La disgregación de la URSS: De Jruschov a Gorbachov

Después de la Segunda Guerra Mundial, los países imperialistas, con los Estados Unidos a la cabeza, han unido sus fuerzas para cortar el paso a la extensión del socialismo por el mundo. Desde entonces, los Estados imperialistas llevan una lucha de clases que no para de crecer por todo el mundo. Las señas de su carácter internacional son las siguientes:

1. la extensión de la lucha de clases, prácticamente en todos los países del mundo, y particularmente en la Unión Soviética;

2. la activación y agudización de la lucha de clases en todas las esferas de la vida: ideológica, económica, política, en el mundo de la cultura, de la diplomacia, del deporte, en el ámbito científico-técnico, etc., y su intensidad no para de crecer;

3. la creación y agudización de los conflictos regionales sobre base étnica, religiosa, nacionalista y territorial, y su utilización al servicio de los “eternos intereses estratégicos” del imperialismo. Un ejemplo bien palpable es la intervención de la OTAN en Bosnia-Herzegovina y Kosovo, regiones de un Estado soberano: Yugoslavia;

4. la creación por el imperialismo de decenas de estructuras y organizaciones especializadas para llevar la lucha de clases, tales como la CIA , la OTAN y otras alianzas y bloques militares; distintos organismos económicos y financieros internacionales, tales como el FMI, el Banco Mundial y otros clubes, comités y centrales de decisión;

5. la utilización en el transcurso de la lucha de clases de métodos, medios, formas y fuerzas, recomendados por diferentes institutos de investigación, laboratorios y centrales, con la certeza del aporte financiero, así como de cuadros por parte de medios económicos estatales.

Esto quiere decir que los Estados Unidos y sus aliados organizan y llevan la lucha de clases sobre una base científica, utilizando los progresos en las ciencias y las técnicas —lo que la convierte en más eficaz y mucho más peligrosa para el porvenir de la humanidad—.

Lenin lo preveía y avisaba de semejante peligro. Stalin se basaba en los hechos para denunciar este peligro y tomaba medidas rigurosas contra las actuaciones del enemigo.

Jruschov los subestimaba, lo que en la práctica era la renuncia a la lucha adecuada y activa contra el enemigo de clase. Dos decenios después de la respuesta estalinista, Jruschov negaba su oportunidad y calumniaba la obra de Stalin.

Pero los hechos históricos y la realidad son persistentes. Son ellos los que demuestran o contradicen los fundamentos teóricos de la práctica.

¿Y cuáles son los hechos después de la Segunda Guerra Mundial? Nos muestran que cuanto más son amenazadas las bases del capitalismo mundial por los éxitos del socialismo triunfante, más se refuerza y se agudiza la lucha de clases a escala internacional.

Un plan de desestabilización de la URSS es llevado a cabo, desde 1945, por Allen Dulles [1]. Es una prueba fulgurante de la agresividad estratégica contrarrevolucionaria, acometida por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Este plan, creado antes del final de la guerra, había sido escondido al aliado de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial: la Unión Soviética. Fue creado en la época en la que el Ejército Soviético, fiel a su compromiso como aliado, combatía en Extremo-Oriente al ejército japonés con una fuerza de un millón de hombres, permitiendo la victoria definitiva sobre Japón. Está claro que no fue la bomba sobre Hiroshima, que provocó 117.000 víctimas, sobre todo mujeres y niños, sin alcanzar ni a un solo soldado del ejército japonés, sino el ejército soviético quien hizo capitular a Japón.

El Secretario de Estado de los Estados Unidos, E. Stetinius, que participó en la Conferencia de Crimea en febrero de 1945, declaró que para persuadir al presidente americano de la necesidad de la bomba “la víspera de la Conferencia de Crimea, los jefes de Estado mayor americanos habían convencido a Roosevelt de que Japón no capitularía más que en 1947 o quizás más tarde, y que su derrota le costaría millones de soldados a los Estados Unidos”.

