Hitler, en todo caso, inventó el movimiento perpetuo de la conquista sin el cual no habría sido nada. Pero el enemigo perpetuo es el terror perpetuo, esta vez al nivel del Estado. El Estado se identifica con "el aparato", es decir, con el conjunto de los mecanismos de conquista y represión. La conquista dirigida hacia el interior de país se llama propaganda ("primer paso hacia el infierno", según Frank), o represión. Dirigida hacia el exterior, crea el ejército. Todos los problemas son, por lo tanto, militarizados y se plantean en términos de potencia y eficacia. [...] Un sólo jefe, un solo pueblo, significa un solo amo y millones de esclavos.[...] Entre el jefe y el pueblo, no se interpone un organismo de conciliación o de mediación, sino, precisamente, el aparato, es decir, el partido, que es la emanación del jefe y la herramienta de su voluntad de opresión.[...] Mientras haya enemigos, habrá terror; y habrá enemigos mientras exista el dinamismo, para que exista: "Todas las influencias capaces de debilitar la soberanía del pueblo, ejercida por el Führer con ayuda del partido... deben ser eliminadas". Los enemigos son herejes y debe ser convertidos mediante la predicación o propaganda o exterminados mediante la inquisición o Gestapo.[...] La propaganda, la tortura, son medios directos de desintegración; más todavía: la decadencia sistemática, la amalgama con el criminal cínico, la complicidad forzosa. Quien mata o tortura no conoce sino una sombra en su victoria: no puede sentirse inocente. Por lo tanto, tiene que crear la culpabilidad en la víctima misma, para que en un mundo sin dirección la culpabilidad general no legitime sino el ejercicio de la fuerza, no consagre sino el éxito. Cuando la idea de inocencia desaparece en el inocente mismo, el valor de potencia reina definitivamente en un mundo desesperado.
Camus