Sara Pérez
«El trabajo es la actividad humana por excelencia pero en el capitalismo nos deshumaniza»
De casa al trabajo, del trabajo a casa. Entre una y otra esfera, cada vez menos opciones. La vida queda reducida a dos planos, la producción y la supervivencia. Eso, quienes tenemos trabajo. El resto se enfrenta a un margen cada vez menor de supervivencia en todos los ámbitos. La necesidad de mantener el trabajo y el temor redoblado a perderlo implica muchas cosas: la obediencia, las humillaciones, el miedo, la agresividad y la violencia que se ejerce despóticamente desde las más altas esferas y llega hasta el último trabajador o trabajadora.
Al final de la jornada, de vuelta a casa, uno se repite: la vida no es esto, la vida no puede ser esto. En casa aún queda comprar, limpiar, cocinar, escuchar, querer, entre el cansancio y toda la represión que nos quita la salud. Pero a veces la represión no es suficiente y el malestar y las preocupaciones estallan en un hogar que hace mucho que dejó de ser el descanso del guerrero. Y volvemos al trabajo, con la mascarilla y la careta puesta, pensando: la vida no es esto, la vida no puede ser esto.
Han abierto los bares, pero se mantiene el toque de queda. El Gobierno central amenaza con “mano dura” si los contagios aumentan. Y nosotros sabemos, pero no tenemos a quién decírselo, que se ocultan los contagios en el puesto de trabajo, que sólo se consideran contagios próximos los que interesan, que el transporte público va hasta la bandera, que las y los trabajadores del servicio público de salud están al borde del colapso.
A veces sí tenemos con quien hablarlo. Nos cruzamos con los compañeros en cualquier resquicio que deja el curro y la familia y se da un apresurado intercambio de indignación y agravios. Lo que no tenemos es una respuesta. Es lo que hay, se escucha decir una y otra vez. La situación es indignante y los medios nos empujan a tragarnos el sapo con resignación cristiana y mucha alienación vía Netflix. No hay contradiscurso, ni contrapropuesta. Desde los diversos sindicatos nos animan a mantenernos dentro de los límites legales establecidos por el mismo Estado que es responsable de tanta barbarie. Como mucho, se repite un general y abstracto “organizaos”. ¿Dónde? ¿Para hacer qué? Más allá de denunciar e ir a Inspección no hay línea sindical en los lugares de trabajo. Ni que hablar de aquellos en los que no hay posibilidad de desarrollar trabajo sindical. Fuera de los sindicatos no hay programa, ni propuesta, ni siquiera una explicación coherente de porqué estamos así y contra quién hemos de luchar. No hay nada.
Los seres humanos somos increíbles en muchos aspectos. Hemos salido del determinismo animal. Tenemos conciencia de nosotros mismos, de los demás. Hemos evolucionado y somos capaces de grandes empresas. Cada generación sobrepasa a la anterior en sus capacidades, aunque vaya sin timón. Disponemos de una enorme creatividad, una capacidad de inventiva y de llevar a cabo eso que imaginamos, que se ha mantenido como trazo distintivo de la especie desde hace millones de años. Podemos decir que la creatividad ha tenido y tiene una función biológica para la supervivencia. Si no, no la hubiésemos mantenido a lo largo de nuestra evolución.
Sin embargo la creatividad queda reducida en nuestros tiempos a una capacidad más a desarrollar en la escuela y olvidar luego cuanto antes. Ya se sabe que estas cosas no dan de comer. Lo importante es sacarse el graduado, o el FP, o los estudios universitarios, encontrar un curro (cómo si dependiese de nosotros encontrarlo!) y mantenerlo (como si dependiese de nosotros mantenerlo!). Lo importante es la obediencia, la disciplina, el egoísmo y la competitividad, el desánimo que nace de no ver ni conocer otra salida y la convicción profunda de que no valemos para otra cosa, de que nos merecemos la mierda que nos hacen tragar cada día.
El trabajo en el capitalismo es una actividad repetitiva, profundamente absurda y brutal, santificada por Dios y la patronal. Nuestra tortura diaria. Sin embargo, la actividad, física e intelectual, que nos ha sacado del arroyo históricamente como especie, es también trabajo. El trabajo es la actividad humana por excelencia, pero el trabajo hoy básicamente nos deshumaniza. Nos convierte en números, en cosas, en mercancías desechables y reemplazables independientemente de nuestra individualidad, nuestra capacidad y nuestro esfuerzo. No somos nadie, decía siempre mi abuelo.
