Jorge Dimitrov demostró que, con valentía, capacidad y convicción revolucionaria, era posible enfrentar al fascismo, convirtiéndose en el ejemplo para los comunistas que aún luchan por la liberación social.
El 27 de febrero de 1933, fue incendiado el edificio del parlamento alemán (Reichstag), un mes después de la designación de Hitler como Canciller. En ese momento, aprovechó para instar al presidente alemán, Paul von Hindenburg, a firmar un decreto de emergencia que suspendiera las libertades civiles, con la finalidad de «contrarrestar la confrontación despiadada del Partido Comunista de Alemania». Desde el 1 de marzo, una acción represiva a gran escala inició contra toda oposición, principalmente los comunistas, por lo que se ilegalizó al KPD y apresaron, torturaron y asesinaron a miles de militantes en todo el país.
Para convencer al mundo que el autor del incendio había sido el movimiento comunista internacional, los líderes nazis crearon una versión fantasiosa en la que se atribuía del delito a los militantes comunistas para iniciar la insurrección armada, dar un golpe de Estado y tomarse el poder. Como parte de esta versión, arrestaron a tres dirigentes comunistas, Jorge Dimitrov, Basil Tanev y Blagoi Popov, a quienes se les atribuyó la responsabilidad intelectual del incendio. La policía alemana los acusó de ser altos dirigentes de la Comintern, pero no tenían idea del rol que cumplían. Mientras tanto, la Internacional Comunista denunciaba a los nazis como los autores intelectuales y físicos del incendio del Reichstag, como una coartada para iniciar el proceso de represión.
Se conoce como el proceso de Leipzig al juicio por el incendio del Reichstag, nombrado así por la ciudad en la que desarrolló el proceso; inició el 21 de septiembre de 1933 y culminó el 23 de diciembre del mismo año, luego de 54 sesiones. Con el juicio a los líderes comunistas, los nazis pretendieron crear un precedente de su poder, sin embargo, las incidencias del proceso fueron un golpe para el fascismo, pues Dimitrov, en su defensa, demostró hasta qué punto el fascismo estaba dispuesto a crear una farsa para destruir a sus enemigos y hacerse con el poder.
El juicio se llevó a cabo sin que los dirigentes comunistas sean representados por una defensa imparcial; por el contrario, se les asignaron defensores partidarios del nazismo: Esta circunstancia obligó a que Dimitrov asuma la defensa de sus compañeros y la suya propia de manera brillante. Él convirtió a sus acusadores en acusados, desenmascaró el carácter del fascismo, la naturaleza de clase del gobierno alemán y mostró las intenciones políticas de Hitler; con convicción y valentía, desarmó las pruebas e inverosímiles acusaciones de los nazis en contra suya y de sus camaradas; con astucia e inteligencia, enfrentó al tribunal, al fiscal y al propio gobierno; defendió a su pueblo de los insultos que le proferían los nazis. La solidez de sus argumentos fueron la expresión de su capacidad, su convicción y la valentía revolucionaria.
La historia nos indica que, en varias ocasiones, Dimitrov y los otros dirigentes comunistas fueron aislados de sus familiares y camaradas, en un intento de llevarlos decaídos moral y físicamente al tribunal. Pero, la convicción y la preparación de Dimitrov le permitió enfrentar con entereza al tribunal e, incluso, utilizar los propios argumentos de sus juzgadores para desarmar la acusación.
Al final del juicio, los acusados fueron absueltos por “falta de pruebas”, pero Dimitrov exigió que se establezca en la sentencia la clara inocencia de los acusados y que se castigue a quienes inventaron el caso para deslegitimar al comunismo. Jorge Dimitrov demostró que, con valentía, capacidad y convicción revolucionaria, era posible enfrentar al fascismo, convirtiéndose en el ejemplo para los comunistas que aún luchan por la liberación social.
Fuentes:
Dimitrov y la defensa del comunismo en el proceso de Leipzig