«De hecho, lo que es verdaderamente anormal en el movimiento obrero es el monolitismo, esta «unidad» que estrangula cada pensamiento político independiente en las filas de las organizaciones autodenominadas marxistas. (…) En lo referente a la historia del movimiento obrero se puede ver que esto está presente con frecuencia, como su historia está llena de luchas de tendencias y corrientes, en oposición teórica y política entre ellas. Esto era normal, para el progreso de la acción revolucionaria y el pensamiento no puede concebirse fuera de una confrontación incesante de teorías, situado y orientado a la realidad, y más aún en un mundo que está en un estado de convulsiones ininterrumpidas, en la que «algo nuevo» aparecer y surge cada día». (Frank Pierre; La Cuarta Internacional; La larga marcha de los trotskistas, 1969)
Por lo tanto, según él, no puede haber una cuestión de unidad en el movimiento obrero, su situación normal sería la división continua (!). De ello se desprende claramente en el concepto de constante división en muchas de las filas del movimiento trotskista, su continuo desmembramiento en una larga lista de grupos y fracciones en donde se desarman los unos a los otros entre sí, siendo esto no solo una expresión de debilidad y naturaleza pequeño burguesa, sino también una táctica para crear discordia y desintegrar las filas del movimiento obrero revolucionario.
Las vacilaciones sin principios a la «izquierda» y la derecha, la unidad a veces con los oportunistas de extrema derecha extrema y en otras ocasiones con los elementos extremistas y aventureros de «izquierda», es también un rasgo característico de los conceptos y actitudes de los trotskistas. Así, por ejemplo, por un lado, que persiguen la política así llamado de «entrismo», es decir, la fusión de los grupos trotskistas con otros partidos, entre ellos los partidos socialdemócratas derecha, mientras que por otro lado se tiende furiosamente a atacar la política antifascista de los frentes populares, describiéndolo como «política oportunista de colaboración de clases». Por un lado los trotskistas ponen por los cielos el uso de la violencia al azar, apoyan e incitan a los anarquistas y los movimientos de «izquierda» que carecen de perspectiva y de un programa revolucionario claro, trayendo una gran confusión y desilusión en el movimiento revolucionario, como las revueltas caóticas de los grupos armados o la guerra de guerrillas no basadas en un amplio movimiento de masas organizado. Así, abogan por el aventurismo político y el golpismo, mientras que también por otro lado recomiendan para el movimiento obrero unas «estrategias» y «tácticas» en la lucha por el socialismo, que son idénticas a la línea reformista de los revisionistas de derecha. Véase la obra de Pierre Frank: «La Cuarta Internacional» de 1969 o la obra de Kostas Mavrakis: «Sobre el trotskismo» de 1971. Estas vacilaciones, la mezcla ecléctica de conceptos más derechistas con los de la extrema izquierda, no son solo una expresión de la naturaleza esencialmente pequeño burguesa del movimiento trotskista, sino también una manera de desintegrar y desorientar al movimiento obrero.
«Trotski, por un lado, representa solamente sus vacilaciones personales y nada más. En 1903, fue menchevique; en 1904, abandonó el menchevismo; en 1905 regresó al menchevismo haciendo gala de frases ultrarevolucionarias; en 1906 los dejó nuevamente; a fines de 1906 abogó por acuerdos electorales con los Kadetes –estando una vez más con los mencheviques–; y en la primavera de 1907, en el Congreso de Londres, dijo que difería de Rosa Luxemburgo en «matices específicos de ideas en vez de líneas políticas». Un día Trotski plagia del acervo ideológico de una facción, al siguiente día plagia de la otra, y después se declara por encima de las facciones». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Significado histórico de la lucha interna en el partido en Rusia, 1910)
Fuentes:
http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2015/09/el-fraccionalismo-y-el-divisionismo-del.html