No somos nadie, pero lo hacemos todo. De hecho somos los únicos que sabemos cómo se hacen las cosas, cómo funcionan las máquinas, cuáles son las herramientas adecuadas, dónde están los aperos, a quién llamar y cuando, cuantos Kgs se necesitan de lo que sea y cuándo se necesitarán. La patronal, que son los alguien que no hacen nada, es consciente. Por eso se multiplican los círculos de calidad, los grupos de trabajo, la colaboración vertical y todos los mecanismos viejos o nuevos que buscan desposeernos de eso también, nuestro conocimiento. En esos espacios jamás se tomará una decisión que mejore la situación de las y los trabajadores, sólo aquellas que mejoren la posición de la patronal. Ni hablar de debatir la forma de organizar el trabajo, de mayores salarios y horarios más reducidos, de dónde salen los beneficios y quién se los queda, de cómo organizamos la sociedad, de la lógica del capital, a quién beneficia y sobre los hombros de quién se sostiene. Nada de política, por favor, aquí hemos venido a trabajar. Si no te gusta, siempre hay lugar en la cola del paro. La cita, ya sabes, tienes que cogerla online.
Y pensamos que no nos preguntan nuestra opinión porque no sabemos, cuando en realidad no nos preguntan porque sabemos. Sabemos que los que nos mandan, en la empresa y el Estado, defienden intereses contrarios a los nuestros, que no tienen ética ni moral, que ponen nuestra vida en peligro, que nos llevan al abismo sin grandes contradicciones. Sabemos que sin nosotros no se pueden sostener, sabemos que nosotros somos los imprescindibles. Pero no sabemos cómo reaccionar, cómo actuar sin ser suicidas.
La creatividad nos permitió salir de la naturaleza inconsciente y constituirnos como entidad natural auto-consciente. Nos permitió alcanzar avances inconcebibles en todas las ciencias que nacieron con el ser humano, la agricultura, la arquitectura, la medicina, la ingeniería. Nos creó la necesidad de expresarnos, de dejar constancia para nosotros y los demás, de nuestra experiencia. Y nacieron las artes, la literatura, la poesía, la pintura, el cine. En esta época tan terriblemente oscura, necesitamos reapropiarnos de nuestra creatividad, la que nos permite contar y construir nuestra verdad, la única que no es tan sólo pura estética.
El arte nació como necesidad, igual que la ciencia. Ambos campos nacen de la imaginación a la hora de buscar soluciones a problemas humanos. A las y los trabajadores siempre nos pintan como máquinas desprovistas de sensibilidad, ignorantes, estúpidos animales embrutecidos. Pero, justamente por el rol social al que nos condena el capital, tenemos la capacidad de crear una sociedad sin la violencia, el cinismo y la banalidad a la que estamos acostumbrados.
Necesitamos recuperar la creatividad. En primer lugar, necesitamos convencernos de que anda por ahí dormida. No es mediante libros de auto-ayuda que lo conseguiremos. Se trata de confiar en nosotros con los demás, cerrar los ojos y empezar a caminar. Probar y ver que somos capaces de unirnos, de trazar un camino, aunque tenga que revisarse al poco. Un pequeño paso, el más difícil de todos, el primero. A partir de ahí, ir construyendo nuevos enfrentamientos que nos proporcionarán nuevas respuestas.
Necesitamos nuevas formas de juntarnos, hablar de todas estas cuestiones, organizarnos. Sin dejar de aprender de nuestro olvidado pasado de luchas, sin querer inventar el agua caliente. Pero entendiendo que cada momento es nuevo y único, y que es necesario dar una respuesta única y nuestra. La Corriente 1º de Mayo es nuestra propuesta nueva, sin ser propiamente nueva, a esta época. Es un espacio que supera los límites del sindicato, pero no lo niega. Que busca unir trabajadores asalariados, informales, parados. Con la que luchar en la empresa y en el barrio, en la escuela y en la universidad. Por el salario y por la vivienda, por la seguridad en el trabajo y por los derechos sexuales, contra el paro y el racismo, por todas las luchas por derechos y libertades que nos unen a todos los trabajadores y a todas las trabajadoras, desde lo que tenemos en común, formar parte de la clase trabajadora.
Desde luego la Corriente 1º de Mayo no es el único espacio que impulsamos, ni el único que existe y es necesario. En Trinchera abogamos por reconstruir de una vez el partido revolucionario. Sin él, pensamos, estamos perdidos y perdidas. Desde Trinchera apostamos por un partido marxista-leninista, pero que tendrá que ser a su vez, nuevo. Un espacio desde donde poner a trabajar toda nuestra creatividad para poder leer el contexto socio-económico y político actual y encontrar los resquicios desde donde ponernos a trabajar.
Desde el profundo desprecio hacia los que nos menosprecian.
Desde el convencimiento de la necesidad de nuestras propuestas.
Desde la alegría, la voluntad, la dignidad y el esfuerzo.
Por un futuro mejor para nosotros y nosotras y nuestros hijos e hijas.
Empieza a caminar! Es urgente! Te esperamos.
(*) Sara Pérez es militante de Trinchera.
Fuentes:
https://canarias-semanal.org/art/29435/la-creatividad-y-la-clase-obrera