Descubrimos ahora que el plan Dulles había sido aplicado durante decenios por el imperialismo americano. Y sigue siendo aplicado hoy, actualizado y adaptado a las condiciones históricas actuales. Se pueden ver los tristes resultados de su realización. En el interior de la URSS este plan tenía previsto encontrar sus colaboradores y sus aliados. Los encontró en personas como Gorbachov, Yakovlev, Shevernadze, Yeltsin y sus entornos.

He aquí el orden cronológico de las actuaciones del imperialismo americano:

En marzo de 1946, en Fulton, sólo seis meses después de la victoria sobre el fascismo, Truman y Churchill declararon abiertamente “la Guerra Fría” a los países socialistas y a la URSS, su aliado de antaño.

En 1947 los Estados Unidos crearon la CIA, una inmensa red de espionaje, extendida por el mundo entero, monstruo terrorífico del imperialismo contemporáneo. El número de sus cuadros se eleva a 5.000, con un presupuesto de 25 mil millones de dólares. Una parte de este presupuesto sirve para pagar a los espías y disidentes que constituyen la quinta columna: escritores, periodistas, publicistas, artistas, deportistas, así como otros renegados y traidores.

En 1949, los grandes países capitalistas occidentales, con los Estados Unidos a la cabeza, crearon el pacto militar Norte-atlántico, la OTAN, fuerza militar del imperialismo contemporáneo, cuyo objetivo, desde su creación, era el de combatir a la Unión Soviética y a los países socialistas, e impedir el desarrollo de los procesos progresistas, democráticos y revolucionarios en el mundo entero.

Después de la muerte de Stalin en 1953, la ofensiva general del imperialismo contra la URSS y los países socialistas ha continuado en todas las áreas de la vida. Esta ofensiva se reveló aún más peligrosa en las condiciones del “deshielo” jruschoviano, a raíz del XX Congreso del PCUS en 1956.

A principios de los 60, el Presidente americano Kennedy confirmó el plan Dulles: “No podemos vencer a la URSS con una guerra clásica. Podemos vencerla con otros métodos: ideológicos, psicológicos, con propaganda anti-soviética, con medidas económicas”.

¿Se pueden encontrar científicos, historiadores, sociólogos y filósofos con suficiente valor para decir por qué el liberador de multitud de países de Europa y Asia del fascismo y del militarismo alemán y japonés, debía sufrir esta trágica suerte?

¿Se puede preguntar a artistas y a creadores de valores culturales si les conviene el horrible papel de traición hacia los pueblos que les confía el imperialismo americano?

En 1956, Jruschov declaró, en la “sesión secreta” del XX Congreso del PCUS, que la lucha de clases en la URSS estaba apagándose. Por sus resultados objetivos, esta declaración equivale a una traición.

En 1992, cuando los dirigentes del “putsch” de agosto de 1991 —es decir, los protagonistas del intento de conservar la URSS— fueron juzgados en Rusia, el Secretario General del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), Guenadi Ziuganov, declaró ante el tribunal constitucional de Rusia:

“Quisiera recordar que a mediados de los 60 había sido elaborado un plan, que ni se llamaba “Perestroika”, ni “reforma radical”. Era un programa del Consejo de Seguridad Nacional de los EE.UU. adoptado después de la crisis de Cuba. Era un programa de desestabilización del régimen constitucional de la URSS y de destrucción del gran país unitario. El punto principal del programa anunciaba: “sin destruir al PCUS, no se puede destruir a la URSS. Y para destruir al PCUS, hay que penetrar los centros de decisión del partido. He aquí los cinco puntos de este programa:

1. Presentar (quiero atraer su atención en el verbo “presentar”) a la URSS como el último imperio voraz, e intentar destruirlo por todos los medios.

2. Demostrar que la URSS no había sido la vencedora del fascismo, sino un tirano igual al fascismo al que no hay que respetar.

