A decir verdad no eran hombres, sino simples máquinas, trabajando para algunos aristócratas que hasta entonces habían dirigido la historia; la revolución industrial no ha hecho otra cosa que sacar la consecuencia de esta situación reduciendo enteramente a los obreros al papel de simples máquinas y arrebatándoles los últimos vestigios de actividad independiente, pero, precisamente por esta razón, incitándolos a pensar y a exigir el desempeño de su papel de hombres. Si, en Francia, ello se debió a la política, en Inglaterra fue la industria —y de una manera general la evolución de la sociedad burguesa— lo que arrastró en el torbellino de la historia las últimas clases sumidas en la apatía con respecto a los problemas humanos de interés general.
Friedrich Engels