sociedad en general, el marxismo ha presentado, aduciendo sólidos argumentos, el concepto de formación económico-social como organismo social históricamente determinado. Aclarando el valor del método dialéctico para el conocimiento de la vida social, Lenin dijo: «Marx y Engels llamaron método dialéctico –en oposición al metafísico– precisamente al método científico en sociología, el cual consiste en considerar la sociedad como un organismo vivo en constante desarrollo (y no como algo mecánicamente encadenado, susceptible, por ende, de toda clase de combinaciones arbitrarias entre los diversos elementos sociales), para el estudio del cual es indispensable analizar objetivamente las relaciones de producción que constituyen la formación social dada, investigar las leyes del funcionamiento y desarrollo de la misma»{39}.
El desarrollo de la sociedad no depende de los deseos e ideales del hombre, sino que se halla determinado por la conexión recíproca, sujeta a ley, de los fenómenos. En la vida social, dicha conexión está formada, ante todo, por las relaciones que surgen entre las personas en el proceso de la producción, o sea: por las relaciones de producción. En el proceso de la producción se establecen relaciones sociales objetivas, que no dependen de la voluntad de los individuos. Por consiguiente, la producción material sirve de base a las relaciones entre las personas, condiciona los fenómenos sociales.
Lenin demostró que la concepción marxista de las leyes del desarrollo de la sociedad se funda en la delimitación de las relaciones de producción, de la estructura económica, como base de todas las relaciones sociales. El explicar todos los fenómenos sociales por el sistema de relaciones de producción existente en un momento dado, y éstas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, proporcionó un firme punto de apoyo para comprender el cambio y la sucesión de las formaciones sociales como un proceso histórico-natural.
Al poner de relieve la trascendencia de la teoría marxista del devenir social, subrayó Lenin que dicha teoría en primer lugar había elaborado el concepto de formación económico-social viendo cada sistema de relaciones de producción. como organismo social peculiar, que tiene sus propias leyes de nacimiento, funcionamiento y transición a una forma superior, de transformación en otro organismo social; y que, en segundo lugar, había generalizado las actuaciones de los individuos en el marco de cada una de tales formaciones económico-sociales, reduciendo esas [54] actuaciones individuales. a la acción de las clases, cuya lucha ha sido determinada por el desarrollo de la sociedad.
El concepto de «formación social» designa un conjunto de relaciones de producción históricamente determinadas, mas con esto no se agota. Dicho concepto refleja la vida de la sociedad tomada en su conjunto en un determinado estadio del devenir histórico, es decir, refleja toda la estructura social, desde la base hasta la superestructura.
El materialismo hizo posible aplicar a las ciencias sociales el criterio objetivo de ley, válido para todas las ciencias. Gracias a la distinción de las formaciones económico-sociales se logró ver que el cambio de los regímenes sociales es un proceso que se repite y obedece a unas mismas leyes en los diferentes países.
Para difundir la concepción materialista de que el desarrollo de la sociedad es como un proceso histórico-natural, sujeto a ley, no bastaba generalizar los fenómenos económicos en un concepto básico, el de formación social; se requería, además, descubrir los fundamentos generales de la conducta y de la actividad de los individuos. Ello se logró mediante la interpretación marxista de las clases y de su lucha.
El marxismo vio que la sociedad no es una suma de individuos, sino un conjunto de relaciones sociales que se forman, según determinadas leyes, en el proceso de la producción. En un estadio determinado de la sociedad, lo que caracteriza a dichas relaciones, es que la sociedad se divide en clases que luchan entre sí. Los acontecimientos históricos no son un resultado de actos arbitrarios de la gente, sino de condiciones materiales que se desarrollan en consonancia con ciertas leyes y que determinan la conducta del hombre. Los individuos se encuentran en unas determinadas condiciones de vida material concretas que les han precedido y se ven obligados a actuar en consonancia con tales condiciones, subordinándose a la necesidad histórica.
De esta suerte, el marxismo elevó la sociología a la categoría de ciencia, pues hizo posible explicar los hechos de la vida social mediante leyes generales, objetivas, como había sucedido ya en las ciencias naturales respecto al mundo físico.
Los ideólogos de la burguesía procuran por todos los medios minar la doctrina marxista-leninista sobre las leyes del desarrollo y cambio de las formaciones sociales. El objetivo de todas sus «búsquedas teóricas» consiste en demostrar la perdurabilidad del capitalismo, la imposibilidad de que otro régimen social lo sustituya. Para conseguirlo, falsifican la historia, afirman que el capitalismo existió ya en el mundo grecorromano y en la Edad Media, y que la historia no registra cambio alguno de formaciones sociales.
Los socialistas de derecha, lacayos de la burguesía, difuminan las particularidades y facetas cualitativas de las formaciones políticas con el propósito de hacer pasar, furtivamente, su teoría [55] de la transformación pacífica del capitalismo en socialismo, y de apartar a los obreros de la lucha de clases. La idea materialista de las leyes del desarrollo social y del cambio de las formaciones sociales, proporcionó una sólida base a la teoría de la revolución. El marxismo demostró que el paso de una formación económico-social a otra no se realiza en virtud de un cambio evolutivo, sino mediante la lucha de clases, mediante la modificación revolucionaria de la sociedad.
En Rusia, los enemigos del marxismo, los populistas «liberales» negaban la posibilidad de. que el capitalismo se extendiera en su país; afirmaban que Rusia seguiría un camino propio, genuino. No comprendían que las leyes económicas tienen un carácter obligatorio general, no admitían que hubiera rasgos comunes en la vida económica de distintos países situados en una misma base histórica de desarrollo, hacían cábalas sobre la exclusividad de los destinos históricos de Rusia, propagaban planes subjetivistas de reestructuración social.
En oposición a los populistas, los marxistas demostraban que Rusia ya había entrado en la senda del capitalismo y que las leyes de este régimen, que se habían revelado ya en los países burgueses, del Occidente, también poseían obligatoria validez para nuestro país. La historia confirmó la opinión de los marxistas y arrumbó las fantasías populistas acerca de los destinos históricos especiales y exclusivos de Rusia. En su avance, el capitalismo provocó en este país las mismas contradicciones sociales que en Occidente, situó en la escena histórica a la clase obrera como fuerza capital y rectora de la transformación socialista de la sociedad.
Los ideólogos burgueses y socialistas de derecha niegan que la Revolución Socialista de Octubre sea un acontecimiento que, por su carácter, responda a ninguna ley, discuten el valor internacional de su experiencia, no admiten que alguno de los rasgos esenciales de esa revolución pueda repetirse en otros países. Han repetido y siguen repitiendo que la Revolución de Octubre es un fenómeno casual y puramente ruso, exento de toda relación con las tendencias y perspectivas generales de la época actual de la historia del mundo.
Lenin, al poner en evidencia esos subterfugios de los enemigos del comunismo, demostró de manera irrefutable que la Revolución de Octubre es una revolución internacional, que trasciende al mundo entero, y que señala un viraje radical en la trayectoria de la humanidad. En múltiples ocasiones señaló la inevitabilidad histórica de la reiteración, a escala internacional, de lo que había sucedido en nuestro país: «…El modelo ruso muestra a todos los países algo, y muy esencial, de su inevitable futuro, no lejano»{40}. [56]
La Revolución de Octubre proporcionó a la clase obrera del mundo una grandiosa experiencia revolucionaria, fue el modelo clásico de la lucha triunfante por la reestructuración socialista de la sociedad. La subsiguiente victoria de la vía socialista de desarrollo en varios países del mundo demostró prácticamente el carácter universal de la ley de la revolución socialista. La experiencia acumulada en los otros países socialistas, ha enriquecido sensiblemente el tesoro del marxismo-leninismo. El arsenal de formas y medios de edificación socialista se ha hecho todavía más rico y más variado.
Los clásicos del marxismo-leninismo aplicaron consecuentemente la concepción de la vida de la sociedad como proceso histórico-natural al desarrollo de la formación comunista. En la historia de las ideas sociales no se había dado aún ningún ejemplo de previsión científica del futuro desarrollo de la sociedad como el que dio el marxismo-leninismo respecto a las dos fases del comunismo.
Los socialistas utópicos discutían acerca de lo que era mejor: el socialismo o el comunismo. Aplicadas las ideas del desarrollo al futuro de la humanidad, el marxismo-leninismo estableció que socialismo y comunismo son dos estadios de una formación social. Descubriendo la dialéctica en el desarrollo de la formación social comunista, Lenin escribió: «Marx denominó fase «primera» o inferior de la sociedad comunista a lo que comúnmente se llama socialismo. Comoquiera que la propiedad común se convierte en medio de producción, la palabra «comunismo» también es aplicable a esa sociedad si no se olvida que no se trata del comunismo completo. La gran trascendencia de las explicaciones de Marx estriba en que también en este caso aplicó de manera consecuente la dialéctica materialista, la doctrina del desarrollo, viendo el comunismo como algo que surge dei capitalismo. En vez de definiciones escolásticamente inventadas y «compuestas», en vez de estériles discusiones sobre las palabras (qué es el socialismo, qué es el comunismo), Marx ofreció un análisis de lo que se podría denominar «grados de madurez económica del comunismo»»{41}.
El análisis que hizo Lenin de los dos estadios de la sociedad comunista, es de enorme importancia teórica y práctica. Así lo han confirmado brillantemente la experiencia de la edificación socialista en la U.R.S.S. y la lucha por la victoria del socialismo en otros países. El análisis de Lenin constituyó el fundamento teórico inicial del plan concreto de edificación comunista que elaboró el P.C.U.S. y que encontró su reflejo en el nuevo Programa del mismo.
Marx, basándose en el profundo análisis de las leyes de desarrollo de la sociedad capitalista, demostró el incontestable acierto [57] de la concepción materialista de la historia. Lenin dio una nueva demostración irrebatible a la justeza de la teoría marxista basándose en el análisis de una nueva época: la del imperialismo y de las revoluciones democráticas, la de la edificación del socialismo. La confirmación que la vida ha dado a las conclusiones leninistas acerca de las sendas y perspectivas de desarrollo de la sociedad en esta nueva época, acerca de los caminos y posibilidades de la revolución socialista, constituye un auténtico triunfo de la ciencia materialista de la sociedad.
Apoyándose en un profundo análisis materialista de los cambios registrados en la base y en la superestructura de la sociedad capitalista en la época del imperialismo, Lenin desarrolló la doctrina marxista sobre la revolución socialista y la dictadura del proletariado como condición esencial y necesaria para pasar del capitalismo al socialismo.
En su obra clásica El imperialismo, fase superior del capitalismo, y en otros trabajos, Lenin puso al descubierto la esencia económica del imperialismo, el nexo y la relación entre las peculiaridades cardinales del último estadio del capitalismo. El rasgo económico fundamental del imperialismo es el dominio de las uniones monopolistas de los grandes hombres de empresa. Tales uniones surgieron de la concentración del proceso productivo, engendrada, a su vez, por la libre competencia capitalista. Con el avance del capitalismo, algunas de sus propiedades esenciales empezaron a convertirse en propiedades opuestas, la libre concurrencia capitalista dio paso al monopolio capitalista.
Lenin descubrió los cambios que experimenta la ley del movimiento de la cuota de ganancia capitalista en la época imperialista. Mostró que lo propio del capitalismo monopolista es aspirar a la elevada ganancia monopolista, no al beneficio medio. Y la fuente de ese tipo de ganancias se halla en el dominio de uniones capitalistas todopoderosas en la economía, se halla en la situación monopolista de que goza un puñado de potencias imperialistas en el mercado mundial gracias a los trusts, a los consorcios, al capital financiero y al sistema de crédito, se halla en la explotación a que dichas potencias someten a una cantidad cada día mayor de países atrasados y pequeñas naciones, en la lucha por la redistribución del mundo.
Al desentrañar la esencia económica del imperialismo, Lenin mostró los cambios de forma de las relaciones de producción capitalistas en las nuevas condiciones históricas.
