Los pequeños capitalistas son absorbidos por los grandes, que pueden mantener, por ejemplo, precios deficitarios durante más tiempo. Una parte cada vez mayor del beneficio es invertida, finalmente, en nuevas máquinas y acumulada en la parte estable del capital. Este doble movimiento precipita ante todo la ruina de las clases medias, que se unen al proletariado, y luego concentra en manos cada vez menos numerosas las riquezas producidas únicamente por los proletarios. Así, el proletariado crece cada vez más a medida que aumenta su decadencia. El capital no se concentra ya sino en manos de algunos amos cuyo poder creciente se basa en el robo. Quebrantados, por otra parte, por las crisis sucesivas, desbordados por las contradicciones del sistema, estos amos no pueden ya ni siquiera asegurar la subsistencia de sus esclavos, que dependen entonces de la caridad privada u oficial. Llega, fatalmente, un día en que un inmenso ejército de esclavos oprimidos se encuentra en presencia de un puñado de amos indignos. Ese día es el de la revolución.
Camus