Los muchachos pobres de los suburbios son humillados, son ofendidos. La clase dominante, con sus perros nazis cuando son niños, con su policía y sus cárceles más tarde, les hace abiertamente la guerra. Con sus teles, sus radios, su publicidad, sus canciones y sus películas, los condiciona para que se venguen entregándose a la violencia: pero sólo entre ellos y contra ellos mismos. Peleas del sábado, hazañas desesperadas en moto, en coche. Hay que ser viril. Esos jóvenes se matan. Los cuerpos son recuperados en las carreteras, vigorosos y bellos. Sus cuerpos de veinte años son transplantados a los viejos de la clase dominante. Los suburbios proletarios son granjas de órganos al servicio de la burguesía.
Tony Duvert