Sabido es que el cambio radical, cualitativo, de las relaciones de producción y la transformación de sus bases, se dan al pasar de una formación económico-social a otra. Pero las relaciones de producción se modifican también dentro del marco de una formación determinada. Así, por ejemplo, la economía esclavista recorre varios. peldaños desde el sistema patriarcal –que [58] cuenta, sobre todo, con el consumo propio– hasta el sistema de las grandes plantaciones con vistas al mercado. En la sociedad feudal, el cambio de forma de las relaciones de producción sin alterar su esencia, se expresó en el paso de la prestación personal, al pago de tributos, primero en especies y luego en dinero.
Bajo el imperialismo, la producción capitalista privada de algunos empresarios se sustituye, en las ramas fundamentales de la economía, por la producción capitalista de corporaciones gigantes. La producción se va colectivizando en todos dos sentidos, mientras que la apropiación sigue siendo privada, capitalista.
Lenin aplicó al análisis del imperialismo la teoría marxista del desarrollo y llegó a la conclusión de que el imperialismo constituye una etapa nueva, superior –y, al mismo tiempo, última– del capitalismo. Descubrió las contradicciones imperialistas, demostró que, bajo el imperialismo, el desarrollo sigue una línea descendente, adquiere un carácter rigurosamente conflictivo, catastrófico, y que el imperialismo es el capitalismo agonizante, la antesala de la revolución socialista.
Los teóricos socialdemócratas –Kautsky, sus amigos y seguidores– intentaban por todos los medios limar las contradicciones del imperialismo, afirmaban que el crecimiento de los monopolios y de las uniones internacionales de monopolistas conduce a una suavización de las desigualdades en el desarrollo del capitalismo, a una atenuación de las contradicciones y de los conflictos, y lleva a un ultraimperialismo «pacífico».
Criticando las fábulas de Kautsky sobre el ultraimperialismo, las afirmaciones de que la nueva fase del capitalismo eliminaría las contradicciones y suavizaría la desigualdad, indicaba Lenin que el dominio del capital financiero agravaría el caos propio de todo el modo capitalista de producción en general, intensificaría el parasitismo y la descomposición del capitalismo.
Además, la conversión de la libre concurrencia en su contrario –el monopolio– en vez de superar las contradicciones del capitalismo, les confiere una virulencia nunca vista.
La situación actual confirma plenamente la conclusión de Lenin sobre la falta de solidez de las alianzas internacionales de los estados capitalistas, que representan a los consorcios imperialistas para saquear a los países dependientes y aplastar el movimiento democrático.
Los cambios de base económica en la sociedad burguesa llegada a su fase imperialista, han dado origen a los correspondientes cambios de superestructura. El capital financiero y los monopolios llevan a todas partes aires de dominio y no de libertad. Así como, en el aspecto económico, la esencia del imperialismo estriba en el dominio de los monopolios, en el aspecto político su rasgo distintivo consiste en establecer y mantener la reacción en toda la línea y en todos los sentidos. «La superestructura política de la nueva economía, del capitalismo monopolista [59] constituye un viraje desde la democracia hacia la reacción política. A la libre concurrencia le corresponde la democracia. Al monopolio le corresponde la reacción política»{42}.
El enorme incremento del militarismo y de la burocracia en los países capitalistas, la liquidación de las libertades democráticas, la aplicación de métodos de dominio terroristas, fascistas, la formación de uniones políticas internacionales de imperialistas con el fin de aplastar el movimiento democrático y realizar una política exterior de rapiña, todo ello son manifestaciones de la reacción más desenfrenada en el terreno de la superestructura política de la sociedad burguesa.
El análisis leninista del imperialismo se confirma punto por punto en nuestros días. En el mundo han cambiado muchas cosas, el imperialismo intenta adaptarse a la nueva situación, y la burguesía monopolista se escabulle, recurre a veces a formas nuevas, veladas, de explotación del trabajo y de opresión de los países dependientes, mas la conclusión de Lenin sigue inmutable: históricamente, el capitalismo ha dado ya de sí cuanto podía dar, y las profundas y graves contradicciones que lo desgarran llevan inevitablemente a la destrucción del imperialismo, a su debilitación y a su hundimiento.
El análisis leninista de la nueva época reveló con toda su grandeza la potencia del método dialéctico. La historia más moderna, como época revolucionaria del tránsito del capitalismo al socialismo, ofrece numerosísimos ejemplos de dialéctica en el campo de las relaciones económicas y políticas. El carácter dialéctico de los procesos del desarrollo social se destaca en nuestra época con singular relieve. La ley de que lo nuevo –lo que crece y lo progresivo– es invencible, se ha manifestado con extraordinaria brillantez. La agudización de las contradicciones sociales y de la lucha de las fuerzas en pugna, las complicaciones que se han producido en la interconexión de todos los aspectos de la vida colectiva, las bruscas rupturas y los virajes de la historia, los grandes adelantos, la destrucción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo, la transformación de los fenómenos en otros de carácter opuesto, los desplazamientos y reagrupaciones, jamás vistos, de las fuerzas de clase en el frente social, todo este proceso de la historia del mundo únicamente se puede desentrañar examinando los fenómenos de la vida con un criterio rigurosamente dialéctico. Lenin demostró que era un maestro consumado en el uso de la dialéctica, cuyo método desarrolló y concretó al analizar la nueva época.
Lenin descubrió la ley del desarrollo desigual bajo el capitalismo, hizo ver cómo la acción de dicha ley se había intensificado vivamente en la época imperialista. [60]
El descubrimiento de la ley concerniente a la desigualdad del desarrollo económico y político de los países capitalistas representó una notable aportación a la ciencia marxista, ya que dicha ley es de enorme trascendencia para la comprensión de la época moderna, para el avance de la teoría de la revolución socialista.
Las leyes de desarrollo del imperialismo son leyes de la agravación de todas sus contradicciones: entre el trabajo y el capital, entre las colonias y las metrópolis, así como entre las mismas potencias imperialistas. Teniendo en cuenta esta agudización de contradicciones, considerando que en la época imperialista el desarrollo adquiere un carácter desigual y catastrófico, Lenin llegó a la conclusión genial de que la victoria del socialismo podía darse inicialmente en unos cuantos paises e incluso en uno solo.
El curso del proceso histórico del mundo ha confirmado plenamente dicha conclusión. El socialismo, vencedor primero en un solo país –en la Unión Soviética–, se ha convertido en un sistema mundial opuesto al sistema mundial del capitalismo.
Lenin demostró que en la época imperialista, dados los nuevos nexos de la economía mundial, en todo el sistema del capitalismo habían madurado las premisas objetivas de la revolución; y que no era necesario que la revolución empezara en el país más avanzado del capitalismo.
Con genial visión fundamentó Lenin la tesis de que en los países capitalistas insuficientemente desarrollados, las premisas para el tránsito al socialismo pueden forjarse después de derribar el poder de las clases explotadoras, y los pueblos de dichos países han de aprovechar necesariamente la situación revolucionaria para abatir al imperialismo.
Para la lucha liberadora de la clase obrera y de todos los trabajadores, tienen enorme importancia las tesis leninistas acerca de la transformación de la revolución democrático-burguesa en socialista. Dichas tesis abrieron la perspectiva revolucionaria a los países con serias supervivencias de feudalismo. En el decurso de la revolución rusa, se llevaron plenamente a la práctica las conclusiones, auténticamente científicas, sobre esa transformación revolucionaria. Asimismo se han hecho realidad en los países de democracia popular.
En estos países no sólo se han llevado a cabo transformaciones democráticas, sino que, además, se ha afirmado el dominio de las relaciones de producción socialistas y se han extirpado las posibilidades socio-económicas de la restauración del capitalismo. Resulta de importancia decisiva, para el progreso de cada uno de los países aludidos en la vía del socialismo, la unidad de los estados que forman el sistema socialista mundial. El campo socialista, su potencia creciente y la cohesión de los países hermanos [61] garantizan a cada uno de ellos la plena victoria del socialismo. y del comunismo.
El ejemplo de la revolución popular china y de otros países hace evidente el incontestable valor y el acierto de los principios leninistas sobre los caminos para crear las premisas del socialismo en los países económicamente atrasados. Dominada por los imperialistas extranjeros y por su propia capa gobernante, feudal y burguesa, vendida al mejor postor, China vegetaba en su atraso y no podía desarrollar a fondo sus fuerzas productivas. La gran revolución popular abrió al pueblo chino los horizontes de un poderoso avance económico y cultural con vistas a la creación de las condiciones que permiten pasar gradualmente al socialismo.
La revolución cubana –la primera revolución socialista en el continente americano– fue una nueva confirmación de la validez de la teoría leninista sobre la revolución mundial. El nacimiento del socialismo no se explica por peculiaridades geográficas o nacionales, sino por las leyes generales a que responden el desarrollo de la lucha de clases, y la maduración de las condiciones de la revolución socialista en cualquier región del planeta.
Es de significación histórico-mundial la idea, expuesta y fundamentada por Lenin, de que la hegemonía ha de corresponder al proletariado en el movimiento liberador y ello es condición capital para que la humanidad llegue a liberarse del yugo del imperialismo. Lenin proyectó nueva y potente luz sobre la tesis marxista de que sin la dictadura del proletariado resulta imposible el tránsito del capitalismo al socialismo. La revolución socialista rusa no habría podido vencer de no haber llevado a la práctica la doctrina marxista-leninista sobre la necesidad de romper el aparato estatal burgués y de crear un nuevo Estado, de tipo proletario, en la forma del Poder Soviético.
Lenin elucidó desde todos los puntos de vista el problema del Poder Soviético como nueva superestructura política, la más adecuada a la base socialista, a las necesidades de su estructuración y consolidación. Advirtió que el paso del capitalismo al socialismo daría una enorme abundancia de formas políticas, mas su esencia sería una: la dictadura del proletariado.
En los países de la Europa central y del sureste, la dictadura del proletariado se impuso como Estado de democracia popular. Este tipo de democracia, que refleja las peculiaridades nacionales e históricas del desarrollo de ciertos, países, surgió, como nueva forma de la organización política de la sociedad, en nuevas condiciones históricas, cuando había cambiado de raíz la correlación de fuerzas en favor del socialismo y el imperialismo se hallaba sensiblemente debilitado. En otros países, la transición al socialismo puede descubrir nuevas formas políticas de Estado socialista, mas no por ello perderá un ápice de su grandeza el valor universal de los soviets como modelo de Estado socialista; inspirándose [62] en él, los pueblos de otros países –teniendo en cuenta la peculiaridad de su propia historia– pueden avanzar con éxito hacia el comunismo.
La teoría leninista de la dictadura del proletariado incluye, como elemento necesario, la idea de la alianza entre el proletariado y las masas trabajadoras del campo. Lenin nos explicaba que el problema primero y más esencial de nuestra revolución y de todas las revoluciones futuras es el de la actitud de la clase obrera ante el campesino, el de la alianza entre dicha clase y el campesinado. «Únicamente si se consolida la alianza de obreros y campesinos podrá la humanidad toda librarse de fenómenos como la reciente guerra imperialista, de las monstruosas contradicciones que vemos ahora en el mundo capitalista, donde un reducido grupo –un puñado insignificante– de riquísimas potencias se ahogan en su riqueza mientras que la gigantesca población del globo terráqueo vive en la indigencia, sin posibilidades de utilizar la cultura ni los copiosos recursos que existen y que no pueden hallar salida por insuficiencia de circulación»{43}.
La idea de la alianza entre los obreros y los campesinos se basa en el análisis que hizo Lenin sobre la posibilidad objetiva de que el campesinado se convirtiera de reserva de la burguesía en reserva de la clase obrera. Esta transformación supone una reagrupación gigantesca de las fuerzas sociales. La idea de esa alianza sirvió de pivote a la revolución y al Estado soviéticos, a toda la lucha liberadora de la clase por el derrocamiento del imperialismo y por la victoria del socialismo.
