M. Relti
¿Cuál fue la razón por la que dos ciudades japonesas como Hiroshima y Nagasaki fueron escogidas por el presidente Harry Truman y sus asesores militares para ser bombardeadas en 1.945?
La verdad es que las autoridades estadounidenses de entonces y de después ni siquiera fueron coherentes a la hora de dar una explicación oficial que justificara la elección de estas dos ciudades para ser víctimas del mayor genocidio conocido en la historia de la especie humana.
Se cumplen el proximo jueves 75 años desde que el presidente Truman ordenara arrojar la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Apenas tres días después fue lanzada una segunda bomba atomica sobre la ciudad de Nagasaki.
Ambas ciudades desaparecieron del mapa, como puede observarse claramente en una fotografía que adjuntamos en esta misma página del antes y el después de la ciudad de Nagasaki. Decenas de miles de personas murieron en apenas unos segundos. Sin embargo, el sufrimiento dosificado vino después. En los días que siguieron aquel fatídico 6 de agosto de 1945, otros tantos miles que se encontraban en puntos alejados del centro de la explosió, iban a ir muriendo lenta y dolorosamente como consecuencia de la radiación.
Sólo tres días después de aquel holocausto, el 9 de agosto, Truman manifestaría ante los medios de comunicación que la primera bomba atómica había sido lanzada en Hiroshima porque «era una base militar… Lo hicimos porque queríamos en este primer ataque, en la medida de lo posible, evitar la matanza de civiles». Harry Truman estaba mintiendo. Hiroshima no era una base militar, era una ciudad populosa, habitada nada menos que por 300.000 civiles.
Las imágenes que muestran la ciudad japonesa de Nagasaki antes y después de ser arrasada por ‘Fat Man’, la bomba atómica lanzada por EE.UU., revelan la devastación instantánea que se produjo tras la explosión.
Las imágenes fueron impresas en 1946 por la Encuesta Estratégica de Bombardeo del Gobierno de Estados Unidos, según informa ahora el rotativo ‘Washington Post’.
El 9 de agosto de 1945, Truman ordenó lanzar la bomba atómica sobre la ciudad nipona de Nagasaki, solo tres días después de que la primera hubiera sido arrojada sobre Hiroshima. En pocos segundos ambas ciudades quedaron arrasadas y decenas de miles de personas murieron en un instante.
Más adelante, Truman trastocó este primer argumento en relación con el bombardeo de Hiroshima. Afirmó que se había elegido esa ciudad porque constituía un poderoso centro industrial japonés. Truman había vuelto a mentir. Como claramente apunta la «Encuesta de Bombardeo Estratégico de EEUU», “todas las grandes factorías en Hiroshima estaban en la periferia de la ciudad y no recibieron daños serios”.
Pero es más. El presidente de los Estados Unidos era plenamente consciente del tipo de víctimas que allí se iban a producir. En una reunión con su gabinete el 10 de agosto de aquél mismo año, explicó sus reticencias a lanzar una tercera bomba con estas palabras: “La idea era demasiado horrible”- dijo- no le gustaba la perspectiva de matar “todos esos niños”. Eliminar a otras 100.000 personas (…) todos esos niños”.
La inmensa mayoría de los estadounidenses creyeron en las afirmaciones de su presidente en el sentido de que ambas ciudades eran decisivos objetivos militares. Aún hoy continuan creyéndolo. No obstante, la patraña presidencial fue progresivamente desmontada en los años subsiguientes. Era evidente que el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón no constituía en absoluto una necesidad militar para ganar la guerra, ni tampoco un gran avance científico como se atrevió a aseverar Truman en su comunicación al pueblo estadounidense.
Lo que hoy también está más claro que nunca, después de una trayectoria política de 70 años de historia , es que con aquel sacrificio genocida el gobierno de los Estados Unidos de América y sus círculos financieros tenían como único objetivo doblegar al resto del planeta e imponer sobre él una hegemonía incontestada. Como así terminó sucediendo.
Fuentes: