A 100 años del nacimiento del fascismo en Europa

Greg Gödels (*)

¿Se ve hoy amenazado el dominio de las clases sociales hegemónicas como para que la burguesía vuelva a poner en marcha a sus escuadrones «patrióticos»?

1922: el Fascimo se hace con el poder en italia

El presente año de 2022 se cumplen nada menos que 100 años – un siglo- desde que el fascismo accediera al poder por primera vez. Fue a finales de octubre de 1922 cuando el rey Víctor Manuel III de Italia invitó a ocupar el cargo de Primer Ministro a Benito Mussolini, líder del Partido Nacional Fascista, transfiriendo por primera vez en la historia el poder político a los fascistas.

El fascismo italiano se gestó como un movimiento nacionalista, confuso y contradictorio, con apenas referencias políticas que permitieran ubicarlo a la izquierda o a la derecha. Su unidad parecía estar basada únicamente en su apoyo a la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, después del final de la Primera Guerra Mundial, el movimiento fascista fue convirtiéndose paulatinamente en una virulenta reacción al desarrollo de la izquierda revolucionaria que en Italia empezaba a tomar cuerpo.

Mientras los trabajadores industriales ocupaban fábricas, los trabajadores rurales se rebelaban en contra de los terratenientes y ocupaban sus tierras. En medio de todo ese maremágnum, los socialistas revolucionarios trataban de hacerse con el liderazgo en el pujante movimiento obrero. Viéndose amenazados por este impetuoso movimiento popular, los capitalistas italianos y los grandes terratenientes concertaron un acuerdo con los «fascisti» para que estos se convirtieran en una fuerza de asalto paramilitar squadristi- que pudiera servir de rompeolas contra los embates del movimiento obrero y de la izquierda revolucionaria.

Simultáneamente, la Revolución bolchevique triunfaba en la Rusia soviética. Para la burguesía italiana aquello no podía significar otra cosa más que un auténtico cataclismo social que amenazaba su hegemonía como clase social, o incluso su propia existencia como tal.

Para la burguesía lo que estaba teniendo lugar en Italia no sólo eran revueltas populares que, como en ocasiones anteriores, se disiparían con el tiempo y la la represión administrada por la fuerza del Estado . Ahora las cosas parecían ir por caminos diferentes. El hecho de que las clases populares se hubieran hecho con el poder nada menos que en Rusia, un país ciertamente importante, provocó desesperación en los medios y las clases dominantes italianas. A toda costa había que evitar en Italia una revolución al más puro estilo bolchevique, restableciendo rápidamente la estabilidad que ofrecía el orden liberal de la preguerra.

Las clases poderosas italianas calcularon con mucho tino que aquellos patrióticos «fascisti» podían ser utilizados para poner coto a la «amenaza roja» que representaban las huelgas y las ocupaciones de obreros y campesinos de industrias y tierras de su propiedad. A cambio de desempeñaran esa tarea, las clases dominantes, con el monarca la cabeza, les permitirían que llevaran a cabo la reestructuración del aparato del Estado porque, al fin y al cabo, la remodelación de éste, propuesta por los «camisas negras», también les iba a beneficiar.

Fue el miedo compulsivo al reordenamiento de las relaciones de propiedad, como a la destrucción de su dominio de clase, lo que creó las condiciones en el año 1922 que permitirían que el fascismo pasara de ser un Movimiento a un Partido político y, finalmente, a un orden gobernante.

Esta fusión históricamente nueva entre el capital y otras formas de propiedad, con un nacionalismo populista y autoritario fue la que definió al fascismo italiano, después de 1922.

Precedentes de movimientos parafascistas en Europa

Ni que decir tiene que en Europa se habían producido con anterioridad Movimientos de ultraderecha y ultranacionalistas antes de que se produjera el ascenso del fascismo. En Francia, por ejemplo, después de la derrota en la guerra franco-prusiana y la caída de la Comuna de París, las élites francesas buscaron la restauración de la “gloria” de Francia. El estallido del nacionalismo tomó muchas formas: revanchismo (o venganza contra Alemania), antisemitismo (culpar a los judíos por la “gloria” empañada), bonapartismo (la demanda de un líder fuerte) y monarquismo (la restauración de la Monarquía).

El movimiento para restaurar una Francia gloriosa e imaginada se unió en torno a un líder militar llamado Georges Ernest Boulanger, muy conocido por su persistente devoción por ir a la guerra contra Alemania y ajustar cuentas. El boulangisme prosperó durante algunos años, agregando elementos de populismo a su agenda nacionalista e incluso atrayendo a no pocos antiguos izquierdistas.

En apariencia, el boulangisme tiene parecido con los movimientos fascistas posteriores. Algunos historiadores burgueses lo han visto como tal. Sin embargo, este movimiento carecía de los dos rasgos esenciales que son característicos del fascismo y de su época. En primer lugar, no se planteó como una reacción en contra de una amenaza revolucionaria anticapitalista inminente al orden existente, que exigiera la reacción decisiva de la clase dominante. Y segundo lugar, porque la clase hegemónica no percibía un peligro existencial suficiente fuerte en la situación social de Francia como para tener que descartar el uso de la democracia burguesa republicana .

En enero de 1889, surgió la oportunidad de Boulanger, pero su vacilación y la oposición de la mayoría de la clase dominante frustraron un intento de golpe. Resulta ilustrativo que el boulangisme sólo haya pasado a la historia como una simple nota a pie de página del siglo XIX.

La Revolución bolchevique y el ascenso de los Partidos Comunistas y Obreros revolucionarios, sí que crearon las condiciones para que la clase dominante italiana se pronunciará por un movimiento extremista como el Nacional Fascismo en Italia, mientras que el movimiento boulangisme francés se pierde en la oscuridad histórica. La reacción se convierte en fascismo solo cuando el socialismo revolucionario constituye una amenaza existencial para el capitalismo.

El Nacional Socialismo alemán

El ascenso del nazismo subraya plenamente esta dinámica que llegamos a llamar genéricamente “fascismo”. El surgimiento de sectas revanchistas ultranacionalistas dirigidas por veteranos de la Primera Guerra Mundial fue un lugar común en la Alemania de la posguerra. El fenómeno nazi compitió exitosamente en destacar por encima de otros con su audacia y por el uso significativo de su nombre: el nacionalsocialismo .

Al igual que en Italia, en Alemania fue la fuerza adquirida por los comunistas la que empujó a algunos capitalistas, incluido un grupo de destacados y potentes industriales, a patrocinar las actividades del nazismo como elementos de protección contra una clase obrera en pie de guerra y la turbadora perspectiva de que se produjera una revolución. Hasta que la Gran Depresión golpeó a Alemania, sus gobernantes reprimieron con éxito al Partido Nazi . El partido fue prohibido, y Hitler fue encarcelado a principios de los años 20, en su esfuerzo por copiar la marcha insurreccional del fascismo italiano sobre Roma. El partido nazi apenas recibió menos del 3% de los votos en las elecciones federales de 1928.

Pero la recesión económica y el crecimiento del Partido Comunista, que se multiplicaba en tamaño e influencia, inclinó a los Partidos burgueses alemanes , que carecían de una respuesta efectiva frente al colapso económico y el desempleo, a colaborar con los nazis.

El Partido Nazi, que obtuvo el apoyo total de una clase dominante desesperada y una pequeña burguesía desclasada, fue visto como un baluarte contra la revolución. A medida que aumentaba su desesperación, los partidos burgueses apoyaron a un anciano ultranacionalista, el ex general amigo de Hitler, Erich von Hindenburg, y lo eligieron presidente de la República.

Fue sólo cuestión de tiempo que Hindenburg, que no era nada amigo de experiencias políticas republicanas, entregara la cancillería a Hitler, siguiendo el ejemplo del rey italiano.

Estos dos ejemplos europeos de corrientes ultranacionalistas dominadas por la burguesía, constituyen el arquetipo del fascismo clásico. Durante el período de la entreguerra en toda Europa se producen respuestas similares frente al desarrollo de la izquierda revolucionaria. Ello provocó la aparición de otros regímenes de extrema derecha, dirigidos a defender a las élites gobernantes contra un movimiento obrero en ascenso. Tales movimientos derechistas fueron dirigidos por personajes bonapartistas como Mannerheim, Pilsudski, Horthy, Salazar y Franco. Si bien ninguno de ellos sigue estrictamente la ruta hacia el poder o el carácter de gobierno del fascismo clásico, comparten con él, eso sí, la característica esencial de la defensa del gobierno de la burguesía, contra la izquierda revolucionaria .

Cuando se califica al franquismo (1939-1975 en España), o al pinochetismo (1973-1990 en Chile) como regímenes “fascistas” o “cuasi-fascistas” , se atiende más al hecho que ambos compartieron con el fascismo clásico la destrucción de la democracia burguesa en respuesta a la amenaza percibida por las clases dominantes de esos países de que orden capitalista se encontraba seriamente amenazado.

El Fascismo hoy

Por lo general, los académicos tienden a elaborar una lista de verificación de características extraídas de un examen superficial del nazismo, descontextualizándolo del contexto histórico que les corresponde.

El chovinismo, la violencia política, los valores sociales conservadores, el culto a la personalidad, etc., son rasgos peculiares del fascismo histórico. Pero ninguno, por sí solo o en conjunto, fue incompatible con la República de Weimar o épocas históricas precedentes que presenciaron el surgimiento de movimientos ultranacionalistas . Fue el miedo a la revolución y un orden dominante burgués complaciente y propicio los que sirvieron como los elementos necesarios para llevar el fascismo al poder.

Ni que decir tiene que es importante reconocer como extremadamente peligrosa la nostalgia por el fascismo histórico, como sucede, por ejemplo, en los Estados Unidos con el Partido Nazi o el Partido Nacionalsocialista de los Pueblos Blancos y otras muchas organizaciones “nazis” estadounidenses, desgajadas de su origen matriz .

De la misma manera, el culto ucraniano actual en torno al fascista Stepan Bandera del siglo XX es extremadamente peligroso. Con el paso del tiempo, distanciando al pueblo ucraniano de la sórdida historia de la OUN y la colaboración nazi, la promoción por parte de políticos oportunistas autóctonos y occidentales, de grupos ultranacionalistas no solo es peligrosa, sino también criminal.

Pero malinterpretar el fenómeno histórico del fascismo, sus orígenes y su lógica, puede terminar haciéndole un flaco favor a la izquierda.

(CONTINUARÁ)

(*)Greg Gödels es un activista estadounidense que dirige la revista «MLTODAY».

Fuentes:

https://canarias-semanal.org/art/32725/a-100-anos-del-nacimiento-del-fascismo-en-europa

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