La más pequeña debilitación de tal alianza –el más leve relajamiento de la atención por las necesidades materiales y culturales de los trabajadores del campo– puede causar un grave perjuicio a la edificación comunista. El Partido y el gobierno soviético se preocupan infatigablemente de consolidar la alianza entre los obreros y los campesinos.
Con una consecuente política socialista en las cuestiones internacionales y en las de la vida interna del país, la clase obrera desempeña el papel rector en la organización politica de la sociedad. Apoyándose en la vigorosa industria socialista, resuelve las tareas clave para crear la base material y técnica del comunismo. Multiplicando y engrandeciendo la propiedad socialista de todo el pueblo, contribuye a que se eleve el nivel de socialización de la propiedad koljosiana, en régimen de cooperación, y asegura el avance de las relaciones sociales comunistas. La ideología científica de la clase obrera, el marxismo-leninismo, sirve de fundamento para formar la conciencia comunista de las masas.
Una de las manifestaciones más brillantes de la fuerza del leninismo, de la fuerza de la revolución soviética, nos la ofrece [63] la consecuente solución del problema nacional, hecho de trascendencia histórico-mundial en la lucha por el derrocamiento del imperialismo, por la victoria del socialismo y por la paz duradera entre los pueblos.
En el seno del movimiento de liberación nacional, el leninismo descubrió colosales fuerzas revolucionarias y posibilidades de aprovecharlas, para derrocar el imperialismo, para robustecer el frente general de la revolución. El hecho de que las contradicciones entre los países oprimidos y las potencias imperialistas se hayan agudizado, influyó en que las colonias y los países dependientes se convirtieran de reserva del imperialismo en reserva de la revolución proletaria. La solución del problema nacional en la U.R.S.S. tiene un valor revolucionario inmenso para todos los pueblos subyugados, del mundo.
El profundo internacionalismo de nuestro Partido se manifiesta en las normas programáticas y en la política práctica concernientes a los problemas de la lucha de liberación nacional contra el imperialismo.
Después de la guerra, se inició una nueva etapa en las revoluciones de liberación nacional, etapa que se caracterizó por el derrumbamiento de los imperios coloniales y por el nacimiento –sobre sus ruinas– de nuevos estados nacionales. Era necesario apreciar el carácter y las fuerzas motrices de la lucha de liberación nacional para establecer con acierto la posición que correspondía adoptar ante los nuevos estados nacionales y hacer posible la plena liquidación del colonialismo en todas sus formas. Todas esas cuestiones requerían una gran actividad. Era imposible desentenderse de ellas arguyendo dogmáticamente que la burguesía nacional de los países coloniales tenía, por su esencia, un carácter contrarrevolucionario. El Partido reavivó y desarrolló las ideas leninistas sobre las revoluciones de liberación nacional, orientó la política de cara hacia los países de Asia, África y América Latina, en proceso de liberación. La Unión Soviética ayudó y apoyó en todos sentidos –como lo sigue haciendo hoya los movimientos de liberación y a los jóvenes estados nacionales en su lucha contra el colonialismo y por su desarrollo independiente.
Inspirándose en las ideas de Lenin, el movimiento comunista explicó que esos países podían avanzar por una senda no capitalista de desarrollo, estudió y resolvió el problema concerniente al Estado de democracia nacional. El P.C.U.S. consideró como una de las piedras angulares de su política internacional la alianza con los pueblos que se han sacudida el yugo colonial y semicolonial. «Esta alianza –indica el Programa– se basa en la comunidad de intereses vitales entre el socialismo mundial y el movimiento de liberación nacional en todo el mundo. El P.C.U.S, considera como su deber internacional ayudar a los .pueblos que avanzan por el camino de la conquista y consolidación de la independencia [64] nacional, a todos los pueblos que luchan por la completa destrucción del sistema colonial».
Al estudiar los problemas relativos a la transición del capitalismo al socialismo, Lenin señaló las vías que llevan a la creación de una base socialista, generalizó teóricamente la primera experiencia del mundo en la construcción de los cimientos de la economía socialista.
Recalcaba Lenin que la importancia del comunismo científico se halla determinada por su fundamentación económica. Era indispensable reorganizar toda la economía del país en un sentido socialista, acabar con los elementos capitalistas, transformar la pequeña producción de mercancías y asegurar el establecimiento de relaciones de producción socialistas y únicas en toda la economía nacional. «El aumento de la productividad del trabajo requiere, ante todo, que se asegure la base material de la gran industria: el desarrollo de la producción de combustible, de hierro, de maquinaria, y de la industria química»{44}. Se convirtió en fórmula clásica la famosa sentencia de Lenin: «El comunismo es el Poder soviético más la electrificación de todo el país…”{45}.
Las ideas de Lenin sobre la formación de la base material y técnica del socialismo se plasmaron en las históricas victorias de la industrialización socialista del país. El plan cooperativista de Lenin sirvió de base a la teoría y a la práctica de la colectivización de la agricultura.
El problema de la reestructuración socialista de la agricultura es complicadísimo en la edificación del comunismo. Y resulta singularmente difícil en los países en que predomina la pequeña producción agrícola, atrasada. En la Unión Soviética, al estallar la revolución socialista, la población rural representaba más del 80 % de la población total del país. La agricultura proporcionaba más de la mitad de la producción global. El número de pequeñas haciendas campesinas pasaba de veinte millones.
Lenin enfocó el problema de la reorganización socialista de la agricultura partiendo de un profundo análisis de la cuestión agraria y de las relaciones económicas en el campo tanto en nuestro país como en países extranjeros. En líneas generales cabe decir que en la agricultura existían dos tipos de haciendas, cuya transformación socialista podía realizarse por dos procedimientos distintos.
Se trataba, en primer lugar, de la pequeña producción, mercantil y natural.
En segundo lugar, de las grandes explotaciones, basadas en principios capitalistas.