3. Su economía debe ser desestabilizada con la carrera armamentista, y deformada de tal manera que se pueda impedir la realización de las ventajas constitucionales, sobre todo en el ámbito social.

4. Encender la llama del nacionalismo y hacer explotar al país desde dentro, sobre la base de un extremismo nacional y religioso.

5. Propiciar la ocupación de los medios de información por agentes de influencia dirigidos por la CIA, destruir el modo de vida colectivista; separar el pasado del presente para así privar al país de porvenir”.

Es el horripilante destino que los imperialistas americanos han planificado, hoy en día, para el pueblo que liberó del fascismo a Europa y al mundo, pagando el precio de 20 millones de víctimas y de inmensos destrozos.

En 1977, dos decenios después del XX Congreso, en el Comité Central del PCUS se presentó el informe de Yuri Andropov, donde se decía:

Según los datos verificados por la KGB, la CIA de los EE.UU., estudiando los pronósticos de sus especialistas en lo que concierne al desarrollo de la URSS, trabaja últimamente sobre planes de profundización de su actividad hostil, dirigida en pro de la disgregación de la sociedad soviética y de la desorganización de la economía soviética. Con este propósito, el servicio de información americano se propone reclutar agentes de influencia entre los ciudadanos soviéticos, con el fin de formarlos y dirigirlos hacia puestos de decisión política, económica y científica en la URSS. La CIA ha elaborado un programa de formación individual de los agentes, previendo su actividad de espionaje, y reforzando su formación política e ideológica. Un aspecto primordial en la preparación de estos agentes es su formación en métodos de dirección de las ramas fundamentales de la economía socialista. Trabajando con persistencia en sus objetivos, la dirección del servicio de información americano no escatima en gastos, buscando personas que por sus cualidades personales y litúrgicas podrían asumir puestos de administración en el aparato dirigente, y llevar a cabo las tareas formuladas por el enemigo. La CIA espera coordinar y dirigir, a través de un centro ligado al servicio de información americano, la actividad de estos agentes aislados unos de otros, para hacerles aplicar en la vida la política de sabotaje de la economía socialista.

La CIA opina que la actividad coordinada de los agentes llevará hacia la creación de dificultades precisas en la política interior de la Unión Soviética, frenando el desarrollo de nuestra economía.

Dirigirá las investigaciones científicas hacia caminos sin salida. Se apoya sobre las condiciones favorables a la realización de estos planes, creadas por las circunstancias de la ampliación de las relaciones entre la URSS y Occidente. Los responsables del servicio de información americano encargados del trabajo directo con sus agentes interiores consideran que este programa en curso de realización modificará de forma significativa la calidad de las diferentes esferas de la vida de nuestra sociedad, y sobre todo de la economía, que llevarán a la adopción de los valores occidentales en la URSS. El KGB registra la información recibida para la organización de acciones, descubriendo y contrarrestando los planes del servicio de información americano. Firmado: Yuri Andropov, Presidente del KGB”.

Sin embargo, este informe de Andropov no ha cambiado la línea revisionista inaugurada por Jruschov y continuada por sus émulos Breznev, Suslov y su entorno. Estos últimos se habían visto obligados a alejar a Jruschov del poder, no por su línea revisionista, que había sido continuada por ellos mismos, sino a causa del descontento creciente de los trabajadores en la URSS, a causa de la abundancia de los errores que había cometido, sobre todo en el ámbito de la economía y de la política exterior.

El proceso de putrefacción y de descomposición de la URSS se desarrollaba a una velocidad tan elevada y de forma tan dramática en la época de Gorbachov, que este pudo poner en marcha y realizar una traición neta y abierta -la llamada “Perestroika” (“transformación” —nota del traductor—). Pero Gorbachov empezó su “Perestroika” con una increíble demagogia, proclamando la voluntad de mejora del socialismo, que nubló la conciencia de muchos comunistas y ciudadanos, y no sólo en la URSS.

No se puede obviar el encuentro de Bush (padre) y Gorbachov en Malta, a principios de diciembre de 1989. El plan definitivo de la traición de Gorbachov fue diseñado allí, La prueba está en los acontecimientos que empezaron justo después, planificados y preparados de antemano por la CIA: tumultos “espontáneos” en todos los países socialistas del Este en noviembre-diciembre de 1989.

Después del encuentro de Malta, en diciembre de 1989, Bush había avisado: “van a ocurrir acontecimientos en los países del Este, en los cuales la URSS no debe intervenir”.

A mediados de junio de 1991, dos meses antes de los acontecimientos de agosto de 1991 en Rusia (el célebre “putsch” —nota del traductor—), en una sesión a puerta cerrada del Soviet Supremo de la URSS, el jefe del KGB, Vladimir Kriuchkov, declaró:

“Nuestro país se encuentra al borde de la catástrofe. Los EE.UU. y los otros países occidentales consideran que la disgregación de la URSS es inminente… la situación es tal que no podemos pasar de acciones de carácter excepcional. No ver esto equivale a engañarse uno mismo. No actuar, es hacerse responsable de las consecuencias trágicas, que no se pueden prever. De nuestra inventiva dependerá si el gran país seguirá existiendo o no”.

Pero este aviso severo no ha sido más que una voz en el desierto.

Un hecho ha sido conocido no hace mucho: “el jefe del KGB, Vladimir Kriuchkov, informó al Secretario General del Comité Central del PCUS, Mijail Gorbachov, que poseía información de que el miembro del Buró Político del C.C. del PCUS, Alexander Yakovlev, mantenía relaciones con la CIA, y que era necesario investigar sobre estos lazos. Gorbachov prohibió enérgicamente la intervención del KGB”.

Después, hubo los acontecimientos de agosto y de diciembre de 1991, que pusieron fin al PCUS y a la URSS. Los “héroes” principales de estos acontecimientos fueron Gorbachov y Yeltsin, ambos miembros de primera fila del Partido Comunista.

Así pues, 50 años después de la creación del plan Dulles, George Baker secretario de estado de los Estados Unidos, declaró, con una satisfacción y una soberbia excepcionales: “los últimos 40 años hemos gastado trillones de dólares para ganar la Guerra fría”.

Según George Bush: “es una suerte para los Estados Unidos, que no llega más que una vez cada 100 años, el imponer sus intereses y sus valores al mundo entero”.

Más tarde, el secretario general del partido comunista de los Estados Unidos, Guss Hall, precisó:

“América ha gastado cinco trillones de dólares en la Guerra Fría”.

Y el presidente Clinton añadía: “si hemos podido gastar trillones de dólares para asegurar la victoria sobre el comunismo en la Guerra Fría, ahora debemos estar dispuestos a invertir una ínfima parte de esta cantidad para ayudar al triunfo de la democracia”.

En cuanto a los dólares suplementarios que Clinton dará para el “triunfo de la democracia”, esto no significa más que una cosa: que la lucha de clases no para de agudizarse.

Estos hechos históricos muestran que Lenin y Stalin tenían razón en sus advertencias y sus acciones, y no Jruschov afirmando que la lucha de clases se atenuaba y debía desaparecer. Como se ha visto, no es la lucha de clases la que ha desaparecido, sino el PCUS y la URSS.

Tal es la triste verdad histórica.

Fragmento del libro ‘Jruschov y la disgregación de la URSS’, de Mijaíl Kilev, doctor en ciencias militares.

Notas

[1] Allen Dulles (1893-1969); administrador americano. En 1942, entra en los servicios secretos y juega un papel de primer orden en el Office Of. Strategic Services, en Suiza (servicio que dio a luz a la CIA). Desde su creación en 1947 es miembro de la CIA, donde, como Director Civil de 1953 a 1961, crea el servicio de informaciones clandestino.

Fuentes:

La disgregación de la URSS: De Jruschov a Gorbachov

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