Los trotskistas tratan a la bloqueada Cuba con puño de hierro y, en cambio, colman elogios a las contrarrevoluciones que restauraron el capitalismo en la ex URSS y Europa del Este, y que fortalecieron la capacidad de maniobra del Grupo de los 7. Sin el fortalecimiento táctico del imperialismo no se explicaría su belicosidad en Panamá, la Guerra del Golfo, Somalia, la ley Torricelli contra Cuba, etc. La posición trotskista significó, más allá de la voluntad de abnegados militantes que hay en la base, hacerle el juego al imperialismo. A lo peor del imperialismo. Así son los trotskistas: intolerantes con la única revolución socialista de América Latina y melosos admiradores de la contrarrevolución del '89 y '90, de la Thatcher, Bush y Menem (verdadera restauración capitalista prevista en su tiempo no por los trotskistas sino por un enemigo de éstos, el gran revolucionario marxista Mao Tsé-Tung).
Ludo Martens