En Rusia, muchos de loa grandes nronietarios daban la tierra en arriendo a pequeños. productores. En el curso de la revolución [65] socialista y de las transformaciones agrarias, esa tierra se repartió entre los campesinos. Mas por lo que respecta a las grandes posesiones modernas, mecanizadas, muchas fueron nacionalizadas y se convirtieron –como ocurrió en la industria– en empresas estatales. Para ese tipo de empresas, ideó Lenin –y la fundamentó– la vía sovjosiana de desarrollo. Y en consonancia con ella, se organizaron en el país los, sovjoses, es decir, las empresas agrícolas del Estado.
En cuanto a los pequeños productores, la expropiación y la nacionalización quedaron excluidas. Para millones de pequeñas haciendas campesinas, trazó Lenin el camino del desarrollo socialista por cooperación, por colectivización voluntaria. De este modo se abrió el camino más fácil, el más accesible y comprensible a los campesinos para reorganizar su vida en un sentido socialista.
Del peso específico que tengan en la agricultura las grandes empresas capitalistas y las de pequeños productores, depende la diversa correlación entre la cantidad de empresas estatales y la de haciendas cooperativas en el campo. Lenin explicaba que en los países desarrollados, con una agricultura en que predomine la gran producción capitalista, serán las empresas estatales del tipo de nuestros sovjoses las que prevalecerán. En los países de agricultura basada en la pequeña propiedad de la tierra, serán las haciendas cooperativas las que constituirán el tipo determinante.
Sobre este particular, dijo Lenin en el VIII Congreso del Partido: «Ningún socialista del mundo. ha negado que la edificación del comunismo se hará de modo distinto en los países de grandes explotaciones agrícolas y en los países con una agricultura de pequeñas producciones”{46}.
Volviendo sobre ese tema en el X Congreso del Partido, Lenin aclaraba: «No hay duda de que en un país en que la inmensa mayoría de la población esté formada por pequeños productores de la tierra, la revolución socialista sólo podrá realizarse tomando una serie de medidas transitorias especiales que serían del todo innecesarias en países de capitalismo desarrollado, donde los obreros asalariados en la industria y en la agricultura constituyen la enorme mayoría»{47}.
Mas, en todos los casos la pequeña producción, cualquiera que sea su peso específico, no se ha de expropiar, a diferencia de lo que hace la revolución socialista en lo tocante a la gran producción capitalista.
Lenin demostró que la cooperación de los pequeños productores, la colectivización de sus haciendas, es una ley histórica en el camino de la socialización. No ha habido ni hay otra solución [66] para que los pequeños campesinos se liberen de su miseria y de su ignorancia seculares y obtengan altos rendimientos de trabajo utilizando maquinaria moderna.
Fiel al legado de Lenin, nuestro Partido, en el plan concreto de edificar la sociedad comunista situó en primer término la tarea de crear la base material y técnica correspondiente. Crearla constituye la premisa necesaria y el fundamento de la transformación en todas las esferas de la vida colectiva: de la transformación de las relaciones sociales socialistas en comunistas, del cambio que lleve a la producción de todos los bienes en gran abundancia, En el proceso en que se establece el modo comunista de producción –sin precedente– no sólo se registran cambios sustanciales en el aspecto, técnico, en los instrumentos de trabajo, sino que surge, además, un tipo de trabajador cualitativamente nuevo y se forma un nuevo hombre, el hombre de la sociedad comunista.
Al aplicar el materialismo a la investigación de las leyes de la edificación socialista, insistía Lenin en que no es posible impulsar hacia adelante la economía socialista sin que los individuos estén materialmente interesados en ello. El criterio marxista de la relación entre la conciencia y el género de vida exige que se reconozca –como punto de partida– el papel decisivo de las relaciones económicas y la eficaz acción de las ideas sobre el curso de la vida social. En consecuencia, es necesario combinar el avance político e ideológico de las masas con su interés material personal. El entusiasmo revolucionario es un factor de enorme peso en la edificación de la sociedad socialista. Mas no hay que olvidar, por otra parte, que el interés material personal por los resultados del trabajo impulsa y eleva la producción.
Decía Lenin, poniendo al descubierto la nivelación de salarios y explicando la necesidad de que se pague mejor el trabajo de choque: «El Estado no sólo procura persuadir, sino que, además, recompensa con mejores condiciones de vida a los buenos trabajadores…»{48}.
Toda infracción del principio del interés económico perjudica el desarrollo de la economía socialista, frena el incremento de la productividad del trabajo. El Partido ha desechado la primitiva idea de que era posible pasar a las relaciones sociales comunistas en cualquier tiempo, por decreto, sin haber creado primero las condiciones económicas necesarias, como si en el comunismo se pudiera irrumpir violentamente de un salto, sin tener en cuenta el nivel del factor económico. El Programa del P.C.U.S. traza la perspectiva, científicamente establecida, de cómo se va a erigir la sociedad comunista. Y ve la creación de la base material y técnica del comunismo, la formación de las relaciones sociales comunistas y la educación del nuevo hombre como algo indisolublemente unido entre sí, como una tarea única. [67]
Lenin mostró que desde la victoria de la revolución socialista hasta el comunismo total, el Estado socialista ha de pasar por varias fases. Decía que el Estado proletario no es ya un Estado en el sentido pleno de la palabra, sino, que es ya un semiestado. Las clases explotadoras necesitan el dominio político para mantener la explotación, es decir, en interés –egoísta– de una minoría insignificante contra la enorme mayoría del pueblo. Las masas trabajadoras necesitan el Estado político para acabar con toda explotación, es decir, en interés de la enorme mayoría del pueblo contra una insignificante minoría de la población. De ahí que el Estado socialista sea un Estado de nuevo tipo, al que ya es posible considerar como semiestado.
Lenin luchó con gran tenacidad contra los propósitos de extender mecánicamente las tareas del Estado burgués al Estado proletario. El Estado siempre había sido un instrumento de violencia en manos de las clases explotadoras dominantes, y lo sigue siendo en todos los países capitalistas. Gracias a la revolución socialista, nació un Estado de nuevo tipo, el de la dictadura del proletariado. La esencia de esta dictadura no está en la violencia ni sobre todo en ella. Su esencia está en la organización y en la disciplina de la vanguardia de los trabajadores, la clase obrera. La dictadura del proletariado es la forma de la alianza de clase de los obreros con las capas no proletarias de los trabajadores. Su fin es aplastar totalmente la resistencia de las clases derrocadas, aniquilar toda posibilidad de explotación del hombre por el hombre, estructurar y consolidar definitivamente el socialismo. Para realizar la transformación socialista en todas las esferas de la vida, sobre todo en la economía, para vencer la secular costumbre de organizar la vida según normas pequeñoburguesas y burguesas, hace falta tiempo. Resumiendo esas conclusiones de la teoría marxista sobre la dictadura del proletariado, Lenin dijo: «Por esto habla Marx de todo el período de la dictadura del proletariado como período de tránsito del capitalismo al socialismo»{49}.
Es natural que, con el aniquilamiento de las clases explotadoras, se inicie una nueva etapa en el desarrollo del Estado socialista. Al pasar del socialismo al comunismo irá desapareciendo, gradualmente, la necesidad de una violencia organizada y sistemática y, en general, de toda violencia sobre las personas. Lenin expresó como sigue esta particularidad que presenta el avance del Estado socialista: «Pero, al hacer todo lo posible por ir hacia el socialismo, estamos convencidos de que éste se convertirá en comunismo, con lo cual desaparecerá toda necesidad de violencia sobre las personas en general, de subordinación de un hombre a otro, de una parte de la población a la otra parte, pues la gente [68] se acostumbrará a observar las condiciones elementales de la vida pública sin violencia y sin subordinación»{50}.
Lenin explicó reiteradamente que la clase obrera no necesita la dictadura del proletariado para siempre, sino para aplastar a las clases explotadoras, para instaurar el socialismo. «La cuestión de la dictadura del proletariado –indicaba Lenin– puede plantearse cuando se trata de aplastar a la burguesía. Entonces esta cuestión es concebible, entonces esta dictadura nos es necesaria, pues sólo con ella podemos aplastar a la burguesía y transmitir el poder pasándolo a manos de los trabajadores capaces de actuar con firmeza y de atraerse a un número cada vez mayor de vacilantes»{51}.
La dictadura del proletariado es históricamente necesaria, porque después de la victoria de la revolución socialista existe un conflicto entre la clase obrera y los elementos sociales que se le enfrentan. Dicho con otras palabras: la existencia de la dictadura del proletariado se desprende de la existencia de contradicciones antagónicas en el período de transición del capitalismo al socialismo. Esta dictadura está llamada a aniquilar los antagonismos de clase y las clases que se oponen al socialismo. Y las clases son grupos de personas de los cuales uno puede vivir a costa del otro, de cuyo trabajo se apropia aprovechando las ventajas que le proporciona el lugar que ocupa –distinto del del otro grupo– en un determinado régimen de economía social. Fue un gran acontecimiento histórico de la dictadura del proletariado el aniquilar las clases explotadoras de terratenientes y capitalistas. Mas la explotación seguía siendo posible mientras existiera la pequeña explotación de mercancías y hubiera kulaks –es decir, campesinos ricos– en tanto que clase explotadora. Lenin explicó que si un campesino acomodado cultiva unas tierras para sí y se apropia de medios de subsistencia que no necesita mientras que la otra gente carece de tales medios, ya se convierte en un explotador. Esta es la razón de que, liquidadas las clases de terratenientes y capitalistas, el proletariado tenga que realizar aún la siguiente tarea: reeducar a los campesinos, cuyas economías individuales ha de transformar en economía colectiva, vencer la resistencia de los campesinos que son explotadores y se enriquecen a costa de las necesidades de los demás miembros de la sociedad. Esa tarea se cumplió mediante la colectivización de la agricultura y liquidando a los kulaks como clase.
Los marxistas no pueden desdeñar la importancia de principio de este cambio cualitativo, radical, en la estructura de la sociedad; gracias a él se aniquilaron los últimos grupos sociales que podían apropiarse el trabajo ajeno. No hay que confundir las clases explotadoras con algunos elementos, parásitos y holgazanes [69] que viven a costa del trabajo de los demás. ¿Acaso hace falta la dictadura de una clase especial para aniquilar a esos parásitos? ¿Acaso el pueblo no está en condiciones de aplastarlos sin dictadura del proletariado?
La práctica de la edificación del comunismo ha demostrado que la dictadura del proletariado corona la realización de sus tareas internas, antes de que se extinga el Estado, cuya desaparición total depende tanto de la formación de la sociedad comunista, bien estructurada, como de la victoria y consolidación del socialismo en el plano internacional.
Marx y Lenin hablaron de todo un período de dictadura del proletariado como etapa de transición del capitalismo al socialismo, como fase primera de la sociedad comunista. A ellos les era extraña Ja idea de separar el socialismo del comunismo, de incluir el primero en el período de transición o extender la dictadura del proletariado hasta el pleno comunismo. En su tiempo, Marx vio con toda claridad la perspectiva del Estado rumbo al comunismo al hablar de la dictadura del proletariado como Estado del período de transición y al tratar de la futura estructura estatal de la sociedad comunista refiriéndose, claro está, a su primera fase, al socialismo. Así se ve por numerosas aclaraciones de Lenin, que no dejan lugar a la menor duda. He aquí, por ejemplo, una de sus formulaciones: «La dictadura del proletariado como nueva forma de la lucha de clases, del paso (de la fase de transición de la sociedad) del capitalismo al socialismo»{52}.
Esto no significa, naturalmente, que el Estado desaparezca ya en el paso del socialismo al comunismo. El proceso de la desaparición del Estado es largo. Antes de que se extinga por completo, el Estado socialista pasará por una fase en que sus funciones perderán el carácter político. «Al Estado en trance de extinguirse –dijo Lenin– se le puede denominar, en cierta fase de su desaparición, Estado no político»{53}.
Inspirándose en la teoría leninista del Estado socialista, nuestro Partido, después de un detenido examen de la gran experiencia de ordenación socialista y comunista de la U.R.SS., ha llegado a la conclusión de que, con la victoria plena y definitiva del socialismo y con la entrada de la sociedad en el período de la amplia edificación comunista, la dictadura del proletariado deia de ser necesaria desde el punto de vista de la vida interior del país, y se convierte –en virtud de la dialéctica interna– en Estado de todo el pueblo, y ese Estado, en el curso de su ulterior evolución. ha de transformarse en autoadministración social comunista. El Estado socialista de todo el pueblo y la dictadura del proletariado no forman dos tipos de Estado, sino que constituyen un solo Estado –socialista, proletario por su origen y por su papel histórico– en distintas fases del devenir de la sociedad. La dictadura del proletariado desde que nace es la forma superior de democratismo, encarna en sí los rasgos de la democracia de todo el pueblo, expresa la voluntad y los intereses no ya de la clase obrera, sino, además, de todas las otras capas de trabajadores. De ahí que, por su esencia, el Estado de todo el pueblo represente la continuación natural y el desarrollo de la dictadura del proletariado. También en el período de la erección del comunismo la clase obrera cumple su función rectora.[70]
Al consolidarse la unidad político-social e ideológica de la sociedad, el Partido mismo, que surgió como Partido de la clase obrera y conserva esta naturaleza clasista, se convierte en Partido de todo el pueblo.
A lo largo de la amplia edificación comunista se incrementará el papel del Partido, cuya influencia se extenderá sobre todos los’ aspectos. de la vida social. La transformación del Partido de la clase obrera en vanguardia de todo el pueblo, –proceso condicionado por profundos cambios de las estructuras sociales– no sólo no mermará la importancia del Partido como guía y fuerza dirigente de la sociedad soviética, sino que la elevará todavía más.
Basándose en el análisis materialista de las leyes a que obedece el desarrollo del capitalismo y del socialismo, Lenin descubrió las perspectivas de la victoriosa competición del sistema socialista con el burgués en el aspecto económico. Desenmascaró la naturaleza agresiva del imperialismo como fuente de las guerras, y al mismo tiempo fundamentó la política socialista de paz.
Lenin rechazó categóricamente la concepción de la guerra como recurso fundamental para resolver todas las contradicciones. Consideraba criminal todo intento de justificar por el interés del socialismo, la política de arrastrar los pueblos a la guerra. Son del dominio común sus manifestaciones contra la teoría aventurera de impulsar la revolución mediante la guerra.
Ante la lucha cruel y pérfida de los imperialistas contra el Estado socialista, Lenin señalaba la necesidad de utilizar todas las contradicciones y todos los choques entre las potencias capitalistas. Al mismo tiempo, rechazaba airado las patrañas de que los comunistas querían empujar los pueblos a la guerra, por ejemplo entre los Estados Unidos y el Japón.
«Si realmente lanzáramos a la guerra a los obreros y campesinos –decía Lenin– cometeríamos un crimen. Pero toda nuestra política y toda nuestra propaganda están orientadas no a arrojar los pueblos a la guerra, sino a ponerle fin”{54}.
El socialismo no tiene interés alguno en que haya guerras; las aventuras bélicas y las maquinaciones agresivas son extrañas a su naturaleza. En cada país, después de la victoria de la revolución [71] los destinos históricos del socialismo se hallan ligados a los éxitos de la edificación pacífica, pues el socialismo aporta un mayor rendimiento del trabajo y asegura el bienestar material a todos los miembros de la sociedad.
Lenin puso de manifiesto que en la emulación económica pacífica, el País Soviético, que avanza en línea ascendente, tiene enormes ventajas frente a los países capitalistas, prendidos en una red de contradicciones insolubles y situados en una linea descendente de desarrollo.
Lenin estaba convencido de que la victoria del socialismo eliminaría para siempre las fuentes de las guerras. Ahora bien, el camino, hacia esa victoria y hacia la paz perpetua en la Tierra no pasa por la guerra universal, sino por las múltiples formas de la lucha de clases de los obreros y de todos los trabajadores contra el yugo social y nacional. Además, Lenin entendía que el campo de batalla de la lucha de clases del socialismo triunfante contra el sistema capitalista mundial se daba en el frente de la edificación económica. Superar al capitalismo económicamente: tal es el primerísimo deber internacional de los países socialistas. El influjo progresista sobre el desarrollo de la humanidad lo ejerce la sociedad socialista mediante su política económica, con el ejemplo que da al resolver problemas sociales tan primordiales como el de acabar con la explotación del hombre por el hombre, el de liquidar el yugo nacional, el de asegurar la igualdad real de derechos a la mujer, &c. Así, pues, el socialismo acelera el proceso revolucionario del mundo ejerciendo con su ejemplo el influjo más eficaz sobre la mente de los trabajadores del mundo entero, apoyando la lucha revolucionaria de los obreros en los países capitalistas y ayudando por todos los medios al movimiento de liberación nacional y a los jóvenes Estados nacionales en la lucha por el libre desarrollo y el progreso social.
La contradicción entre socialismo y capitalismo es la más importante de la época moderna, cuya particularidad fundamental está en la lucha entre los dos sistemas. En la época moderna, lo esencial y lo que determina la orientación general de la historia es el tránsito del capitalismo al socialismo. Con razón nuestra época se llama la época de las revoluciones socialistas. y de las revoluciones de liberación nacional, la época del hundimiento del imperialismo, de la liquidación del sistema colonial, la época del triunfo del socialismo y del comunismo a escala mundial.
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{38} V. I. Lenin, “Obras”, t. XVIII, p. 348. (“Materialismo y empiriocriticismo”, edic. cit., 1962, p. 367).
{39} V. I. Lenin, “Obras”, t. I, p. 165.
{40} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLI, p. 4.
{41} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXIII, p. 98.
{42} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXX, p. 93.
{43} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLIV, pp. 305-306.
{44} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXVI, p. 188.
{45} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLII, p. 30.
{46} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXVIII, p. 195.
{47} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLIII, pp. 57-58.
{48} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLII, p. 151.
{49} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXVIII, p. 386.
{50} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXIII, p. 83.
{51} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXIX, p. 429.
{52} Ibíd., p. 63.
{53} Ibíd., p. 453.
{54} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLII, p. 99.
Fuentes: