Título y contenido
Titulo – Perestroika – la derrota completa del revisionismo
Autor Harpal Brar
Contenido
Capítulo 1 La Perestroika – Una firme salida del Leninismo
Capítulo 2 La Economía de la Perestroika – La firme salida del Marxismo-Leninismo I
Capítulo 3 La Economía de la perestroika – La firme salida del marxismo-leninismo II
Capítulo 4 La Economía de la perestroika – La firme salida del marxismo-leninismo III
Capítulo 5 La glásnost – Otra firme salida del marxismo-leninismo I
Capítulo 6 La glásnost – Otra firme salida del marxismo-leninismo II
Capítulo 7 Cuestiones históricas – Una revaluación del pasado Parte I
Capítulo 8 Cuestiones históricas – Una revaluación del pasado Parte II
Stalin y el papel del campesinado
Capítulo 9 Cuestiones históricas – Una revaluación del pasado Parte III
Stalin y la «decapitación» del Partido y el Ejército Rojo.
Capítulo 10 Cuestiones históricas – Una revaluación del pasado Parte IV
Stalin y el «Culto de la Personalidad
Capítulo 11 Economía de la Lucha de las clases Bajo el Socialismo
¿Por qué ese Odio Venenoso hacia Stalin?
Capítulo 1
LALKAR Marzo/Abril 1990
La Perestroika –
Una firme salida del Leninismo
En marzo de 1985, hace exactamente cinco años, Mijaíl Gorbachev, tras la muerte de Chernenko, fue nombrado Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Ya ha pasado el tiempo suficiente para poder hacer una valoración de su liderazgo al frente del PCUS y, sobre todo, de su actuación en el campo de los asuntos internos y externos. Desde el principio, podemos afirmar que el periodo que comprende estos cinco años ha sido un desastre absoluto para la causa del socialismo, no sólo en la Europa del Este sino también en la propia U.R.S.S. El caos económico, las pretensiones nacionalistas, así como la decadencia política y moral plantean cada vez con más fuerza una seria amenaza para la integridad y existencia de la U.R.S.S. Aunque esta catástrofe puede ser resultado del XXº Congreso del PCUS en 1956, cuando, bajo el liderazgo de Khrushchev, el partido adoptó una serie de posturas bastante equivocadas. Todo ello sería tan devastador, que la crisis en la U.R.S.S. y en la Europa del Este es la consecuencia directa de las políticas más conocidas por los términos «glásnost« (liberalización, apertura) y «perestroika« (reconstrucción), adoptadas en el plenum del Comité Central del PCUS de enero y junio de 1987 respectivamente; reformas que conducirían a fatales e irreversibles consecuencias, lo cual no sorprende a nadie. El resto de este artículo está dedicado a probar este argumento sobre esta controversia. Es muy difícil hacer justicia a un tema como este a través de un artículo periodístico. De todas formas, tendremos que regresar a este tema sin duda alguna. Este artículo pretende, por tanto, ser útil en nuestra contribución preliminar al debate que está teniendo lugar actualmente en los partidos, organizaciones y círculos de clase obrera de todo el mundo.
Los documentos más importantes consultados en esta serie de artículos, y que constituyen el tema central de nuestra crítica, son los siguientes:
1. La Perestroika, de Mijaíl Gorbachev (publicado por Collins y al cual haremos referencia en este artículo con el nombre de La Perestroika),
2. El informe de Gorbachev con motivo del 70º aniversario de la Gran Revolución de Octubre (Informe de 1987),
3. El informe de Gorbachev para la XIXª Conferencia del PCUS para todos los estados miembros de la Unión en Junio de 1988 (Informe de 1988), y
4. El Desafío: La Economía de la Perestroika, de Abel Aganbegyan (publicado por Hutchinson, y al cual nos referiremos en este artículo con el nombre de El Desafío). Aganbegyan, es descrito en la literatura soviética como «la figura central de la ‘perestroika’».
Definición de Perestroika
Gorbachev define la perestroika no simplemente como la reestructuración, sino como una «revolución desde arriba.» Dice: «… nos referimos a cambios profundos y esencialmente revolucionarios que han sido aplicados por iniciativa de las proprias autoridades, pero que responden a las exigencias de cambios objetivos en la situación y en la conciencia social” (La Perestroika p.50)1.
Gorbachev nos asegura una y otra vez que no comparte la idea que tienen algunos sobre que «el socialismo se halla en una profunda crisis y que ha llevado a nuestra sociedad a un callejón sin salida;» (ibid. p.32) que no coincide con aquellos que dicen: « sólo nos queda una posibilidad: adoptar las estructuras sociales y los métodos de dirección proprios del capitalismo, dirigirnos hacia el capitalismo.« (ibid.p.33).
Critica a aquellos que «Llegan incluso a afirmar que la Revolución de Octubre fue un error que marginó casi completamente a nuestro país de los progresos sociales del mundo” (ibid. p.33).
. «Nada más lejos de la verdad», dice, que la interpretación que afirma que se ha requerido la perestroika como “medida impuesta por la desastrosa situación de la economía soviética y que implica un desencanto del socialismo y una crisis de sus ideales y últimos objetivos«. (ibid. p.8). Además, añade “no vamos a cambiar el poder soviético ni abandonar a sus principios fundamentales, pero reconocemos la necesidad de introducir cambios que fortalezcan al socialismo y lo vuelvan más dinámico y políticamente significativo (ibid. p.49).
Lejos de ser una detracción del socialismo, Gorbachev es lo suficientemente audaz para caracterizar la política de la perestroika de la forma siguiente:
» … su atrevimiento bolchevique y su ímpetu social y humano, la trayectoria presente es una consecuencia directa de los grandes logros iniciados por el Partido Leninista en los días de octubre de 1917. Y no meramente una consecuencia, sino una extensión y un desarrollo de las principales ideas de la Revolución. Debemos impartir un nuevo dinamismo al impulso histórico de la Revolución de Octubre y seguir profundizando en todo lo que ésta inició en nuestra sociedad (ibid. p.45).
Y para tal avance, la perestroika debe estar acompañada por la glásnost (literalmente, la apertura o transparencia), es decir, por un proceso descrito como una «democratización total» en todos niveles de la sociedad. Puesto que sin una perestroika de democratización, se dice, que tiene todas las de perder, como sucedió con reformas anteriores que no se vieron acompañadas de la glásnost. Veremos en breve los resultados prácticos de estas políticas gemelas, de las que Gorbachev se sirve para expresar sus propios reclamos, hecho que permanece sutilmente oculto en los resultados.
¿Por qué la Perestroika?
Antes de analizar el contenido de los diversos aspectos de esta nueva política, es conveniente hacer la pregunta: ¿por qué la perestroika? Gorbachev nos dice que los orígenes de la perestroika pueden atribuirse al estancamiento de la economía soviética a partir de finales de los años 70. Aquí está cómo lo explica:
« En un momento dado – como empezó a advertirse con toda claridad en la segunda mitad de los setenta – occurió una cosa que a primera vista parecía inexplicable. El país estaba perdiendo su impulso. Los fracasos económicos se hacían cada vez más frecuentes. Las dificultades se acumulaban y se agravaban, y los problemas sin resolver se multiplicaban. Ciertos elementos de los que llamamos ‘estancamiento’ y de otros fenómenos ajenos al socialismo empezaron a aparecer en la vida de nuestra sociedad. Se había creado una especie de ‘mecanismo de frenado’ que actuaba sobre el desarrollo social y económico. Y todo esto ocurría en un omento en que la revolución científica y tecnológica estaba abriendo nuevas perspectivas de progreso económico y social…
“Al analizar la situación, lo primero que descubrimos fue una disminución del crecimiento económico. Durante los últimos quince años, el crecimiento de la renta nacional se había reducido en más de la mitad, y, a comienzos de los ochenta, había disminuido hasta un nivel próximo al estancamiento económico. Un país que otrora se aproximaba rápidamente a las naciones más poderosas del mundo estaba de pronto empezando a perder posiciones” (ibid. p16-17).
Y además: « Nuestros cohetes pueden localizar el cometa Halley y volar hasta Venus con asombrosa precisión, pero, junto a estos triunfos científicos y tecnológicos, se da una evidente falta de eficacia en el aprovechamiento de estos logros científicos para las necesidades económicas …” (ibid. p.19).
Paralelamente al estancamiento económico, exclama Gorbachev, ha habido «una erosión gradual de los valores morales e ideológicos de nuestro pueblo” (ibid. p.19) y una relajación de la dirección del partido: « los grandes valores nacidos de la Revolución de Octubre y de la lucha heroica por el socialismo estuvieran siendo pisoteados” (ibid. ) … no sólo los soviéticos han estado perdiendo interés en los asuntos sociales, sino que « el trabajo había perdido su respetabilidad” (ibid. p.22) y “ la gente, sobre todo los jóvenes, buscaba el beneficio a cualquier precio (ibid. p.22). Por lo tanto, las ideas de la perestroika han sido incitadas no sólo por causas económicas sino también por «nuestra conciencia preocupada, … nuestro irrenunciable compromiso con los ideales que heredamos de la Revolución (ibid.). Así se manifestó Gorbachev.
Si tenemos en cuenta todas las declaraciones importantes de Gorbachev, que forman parte de los tres documentos más autorizados citados al principio de este artículo, podemos decir que su tesis de la perestroika puede subdividirse en las siguientes categorías:
1. Una revisión de la historia soviética – un eufemismo para los ataques injustificados y faltos de rigor científico sobre Iósif Stalin y un intento, aunque no sea muy convincente, cuando se niega ese capítulo glorioso del proletariado en la historia del mundo; en el que la U.R.S.S., bajo el estandarte del Marxismo-Leninismo y el liderazgo del PCUS, con Stalin a la cabeza, llevó a cabo irrepetibles hazañas en la construcción del socialismo.
2. La glásnost (apertura o transparencia) – «democratización de la sociedad soviética.»
3. Reestructuración de la economía soviética.
4. El socialismo y el mundo.
Preferimos hablar de estos aspectos de la perestroika en orden contrario. Este artículo se limita a los 4 de arriba. Los demás artículos seguirán tratando otros aspectos.
EL SOCIALISMO Y EL MUNDO
La mitad del libro de Gorbachev está dedicado a este asunto. Su informe con motivo del 70º aniversario de la Gran Revolución de Octubre contiene una sección que trata la situación internacional – «La Revolución de Octubre y el Mundo de Hoy» – en el que Gorbachev hace un análisis del mundo contemporáneo y nos sorprende con algunas fantásticas (en el sentido de increíbles) formulaciones teóricas que, simplemente, no se corresponden con la realidad, e incluso están en desacuerdo con el análisis de la situación de mundo aprobada incluso por el PCUS en su XXVIIº Congreso del Partido. Además, se pone de manifiesto una clara salida del Marxismo-Leninismo. El Informe de 1988 repite de nuevo estas mismas formulaciones.
Mundo integral e interdependiente
La tesis principal de Gorbachev es que el mundo en el que vivimos es un mundo interdependiente e integral. Haciendo caso omiso de todas las contradicciones básicas de nuestra época (las contradicciones entre el socialismo y el imperialismo; entre el imperialismo y las naciones oprimidas y pueblos del mundo; entre el proletariado y la burguesía; e incluso entre los diversos países imperialistas), Gorbachev afirma:
«Cuando uno se da cuenta que este concepto parte de la idea de que existen profundas contradicciones y diferencias abismales en todos y cada uno de los países que componen el mundo contemporáneo, llegamos a la conclusión de que éste es interdependiente e integral» (Informe de 1987).
¿En qué fundamentos se basa para calificar este mundo de interdependiente e integral? He aquí la respuesta de Gorbachev:
«Las razones para esto incluyen la internacionalización de los lazos económicos en el mundo, el importante alcance de la revolución científica y tecnológica, el nuevo y esencial papel de los medios de comunicación, el estado de los recursos del planeta, el peligro ambiental común y los lamentables problemas sociales de los países en vías de desarrollo que nos afectan. Sin embargo, la razón principal es el problema de la supervivencia humana. Este problema está ahora con nosotros porque el desarrollo de armas nucleares y las amenazantes perspectivas de su uso han cuestionado la mera existencia de la raza humana.» (Ibid.).
No hay nada de nuevo sobre esta «internacionalización de los lazos económicos en el mundo», porque es tan antigua como el propio capitalismo moderno. Desde sus inicios, el capitalismo ha perseguido únicamente un mercado mundial. Este factor fue el punto de partida de los descubrimientos geográficos del siglo XV hacia adelante, no sin mencionar el comercio de esclavos, la colonización del nuevo mundo y posteriormente de Asia y África. Si uno puede hablar de la relación entre este fenómeno y la interdependencia, también habría que hablar de la interdependencia del ladrón y de quien es robado. Es comprensible que los imperialistas, y sus ideólogos, hablen de esa forma con el objetivo de ocultar su explotación de los pueblos oprimidos. No obstante, por parte comunista, es algo inadmisible según los principios del Marxismo-Leninismo.
Tampoco hay nada de nuevo sobre la tan anunciada “revolución científica y tecnológica”. La incesante persecución capitalista tras la extracción de cada vez mayores sumas por la plusvalía, a través de la ley de competencia, confía beneficiarse continuamente de los avances técnicos. No obstante, todo aquél que se considere comunista no debería dejarse impresionar por la revolución tecnológica, pero tampoco debe olvidarla “…dentro del sistema capitalista, todos los métodos para aumentar la productividad del trabajo se consiguen al costo del trabajador individual; todos los medios para desarrollar la producción se transforman en medios para dominar y explotar los productores; mutilan al trabajador y lo convierten en un fragmento de hombre, lo degradan al nivel de apéndice de una máquina y destrozan cualquier rasgo de encanto en su trabajo y hacen de ello una fatiga odiosa (Marx, Tomo I, de Capital. 645).
Por otro lado, los países capitalistas más potentes insisten en tener a su servicio la revolución científica y tecnológica. Para así intensificar la sobreexplotación de los pueblos de los grandes continentes como Asia, África y América Latina, y ahora cada vez más de los países de la Europa del Este, como por ejemplo Polonia, Hungría, etc.
Los imperialistas ni tan siquiera se preocupan por «el peligro ambiental común y los lamentables problemas sociales del mundo en vías de desarrollo.» Gracias a la sobreexplotación imperialista, las personas del «mundo en vías de desarrollo» se están hundiendo cada vez más en la pobreza y las deudas. De esta forma, su única salida inmediata consiste en destruir zonas selváticas, trabajando en cultivos comerciales en lugar de cultivar su propia comida, la cual se ven obligadas a importar a un coste elevado. En consecuencia, el endeudamiento de estas personas es cada vez mayor.
No obstante, en su Informe Gorbachev hace hincapié sobre todo en su mayor argumento:
«La razón principal, sin embargo, es el problema de la supervivencia humana.»
Y este problema de la supervivencia humana, este miedo sobre la posible extinción de la raza humana debido al intercambio nuclear, argumenta Gorbachev, está obligando incluso a que los imperialistas lleguen a aceptar el hecho de que todos somos interdependientes en un mundo integral y que debemos cooperar entre sí. Y en esta entusiasmada, por no decir esperanzadora, persecución por un mundo de cooperación -entre el imperialismo y el socialismo, entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos- se corre un tupido velo ante todas las contradicciones existentes del mundo contemporáneo.
Es cierto que existe el miedo de la mutua destrucción. De todos modos, esto no ha interrumpido los planes de guerra imperialistas. Lo que ha evitado hasta ahora un ataque nuclear del imperialismo ha sido la habilidad de la Unión Soviética de lanzar como respuesta una eficaz huelga; y en ningún caso ha sido gracias a la preocupación común de los belicistas de la Alianza de la OTAN, para salvar la humanidad del azote de una guerra nuclear. Mientras Gorbachev se dedica a dar el mejor brillo a las políticas exteriores de los países imperialistas, los EE.UU. se ocupan de sí mismos con el proyecto de ‘Star Wars’, que tiene como objetivo permitir que los EE.UU. escape de las restricciones de la igualdad nuclear y adquiera la capacidad de atacar primero a la U.R.S.S. Mientras Gorbachev manifiesta con rotundidad que «es necesario y posible un nuevo sistema exhaustivo de seguridad internacional en un contexto de desarme»; mientras se adentra en terrenos pantanosos, perdiendo incluso la razón, «para identificar las leyes que controlan la interacción de los ejércitos que a través de la rivalidad, la contradicción y los intereses opuestos, pueden producir el efecto deseado» [deseado por quién, podría uno preguntarse]; los imperialistas siguen con su habitual misión de socavar los fundamentos morales, políticos, sociales, económicos y militares del socialismo con la eficacia norteamericana, o incluso podríamos decir japonesa. Sin disparar una sola bala han conseguido descomponer prácticamente el Pacto de Varsovia en una alianza defensiva y cohesiva para la paz y el progreso social, mientras han mantenido intacto el belicismo agresivo de la Alianza de la OTAN.
La Naturaleza del imperialismo
Sobre la cuestión fundamental de la naturaleza del imperialismo, Gorbachev pregunta:
«Sin embargo, teniendo en cuenta el escenario actual del desarrollo del mundo y el nuevo nivel de interdependencia e integración, ¿es posible influir en dicha naturaleza y bloquear sus manifestaciones más peligrosas? En otras palabras, ¿podemos estar seguros de que las leyes existentes en el mundo integral, en las que los valores humanos universales tienen máxima prioridad, podrán limitar el alcance de los efectos devastadores causados por la puesta en marcha de leyes egocéntricas que benefician solamente a las clases gobernantes y son esenciales para el sistema capitalista?» (Nuestro énfasis – Informe de 1987, pág. 48).
La formulación anterior es sólo un sinsentido autodestructivo y totalmente contradictorio. Por un lado, nos dice que vivimos en un mundo integral con sus propias leyes; y por otro lado la cuestión ya está planteada: ¿las leyes de este mundo integral pueden bloquear el desarrollo de la ley esencial del sistema capitalista? Es el tipo de pregunta que sólo un tonto puede proyectar. La cabeza de uno empieza a dar vueltas al leer tal formulación. Uno no sabe cuál es más fuerte, las leyes del mundo integral o la ley básica del sistema capitalista, o incluso los valores humanos universales, que se nos dice que tienen máxima prioridad.
Sea como fuere, Gorbachev responde afirmativamente a su propia pregunta. Y esta respuesta afirmativa parece más una ilusión que cualquier análisis concreto de las condiciones concretas de nuestro mundo, que se caracteriza por: la frenética carrera armamentística; la opresión y explotación aberrante sobre el Tercer Mundo; la agresión manifiesta contra naciones soberanas pequeñas tales como Nicaragua, Granada (Caribe) y Panamá, y la intensificación de varias contradicciones. Uno tiene solamente que dar un simple vistazo para darse cuenta de que nuestro mundo no es en absoluto integral y sí un mundo partido en dos.
Entonces, Gorbachev pasa a hacer más preguntas:
«¿Puede el capitalismo escapar del militarismo, y así funcionar y desarrollarse sin él en el ámbito económico? … «
E incluso:
«¿Hasta qué punto es realista nuestra esperanza de ser conscientes de la terrible amenaza a la que el mundo se está enfrentando?, y sabiendo que esta conciencia está penetrando incluso en los niveles más altos de la élite dirigente occidental [p.ej. los imperialistas] ¿Se pondrá en práctica esta conciencia en políticas futuras? Después de todo, a pesar de los firmes argumentos de sentido común, por muy bien desarrollado que esté el sentido del compromiso, por muy fuerte que sea el instinto de autoconservación, todavía hay asuntos que nadie debe subestimar y que están sujetos a intereses económicos y por consiguiente a intereses de clase.»
Viendo la determinación de Gorbachev de hacer caso omiso a los «intereses económicos y por consiguiente de clase», resulta desconcertante para cualquiera la inclusión de la última frase del párrafo anterior. Ésta refleja la realidad que nos rodea, y acaba efectivamente con todo el disparate de que el mundo, con sus propias leyes, es «integral» e «interdependiente».
Al fin y al cabo, Gorbachev repite la misma pregunta de la forma siguiente:
«En otras palabras, la pregunta es si el capitalismo puede adaptarse a las condiciones de un mundo libre de armas nucleares, a las condiciones de un nuevo orden económico más justo, a las condiciones en las que los valores intelectuales y morales de los dos sistemas mundiales sean comparados de forma honesta.»
Cuando Gorbachev confesa que hay «asuntos que nadie debe subestimar y que están sujetos a intereses económicos y por consiguiente a intereses de clase», ¿por qué hace esta pregunta si no es con el propósito de llegar a algunas conclusiones sin fundamento, precisamente subestimando esos intereses económicos y de clase de los que él mismo es consciente?
Modificación de las contradicciones
Poco después Gorbachev nos revela así el secreto que hay detrás de sus elaboradas preguntas:
«El período de posguerra ha sido testigo de una profunda modificación de las contradicciones que solían determinar las principales tendencias en el mundo de la política y la economía. Hago referencia sobre todo a esas tendencias que llevan inevitablemente a diversas guerras entre los propios capitalistas.»
En primer lugar, se puede considerar una parodia en toda regla calificar el período de posguerra de etapa de «profunda modificación de las contradicciones«. De hecho, es cierto que es un período con grandes avances en la historia de la humanidad a través de la mayor intensificación y resolución de las contradicciones – especialmente las contradicciones entre el socialismo y el imperialismo por una parte, y entre el imperialismo y las naciones oprimidas y pueblos del mundo por otra. Es un período que presenció el surgimiento de las democracias de los pueblos en la Europa del Este, el triunfo de las revoluciones china, coreana, cubana y vietnamita, el triunfo de la independencia para una veintena de países asiáticos, africanos y caribeños. Todos estos avances tuvieron lugar frente a la dura oposición del imperialismo – y no fue a través de una profunda modificación de las contradicciones en el mundo supuestamente integral en el que vivimos.
Este período tampoco puede atribuirse a una profunda modificación de las contradicciones, simplemente porque los países imperialistas hayan visto inadecuado hacer la guerra contra sí. Sabemos porque lo han hecho. El propio Gorbachev nos da una respuesta, que en parte parece acertada:
«Hoy la situación es diferente. Tanto la lección aprendida de la guerra pasada, como el miedo de minar su fuerza ante el socialismo, hasta el momento un sistema mundial, han impedido que el capitalismo deje que sus contradicciones ‘internas’ lleguen al extremo. Estas contradicciones empezaron a evolucionar en una carrera tecnológica contra los competidores y fueron apaciguadas con la ayuda del neocolonialismo. Empezó una nueva forma más pacífica de dividir el mundo con la regla que Lenin identificó – ‘de acuerdo con el capital’, como la acción más determinante que decidiría quién iba a ser el más fuerte y pudiente del momento. Algunos países empezaron a ‘aliviar’ las tensiones de sus economías ‘redestinando’ sus recursos para la industria militar bajo el pretexto de «la amenaza soviética». Los cambios que ocurrían dentro de la infraestructura tecnológica y organizativa de la economía capitalista también ayudaron a esclarecer las contradicciones y sopesar los distintos intereses.»
En la oración inicial, Gorbachev hace el acertado comentario de que los países imperialistas no han llegado a enfrentarse entre sí por miedo a debilitar sus fuerzas ante el socialismo. Lejos de ser una prueba de una profunda modificación de las contradicciones en nuestro presunto mundo integral, solamente va a demostrar la subordinación de un tipo de contradicción – la ‘interimperialista’ – frente a otro tipo – la del imperialismo y el socialismo -; y los intentos de los países imperialistas para solucionar su crisis a costa del socialismo. Y desgraciadamente, este intento parece estar dando resultado gracias a la teoría del mundo integral, con sus respectivas leyes y modificación de las contradicciones.
Gorbachev califica a la obtención de grandes beneficios «con la ayuda del neocolonialismo» como «un nuevo tipo de división pacífica», así como otra prueba de la profunda modificación de las contradicciones en nuestro maravilloso mundo integral e interdependiente. No resulta difícil observar que con este otro ejemplo, el cuadro pintado por Gorbachev no concuerda en absoluto con la realidad. Para establecer estas relaciones neocolonialistas y conseguir una división ‘pacífica’, el imperialismo ha hecho, y continúa haciendo la guerra contra los países recién formados. Las guerras de intervención y el conflicto civil motivado por los imperialistas en países como Angola, Mozambique, Nicaragua, El Salvador y muchos otros países son un testimonio para la modificación de las contradicciones y la pacífica división del mundo. De la misma forma, las personas del Tercer Mundo continúan con sus guerras revolucionarias contra el imperialismo y sus marionetas, con cada vez mayor ferocidad. Estos países no se someten de forma pacífica a tal división, y a costa de ellos, este hecho ayuda a atenuar las contradicciones inter-imperialistas. Si Gorbachev fuese a visitar lugares como Soweto (Sudáfrica), San Salvador, los territorios ocupados de Palestina, etc., y hablara con la gente de allí sobre esta división ‘pacífica’, no es difícil imaginar que la respuesta que recibiría sería tajante y poco cortés.
Gorbachev se equivoca igualmente mostrando como algo inofensivo su estructura industrial militar a los países imperialistas para aliviar las tensiones, en lugar de mostrarlo como lo que realmente es, o sea, el producto inevitable y natural del capitalismo, una parte esencial de su misma existencia, y un instrumento dirigido contra el socialismo y los movimientos de liberación nacional de todo el mundo.
Por supuesto, ‘la pacífica’ división imperialista y el hecho de acabar con las contradicciones con la ayuda del neocolonialismo, podrían haberse encontrado con un desafío por parte del bloque socialista, simplemente negándose éste a aceptar tal división ‘pacífica’. Sin embargo, Gorbachev en su Informe de 1987 da la seguridad conmovedora de que la U.R.S.S. entiende que «el capitalismo desarrollado no ha sido ni será capaz de hacerlo sin los recursos de estos países. Esto es un hecho objetivo. Las demandas para fortalecer los lazos económicos formados a lo largo de la historia resultan peligrosos y no ofrecen ninguna solución.» (p. 51).
Todavía se muestra más sincero en su libro al decir:
«He explicado en varias ocasiones que no perseguimos objetivos que perjudiquen los intereses de Oeste. Sabemos lo importantes que son el Oriente Medio, Asia, Latinoamérica, otros países del Tercer Mundo, y también Sudáfrica, para las economías de Estados Unidos y de Europa Occidental, especialmente en cuanto a recursos de materia prima se refiere. Cortar estos vínculos es lo último que deseamos y no tenemos el menor deseo de provocar rupturas en intereses económicos mutuos formados.» (La Perestroika p. 165).
Por lo tanto, resulta que, no es que haya cambiado la naturaleza del imperialismo, lo que ha cambiado, aunque no se quiera reconocer, es la actitud del liderazgo de la U.R.S.S. en favor de las necesidades del imperialismo. En lugar de oponerse al saqueo y robo imperialista, en lugar de dar toda la ayuda posible a aquellos que luchan contra él en el Tercer Mundo, como se ha hecho hasta ahora en la práctica; el liderazgo actual de la Unión Soviética parece conocer tan bien la necesidad imperialista de saquear los recursos de estos países, que ni desea terminar con «los intereses económicos mutuos constituidos a lo largo de la historia». Al parecer, desde ahora en adelante, no se puede poner en riesgo ninguna de las relaciones económicas ‘constituidas a lo largo de la historia’, incluso las del proletariado y la burguesía, en las que el último explota al primero. Así pues, ¡también fue un error «romper» las «relaciones constituidas a lo largo de la historia» entre el Zarismo y la población rusa en 1917! Tal conmovedora estima por los intereses de la explotación capitalista y la sobreexplotación imperialista no debe tolerarse, por supuesto que no, ni mucho menos santificarse en el nombre del mundo integral e interdependiente, en el que ha tenido lugar una profunda modificación de las contradicciones debido al miedo de la extinción de la raza humana, provocado por la armas nucleares. No es de extrañar que pronto surgieran reacciones por parte de los representantes anticomunistas más fervientes del imperialismo como Ronald Reagan (ex presidente de los EE.UU.) y la primera ministra Margaret Thatcher, que declararon con una sonrisa de oreja a oreja: «Nos gusta el señor Gorbachev. Podemos hacer negocios con él.» ¡Sí, efectivamente!
La cuestión de la militarización
En su Informe para el XXVIIº Congreso del Partido del PCUS, Gorbachev describe así el militarismo de la era de la electrónica:
«Las facetas y las consecuencias de la revolución científica y tecnológica difieren en sistemas sociopolíticos diversos. El capitalismo de los años 80, el capitalismo de la era de la electrónica y ciencias de la información, ordenadores y robots, está dejando sin trabajo a millones de personas, inclusive personas jóvenes y preparadas. Riqueza y poder se están concentrando cada vez más en manos de unos pocos. El militarismo prospera a pasos agigantados con la carrera armamentística, y también lucha por ir adquiriendo poco a poco el control sobre los mandos políticos de poder. El militarismo se está convirtiendo en el monstruo más feo y más peligroso del siglo XX. Debido a sus esfuerzos, las ideas científicas y técnicas más avanzadas se están empleando cada vez más para crear y desarrollar armas de destrucción masiva.»
Esto es totalmente cierto, pero esto fue en febrero– marzo de 1986. Sin embargo, apenas dieciocho meses después, en el Informe de 1987, llega a manifestar que ni la militarización, ni la consecuencia inevitable del monopolio del capitalismo son inherentes.
A continuación, da los ejemplos de Japón, Alemania Occidental e Italia, y el «milagro económico» que consiguieron sin la militarización tras la desgracia de la Segunda Guerra Mundial. Se ve forzado a admitir que este milagro «llegó a su fin cuando volvieron al militarismo». Sin embargo, insiste en que, esto no radicaba «en las leyes esenciales que gobernaban la operación del capital del monopolio contemporáneo», pero sí «en factores superfluos – el ‘ejemplo contagioso’ del complejo militar e industrial norteamericano, la guerra fría, y su espíritu, las consideraciones de prestigio, la necesidad de cada uno tener su propio ‘puño de hierro’ para poder hablar con los competidores en una lengua comúnmente comprensible y el deseo de apoyarse en la invasión económica de los países del Tercer Mundo con políticas de dominación. Sea cual sea la verdadera razón, hubo un período en el que la economía capitalista moderna de diversos países se desarrolló rápidamente con un gasto de defensa mínimo. La experiencia histórica pertinente está disponible.»
Es decir, el desarrollo del monopolio del capitalismo no necesariamente lleva a la militarización. De hecho, resulta extraño sugerir que factores como la guerra fría (que es una expresión en ‘tiempos de paz’ del odio irreconciliable del imperialismo hacia el socialismo), la rivalidad interna entre los imperialistas («…. la necesidad de poder hablar con los competidores en una lengua comúnmente comprensible», si lo deseas), y «el deseo de apoyar la invasión económica de los países del Tercer Mundo con políticas de dominación» (p.ej. la intimidación imperialista tuvo como objetivo asegurar la circulación permanente del tributo de estos países para el imperialismo) son acontecimientos superfluos, casuales y no el resultado del éxito de las leyes inherentes al monopolio del capital contemporáneo.
De paso podríamos apuntar que, mientras Gorbachev antes hablaba de la división «pacífica» del Tercer Mundo, ahora se nos dice que, al fin y al cabo, esta división «pacífica» no es tan pacífica. Se apoya incluso en el espectacular dispositivo militar (o en las «política de dominación», ¿para qué ese nombre?)
La tesis que Gorbachev nos presenta ahora va totalmente en contra de todas las enseñanzas de Lenin sobre el imperialismo y no se corresponde con la realidad de nuestro mundo.
El imperialismo y el Tercer Mundo
El Informe de 1987, sobre la base del nuevo análisis de Gorbachev, tiene algunas cosas interesantes sobre las relaciones entre el imperialismo y los países de Tercer Mundo. Dice así:
«Los métodos neocolonialistas de usar recursos de otros, las prácticas arbitrarias de las corporaciones multinacionales, la esclavitud que suponen las deudas; deudas que se están acercando al billón de dólares y que obviamente no se pueden pagar, también resultan un callejón sin salida…. «
Y además: «el comercio injusto sigue siendo un hecho que al final culminará en una explosión.»
¿Así que cuál es la solución? Al parecer, la explosión debe evitarse en los intereses tanto de la humanidad como de toda ley de dominación de nuestro mundo integral, con su profunda modificación de las contradicciones. Y «parece que algunos líderes de países occidentales están empezando a percibir que esta consecuencia (p.ej. la explosión) es una clara posibilidad «, y que debe evitarse. A continuación, dice:
«Tampoco habrá un desastre o una búsqueda conjunta para un nuevo orden económico que tiene en cuenta el interés de todo sobre una base igual. Vemos que el camino para establecer tal orden radica en poner en práctica el concepto ‘desarme para el desarrollo’.»
Por lo tanto, los esfuerzos de Gorbachev pretenden demostrar a los imperialistas la falta de previsión de su enfoque y mostrarles que deben modificar, por su propio interés, el orden internacional actual para llevar el desarrollo económico al Tercer Mundo; y al mismo tiempo ello ayudaría a sus propias economías. En pocas palabras, Gorbachev está apelando a la sensibilidad y a los propios intereses del imperialismo. Su entusiasmada petición termina en este crescendo: «…. Nos encontramos ante una elección histórica dictada por las leyes de un mundo ampliamente interconectado e integral.»
Las flores se marchitan suspirando por amor, pero el cruel arroyo murmura – así dice un antiguo dicho chino. Con toda probabilidad, tanto el imperialismo como la gente del Tercer Mundo van a hacer caso omiso de las entusiasmadas reclamaciones de Gorbachev, en el nombre de «las leyes del mundo ampliamente interconectado e integral», porque ¿cómo pueden sentarse y solucionar sus diferencias amigablemente, los explotadores y los explotados, los opresores y los oprimidos, los ladrones y las víctimas del robo? Gorbachev está exigiendo lo imposible de ambos lados. Está pidiendo a los explotadores que no actúen como explotadores: está pidiendo a las grandes masas sobreexplotadas del el Tercer Mundo que dejen de resistir y dejen de actuar como explotados. Tales declaraciones están destinadas al fracaso de la omisión y la perplejidad.
Gorbachev basa su visión de las futuras relaciones económicas entre el imperialismo y el Tercer Mundo en las siguientes premisas:
1. que la necesidad del imperialismo en la obtención de los recursos del Tercer Mundo se haya logrado gracias a una división «pacífica» a través del neocolonialismo;
2. que la Unión Soviética no hará nada para romper esta relación económica históricamente evolucionada;
3. que hay la necesidad de que el imperialismo comprenda que su desarrollo no requiere, ni precisa llevar a cabo, la expansión del militarismo;
4. que el método actual de explotar el Tercer Mundo podía resultar en una crisis de deudas e incluso en una explosión, como consecuencia.
Por consiguiente, si los imperialistas fueran a dejar la carrera armamentística y dedicaran los recursos para el desarrollo de los países de Tercer Mundo, a través de la puesta en práctica del concepto «desarme para el desarrollo». Entonces, en ese caso ya podrían evitar la militarización tanto como la explosión del Tercer Mundo. Además, Gorbachev les ofrece ayuda con respecto a esto, mientras promete no hacer nada que rompa las benditas relaciones constituidas históricamente entre el imperialismo y el Tercer Mundo. Si ocurriera esto, todos se beneficiarían – los imperialistas, los países socialistas y el Tercer Mundo, y al fin y al cabo, la humanidad se libraría de la extinción causada por un holocausto nuclear. Todos formaremos parte de una familia humana feliz.
“La Unión Soviética y los Estados Unidos tienen responsabilidad especial para el future del mundo” dice Gorbachev en su libro La Perestroika. Podían, continúa, juntar sus recursos y «nuestros potenciales científicos e intelectuales a fin de solucionar los más diversos problemas, en beneficio de la humanidad” (p. 131).
«El dictamen de Clausewitz que afirma que la guerra es simplemente la continuación de la política por diversos medios, lo que era algo normal en su tiempo, ha quedado totalmente anticuado», Las palabras de Clausewitz, según las cuales la guerra es la continuación de la política aunque por diferentes medios, palabras que fueron clásicas en su época, han quedado totalmente desfasadas, relegadas tan sólo a las bibliotecas declaró Gorbachev, sin aportar ninguna prueba de ello. No fue solamente Clausewitz quien se suscribió a este dictamen. Para nuestros propósitos, es mucho más importante que Lenin lo respaldara también; no porque Lenin fuera un belicista, sino porque mientras dure la guerra, el imperialismo no puede ser eliminado. Por supuesto, los métodos y las maneras de hacer la guerra podrían modificarse, en parte debido al desarrollo de la tecnología en el campo armamentístico, pero no se puede acabar con la guerra sin antes acabar con el imperialismo. La teoría de Gorbachev, que afirma que el imperialismo puede solucionar su crisis de forma pacífica y resolver sus contradicciones, prescindiendo de la militarización y la guerra, lo acerca incluso mucho más al ultra-imperialismo de Kautsky que a la tesis del imperialismo de Lenin.
Las innumerables guerras libradas o inspiradas por el imperialismo desde el final de la Segunda Guerra Mundial: las guerras de Corea, Vietnam, Laos, Camboya; las disputas en Mozambique y Angola; la lucha del pueblo de Namibia y Palestina; las luchas revolucionarias por la liberación nacional de los países de América Latina; los objetivos militaristas contrarrevolucionarios de los EE.UU. en Nicaragua; el golpe militar en Chile que derrocó al gobierno de Allende; la agresión estadounidense al pequeño país caribeño Granada e incluso a Panamá; la lucha del pueblo de Sudáfrica contra el odiado régimen del Apartheid – todas estas y muchas otras guerras y conflictos, con sus miles de millones de muertos y mutilados, desmienten rotundamente los estúpidos cuentos sobre nuestro mundo integral, con leyes propias y una profunda modificación de las contradicciones.
La tesis de Gorbachev hace caso omiso a la cuestión de la lucha de clases en los países imperialistas, – simplemente asignándoles un papel en los movimientos pacifistas para la desmilitarización y un mundo sin armas nucleares. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía imperialista, los problemas del desempleo, la crisis del imperialismo, dejan sola la lucha por el socialismo, y simplemente son pasadas por alto con un silencio ensordecedor.
Desatiende también al papel de las grandes masas en los países de Tercer Mundo para llevar a cabo las revoluciones democráticas de los pueblos, pero sí hace un énfasis exagerado sobre el papel de los gobiernos reaccionarios de muchos de estos países.
Todo esto no es debido a cualquier análisis concreto de la realidad, sino a las tan conocidas leyes del mundo integral que requieren, a priori, la modificación de las contradicciones.
Conclusión
Las tesis de Gorbachev sobre un mundo integral e interdependiente -este mundo de las contradicciones modificadas- en el que los explotadores y los explotados se dedican a evitar la ruptura de las relaciones económicas constituidas a lo largo de la historia, resulta ser una desviación total de la tesis, aceptada hasta ahora, por el movimiento comunista internacional, basada en aclarar las contradicciones, la resistencia intensificada de los pueblos del Tercer Mundo contra el saqueo imperialista, la explotación y la opresión, la creciente fuerza del movimiento de liberación; así como en mostrar la intensificación de la crisis general del imperialismo, y de la victoria inevitable del socialismo y el comunismo en todo el mundo. Todo ello, representa una completa ruptura con las enseñanzas del Leninismo y sólo puede servir como instrumento para la emasculación y la liquidación de los movimientos revolucionarios de liberación nacionales y de la clase obrera. Por esta razón la tesis de Gorbachev debe ser rechazada por todo trabajador consciente de la lucha de clases.
Capítulo 2
LALKAR Junio/Julio 1990
La Economía de la Perestroika –
La firme salida del Marxismo-Leninismo
Part I
En el último capítulo de Lalkar (Marzo-Abril de 1990), tratamos uno de los aspectos de la perestroika, es decir, el socialismo y el mundo. Llegamos a la conclusión de que el artículo que analizaba la tesis de Gorbachov -que habla sobre un mundo integral e interdependiente con contradicciones modificadas, en la que los explotadores y los explotados se dedican a evitar la ruptura de las relaciones económicas constituidas a lo largo de la historia-, representa una firme salida de las enseñanzas del leninismo, y sólo puede servir como instrumento para liquidar y acabar con la clase obrera revolucionaria y con todo movimiento de liberación nacional.
En este sentido, en el segundo artículo, nos ocupamos de la economía de la perestroika. Estamos igualmente convencidos de que la economía de la perestroika también representa una seria desviación de las enseñanzas del marxismo-leninismo en el marco de la construcción socialista. Podríamos añadir incluso que tendrá como resultado el total desmantelamiento de la planificada economía socialista, así como la disipación de los logros de la Revolución de Octubre -que se llevó a cabo a través de heroicas hazañas en la construcción del socialismo, en la planificación y colectivización-, con las consiguientes terribles consecuencias no sólo para la clase obrera soviética, sino también para el mundo del proletariado y los pueblos oprimidos de todas partes. Con esta observación inicial, pasemos ahora a examinar la economía de la perestroika, su contenido, objetivos y consecuencias. En primer lugar, ¿por qué tales reformas soviéticas?, ¿por qué esta reestructuración en este momento?
¿Por qué la perestroika?
Las actuales reformas soviéticas pueden y deben ser consideradas a la luz de la enorme reestructuración de la industria en los principales países imperialistas -los EE.UU., Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido -que ha estado avanzando a un ritmo frenético durante más de una década por el impacto de la revolución científica y tecnológica. El índice de crecimiento de la economía soviética fue muy por delante de la de los países imperialistas en las décadas de 1930, 1940 e incluso en la de 1950 y 1960. No obstante, a finales de los años 70, mientras que ¡¡el índice de crecimiento!! (hacemos énfasis en este concepto para dejar claro que no se trata de un crecimiento absoluto, dado que desde 1919 no ha habido un solo año en el que la economía soviética no haya crecido totalmente, algo de lo que ni un solo país capitalista puede presumir) de la economía soviética comenzó a descender, la actividad industrial en los países capitalistas iba adquiriendo un nuevo impulso. Es así como Gorbachov describe la situación:
“En un momento dado – como empezó a advertirse con toda claridad en la segunda mitad de los setenta – , ocurrió una cosa que a primera vista parecía inexplicable. El país estaba perdiendo su impulso. Los fracasos económicos se hacían cada vez más frecuentes. Las dificultades se acumulaban y se agravaban, y los problemas sin resolver se multiplicaban. Ciertos elementos de los que llamamos ‘estancamiento’ y de otros fenómenos ajenos al socialismo empezaron a aparecer en la vida de nuestra sociedad. Se había creado una especie de ‘mecanismo de frenado’ que actuaba sobre el desarrollo social y económico. Y todo esto ocurría en un omento en que la revolución científica y tecnológica estaba abriendo nuevas perspectivas de progreso económico y social…
Al analizar la situación, lo primero que descubrimos fue una disminución del crecimiento económico. Durante los últimos quince años, el crecimiento de la renta nacional se había reducido en más de la mitad, y, a comienzos de los ochenta, había disminuido hasta un nivel próximo al estancamiento económico. Un país que otrora se aproximaba rápidamente a las naciones más poderosas del mundo estaba de pronto empezando a perder posiciones.” Perestroika pp16-17.
Según Abel Aganbegyan, ex asesor económico del Gobierno soviético, actualmente Presidente de la Comisión de Recursos Naturales y Humanos de la Academia de las Ciencias de la URSS, y además burgués, las razones de esta desaceleración en el índice de crecimiento, y la consiguiente reestructuración, son las siguientes: (a) la escasez de recursos naturales, y (b) la escasez de mano de obra. Teniendo en cuenta el método anterior, al que Aganbegyan llamó de Método Extensivo, se trabajó en condiciones de aparentemente ilimitada disponibilidad de recursos naturales y humanos. En las actuales circunstancias, existe una oferta limitada, que al mismo tiempo requiere la inversión en tecnología para hacer más rentable y económico el uso de estos recursos. La escasez de recursos naturales y humanos, afirma Aganbegyan, exige un cambio hacia un Método Intensivo, enfocado cada vez más al aumento de la productividad.
Las estadísticas de la producción industrial que aparecen en el libro de Aganbegyan desmienten su afirmación de que el período anterior a la introducción de la perestroika se caracterizó por el llamado Método Extensivo. Según él, la economía soviética había llegado a los niveles de 1913 en 1927, y la producción industrial soviética en ese momento representaba el 4% de la producción industrial de todo el mundo. Entonces, la producción industrial alcanzó el 10% de la producción mundial hacia 1941, permitiendo así a la Unión Soviética poder derrotar a la Alemania hitleriana. Hoy en día, la producción industrial soviética asciende a un 20% de la producción mundial -y esto a pesar de: destinar recursos económicos para la producción de armamento nuclear tras verse forzada por la carrera armamentista de los EE.UU. y otros países imperialistas en, y por la agresividad de la OTAN; el asfixiante bloqueo económico a la URSS; su exclusión como miembro del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT); la negación a la URSS por los EE.UU. de tener el status de Nación Más Favorecida (es decir, trato de igualdad con otros países que comercian con Estados Unidos) en las relaciones comerciales; y la estricta aplicación de la prohibición de la venta de alta tecnología a la URSS, organizada por el Comité Coordinador de Controles Exportadores (COCOM), en obediencia a los EE.UU. A pesar de estos enormes obstáculos, si la URSS hoy representa una quinta parte de la producción industrial en el mundo, es, en gran medida, debido a que ha estado continuamente reequipándose y mejorando su industria, logrando así de forma progresiva, un aumento sistemático de la productividad de la mano de obra (es decir, mediante el Método Intensivo, si nos permite el señor Aganbegyan). La historia de la industrialización en el mundo no ha conocido logros técnicos como los obtenidos por la clase obrera de la URSS en las décadas de 1930, 1940, 1950 y 1960. De hecho, toda la gigantesca red empresarial diseñada para industrializar la Unión Soviética desde la Gran Revolución de Octubre, ha significado un esfuerzo enorme para aplicar con la mayor rapidez y eficacia posible, los últimos avances científicos y tecnológicos en la industria y la agricultura. Incluso los años de Brezhnev, que se caracterizaron sobre todo por llevar a cabo cada vez más reformas económicas de la burguesía [Véase Capítulo 11, «La Economía de la lucha de clases’], por no hablar de la era de Stalin (difamada por la actual administración soviética como la era de la malicia y la venganza, en lugar de ser evaluada objetivamente como período de la historia soviética), fueron muy importantes por sus proezas tecnológicas. Un claro ejemplo de ello es el proyecto del gaseoducto de Siberia.
A principios de la década de 1980, la administración Reagan impuso la prohibición de la venta de de turbinas de gas, hojas y compresores para tuberías y conductos a las compañías norteamericanas. Los EE.UU. intimidaron a los gobiernos occidentales para que cumplieran este bloqueo, creyendo así que el proyecto de Siberia fracasaría a causa de este embargo conjunto entre los EE.UU. y Europa. La administración Brezhnev movilizó con éxito el potencial técnico, industrial y político de la Unión Soviética para superar el bloqueo imperialista. Así es como Ed Hewett, un especialista soviético en política energética, describe el proceso de esta movilización soviética:
«La respuesta soviética para esta acción fue movilizar las autoridades locales y las organizaciones del gobierno con el fin de lograr los objetivos del programa de expansión del gaseoducto, confiando casi exclusivamente en turbinas y compresores soviéticos -contrariamente a la estrategia original de los llamados planes ambiciosos. Eso es precisamente lo que ocurrió, y aún más. El programa de expansión del gaseoducto fue terminado antes de lo previsto, y sin importaciones adicionales de turbinas y compresores occidentales, excepto todo aquello comprado antes del embargo de Reagan.
“Eso fue más que una hazaña, pero cómo los soviéticos lo lograron todavía es una incógnita. Lo que está claro es que el liderazgo soviético respondió a la amenaza de Reagan, movilizando el sistema al completo a través del partido, alertando a todos los niveles que el programa del gaseoducto era el objetivo de máxima prioridad…. Las autoridades locales del Partido por donde pasaba el gaseoducto fueron movilizadas para comprobar que no había ningún retraso en la construcción, los ministerios fueron movilizados para ver cómo podían ayudar en el suministro de equipo necesario y dónde la tecnología de la Europa Oriental podía ser sustituida por aquellas importaciones Occidentales. Esto es un ejemplo de una importante fuente de fuerza en el sistema….» (Ed Hewett, Reforming the Soviet Economy, Washington, Brookings Institution, 1988, Pág.169-170).
Gorbachov reconoce incluso que el sistema soviético es lo suficientemente fuerte como para superar cualquier obstáculo tecnológico o bloqueo, pero admite al menos en una ocasión, el desfase soviético en el campo de la tecnología con respecto a «la excesiva dependencia de los vínculos externos», así como el hecho de que se subestima el potencial científico de la URSS. Así lo explica:
“… Nos hemos encontrado en esta situación, tecnológicamente, porque subestimamos nuestro potencial científico y depositamos una confianza excesiva en vinculaciones exteriores.
“Tal como yo lo veo, aceptamos la política de détente con una esperanza excesivamente radiante; diría incluso con demasiada confianza. Muchos creyeron que sería irreversible y que abría unas posibilidades ilimitadas, en particular para la expansión de las relaciones comerciales y económicas con Occidente. Incluso interrumpimos parte de nuestra evolución en la investigación y la tecnología, esperando una división internacional del trabajo y pensando que resultaría más ventajoso comprar ciertas máquinas que fabricarlas nosotros. Pero ¿qué ocurrió en realidad? Fuimos severamente castigados por nuestra ingenuidad. Llegó un período de embargos, de boicots, de prohibiciones, de restricciones, de intimidaciones a quienes comerciaban con nosotros, etc. Algunos políticos occidentales incluso llegaron a pronosticar el colapse de sistema soviético, aunque esperaron en vano.” (Perestroika, Pág. 86)
Gorbachov continúa diciendo:
« En conjunto, las diversas ‘sanciones’ y ‘embargos’ estadounidenses y otras prohibiciones nos ayudaron a aclarar en gran manera las cosas. Como suele decirse, toda nube tiene una capa de plata. Hemos obtenido una buena lección a partir de la decisión tomada por Estados Unidos y otros países occidentales de negarse a vender tecnología avanzada a la Unión Soviética. Tal vez por esta cause estamos experimentando ahora un auténtico boom en los campos de la ciencia y la tecnología”. (ibid)
Esto contrasta radicalmente con el sombrío panorama de ‘estancamiento’ pintado por Gorbachov y sus ingeniosos asesores. Nosotros simplemente deseamos añadir que la administración Gorbachov, más que cualquier otra administración soviética anterior, es culpable de aceptar una «política de distensión con demasiadas esperanzas radiantes», de subestimar el potencial científico soviético y colocar «una excesiva dependencia de los vínculos externos»; y la URSS ya está siendo castigada por su ingenuidad.
La distensión ha sido siempre el arma más fuerte con la que ha jugado el imperialismo contra la URSS. Los países imperialistas, a parte de llevar a cabo sus actividades beligerantes y de agresión, motivadas por su rabioso odio contra el socialismo, no dudan en embolsarse cualquier concesión hecha por los países socialistas. Por ejemplo, durante décadas, los imperialistas han justificado el descomunal rearme de la OTAN con el presunto peligro que emana del Pacto de Varsovia. Ahora que el Pacto de Varsovia, en nombre de todos, dejó de ser una fuerza de combate, los imperialistas no son sólo insisten en mantener a la OTAN activa, sino que también están trabajando con empeño para fortalecerla. Incluso quieren una Alemania unida para que sea miembro de esta agresiva máquina de guerra, y, de esta forma, amenazar directamente la seguridad física de la URSS. La burguesía imperialista no hace concesiones ni en el ámbito de la defensa ni en el del comercio o la ideología. Si bien Gorbachov nunca se cansó de hablar sobre los «valores humanos universales» (entre otras cosas, un claro ejemplo es su discurso el 7 de diciembre de 1988 en la 43ª Sesión Plenaria de la Asamblea General de la ONU – la misma sesión que se ocupó del caso de Yasser Arafat, Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), cuyo visado le había sido negado por el gobierno de los EE.UU.); los imperialistas siguen adelante con su implacable cruzada contra el comunismo, en favor de la “democracia”, la “libertad” y el “mercado libre”, es decir todas esas palabras clave para poder poner en práctica la explotación, el saqueo, la opresión y la agresión imperialista. Aunque Gorbachov se encontraba en Nueva York para abordar la 43ª sesión, el gobierno de los EE.UU. no sólo dio a conocer el bombardero Stealth, sino que también envió gran parte de su fuerza naval para la acción hostil contra Libia.
Los EE.UU. continúan con su proyecto de Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, por sus siglas en inglés), o popularmente conocido como Guerra de las Galaxias, con la intención de convertirse en la primera potencia nuclear, y al mismo tiempo siguen firmando diversos tratados de limitación de armamento, como el tratado INF con la URSS. Si bien la administración Gorbachov hace concesión tras concesión en el ámbito de la política interior y exterior, los EE.UU. siguen negándose a firmar un tratado comercial con la URSS para garantizarle el trato de nación más favorecida. Así mismo lo hicieron los EE.UU. en octubre de 1972, cuando el Congreso se negó a ratificar ese tratado comercial en virtud de la Enmienda Jackson Vanik, que trataba de negar a cualquier «economía de no mercado» (por ejemplo, la economía socialista) el status de nación más favorecida, si se limitaba el derecho de emigración.
Es evidente que la administración de Gorbachov no ha «aprendido la lección de las decisiones tomadas por los EE.UU.».
Para obtener una clara imagen del contenido económico de la perestroika, no podemos limitarnos a los documentos oficiales del partido y los informes y discursos de Mikhail Gorbachov, dado que en su mayor parte expresa dicho contenido económico de forma contradictoria, por no decir de forma autodestructiva y confusa. Es como si estos documentos y discursos hubieran sido escritos por dos personas o por dos grupos de personas totalmente opuestas. Cada una de las frases que glorifica las ventajas del socialismo es neutralizada por aquellas que lamentan la tragedia del socialismo; cada pronunciamiento a favor de la fortaleza de la planificación de la economía socialista se contrarresta con un pronunciamiento esbozando los desastres que derivan de la puesta en marcha de la economía planificada. Por una parte se mantiene, que la economía de planificación centralizada no debe descartarse, y, por otra, que debe introducirse una economía de mercado. Y llegamos a la absurda conclusión de que la Unión Soviética debe incorporar una economía de mercado planificada o regulada. El liderazgo de Gorbachov, con un ojo en la clase obrera soviética y el campesinado colectivista, los cuales se han beneficiado enormemente de la construcción del socialismo bajo la economía de planificación centralizada, ha tenido que andar con pies de plomo. Se ha visto obligado a proferir frases de elogio al socialismo para no perder al pueblo soviético y para disipar sus temores, mientras continuaba con la tarea de introducir a gran escala las normas capitalistas de producción.
Por lo tanto, hay que considerar los documentos del Partido, los informes y los discursos de Gorbachov conjuntamente con la información expuesta por la llamada intelligentsia reformista, que es mucho más directa y honesta. Es decir, una información mucho más atrevida que la de los teóricos revisionistas de finales de los años 50 y 60. No cabe duda de que su sinceridad y audacia resulta a veces embarazoso para Gorbachov, e incluso, en ocasiones, se ve forzado a distanciarse de estas personas; sin embargo, hay dos cosas que son absolutamente ciertas:
En primer lugar, Gorbachov se ve obligado a seguir mañana con lo que la intelligentsia reformista dijo ayer -si la clase obrera soviética no lo detiene. Es como si la intelligentsia reformista fuera el equipo de asesores de Gorbachov con el fin de reconocer y suavizar la oposición a la proyectadas (justifica el trágico juego de palabras) reformas.
En segundo lugar, esta intelectualidad -formada por aquellos que ocupan altos cargos en los más prestigiosos institutos de economía y en la Academia Soviética de las Ciencias-, no resulta ser un simple grupo de individuos, sino que estos son representantes de una significativa minoría de la población, que van a beneficiarse enormemente a costa de la clase obrera y de la inmensa mayoría de la población, gracias a la introducción de una economía de mercado. La intelligentsia reformista tiene poco en común con la clase trabajadora de la Unión Soviética, por lo que debería definirse correctamente como neoburguesía. Esto no significa que no haya intelectualidad revolucionaria en la URSS, sino que simplemente no son los revolucionarios quienes están llevando las riendas de la gestión en la actualidad.
Un riguroso estudio de toda la documentación muestra cómo las reformas están encaminadas a introducir una economía de mercado, lo que a su vez implicaría el total desmantelamiento de la economía de planificación centralizada; la absoluta privatización de la propiedad estatal; la disolución de granjas colectivas; la relajación del monopolio estatal con el comercio exterior; la aparición de empresas mixtas con empresas capitalistas extranjeras, el establecimiento de una bolsa de valores y de un intercambio de mercaderías; la formación de cooperativas privadas; la supresión de ciertas restricciones en la contratación de mano de obra por los empresarios privados; cierre de empresas poco rentables; disciplinar a los trabajadores a través del desempleo a gran escala; la subida de los precios de productos básicos; el incremento de las diferencias salariales. En resumen, lo que se pretende no es, contrariamente a las declaraciones oficiales, la reforma de los mecanismos de gestión, sino un cambio en las relaciones de producción. En el caso de que se lleven a cabo estas reformas, se pondría fin a las relaciones socialistas de la propiedad y tendría lugar su sustitución definitiva por las relaciones capitalistas de la propiedad. De esta forma, se acabaría totalmente con los tres pilares del socialismo, es decir, la propiedad pública de los medios de producción, distribución e intercambio; la economía de planificación centralizada; y el monopolio estatal del comercio. Se trata de un intento más, reaccionario y retrógrada, para negar los logros de la clase obrera soviética de las últimas siete décadas -una tentativa que, esperemos, la clase obrera soviética no permita que tenga éxito.
Gorbachov y su Informe de junio de 1987
El contenido de las reformas económicas soviéticas puede obtenerse a partir del Informe de Gorbachov del 25 de junio de 1987 en el pleno del Comité Central. Dijo así:
«La reestructuración se inició por iniciativa del Partido y se lleva a cabo bajo su dirección. El Partido ha despertado el país, sus ideas han cautivado a millones de personas, ha generado enormes esperanzas» (Pág. 12).
El informe declara que las reformas contribuirán en la renovación y transformación de todos los aspectos de la sociedad soviética. El documento elaborado por el pleno sobre la reestructuración resume las tareas de la siguiente forma:
«El Comité Central del PCUS cree que la principal tarea política del partido en el ámbito económico es llevar a cabo una reforma radical y crear un sistema de gestión simplificado, eficaz y flexible, lo que permitiría aprovechar al máximo las ventajas del socialismo.
«La reforma radical de la gestión de la economía del país se propone …
– Convertir los avances científicos y tecnológicos en el motor principal del crecimiento económico;
– Velar por el equilibrio, superar la escasez de recursos materiales, bienes de consumo y servicios que obstaculizan la gestión eficaz y la intensificación de la producción;
– Dar prioridad al consumidor en las relaciones económicas, derechos y posibilidades para una elección rentable;
– Creación de un mecanismo fiable que limite los costes de explotación para el buen funcionamiento de la economía nacional …
«La esencia de la reestructuración radical… pasaría por basar la gestión en métodos más económicos en detrimento de los predominantes métodos administrativos… [y] una amplia democratización de la gestión…» (‘Basic Provisions for Radical Restructuring of Economic Management’, Pravda, 27 de junio de 1987). (Nuestro énfasis: se trata de una declaración clave para el desmantelamiento de la economía socialista de planificación centralizada y su sustitución por una economía de mercado).
Gorbachov dice en su informe que la evolución de la economía supone «una drástica ampliación de los márgenes de independencia» de las empresas estatales, una transición hacia la «plena escala de pérdidas y ganancias contables y de auto-financiación», «una radical reestructuración en la gestión de la economia centralizada» librando al centro de «la injerencia de organismos económicos subordinados en las actividades del día a día». Además, se debe efectuar «una reforma cardinal en la planificación, fijación de precios, financiación y sistema crediticio» con el fin de crear una «transición hacia un comercio al por mayor en bienes de producción». Y, por último, las reformas tienen el claro objetivo de lograr una transición de «un sistema de gestión excesivamente centralizado a un planteamiento más democrático.» (Todas las citas pertenecen al Informe de Gorbachov de junio de 1987, Pág. 43).
A pesar de que el documento de la sesión plenaria nos asegura:
«El Comité Central del PCUS destaca la gestión planificada de la economía como único complejo económico nacional, el principal beneficio y ventaja del sistema económico socialista y el instrumento más fuerte de la política económica del Partido» (‘Basic Provisions for Radical Restructuring of Economic Management’… Pág. 6). Con el paso del tiempo se ha demostrado que estas medidas tenían como obejtivo descentralizar cada vez más la economía, abandonando la planificación centralizada.
Gorbachov dice, en su Informe de la 19ª Conferencia del PCUS en junio de 1988, que atacar el sistema de subsidios, «no es una situación normal. Socava los incentivos para la producción de productos, y da lugar a una actitud despilfarradora sobre todo respecto al pan. Por lo tanto, es absolutamente necesario, para resolver este problema, no importa lo difícil que pueda resultar y no importa las dudas y temores que pueda generar en un primer momento» (Pág.22).
Dicho de otro modo, deben aumentar los precios de bienes de consumo esenciales, especialmente el del pan. No importa las consecuencias que pueda tener. Pues bien, ya sabemos las reacciones de la clase obrera soviética, que dejó vacías las tiendas en cuestión de 2 días y acabó con sus dos meses de abastecimiento, al querer anticiparse al incremento de precios. Sin olvidar la huelga de los mineros en el verano de 1989, que puso en evidencia la falta de confianza por parte de la clase obrera soviética con el programa de reformas económicas impulsado por los actuales dirigentes.
Gorbachov se lamenta de que «… los ingresos de sus empleados no dependen de los resultados finales del colectivo …» (p.78-79) y continúa diciendo que » los ingresos de los empleados deben depender estrictamente del resultado final de la producción, de los beneficios que se obtengan. «. (Perestroika Pág. 79 – nuestro énfasis).
La misma cuestión vuelve a aparecer más tarde en su Informe de Junio de 1988, en el que Gorbachov habla de los «principios de Khozraschot sobre la organización de la economía [es decir, una autonomía completamente operativa], que permita relacionar no sólo ingresos, sino también la satisfacción de las necesidades sociales, con la contribución del trabajo de una persona»(Pág. 43).
Entonces, ¿quiere decir que…, posiblemente, puede significar cualquier otra cosa? – ¿…que los pagos de la seguridad social y otros beneficios que se abonarán a los desempleados, víctimas de estas reformas, estarán relacionados con la contribución laboral de los beneficiarios?
Aganbegyan también ve el problema de la misma manera: «El primordial problema es que el salario básico dependa de los resultados» [“The Challenge” (tr.El desafío), Pág.162].
El mensaje es claro. Las empresas que no sean rentables deben cerrar, sin importar las consecuencias. El desempleo es algo que no puede evitarse ni con la mejor voluntad del mundo; no obstante, al mismo tiempo se persigue una política de este tipo, por lo que debe ser aceptada como normal. Además, las diferencias salariales agravarán aún más la situación, causando efecto en el pago de acuerdo con los resultados. De esta forma, todos los indicios apuntan a que los sectores más especializados de la clase trabajadora, por no mencionar el gran grupo formado por la intelligentsia, el partido y los funcionarios de gobierno, ganarán en su mayoría más que los sectores de trabajos manuales y no cualificados. La siguiente frase del libro de Aganbegyan hace una llamada de advertencia al respecto:
«A la luz de las exigencias de la nueva tecnología, la disminución del prestigio profesional de ingenieros cualificados es inaceptable» [The Challenge (tr.El desafío), Pág. 162].
En un asombroso intento para iniciar la privatización del sector de la vivienda, Gorbachov habla de una forma muy sutil en su Informe de 1988:
«Son muchas las propuestas para permitir a la gente pagar al estado el coste de sus viviendas, a fin de podérselas dejar a sus herederos, y es algo que parece incluso razonable» (op. cit. Pág. 14).
La razonabilidad de esas propuestas dependerá de la posición de clase. Efectivamente, desde un punto de vista proletario tales propuestas, en caso de aplicarse, significarían un paso hacia atrás después de más de 60 años de socialismo. No sólo sería una calumnia implícita que el socialismo no pudiera solucionar el problema de la vivienda, sino también una introducción de la propiedad privada capitalista, que en ninguna parte del mundo ha resuelto la cuestión de la vivienda. En los países capitalistas, los propietarios de más de una vivienda, o sea los ricos, contrastan con los millones de personas pobres sin techo; los palacios de los ricos presencian la aglomeración de los trabajadores en los barrios obreros.
El desprecio al socialismo y la comparación de su eficiencia con el capitalismo
Siempre que surge la oportunidad se intenta tumbar, denigrar y despreciar la planificación socialista: “esperar que el comité de planificación estatal va a poder seguir la pista de todos los préstamos entre sectores y elegir una variante optima es estar equivocado” (Perestroika, Pág.42). Desde el alto liderazgo político, tanto de Gorbachov y sus colegas de Partido, como de la sección de la intelectualidad (influenciados por, utilizando las memorables palabras de Nina Andreyeva: «las prédicas de los encantos ‘democráticos’ del capitalismo actual y que adulan sus logros, reales e inventados»), uno oye una interminable historia de miserias y desgracias que afectan al pueblo soviético consecuencia de la economía de planificación centralizada -la denominada economía administrativa. Por el contrario, podemos apreciar una alabanza cada vez mayor a favor del sistema de «métodos económicos de gestión» (p.ej. la economía de mercado). Durante varios años, especialmente desde 1987, se ha llevado a cabo una incesante campaña que ha querido equiparar la ineficiencia del socialismo con la economía de planificación socialista, mientras que la eficiencia se ha convertido en sinónimo de mercado libre, es decir, de capitalismo.
Aquí tenemos otro ejemplo. V.L. Makarov , director del Instituto Central de Economía y Matemáticas de la Academia de las Ciencias de la URSS, hizo una crítica del libro de Ed Hewett, Reforming the Soviet Economy, publicado en 1988 por Brookings Institution. Esta crítica apareció el 29 de mayo de 1988 en el New York Times Book Review, bajo el título «Two views» (‘Dos Visiones’). La tesis de Hewett se puede resumir con el subtítulo de su libro: «La igualdad frente a la eficiencia». El autor sostiene que el sistema socialista es intrínsecamente ineficaz, porque su objetivo es lograr la igualdad. Por lo tanto, continúa, el reciente retraso en el índice de crecimiento de la economía soviética se debe a su planificación centralizada, la economía socialista. Su conclusión es que las reformas soviéticas no van lo suficientemente lejos en la introducción de mecanismos de mercado, sin cuya introducción no puede controlarse el retraso en el índice de crecimiento, y mucho menos el logro de mayores índices de crecimiento.
Antes de tratar la tesis de Hewett, sería interesante para el lector saber cómo nuestro reconocido economista ‘soviético’ responde a Hewett para explicar el descenso en el crecimiento de la economía soviética durante los últimos 15 años. Esto es lo que dice:
«De 1928 a 1955 el índice de crecimiento de la economía soviética fue relativamente alto (entre el 5 y el 10 por ciento anual) y durante ese tiempo la Unión Soviética se convirtió en la segunda mayor potencia mundial desde el punto de vista económico. Al mismo tiempo, tuvieron lugar notables avances en la vida social y económica del pueblo; podían presumir de tener solvencia económica, pleno empleo, seguridad sobre el nivel de ingresos. Nos pareció que habíamos logrado todo lo que podíamos soñar.
«No obstante, se produjo un debilitamiento de los factores que contribuyen a largo plazo al crecimiento económico. Durante los últimos 15 o 20 años, el índice de crecimiento se ralentizó de forma constante, la calidad y la variedad de los bienes de consumo se deterioró; la gente se volvió cada vez más indiferente con la vida política y económica, y además había pocos incentivos para trabajar duro o crear nuevas iniciativas. Ese fue también un período en que la información estaba disponible con mayor facilidad gracias al desarrollo de las comunicaciones modernas. La gente de la Unión Soviética pudo ser mucho más consciente de cómo se vivía en el resto del mundo, por lo que ya no fue posible mantener la mentalidad cerrada de la sociedad soviética. Como el señor Gorbachov ha dicho, se trataba de una situación prerrevolucionaria y de precrisis» (Pág. 4).
Mientras que en el primer párrafo citado anteriormente, Makarov se ve obligado a admitir el espectacular crecimiento entre 1928 y 1955 de la economía soviética y los «notables avances» del pueblo soviético en el ámbito económico y social, con la «solvencia económica, el pleno empleo y la seguridad sobre el nivel de ingresos» que garantizaban estos avances; el párrafo inmediatamente posterior resulta ser uno de los más viles e incalificables galimatías y que realmente suponen una ofensa a la verdad y a la decencia. En lugar de explicar el porqué el índice de crecimiento de la economía soviética se ha ralentizado, el porqué hay una escasez de bienes de consumo de calidad, el porqué hay cada vez más indiferencia con la vida política y económica y cuáles son esas clases o sectores de la población soviética que lo evidencian; Makarov sólo hace algunos comentarios de mal gusto, propios de un economista burgués, en el sentido de que hay pocos incentivos para trabajar en la URSS y que la URSS es una sociedad cerrada. Si bien ese tipo de sociedad, prosigue Makarov, podía mantenerse hasta mediados los años 70, se hizo cada vez más imposible hacerlo frente a una revolución total en la tecnología de la información que hizo al pueblo soviético «más consciente de cómo se vivía en el resto del mundo», y esto, concluye como apuntó Gorbachov fue «una situación prerrevolucionaria y de precrisis. »
La conclusión, aunque no se haya dicho antes, es que por fin el pueblo soviético está aprendiendo sobre la fuerza inherente de la economía de mercado, con sus maravillosos compañeros de la explotación capitalista y la opresión imperialista. Está empezando a comprender que el socialismo, si bien ha podido servir en una fase temprana -cuando la economía soviética no estaba bien desarrollada-, es ahora intrínsecamente incapaz de ponerse en práctica y avanzar con eficiencia. Al mismo tiempo, se da cuenta que únicamente los mecanismos del mercado pueden garantizar el correcto y eficiente funcionamiento de una economía compleja como la economía soviética; y que la Unión Soviética debe, por tanto, abandonar su economía socialista de planificación centralizada y dar paso a una economía de mercado. Y si eso lleva a más incentivos, mayores diferencias de salarios, desempleo, inseguridad económica, incertidumbre sobre el nivel de ingresos, así como a un aumento de la privatización de todos los sectores de la economía soviética, al fin de las granjas colectivas, al caos del mercado, que así sea.
Parece ser una repetición al pie de la letra de lo que durante décadas han dicho los ideólogos del imperialismo. Es realmente triste, e incluso vergonzoso, que un alto oficial de la una vez prestigiosa Academia Soviética de las Ciencias haya dicho todo eso.
Triste o no, todavía tenemos que hacer frente a las declaraciones de Makarov , y por alusiones a Hewett, que no van a conseguir escapar de la luz de la verdad histórica. En primer lugar, ni Makarov , ni Hewett, explican el porqué algunos sectores de la economía soviética funcionan de manera espectacular, y otros no. Según Hewett, la Unión Soviética «crea el submarino Alfa-class con casco de titanio, que es más rápido y alcanza mayor profundidad que cualquier otro submarino en el mundo», y agregó que tiene «uno de los mayores sistemas de distribución de gas del mundo, gracias a la confianza en los compresores y turbinas de fabricación nacional, y que fue terminado antes de lo previsto, a pesar del empeño de los EE.UU. para retrasar la construcción» (Hewett, op. cit. Pág. 32-33).
Continúa y dice: «Con su propia tecnología la Unión Soviética ha enviado maquinaria a control remoto a la luna, ha construido y mantenido activa una estación espacial, ha perforado los pozos más profundos de petróleo del mundo, y ha desarrollado la tecnología necesaria para la producción continuada de fundición de aluminio, que ya ha sido comprada por los organismos de defensa de los EE.UU. » (ibíd.)
«Lo más importante», añade Hewett, «durante el último cuarto de siglo es que ha avanzado desde una posición de clara inferioridad estratégica con respecto a los EE.UU. hasta llegar, por lo menos, a la paridad, si no superioridad» (ibíd).
Pues bien, ¿cómo es posible que la Unión Soviética, con todos los supuestos impedimentos y obstáculos del sistema económico socialista, sea capaz de realizar unos avances tan espectaculares en el campo de la ciencia espacial, y en el del gas, la perforación, las armas nucleares, el espacio y la tecnología de defensa? Hewett, ese experto autodeclarado burgués, al menos de vez en cuando admite que esto se debe a la «fuerza del sistema» para ganar así credibilidad (Pág.170). Sin embargo, resulta absolutamente vergonzoso que nuestro otro especialista, y burgués enmascarado, Makarov , ni siquiera pueda admitir algo tan evidente, dado que se encuentra bajo el embrujo de los encantos del capitalismo ‘democrático’ actual y sus idolatrados logros, reales o inventados.
En segundo lugar, es cierto que el índice de crecimiento de la economía soviética ha disminuido, pero no su crecimiento absoluto. Desde 1929, año en que se introdujo el primer Plan Quinquenal, la economía soviética ha logrado un crecimiento espectacular. No ha habido un solo año en que la Unión Soviética haya experimentado una contracción o recesión de su economía. [Esto era cierto en el momento de escribir este artículo, es decir, entre junio y julio de 1990]. No hay ningún país capitalista en el mundo que pueda alardear de ello. Este mero hecho nos demuestra, por un lado, la fuerza inherente de la planificación centralizada de la economía socialista, y por otro, la debilidad del sistema económico capitalista con su economía de mercado.
Asimismo, es mucho más difícil mantener el índice de crecimiento anterior a medida que la economía avanza, dado que el índice de aumento debe calcularse sobre una base mucho mayor. Y resulta ser incluso más complicado, teniendo en cuenta el bloqueo económico imperialista y la carrera armamentista liderada y dirigida también por los países imperialistas, factores que, al parecer, Makarov ignora por completo en su análisis.
De esta forma, Makarov argumenta, para poder explicar la disminución del índice de crecimiento, que «la gente se volvió indiferente con la vida política y económica«. No obstante, no aclara quién es esa «gente» y qué sectores de la población representan. ¿Es la clase obrera o el estrato más selecto de la élite intelectual, con sus aspiraciones burguesas, quien se ha vuelto indiferente con la la vida política y económica?; ¿es el primer o el segundo grupo, quien ha sufrido un desgaste mayor en cuanto a la moral, solidaridad, cooperación e iniciativa socialista?; ¿Son los primeros o los segundos, los que parecen pedir a gritos el reemplazo de la solidaridad socialista por la codicia y la ambición individual burguesa, los incentivos materiales y las diferencias salariales? Makarov no manifiesta ninguna razón de peso, que demuestre que es realmente la clase obrera la que se ha vuelto indiferente con la vida política y económica. Y si no hubiera sido por ella sería imposible imaginar, y mucho menos alcanzar, los notables éxitos logrados por la Unión Soviética en las áreas de la economía en que su actuación ha impresionado incluso a los críticos burgueses soviéticos, como por ejemplo la distribución de gas, la tecnología espacial y nuclear, etc.
Por otro lado, Makarov no consigue justificar que teniendo mayores incentivos y diferencias se puede atenuar la disminución del índice de crecimiento. Los incentivos no son algo nuevo para la economía soviética. Se utilizaron ya en la década de 1930 a 1950, y muy buenos fueron los resultados. Sin embargo, a medida que avanzaba la economía socialista, había la necesidad, cada vez mayor, de reducir dichos incentivos y las diferencias de ingresos. Puesto que sin estrechar las diferencias de ingresos, es imposible pasar de la primera fase del comunismo -es decir, la que conocemos como socialismo- a la segunda fase. La fórmula «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo«, propia de la fase inferior, se sustituirá por la fórmula «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidades«. De todas formas, ese tremendo cambio en el criterio de distribución no puede tener lugar de la noche a la mañana, sino que se debe trabajar de manera consciente y coherente en ese sentido. Makarov quiere que la sociedad soviética vaya en la dirección opuesta. Es decir, no quiere simplemente detener la marcha de la sociedad soviética hacia una fase superior del comunismo, sino que tiene el deseo de abandonar ese objetivo y retroceder en sentido contrario, a través de varios cambios y alteraciones, a través de sendas, que confluyan en la carretera hacia la economía capitalista. Resulta realmente insuficiente tratar una cuestión de tal magnitud y complejidad en un breve artículo. De modo que regresaremos a ella en el próximo artículo. Asimismo, nos marcaremos el objetivo de demostrar que el análisis de Makarov es deficiente desde su base: analizando como las soluciones ofrecidas por él y otros partidarios de las reformas económicas soviéticas no ofrecen nada más que miseria a la gran masa del pueblo soviético, mientras otorgan enormes beneficios a un pequeño sector privilegiado de la sociedad soviética. Es decir, a la parte de la intelectualidad, que es la más férrea defensora e incansable partidaria de las reformas económicas que actualmente se proponen y aplican en la Unión Soviética. Sin duda, a decir de todos, la inmensa mayoría del pueblo soviético no tiene estómago para verlos. Es por ello que las autoridades soviéticas no se atreven a poner su paquete de reformas bajo referéndum, como habían prometido inicialmente.
Por último, Makarov dice que con la revolución en las tecnologías de la información, el pueblo soviético «pudo ser mucho más consciente de cómo se vivía en el resto del mundo«. Es una lástima que esta tecnología de la información no haya conseguido concienciar a él mismo «de cómo se vive en el resto del mundo«. ¿De qué mundo está hablando? Por ejemplo, ¿ha tenido en cuenta la mayoría de países de los grandes continentes: Asia, África y América Latina, cuyos pueblos oprimidos y sobreexplotados por un pequeño puñado de países imperialistas, los cuales han utilizado la revolución científica y tecnológica para intensificar aún más esta sobreexplotación? ¿Acaso no toma en consideración este último grupo, una pequeña minoría de países, que engorda literalmente, al arrastrar a decenas de millones de personas cada año hacia una muerte prematura por enfermedad, malnutrición, hambre y pobreza? Por lo tanto, es fácil darse cuenta de que Makarov tan solo se preocupa por este pequeño puñado de países. Además, quiere seguir el camino hacia una economía de mercado. Incluso, aunque la Unión Soviética se uniera a este pequeño grupo, participando del gran saqueo a las grandes masas en el llamado tercer mundo. Una posibilidad que debe estremecer a los propios Marx, Engels, Lenin y Stalin allá donde estén y, por supuesto, todo ello en nombre del marxismo-leninismo.
Pues bien, la tesis de Makarov parece ser sólo un preludio que afirma –reflexión muy de moda entre otros economistas neo-burgueses de la URSS con quienes nos reuniremos en breve-, que la clase obrera soviética se ha vuelto indolente e indiferente con la vida económica; y que, por lo tanto, se le debe atizar y eliminar esa apatía e impasibilidad a través de la aplicación de mecanismos económicos como el desempleo. En resumen, la clase obrera soviética debe existir para producir más y más, a través de la intimidación y el sometimiento, y bajo la amenaza del hambre y la inanición, al modo y estilo propio de las economías capitalistas.
Capítulo 3
LALKAR
Julio / Agosto
1990
La Economía de la perestroika –
La firme salida del marxismo-leninismo
Part II
En el capítulo anterior (Junio – Julio), empezamos con la discusión de las reformas económicas propuestas en la URSS y enfatizamos que estas reformas, si se llevaran a cabo, significaría el reemplazo de la economía socialista de planificación centralizada por la economía de mercado – es decir, la capitalista. De ser así, inevitablemente se producirían una serie de consecuencias como el aumento del número de desempleados, la pobreza, la disparidad en cuanto a los niveles de riqueza la riqueza y repetidas crisis de producción. En este sentido, presentamos los argumentos avanzados por Gorbachov y una serie de académicos a favor de estas reformas. Aunque Gorbachov lo admita de una forma más disimulada que los académicos, todos coinciden en que el desempleo es algo bueno. Concluimos nuestro último artículo haciendo referencia a la tesis de Makarov, nuestro querido economista ‘soviético’ burgués.
La tesis de Shmeliov
Sigamos pues con la ayuda de la tesis presentada por Nikolai Shmeliov, académico burgués de la condición de Makarov y economista del Instituto de EE.UU. y Canadá en Moscú. En un artículo de junio de 1987 sobre el asunto de la revista soviética Novy Mir, Shmeliov, que, lejos de ser una persona aislada, es uno de los representantes de la concepción política y económica de una parte importante de la intelligentsia soviética, presentó su punto de vista sin tantos pelos en la lengua y de una manera mucho más franca, que cuando lo hizo Makarov. Como remedio a los problemas de la economía soviética: recomienda una buena dosis de desempleo; tacha a la clase obrera soviética de panda de borrachos perezosos e indolentes; hace oídos sordos a la carga que supone el gasto militar impuesto por la carrera de armamento imperialista -como si no tuviera ninguna trascendencia; denomina a las leyes que gobiernan la sociedad como «leyes objetivas del desarrollo económico«; compara la Nueva Política Económica de Lenin (NPE) con el avance del socialismo, y defiende el regreso al capitalismo y la descolectivización de la agricultura.
El desempleo, la única solución
Shmeliov está totalmente en contra del pleno empleo; sin embargo, hasta ahora había sido considerado, con toda razón, uno de los logros más preciados de la era socialista. Así es como muestra su postura:
«Tampoco debemos ignorar el daño económico que supone nuestra seguridad parasítica que nos da la garantía del pleno empleo.»
Hasta el momento, el pleno empleo con la clase obrera en el poder y propietaria de los medios de la producción, distribución e intercambio, se había visto como una fuente de seguridad, iniciativa e ingenio de la clase obrera; pero desde ahora, de acuerdo con este oráculo de la economía burguesa, se pasa a considerar como algo parasítico y productor de resultados perjudiciales.
Y yendo más lejos:
«Creo que está claro para todos que debemos gran parte del desorden de hoy, la embriaguez y los trabajos de mala calidad al sobreempleo”.
Nuestro experto burgués, no da ni una sola prueba que contrarreste la verdad generalizada en el mundo capitalista de que es el desempleo, y no el sobreempleo, el gran culpable de la embriaguez y el desorden social.
Continúa Shmeliov:
«Deberíamos tener una discusión seria y profesional sobre cúales podrían ser los beneficios de tener una reserva relativamente pequeña de trabajadores (a los que el estado no va a dejar, de ninguna forma, en manos del destino).»
Y además:
«Correr el riesgo de perder el trabajo y sobrevivir con el subsidio temporal de desempleo, o tener que trabajar donde uno sea enviado, es algo bueno para combatir la pereza, la embriaguez y la irresponsabilidad. Muchos especialistas sienten que sería más económico pagar por algunos meses el subsidio de desempleo correspondiente a aquellos temporalmente desocupados que mantener un montón de holgazanes en la población activa que podrían escabullirse -y de hecho están escabulléndose- de la responsabilidad económica y de todo el esfuerzo necesario para mejorar la calidad y la eficiencia del trabajo social».
Shmeliov pasa a difamar al socialismo invocando la autoridad de un colega que renegó de ciencias económicas:
«El conocido economista soviético S Shatalin hace hincapié en que ‘el socialismo tiene que crear un mecanismo que asegure no sólo el pleno empleo… sino un pleno empleo que sea social y económicamente efectivo y racional. Los principios socialistas no son principios de caridad que garantizan automáticamente un trabajo a todos, sin tener en cuenta las aptitudes éstos.»
Curiosamente el mismo Shatalin es miembro del Consejo Presidencial de Gorbachov. Él difama la clase obrera soviética por dar señales de una casi «degradación física«, sin más razón que por tener un «escepticismo bien fundamentado sobre la posibilidad de organizar la vida económica y social de una manera más sensata«, por ejemplo, al modo burgués. He aquí lo que tiene que decir al respecto:
«La apatía, la indiferencia, el robo y la falta de respeto por el trabajo honesto son endémicos, dado que existe una envidia realmente agresiva hacia aquellos que disfrutan de salarios altos – incluso en los casos en que los ingresos se obtienen de forma honesta. Hay indicios de que estamos ante una degradación casi física del pueblo soviético como consecuencia de la embriaguez y la pereza. Y definitivamente, hay desconfianza sobre los objetivos anunciados e intenciones, y escepticismo sobre la posibilidad de organizar la vida económica y social de un modo más sensato.»
Haciendo caso omiso a la carga que supone el gasto militar, que es una de las principales causas de la disminución de la calidad de vida en la U.R.S.S. y en cualquier otra parte, Shmeliov manifiesta:
«La razón de nuestras dificultades no pasa simplemente por el enorme gasto militar y sí por lo que suponen las muchas responsabilidades del país a nivel mundial.»
Por último, aunque no por ello menos importante, levanta la liebre con esta ‘profunda’ declaración:
«Son los continuos y afanosos intentos para sortear las leyes objetivas de la vida económica y ocultar los ‘arcaicos’ incentivos de trabajo ya establecidos, los que han llevado a obtener resultados opuestos a los que se pretendía» (todas las citas anteriores son de las páginas 3-5 del artículo de Shmeliov en Novy Mir.
Shmeliov no nos aclara nada sobre este punto, por lo que no sabemos a qué leyes objetivas se refiere. No hay nada como las leyes objetivas de la vida económica aplicables a toda formación social o económica, a menos que uno tenga en mente una ley económica, según la cual las relaciones de producción cumplan estrictamente con el tipo de mano de obra –ley que ha luchado durante mucho tiempo para estar al frente en los países capitalistas, y que se ha visto intimidada por la empecinada resistencia de los grupos influyentes y obsoletos de la sociedad. Aparte de esto, y según esta ley, cada sistema de producción tiene sus propias leyes objetivas. Por ejemplo, bajo el capitalismo, existe la ley de competencia y la de anarquía de la producción, que surgen de la dicotomía entre el carácter social de la mano de obra productora, por un lado, y su propiedad privada y capitalista, por otro. Bajo el socialismo surge, en oposición a las leyes capitalistas de competencia y anarquía de la producción, la ley para el desarrollo equilibrado de la economía nacional. Así lo dijo Stalin:
«Haciéndose fuerte en la ley económica de la armonía obligatoria entre las fuerzas productivas, el poder soviético socializó los medios de producción, hizo de ellos propiedad del pueblo entero y por eso mismo abolió el sistema de explotación y creó formas de economía socialista. Sin esa ley y sin apoyarse el ella, el poder soviético no habría podido emprender esa tarea.” 2
Sin embargo, en la práctica, el gobierno soviético no había «abolido» las antiguas leyes ni creado «nuevas» que las remplazaran. Lo que realmente sucedió fue que ante las nuevas condiciones económicas, las leyes antiguas perdieron su validez y dieron lugar a nuevas leyes para «Uno de los rasgos particulares de la economía política es el de que sus leyes, a diferencia de las leyes de la naturaleza, no son duraderas, que actúan, al menos la mayor parte de ellas, en el curso de un determinado periodo histórico, después de lo cual ceden el puesto a otras leyes. No son destruidas, pero pierden su fuerza a consecuencia de nuevas condiciones económicas y abandonan la escena para dar paso a nuevas leyes, que no son creadas por la voluntad de los hombres sino que surgen sobre la base de las nuevas condiciones económicas» (ibid. Pág.22-3).
Con la socialización de los medios de producción tras la Revolución de Octubre, la ley de competencia y de anarquía de la producción características del capitalismo -con sus respectivas plusvalías y acumulación de capital-, perdieron su validez y dejaron paso a la ley para el desarrollo equilibrado de la economía nacional, una ley que hace enfurecer a los defensores de las reformas burguesas en la Unión Soviética.
Las evasivas de Gorbachov a la tesis de Shmeliov
El artículo de Shmeliov causó tal revuelo que Gorbachov se vio obligado a responder personalmente. El día 22 de junio de 1987, en una reunión de un distrito electoral en Moscú, un corresponsal de Pravda le preguntó a Gorbachov sobre el «polémico material» de la prensa soviética sobre la reestructuración. El corresponsal preguntó si algunos escritos recientes que hablaban sobre la reestructuración daban «panaceas discutibles para superar nuestros apuros; como por ejemplo el artículo del economista Shmeliov en Novy Mir«.
La respuesta de Gorbachov fue peculiarmente jesuítica y evasiva: «Dividiría ese artículo en dos partes«, dice, «El primero es un análisis de la situación económica del estado, y muestra una fotografía que está cerca de lo que realmente existe y hablaremos de ésta en la sesión plenaria. «
«La segunda parte es lo que el autor propone. Y aparentemente propone, por ejemplo, que debe haber desempleo. Eso no es para nosotros. Somos muy conscientes de nuestros puntos débiles y problemas sin resolver, pero nunca podemos olvidar que el socialismo nos ha dado a todos nosotros el derecho al trabajo y a la educación, asistencia médica gratuita, y un tipo de vivienda accesible. En nuestra sociedad, son valores genuinos que garantizan una protección social para las personas tanto en el presente como en el futuro«. (Pravda, 22 de junio de 1987).
Lo que hay que destacar de la respuesta de Gorbachov no es que se distancia de las conclusiones o remedios planteados por Shmeliov, sino que aprueba las críticas de éste, que están entrelazadas inseparablemente con sus conclusiones. No obstante, ésta no es la única vez que Gorbachov se distancia de sus compañeros de viaje, francos y claros -por no decir descarados-, para continuar luego el camino trazado por ellos. He aquí lo que dijo a finales de 1987 en su libro La Perestroika:
«Ciertamente, la prensa publicó algunas propuestas que escapaban al ámbito de nuestro sistema. Así, por ejemplo, se expresó la opinión de que deberíamos abandonar la economía planificada y permitir el paro, cosa que de ningún modo podemos admitir porque lo que pretendemos es fortalecer el socialismo, y no sustituirlo por un sistema distinto. Lo que se nos ofrece desde Occidente, desde una economía distinta, es inaceptable para nosotros; estamos convencidos de que, si verdaderamente aplicamos todo el potencial del socialismo, si nos atenemos a sus principios básicos, si tomamos plenamente en cuenta los intereses humanos y aprovechamos las ventajas de una economía planificada, el socialismo puede lograr mucho más que el capitalismo”. (p.79-80)
Dado que todas estas garantías fueron concedidas –hace apenas dos años-, la economía de planificación centralizada ha sido prácticamente desmantelada, y la tan enaltecida economía «regulada», tan deseada por Gorbachov y sus hábiles socios, los partidarios de Aganbegyan, Makarov y Shmeliov, todavía no ha sido instituida -gracias a la rígida oposición de las bases del PCUS y la clase obrera de la U.R.S.S. A decir verdad, la economía de la U.R.S.S. nunca se había encontrado en tal desorden desde comienzos de los años 20 de este siglo. Los intentos de Gorbachov para distanciarse de los seguidores de Shmeliov y sus promesas de que rechaza el desempleo, y poder así «poner en marcha el potencial del socialismo«. Resultan ser simples dispositivos para calmar al Simple Simons de este mundo, dando un sentido de seguridad falso. Las propuestas presentadas al parlamento soviético – ya rechazadas – en mayo 1990 son una prueba elocuente de ello.
Volvamos con Shmeliov.
Defensa de la restauración capitalista
Shmeliov no tiene nada más en mente que la restauración del capitalismo en la U.R.S.S. , y eso queda patente en sus denuncias a la economía «administrada» y su defensa a la reintroducción de la Nueva Política Económica de Lenin (NPE). Así es como denuncia la construcción del socialismo en la U.R.S.S., e incluso expresa un irrefrenable deseo por la vuelta a las normas capitalistas de la vida económica:
«Si no admitimos que el rechazo de la nueva política económica de Lenin impuso los apuros graves sobre la construcción del socialismo en el U.R.S.S., nos condenaremos otra vez – tan en 1953 y 1965 – a medidas a medias, y a medidas a medias, como lo sabemos, somos a menudo peor que ninguna medida en absoluto. La economía «Administrada» que reemplazó el NPE era por su propia naturaleza incapaz de abordar las cuestiones de la calidad y la eficiencia y consiguió sus resultados cuantitativos a pesar de las leyes de economía, y por lo tanto en el gran coste en recursos materiales y humanos» (ibid. Pág.1).
Este comentario está plagado de insinuaciones contra la economía socialista de planificación centralizada de la U.R.S.S. que, según se alega, es intrínsecamente incapaz de abordar «cuestiones como la calidad y la eficiencia»; asimismo, representa una total distorsión de la verdad y de la visión de Lenin sobre la Nueva Política Económica (NPE). El escritor está afirmando que la NPE nunca debería haber sido interrumpida; que la Unión Soviética sólo podría haber hecho triunfar el socialismo a través de una aplicación indefinida y continuada de la NPE; que el haber abandonado la NPE y su reemplazo por la economía de planificación centralizada -economía «administrada», si así complace a nuestro reformista burgués-, había significado nada más que una auténtica violación «de las leyes de la economía«. Dicha infracción salía muy caro en cuanto a «recursos materiales y humanos» y sin embargo, de forma misteriosa e inexplicable, no estaba alcanzando grandes resultados cuantitativos. Este cretino burgués es incapaz de explicar la eficiencia con la que la Unión Soviética ha obtenido toda una serie de grandes resultados, de calidad inigualable, en el campo armamentístico, del espacio y de la tecnología nuclear, la distribución de gas, la perforación submarina, etc. Ahora, sin embargo, pasemos a analizar cómo vio Lenin el NPE.
La NPE y cómo Lenin la veía
Llegó la hora de confrontar el comunismo con la NPE, así en el XX Congreso del Partido (marzo de 1921), tras el recordatorio de Lenin, se decidió sustituir el impuesto en especie por el sistema de distribución del excedente. El impuesto en especie debía ser mucho más bajo que los gravámenes existentes en el sistema de distribución del excedente. La suma total del impuesto debía ser anunciada todos los años antes del sembrado de primavera y las fechas de entrega estrictamente especificadas. Todo lo producido que sobraba del impuesto era para el agricultor, quien tenía la total libertad de vender este excedente en el mercado. Lenin reconoció que la libertad de comercio llevaría, en un principio, a un cierto resurgimiento del capitalismo; que sería necesario para permitir el comercio privado, y la apertura de pequeños negocios por parte de fabricantes de iniciativa privada. Sin embargo, esto era algo necesario para dar al campesino un incentivo económico y así, se aumentase la producción, con el fin de provocar una rápida mejora en la agricultura, argumentó Lenin. Esto a su vez, se convertirá en la base para la restauración de industrias estatales y el desplazamiento de capital privado, explicó. Una vez se hayan conseguido aunar fuerzas y recursos, se podría crear una industria fuerte, es decir, la fundación económica del socialismo; y que al mismo tiempo podría llegar a ser la base de una firme ofensiva contra los vestigios del capitalismo. Este era el plan de Lenin para la construcción del socialismo, un plan que suponía una retirada temporal para poder ganar fuerza, y avanzar así con mayor vigor hacia la construcción socialista en un futuro cercano.
De todos los argumentos avanzados por Lenin respecto a la NPE y su correspondiente desarrollo, tres hechos parecen estar claros:
En primer lugar, que Lenin vio la introducción de la NPE como una retirada estratégica y, hasta cierto punto, como una reversión al capitalismo.
En segundo lugar, consideró esta retirada como algo temporal. Era con el propósito de reforzar la dictadura del proletariado asegurando una alianza duradera entre la clase obrera y clase campesina. Esta alianza se encontraba en tales condiciones de devastación general, que sólo podía garantizarse a través del intercambio de mercancías en el mercado.
Y por último, ambos aspectos –tanto la retirada como su naturaleza pasajera y temporal- formaban parte del ‘paquete’ del brillante plan elaborado por Lenin para la construcción del socialismo en la Unión Soviética. Sólo elementos externos, u hostiles, al marxismo-leninismo enfatizan uno o los demás aspectos anteriores, en lugar de considerarlos como un único todo.
Hasta el punto de que la NPE representaba una retirada que suponía un cierto resurgimiento del capitalismo, y muchos peligros. Lenin, lejos de minimizar estos peligros, los trajo a la luz del día. Sin alabar en absoluto la propiedad capitalista, el intercambio y el comercio, Lenin explicó que la NPE había sido impuesta en el gobierno soviético porque la economía se encontraba en un estado crítico y para evitar la casi segura desaparición del proletariado soviético tras la guerra imperialista, la guerra civil y la contrarrevolución, a pesar de la victoria de la República Soviética. Así que, la NPE era una medida económica determinada por la debilidad, que se proponía no sólo restaurar el proletariado sino también restituir la economía soviética.
Así es cómo Lenin explicó la NPE, el 17 octubre de 1921, en su informe para el II Congreso de los Comités de Instrucción Política, «La Nueva Política Económica y las Tareas de los Comités de Instrucción Política»:
“A comienzos de 1918 confiábamos en el advenimiento de un período determinado que posibilitara la construcción pacífica. Cuando se hubo concertado la paz de Brest, parecía que el peligro se había alejado, y creíamos que podíamos emprender la construcción pacífica. Pero nos equivocamos, pues en 1918 se cernió sobre nosotros un verdadero peligro militar: la sublevación checoslovaca y el estallido de la guerra civil que se prolongó hasta 1920. Debido en parte a los problemas de la guerra que nos abrumaron y, creyérase, a la terrible situación en que se hallaba la República entonces, al acabar la guerra imperialista, cometimos el error, por estas y otras circunstancias, de decidirnos a pasar directamente a la producción y la distribución comunistas …” (pág.164).
“…Por desgracia, eso es un hecho. Digo ‘por desgracia’ porque la experiencia, que no ha durado mucho, nos ha hecho ver que nos equivocábamos al creer lo contrario de lo que antes habíamos escrito sobre la transición del capitalismo al socialismo, opinando que no podríamos aproximarnos ni siquiera a la fase inferior del comunismo sin pasar por un período de contabilidad y control socialistas. Desde 1917, cuando a los bolcheviques se nos planteó el problema de tomar el poder y se lo explicamos a todo el pueblo, hemos venido recalcando con toda precisión en nuestros escritos de teoría que se necesita un período complejo y prolongado de transición de la sociedad capitalista a uno, por lo menos, de los accesos a la sociedad comunista, período que pasa por la contabilidad y el control socialistas (y que se prolonga tanto más cuanto menos desarrollada está la sociedad capitalista).” (pág. 164-5).
“Parecimos olvidarnos de eso cuando en el fragor de la guerra civil tuvimos que dar los pasos necesarios para organizar la economía. En el fondo, nuestra nueva política económica estriba en que sufrimos una gran derrota en ese terreno y emprendimos un retirada estratégica. Nos dijimos: ‘Antes de que no hagan trizas definitivamente, retrocedamos y rehagamos todo de nuevo, pero con mayor solidez” (p. 165) (Obras Completas tomo 44, Editorial Progreso, Moscú, 1987).
“La nueva política económica implica sustituir el sistema de contingentación por un impuesto; implica pasar en grado considerable, si bien no sabemos en qué grado concreto, al restablecimiento del capitalismo. Las empresas que se arrienden a los capitalistas extranjeros (es verdad que por ahora se han concertado muy pocos contratos de concesión, sobre todo con los que hemos ofrecido) y las empresas entregadas en arriendo a los capitalistas privados implican un restablecimiento del capitalismo y eso radical en la nueva política económica …” (pp.166-167)
“He aquí a qué se reduce toda la Guerra actual: ¿quién vencerá, quién se beneficiará primero de la situación: el capitalista, a quien nosotros mismos dejamos entrar por la puerta, y hasta por varias puertas (y por muchas otras puertas que desconocemos y que se abren sin que lo sepamos y en contra de nosotros), por el poder público proletario?” (p.166)
“Por otra parte, si el capitalismo gana, aumentará al producción industrial y, al paso, se acrecentará el proletariado. Los capitalistas ganarán con nuestra política y crearán un proletariado industrial que en nuestro país, debido a la guerra, a la inmensa devastación y al desbarajuste, se ha desclasado, es decir, se ha descastado y ha dejado de existir como el proletariado. Se llama proletariado a la clase ocupada en la industria capitalista. Como quiera que la gran industria capitalista has sido destruida, y las empresas industriales no funcionan, el proletariado ha desaparecido. A veces ha figurado formalmente, pero desligado de las raíces económicas.
“Si se restablece el capitalismo, se restablecerá también la clase proletaria ocupada en la producción de valores materiales, útiles para la sociedad, ocupada en las grandes fábricas mecanizadas …” (ibid. Pág. 168).
Lenin, sin morderse la lengua, en lugar de idealizar el capitalismo, lo califica de «capitalismo anárquico y de promover un anárquico intercambio de mercancías», lo denomina con toda razón el «enemigo a medias«, y desagradablemente plantea la pregunta: «¿Quién adquirirá ventaja?» Dice así:
“Todo el problema consiste en quién tomará la delantera. Si los capitalistas logran organizarse primero, nos echarán a los comunistas y ya no habrá más de qué hablar. …
¿O el poder público proletario demuestra que es capaz, apoyándose en el campesinado, de sujetar a los capitalistas con rienda lo bastante corta para meter el capitalismo en cauce estatal y crear un capitalismo que se subordine al Estado y lo sirva? (ibíd. Pág.168).
Como podemos observar, Lenin en ningún momento parece halagar el mercado ni el intercambio comercial capitalista. Sin embargo, lo define como «capitalismo anárquico con un intercambio anárquico de mercancías«, es decir, como el «enemigo a medias«. Lenin nunca vio la NPE como algo más que una simple retirada estratégica, diseñada con el fin de dar un respiro al régimen soviético y poder reunir la fuerza necesaria, para que luego el socialismo pudiera lanzar una nueva ofensiva.
La mayoría del partido apoyó a Lenin y a la introducción de la NPE, reconociendo que en ese momento era la única manera de asegurar una alianza económica duradera entre la clase obrera y la clase campesina para la construcción del socialismo. La NPE hizo reconocer al partido que combatir el comunismo había sido un intento de adoptar el modelo capitalista en la ciudad y en el campo a través de un ataque frontal. Además, eran conscientes de que llevando a cabo esa política el partido había ido demasiado lejos y corría el riesgo de quedar aislado desde su base. «Fuimos demasiado lejos con nuestra ofensiva económica, y no logramos consolidar una base fuerte «, dijo Lenin en su informe para el IV Congreso de la Internacional Comunista. Así que, para asegurar sus espaldas, el partido decidió hacer una retirada temporal.
En ese momento, algunos opositores, los «izquierdistas» más feroces, vieron la NPE como una retirada y una renuncia de los logros de Octubre. Por otro lado, los auténticos rendidos, los seguidores de Shmeliov de ese entonces, quienes no creían en la implantación del socialismo en la U.R.S.S., exigieron pretensiosas concesiones para el capital privado tanto de la Unión como del extranjero. Esta oposición a la NPE por parte de estos dos grupos externos al marxismo y leninismo, fue la que hizo que Lenin aconsejara al partido acabar con todos esos «bribones, burócratas, hipócritas y comunistas indecisos, incluso los mencheviques que han conservado su «fachada» pero que en el fondo han sido siempre mencheviques«.
La NPE demostró su pertinencia y capacidad incluso en su primer año de introducción, y Lenin declaró en el XI Congreso del Partido, en marzo de 1922 («Informe del Comité Central en el XI Congreso del PCR (Partido Comunista Revolucionario)», párrafo 53):
“…Hemos retrocedido durante un año. Ahora debemos declarar en nombre del Partido: ‘¡Basta! El objetivo que perseguíamos con nuestro repliegue ha sido alcanzado. Este período toca a su fin o ha finalizado ya. Ahora pasa a primer plano otro objetivo: el de regrupar las fuerzas”. (Lenin, Tomo 45, Pág.93).
Dejemos que Shmeliov y sus colegas, partidarios del capitalismo, se den cuenta que es el propio Lenin, quien, después de un año de la introducción de la NPE –a la que consideraba, con todo derecho, una retirada- pide un “alto”, o pide, para complacer al señor Shmeliov, «el rechazo de la Nueva Política Económica de Lenin«. Y si el rechazo de la NPE «planteara serias dificultades en la construcción del socialismo en la U.R.S.S.«, como asevera sin fundamento alguno Shmeliov, entonces debería considerarse a Lenin el responsable de tal desgracia. No obstante, Shmeliov no ha tenido el valor, hasta el momento, de decirlo. Él simplemente prefiere luchar contra el leninismo en nombre de Lenin, como hacen los «bribones, burócratas, hipócritas y comunistas indecisos«.
En cuanto la NPE cumpliera con su objetivo de conducir la producción hacia los niveles los obtenidos antes de la Primera Guerra Mundial, y así establecer un fuerte vínculo entre la ciudad y el campo y la restauración del proletariado, el gobierno soviético pondría fin al período de la NPE e inauguraría el de la colectivización e industrialización planificada.
Regresemos ahora a la percepción que tenía Shmeliov de la NPE, esto es lo que dijo al respecto sobre su importancia:
«Una retirada en todo sentido, por supuesto que lo era, pero su perdurable trascendencia permanece en otro lugar…. Destacaba la transición a un sistema que movilizaría más que sofocaría, la energía creativa de los trabajadores -la transición de un «socialismo administrativo» a un «socialismo de responsabilidades económicas». El plan de Lenin para lograr una economía saludable y próspera, agrupaba tres ideas prácticas fundamentales. Para empezar, había que desarrollar las relaciones de mercancía dinero y mercado. Luego, la aparición de monopolios – organizados voluntariamente en asociaciones (sindicatos) para gestionar de forma justa la rendición de cuenta s-, debían convertirse en las unidades operativas básicas de la economía. Y por último, la propiedad y relaciones cooperativas tenían que ponerse en práctica no simplemente en el campo, sino también en las áreas urbanas -en la industria, la construcción, el comercio de venta al por menor y en lo que ahora llamamos servicios del consumidor«. (Pág.2).
Por lo tanto, a diferencia de Lenin, y de acuerdo con Shmeliov, la «perdurable trascendencia» de la NPE -que significaba el resurgimiento parcial del capitalismo- es que «marcaba la transición a un sistema que movilizaría más que sofocaría, la energía creativa de los trabajadores – la transición del «socialismo administrativo» al «socialismo de responsabilidades económicas«. La conclusión lógica y absurda al mismo tiempo, aunque no se diga, es que…¡ la implantación del socialismo sólo es posible mediante el resurgimiento y la restauración del capitalismo! Solamente se puede conseguir «movilizar más que sofocar la energía creativa de los trabajadores» en un contexto de economía de mercado, a diferencia de la economía socialista de planificación centralizada (es decir, la economía ‘administrativa’ o de ‘mando’, ruego me disculpen).
Viendo el desprecio con el que Shmeliov trata a los trabajadores soviéticos, acusándolos de sufrir el azote de la «pereza«, la «indolencia», la «embriaguez», la «irresponsabilidad», la «apatía», la «falta de respeto al trabajo honesto» -incluso de llegar a padecer una «degradación física», sin más razón que por no querer dejar los frutos del pleno empleo, que han disfrutado durante más de seis décadas, bajo el socialismo. No resulta difícil averiguar en qué «personas» está pensando, cuyas «energías creativas» serían movilizadas más que sofocadas, si los partidarios de Shmeliov en la U.R.S.S. consiguen efectuar la transición del «socialismo administrativo» al «socialismo de responsabilidad económica», o sea, del socialismo al capitalismo. Estas personas no son otras que la intelectualidad burguesa de la U.R.S.S. – los Shmeliov, Makarov, Aganbegyan y sus homólogos en el Partido Comunista de la Unión Soviética, los Yeltsin, Abalkin, etc. – que son los más férreos defensores de la economía de mercado y los que más se beneficiarían de ella. La clase obrera de la U.R.S.S., sabiendo todo lo que perdería con una economía de mercado, es obvio que no esté muy contenta con su implantación.
El reaccionario cuento de hadas inventado por Shmeliov trajo consigo hostilidad, en cuanto a la NPE dejó en su estela no sólo los kulaks -campesinos ricos-, sino también insaciables comerciantes que perseguían lucro a toda costa conocidos como ‘los hombres de la NPE’. El desarrollo de esta política económica llegó a un punto en que el gobierno soviético se vio obligado a renunciar a la NPE, e incluso a entregarse a los mecanismos capitalistas generados por ésta. El gobierno soviético, con bastante acierto, escogió el primer camino y lanzó su programa sobre la construcción del socialismo con el primer plan quinquenal, y se puso manos a la obra rumbo a la colectivización.
Durante la puesta en marcha de los primeros y segundos planes quinquenales, el Partido Comunista de la Unión Soviética y el gobierno soviético fueron capaces de movilizar hasta tal punto la energía creativa de los soviéticos, que estos planes no fueron simplemente cumplidos, sino que se llevaron a cabo antes del tiempo programado, cinco años para cada plan. De todas formas, escuchando a este llorón burgués, Shmeliov, parecía que la ceremonia de inauguración de los planes quinquenales puso fin a la energía creativa de los soviéticos.
Esta cruel difamación y lloriqueo burgués no se corresponden con la realidad histórica de finales de las décadas de 1920, 1930 y 1940. Durante este tiempo los soviéticos, a través de las hazañas del heroico trabajo socialista, escaparon de su estancamiento casi medieval y casi alcanzaron a los países capitalistas más avanzados en menos de una década y media de programa y construcción socialista. Sin esta velocidad realmente milagrosa de construcción, gracias a la planificación centralizada y la colectivización, la U.R.S.S. no habría sido capaz de liderar con éxito la lucha contra la Alemania de Hitler. Durante la guerra, la Unión Soviética fabricó los mejores aviones militares, los mejores tanques, y en general, las mejores armas de combate –sobre la base material que había sido destinada a la construcción de la industria pesada, en particular la industria metalúrgica y la industria de construcción de máquinas, durante los planes quinquenales. Fueron precisamente estos avances en la industria soviética los que dieron lugar a la base material, que junto con el sacrificado heroísmo de los soviéticos, hicieron añicos a la maquinaria de guerra nazi. Este hecho ha sido reconocido por todo el mundo hasta el punto de que nadie se ha atrevido a preguntar sobre ello hasta ahora. Sin embargo, ahora vienen los economistas burgueses ‘soviéticos’, quienes, motivados por un deseo de restituir el capitalismo, tienen que denigrar los logros más grandes del socialismo y tachar de turbulento y oscuro el período de la construcción socialista.
A comienzos de 1921, cuando se lanzó la NPE, la economía soviética estaba destrozada. La producción bruta de la agricultura representaba solamente la mitad de la producción anterior a la guerra, es decir, la mitad de la producción del ‘empobrecido’ campo ruso de la era zarista. Lo que es peor, la pérdida de las cosechas era algo común en muchas de las provincias.
El asunto era mucho más grave en cuanto al ámbito industrial. La producción al por mayor de la industria representaba tan solo una séptima parte de la producción anterior a la guerra. La mayoría de las fábricas y talleres estaban paralizados; las minas de carbón y otras muchas estaban destrozadas e inundadas. Las condiciones en las que se encontraba la industria del hierro y el acero era lo más grave de todo. La producción total de hierro en lingotes era solamente de 116.300 toneladas -un escaso 3 % de la producción anterior a la guerra. Había una escasez de combustible, y el transporte se encontraba en un estado lamentable. El stock de metal y tejidos estaba casi agotado. Había una preocupante escasez de productos de primera necesidad tales como pan, carne, grasas, calzado, ropa, sal, fósforos, queroseno y jabón.
Las personas soportaron tales condiciones de escasez durante la guerra. Sin embargo, ahora que había terminado la guerra, ya no estaban dispuestos a hacerlo. El descontento empezó a surgir entre la clase campesina. El intenso fuego de la guerra civil habían curado y soldado la alianza militar y política de la clase obrera y la clase campesina. La base de esta alianza fue posible gracias a que, por un lado, la clase campesina recibía la protección del gobierno soviético frente a los arrendadores y los kulaks, y por otro, los obreros recibían productos alimenticios de la clase campesina mediante el sistema de distribución del excedente.
Con el fin de la guerra, esta base ya no era suficiente. Ahora que ya no había ningún riesgo de que volvieran los arrendadores, los campesinos empezaron a expresar su insatisfacción con el sistema de distribución del excedente y a exigir un suministro adecuado de productos. Como manifestó Lenin, el sistema de combatir el comunismo había chocado con los intereses de la clase campesina. El espíritu de descontento también empezó a afectar a la clase obrera. En un contexto de total interrupción económica, con pocas fábricas y talleres en actividad excepto de vez en cuando, los trabajadores fueron reducidos a hacer trabajos ocasionales para el resto de sus vidas: fabricar encendedores y participar del trueque de alimentos en los pueblos («bolsa de intercambio«). El hambre y el cansancio empezaron a provocar el descontento entre los trabajadores. La base de clase de la dictadura del proletariado no estaba nada definida. Fue en estas graves circunstancias cuando Lenin y el partido bolchevique ponen en marcha la NPE, aunque supusiera un parcial regreso al capitalismo.
Observando este precedente, ¿es posible comparar a la U.R.S.S. de hoy, que es la segunda economía más fuerte del mundo entero, y en la cual la clase obrera constituye la mayoría de la población, con la de 1921? Aquellos que exigen, bajo el pretexto de disminuir el ritmo del índice de crecimiento de la economía soviética, una reversión a los métodos de 1921 y la reintroducción de la NPE, sencillamente están propugnando la restauración del capitalismo puro y simple; llamándolo «economía de mercado regulado», que es absolutamente lo mismo pero con otras palabras.
Capítulo 4
LALKAR
Diciembre/Enero
1990/1991
La Economia de La Perestroika –
La firme salida del marxismo-leninismo
Parte III
Tentativas para la des-colectivización
Si bien se defiende el desmantelamiento de la economia de planificación socialista y su sustitución por una economía de mercado en el ámbito industrial, en el de la agricultura el plan de Shmeliov no es nada menos que la descolectivización de la agricultura soviética y su sustitución por una agricultura individual a pequeña escala.
«Granjas colectivas y estatales», dice, «deben tener el derecho de vender libremente su producción a las organizaciones estatales, a las cooperativas e incluso a los consumidores … las diversas explotaciones agrícolas privadas deben ponerse totalmente a la par con la agricultura colectiva en términos de derechos tanto económicos como sociales «. (Shmeliov pág. 4).
En este caso Shmeliov no sólo exige que se coloque en un mismo nivel a la agricultura colectiva y la privada, lo que significaría un retroceso reaccionario en todo sentido, sino que también pide la introducción de un «derecho sin restricciones» en las granjas colectivas y estatales «para vender libremente su producción a las organizaciones estatales, a las cooperativas e incluso a los consumidores«. Simplemente nos conduciría a una producción de mercancías de todo tipo, sin restricciones e ilimitada, es decir la entrada del capitalismo en la agricultura, aunque a través de una serie de pasos intermedios. Todas estas medidas preconizadas por los seguidores de Shmeliov -que son, aunque sea triste decir, los que están llevando la batuta y gracias a los cuales la economía soviética está al borde del colapso-, están diseñadas para socavar las granjas colectivas. Con la idea de que una economía de productos pequeña llevará sin duda –aunque lentamente al principio- a la organización de pequeñas explotaciones, con su supuesta empresa e iniciativa individual, y que será capaz de abastecer con abundancia a la economía soviética. Parecen estar soñando despiertos, pues incluso se atreven a pensar que la agricultura a pequeña escala puede llegar a resolver los problemas de abastecimiento de alimentos de los que sufre la Unión Soviética, con una población de 280 millones. En ningún lugar del mundo la pequeña agricultura ha resuelto el problema de la escasez, se trate de países capitalistas o socialistas. Shmeliov y compañía, sólo deben echar una ojeada a su vecino más próximo, Polonia, y ver por sí mismos las consecuencias de la maravillosa pequeña agricultura: en Polonia, tras la rebelión de 1956, se abolió la colectivización y se restauró la pequeña agricultura campesina. El resultado ha sido un sistema de producción perenne con escasez de alimentos, y es un hecho tan obvio que no ha podido haber escapado de la ‘estrecha’ visión del mundo de los partidarios de Shmeliov. Sin embargo, a estos economistas burgueses parece importarles un bledo la escasez de alimentos y la consiguiente miseria en la viven las familias de los trabajadores corrientes. Se aferran tan obstinadamente a intentar restablecer las relaciones capitalistas de producción en la industria y la agricultura, que están dispuestos a pasar por alto esos males «menores», de los que decenas de millones de personas sufren como consecuencia de dicha restauración. Ésta representa la explotación de muchos por unos pocos, el desempleo, el hambre, la pobreza y la miseria. No obstante, les parece más bien algo bueno para la clase obrera soviética, dado que según ellos se ha degenerado a causa de la seguridad que da el pleno empleo. Shmeliov argumenta lo siguiente:
«Tenemos que decidir de una vez por todas lo que es más importante para nosotros: tener abundancia de alimentos o complacer eternamente a una serie de irresponsables gritones y defensores de la igualdad en la pobreza. Tenemos que llamar por su propio nombre a la estupidez, la incompetencia y el estalinismo. Debemos hacer lo que sea necesario para garantizar una amplia oferta de productos alimenticios, sin permitir que escape la idea de activar el factor humano» (ibíd.).
En lenguaje ordinario, el sentido de las observaciones anteriormente citadas se reduce a lo siguiente:
En primer lugar, sólo la agricultura privatizada orientada al mercado puede garantizar el suministro abundante de alimentos. En segundo lugar, que la lucha del proletariado para acabar con la explotación, la lucha por la igualdad a través de la abolición de las clases, la lucha por avanzar hacia una fase superior del comunismo mediante la reducción de la disparidad,… equivale a una lucha por la «igualdad en la pobreza«. Y, por último, quien no concuerde con estas dos propuestas padece de ¡»insensatez», incompetencia» y «estalinismo»! Sabemos lo que motiva a los burgueses del mundo entero, no sólo a la intelectualidad burguesa en la URSS, cuando se amalgama la estupidez, la incompetencia y el estalinismo; sabemos el porqué en todo el mundo la burguesía y sus ideólogos pagados se regocijan criticando y lanzando maliciosos epítetos a Josef Stalin y lo acusan de todo tipo de presuntos crímenes. Nosotros, sin embargo, debemos resistirnos a la tentación de entrar en esta cuestión y, para mantener nuestra palabra en el primer artículo de la serie actual, vamos a tratarla al final. Una cosa está bien clara. Cuando Shmeliov habla de «la activación del factor humano» para «garantizar una amplia oferta de productos alimenticios«, aboga por una vuelta a la NEP a través de la desmembración y la abolición de las granjas colectivas y estatales. Llega incluso a decir que «en ciertos momentos se propuso como lema la eliminación de los kulaks«, pero se lamenta que lo que realmente se suprimió fue el campesinado. ¿Cómo puede alguien, sea cual sea su punto de vista, capitalista o comunista, estar de acuerdo con esa estúpida afirmación? Es cierto que los kulaks -esos «chupasangres«, tal y como los describía Lenin–, o sea los campesinos ricos, fueron eliminados como clase. También es cierto que en general, la agricultura individual se redujo a una posición insignificante y no representó más del uno por ciento del área sembrada al final de la colectivización de 1938. ¿Cómo se puede afirmar, como hace Shmeliov, que se suprimió el campesinado? El campesinado se colectivizó y sigue existiendo incluso hoy en día como clase propia. Por lo tanto, nos vemos obligados a concluir que cuando Shmeliov y sus compañeros capitalistas restauracionistas lamentan la supuesta eliminación de los campesinos, simplemente están mostrando su tristeza por el fin de sus tan queridos kulaks. No cabe duda de que describirían la eliminación de los kulaks como otro argumento en su intento «de eludir las leyes objetivas de la vida económica y de suprimir los establecidos y antiguos incentivos laborales que han llevado a una serie de resultados totalmente contrarios a los que se perseguían«. Es decir, otro ejemplo de «incompetencia«, «insensatez» y «estalinismo«. Por supuesto, aquellos que pensaban que la supresión de los kulaks como clase, fue un acto de incompetencia e insensatez, naturalmente, continuarían lanzando duras críticas contra Stalin. Contra él, más que contra cualquier otra persona, ya que se asocia con este histórico proceso revolucionario a nivel mundial y sin precedentes. Aquellos que no se han reconciliado con este proceso y desean volver… a los tiempos de la explotación, de los kulaks ricos y de millones y millones de campesinos pobres y oprimidos; a la miserable vida en el campo ruso tan bien retratada en las obras de Tolstoi, tienen toda la razón para mostrar su extrema hostilidad a Josef Stalin, uno de los principales arquitectos de la victoria del socialismo en la URSS y en particular, en el campo soviético. Shmeliov es una de esas personas. Es por ello que su plan para librar a la agricultura soviética de sus deficiencias -algunas de las cuales muy serias- y garantizar un abastecimiento abundante de alimentos, representa una reversión a la agricultura privada de pequeña escala, que conduce a una gran diferenciación entre el campesinado y, adivinen qué, la aparición de la clase kulak y su concomitante, la gran masa de campesinos pobres oprimidos. Si prevalecen las relaciones de intercambio de productos capitalistas y se les da rienda suelta, como exige Shmeliov en la URSS, ninguna fuerza en la tierra va a poder detener ni el surgimiento de la clase kulak(campesinos ricos e independientes), ni la lapidación de este último a la gran masa del campesinado. En consecuencia, se logrará la «colectivización» de la agricultura sobre una base capitalista. Esto es lo que ha sucedido en los principales países capitalistas. Dado que los Estados Unidos son el modelo de Shmeliov y sus seguidores en la URSS, también deberíamos tener en cuenta el imán por el que son inexorablemente atraídos.
¿Qué ha ocurrido con el orgulloso e independiente campesinado de mediados del siglo XIX en los EE.UU.? Pues bien, ha desaparecido prácticamente, a pesar de la iniciativa individual, las empresas y el trabajo duro que eran, sin duda, sus principales características. Ha sido devorado por el capital financiero, por los gigantescos sindicatos y cárteles de la agroindustria, por las poderosas industrias químicas y de alta tecnología dedicadas a la fabricación de fertilizantes y productos farmacéuticos. Esto es lo que Robert K. Landers, una autoridad en la agricultura estadounidense, dice al respecto:
«Las grandes y más extensas explotaciones constituyen menos del 5 por ciento de todas las granjas de EE.UU., sin embargo, representan más de la mitad del total de los ingresos agrícolas brutos y más de cuatro quintas partes de los ingresos netos. De hecho, las explotaciones más extensas (con unas ventas anuales brutas de U$500.000 o más), aunque signifiquen sólo un poco más del 1 por ciento de todas las explotaciones, representan un tercio de los ingresos agrícolas brutos y más de las tres quintas partes de los ingresos netos«. (¿Las explotaciones familiares deberían estar a salvo? ’Congressional Quarterly’s Research Reports’, Washington, 1988, Vol. 1, nº 17 página 237.
Está claro lo que pensamos. Si es este el producto final deseado por ellos, lo más justo es que el señor Shmeliov y sus partidarios lo digan abiertamente, en lugar de esconderse detrás de los pequeños agricultores con sus fanfarronas empresas y la iniciativa privada. Deberían ser valientes y sacar a la amplia luz del día su programa de restauración capitalista en lugar de seguir criticando el sistema de «dirección administrativa«. En cualquier caso, los ataques a la llamada economía de «dirección administrativa«, tal y como la conocemos, son sólo un intento encubierto, por no decir deshonesto, de desacreditar a la economía de planificación socialista y sus logros con el fin de invertir el proceso y volver al capitalismo.
Si Shmeliov escribió en un tono relativamente reservado -aunque fue mucho menos reservado que el de Gorbachov–, eso se debe a que regresó en junio de 1987. En los últimos tres años y medio, el proceso de desmantelamiento de la economía de planificación socialista y la introducción de leyes burguesas se ha acelerado mucho más de lo que podríamos imaginarnos. Cada día que pasa, este proceso envalentonado por la reaccionaria marcha atrás, bajo el nombre de perestroika, y la propaganda anticomunista dejan vía libre a la deficiente política de la glásnost – en ruso transparencia o franqueza -, que ata a los revolucionarios de pies y manos, y los amordaza. En cambio, permite volverse locos a los neoburgueses y a los capitalistas restauracionistas. No estamos hablando sólo de los partidarios de Shmeliov entre la intelectualidad, sino también de sus homólogos del PCUS que se han vuelto mucho más francos. Nadie habría tenido en consideración a Shmeliov y probablemente habría sido ignorado, si se hubiera encontrado solo. Si no hubiera tenido el apoyo de un considerable sector de la intelectualidad, cuyos miembros ocupan destacados cargos en la administración soviética. Y por último pero no menos importante, si no hubiera tenido el apoyo de un número considerable de altos funcionarios del PCUS. Por desgracia, este no es el caso.
Gorbachov se acerca a Shmeliov.
Gorbachov, regresa en junio de 1987, aunque está de acuerdo con el análisis de Shmeliov, consideró oportuno distanciarse de las propuestas de este último. Sin embargo, el mismo Gorbachov se unió completamente a las fórmulas planteadas por Shmeliov, en su discurso un año después, en junio de 1988, en la 19ª Conferencia del Partido. Posteriormente, hizo lo mismo en su informe para el Comité Central del PCUS, el 29 de julio de 1988. Es muy revelador lo que Gorbachov dice sobre el tema de los alimentos y la agricultura soviética. Para mejorar la situación en el área de los alimentos, Gorbachov declaró que «nuestra mayor reserva se encuentra en acabar con las pérdidas, preservar plenamente las cosechas y los productos animales, y garantizar su alta calidad de procesamiento«. Continúa y añade: «Este es el camino más corto para mejorar el abastecimiento de alimentos en un futuro inmediato. Resolver esta cuestión nos permitirá aumentar las reservas de alimentos por lo menos de un 15 a un 20 por ciento. Todo esto requerirá mucho menos tiempo y costes que tener que aumentar la producción. Las inversiones para reducir las pérdidas y la transformación de productos son las más rentables y eficaces. Toda nuestra sociedad debe ponerse manos a la obra con este problema.» (29 de julio de 1990, Discurso para el Comité Central del PCUS).
Por ahora bien. Cualquiera de nosotros habría pensado que dos años y medio después del discurso de Gorbachov en julio de 1988, su gobierno habría sido capaz de movilizarse y, asimismo, movilizar a millones de granjas colectivas para esta tarea tan sumamente importante. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que la URSS gasta cerca de una tercera parte de sus escasos recursos en divisas extranjeras en la importación de cerca de 40 millones de toneladas de alimentos al año. Y lo que es más, para llevar a cabo esta tarea no hay necesidad de «cambiar las relaciones económicas en los pueblos«, ni de descolectivizar la agricultura. No obstante, parece que a los que están al mando del Estado soviético no les importan un pimiento estas colosales pérdidas, no están en absoluto interesados en preservar y cuidar las cosechas. Ese año, según las cuentas, la Unión Soviética tuvo una cosecha abundante (y, sin embargo, se nos dice que ¡la colectivización no ha resultado!), y no se está recogiendo. ¿Puede ser que los defensores de la restauración del capitalismo en el campo quieran sabotear deliberadamente la cosecha recogida en su campaña para desacreditar, aún más de lo que han podido hasta ahora, la agricultura colectivizada soviética?
Gorbachov y la cuestión de la colectivización.
Por el momento, vamos a dejar a los economistas neoburgueses «soviéticos» y discutamos sobre la plataforma de liderazgo de Gorbachov. La plataforma de Gorbachov, al menos para empezar, era típicamente oportunista y ecléctica, y que carecía totalmente de contenido científico, claridad teórica, además de coherencia y fidelidad ideológica. En su libro La Perestroika, publicado en 1987 en la URSS, nos encontramos declaraciones contradictorias -muy típicas de él- respecto a la cuestión de la agricultura. Por un lado, bajo el título de «Lecciones de Historia», hace un brillante homenaje a la agricultura colectivizada soviética:
“Consideramos ahora la colectivización. Ya sé cuántas ficciones, especulaciones y críticas maliciosas se asocian con este término, por no hablar ya del proceso en sí. Pero incluso muchos de los que estudian objetivamente este período de nuestra historia parecen incapaces de comprender la importancia, la urgencia y la inevitabilidad de la colectivización en nuestro país.
“Si observamos desde un punto de vista auténticamente veraz y científico las circunstancias de la época y las especiales características del desarrollo de nuestra sociedad, la sociedad soviética; si no cerramos los ojos al enorme atraso de la producción agrícola, atraso que habría sido imposible de vencer si ésta hubiera seguido realizándose fragmentadamente y en pequeña escala; sí, finalmente, tratamos de juzgar correctamente los resultados reales de la colectivización, únicamente podemos llegar a una sola conclusión: la colectivización fue un gran acto histórico, el cambio social más importante desde 1917”. (p.36).
Después de haber añadido la típica proclamación de la pequeña burguesía de que la colectivización, avanzó «lamentablemente, no sin graves excesos y errores en los métodos y el ritmo«, y sin pretender en absoluto confirmar esta afirmación, Gorbachov argumenta:
“Pero, sin la colectivización, nuestro país se habría visto en la imposibilidad de progresar. La colectivización proporcionó una base social para la actualización del sector agrícola de la economía y posibilitó la introducción de métodos modernos en la agricultura, permitiendo así un incremento de la producción que jamás se habría conseguido si el campo hubiera continuado en su estado anterior, prácticamente medieval. Además, la colectivización liberó considerables recursos y un gran número de trabajadores, necesarios en otros sectores económicos de nuestra sociedad, sobre todo en la industria.
“La colectivización cambió – quizá no sin dificultades, ni de forma inmediata – todo el sistema de vida del campesinado, permitiendo que se convirtiera en una clase social moderna y civilizada. De no haber sido por la colectivización, hoy en día ni siquiera podríamos soñar en producir 200 millones de toneladas de grano, o no hablar de los 250 millones de toneladas previstas para un futuro próximo. En la actualidad hemos superado ya la producción total de grano de todos los países del Mercado Común considerados conjuntamente, a pesar de que nuestra población es más reducida”. (pp, 36-37).
Una vez leída esta intervención, se nos puede perdonar si llegamos a las siguientes conclusiones:
(a) que la colectivización de la URSS fue muy necesaria e inevitable;
(b) que sin la colectivización, la URSS no habría podido superar el extremo atraso en la producción agrícola;
(c) que los progresos de la URSS no habrían sido posibles en ausencia de la colectivización;
(d) que el aumento de la producción no habría sido posible sin la colectivización;
(e) que la colectivización liberó considerables recursos humanos y materiales sin los cuales el desarrollo de la sociedad soviética en general, y de la industria soviética en particular, habría sido imposible;
(f) que sólo a través de la colectivización fue posible que el campesinado soviético se convirtiera en una clase social moderna y civilizada;
(g) que sin colectivización, la Unión Soviética no habría tenido las condiciones de producir 200 millones de toneladas de grano; producción que continúa hoy en día, y que es incluso mayor que la producción total de cereales de la CEE, y sin tener en cuenta el proyecto de 250 millones de toneladas en un futuro cercano, y por último,
(h) que la colectivización fue un gran hecho histórico, el cambio social más importante desde 1917.
Estamos totalmente inmersos en este análisis histórico de la colectivización de la agricultura en la URSS. No habría habido ningún problema entre Gorbachov y nosotros mismos, si hubiera terminado en ese punto. Pero no. Aquí está el otro lado. En la página 45 de su libro, Gorbachov denuncia » el olvido de la rica variedad de intereses humanos…« (p.41) y » las pronunciadas tendencias igualitarias” (p.41). Dice que “En estos momentos, en nuestro país se ven muchas cosas desacostumbradas« (p.61) , y entre estas cosas inusuales, enumera no sólo el cierre de plantas y fábricas con problemas económicos, y la introducción de empresas mixtas con capital extranjero, sino también «actividades cooperativas mas extensas; fomento de la empresa individual en el comercio y la producción a pequeña escala… (p. 61). Por lo tanto, está claro que la solución a los problemas que enfrenta la industria y la agricultura soviética pasa por el establecimiento de cooperativas y de producción a pequeña escala. Una absurda conclusión que se contradice con el desarrollo de la vida económica, bajo las condiciones tanto del capitalismo como del socialismo. Sólo la producción a gran escala, en la industria y la agricultura, es capaz de proporcionar en abundancia y a bajo coste los productos necesarios para la sociedad. Sin embargo, Gorbachov, y sus igualmente ignorantes asesores en el ámbito de la economía, pretenden hacernos creer otra cosa. Con este tipo de forma de pensar tan confusa, por no decir reaccionaria, ya no nos sorprende que la economía soviética esté en la situación en la que se encuentra en la actualidad. Igualmente, no es de extrañar que, cuando Gorbachov recibió recientemente el premio Nobel, un premio que le otorgó la burguesía internacional en reconocimiento a su capitulación ante el imperialismo en el ámbito de la política interior y exterior. Genadi Gerasimov, portavoz del gobierno soviético, recordó a los periodistas que el premio no había sido por la contribución de Gorbachov a la economía. «Debemos recordar que este no es ciertamente el Premio Nobel de Economía«, dijo. Así que vamos a continuar.
Después de haber dicho en la página 96 que «Creemos que la combinación de los intereses personales con el socialismo permanece todavía como problema fundamental”. (p.88), continúa y hace la siguiente e interesante (por su salida del socialismo) declaración:
« Hoy disponemos de grandes granjas colectivas y sovjozes en muchas zonas agrícolas, donde se han organizado amplios equipos de trabajo, secciones y complejos. Están un tanto divorciados de la tierra y esto afecta a los resultados finales. Hoy debemos asegurar una conexión más sólida y directa con los intereses individuales a través de contratos colectivos, familiares Y de arriendo o alquiler, dentro de la estructura de estas grajas colectivas y estatales. Entonces combinaremos las ventajas de una gran economía colectiva con los intereses individuales, que es, exactamente, lo que necesitamos. Si procedemos así, podremos realizar unos avances impresionantes en la resolución del problema alimentario, dentro de dos o tres años”. (p.89)
Es obvio que hay aquí un cambio decidido: de las grandes granjas colectivas y estatales se pasa a los contratos de alquiler y de familia. Y con éste, un cambio en la dependencia, que pasa de la solidaridad socialista al poder de adquisición individual y la codicia privada, que, según Gorbachov, « Si se desprecian los intereses personales, nada surgirá de este esfuerzo y la sociedad sólo podrá esperar salir perdiendo« (ibíd.) p.89). Y, por último, “Por el ejemplo de los colectivos de granjas que trabajan por contrato o son llevadas por familias, resulta evidente hasta qué punto nuestro pueblo ha echado de menos el papel de propietario.” (ibíd. pág.90)
Uno sólo tiene que contrastar estas declaraciones de Gorbachov con las de su anterior homenaje a la colectivización de la agricultura soviética para convencerse de la flagrante contradicción entre ellas. Con el paso del tiempo, mientras se ha hecho caer en el olvido el homenaje a la colectivización, declaraciones y más declaraciones han seguido a un ritmo frenético glorificando las ventajas de la producción a pequeña escala en la industria y la pequeña agricultura. Antes se nos dijo que la URSS nunca podría haber logrado tales hazañas históricas a nivel mundial, incluso en el sector agrícola, sin las grandes explotaciones estatales y colectivas. Ahora -y esto después de más de seis décadas de colectivización- se nos dice que la URSS sólo puede resolver su problema de abastecimiento de alimentos a través de cooperativas privadas y de la pequeña agricultura y que durante todos estos años ¡»nuestro pueblo ha perdido el rol y la noción de la propiedad»! Sáquele algún sentido si puede, querido lector. Mientras tanto, gracias a los nuevos experimentos burgueses de Gorbachov en la pequeña agricultura, hoy en día el problema de abastecimiento de alimentos es todavía peor que en 1985, cuando llegó al poder -a pesar de su citada promesa en 1987, de que iba a resolver el «problema de abastecimiento de alimentos en dos o tres años «.
La Decimonovena Conferencia del Partido
El XIX Congreso del Partido, celebrado en junio de 1988, marca un importante hito en la evolución de la saga del programa de gobierno de Gorbachov destinado a desacreditar la economía de planificación socialista y remplazarla por una economía de mercado. No habrá más ataques a la burocracia y a la gestión excesivamente centralizada, aunque éstas todavía encuentren maneras de encubrir la entrada por contrabando de las “reformas” burguesas. En el discurso de Gorbachov vemos como, por primera vez, admite con honestidad que sus reformas no sólo estaban destinadas a mejorar la gestión y las estructuras administrativas de las granjas estatales y colectivas, sino también a modificar «las relaciones de producción en las explotaciones agrícolas» -algo mucho más fundamental y que afecta a la estructura de clases en el campo soviético. Permitamos hablar a Gorbachov:
“En breve, camaradas, el contenido de nuestra política es cambiar las relaciones de producción en las granjas. Hay que restaurar el equilibrio económico entre la ciudad y el campo, y desencadenar lo más posible la potencia de los koljoses y sovjoses a base de varios arreglos de contrato y de alquiler. Tenemos que superar la enajenación entre el granjero y la tierra«.
En 1987 se nos dijo que, gracias a la colectivización, la Unión Soviética fue capaz de producir más grano (o sea, 200 millones de toneladas) que en todos los países de la CEE, aunque esta última tuviera una población mayor que la primera. Esto seguramente no hubiera sido posible si, como afirma Gorbachov, se hubiese producido un «distanciamiento entre el agricultor y el suelo«. Siempre habíamos pensado, junto con todos los progresistas del mundo entero, que la Revolución de Octubre, que acababa con el feudalismo y asimismo, con el absurdo tributo pagado cada año por el campesinado a los propietarios como arrendamiento de la tierra -tributo que realmente alienaba el agricultor de la tierra y lo empobrecía hasta más no poder– iba a poner fin al distanciamiento entre el agricultor y la tierra. Lo que es más, a través de la colectivización, según las propias palabras de Gorbachov, la Revolución de Octubre había hecho posible que el campesinado soviético «se convirtiese en una clase social moderna y civilizada.» Sin embargo, en junio de 1988 escuchamos de la misma persona, el Secretario General Gorbachov, que la Revolución de Octubre y la colectivización había producido un distanciamiento entre el suelo y el agricultor, alejamiento que sólo podía vencerse a través de diversas empresas privadas destinadas a la pequeña agricultura. Sólo un ecléctico, un doble comerciante o un defensor de la restauración capitalista puede ser capaz de afirmar que el «potencial de las granjas colectivas y estatales» únicamente puede ser lanzado a través del «fomento de diversos acuerdos contractuales,» cuando el hecho es que una forma socava la otra. Tan solo un burgués malintencionado y calumniador puede atreverse a decir que la colectivización produjo un distanciamiento entre el agricultor y la tierra.
La Reunión del Comité Central del PCUS de julio de 1988 y el Informe de Gorbachov.
Gorbachov, se toma en serio este tema en su informe para el Comité Central del PCUS, el 29 de julio de 1988, en el que se esbozan las medidas adoptadas para aplicar las decisiones de la 19ª Conferencia del Partido. Habiendo hecho las observaciones anteriormente citadas sobre la necesidad de acabar con las pérdidas y preservar las cosechas, prosigue y pregunta «¿porqué las inversiones de capital en la agricultura … no han tenido éxito como tenían que haber tenido, y se han usado de una manera ineficaz y hasta se han echados a perder?» Aquí está su respuesta
La razón principal, dice, es “que medidas prácticas para mejorar la base material del campo no han sido respaldadas por un trabajo correspondiente para cambiar las relaciones económicas en las aldeas«. (pág. 4, Suplemento del Moscow News, n°33 (333), 1988). Continúa diciendo: “Hay que ver lo que están haciendo las familias que trabajan a base de contratos familiares y alquileres. Usando los mismos medios, o hasta medios inferiores, tienen resultados sumamente mejores”.
“Hoy mismo he leído en ‘Selskaya Zhizn’ un artículo sobre los granjeros alquilando tierra en el Territorio Stavropol. Trabajan en el Sovjoz Balkovsky en el distrito de Georgiyevski. Conozco esa granja. Tiene muchos problemas y siempre le falta mano de obra. Lo del alquiler de granjas le ha permitido corregir el problema. Por lo visto, hasta pueden trabajar con menos maquinaria, pero conseguir mejores resultados. Tienen cosechas de productos que nunca antes intentaron. La actitud de la gente hacia el trabajo está cambiando – y eso es lo principal”. (ibid.)
Como para no dejar lugar a dudas, Gorbachov hace de forma el siguiente pronunciamiento: “¿No demuestra esta experiencia que el clave del éxito es cambiar la actitud de la gente hacia el trabajo? Esto solo se consigue a base de cambiar drásticamente las relaciones económicas en el campo. Nuestra tarea es reestructurarlas de una manera que convierta al granjero un verdadero maestro de la tierra para que pueda dedicar toda su energía, conocimientos y aptitudes a ella.» (ibid.)
Lo que hemos entendido es que la Revolución de Octubre y la consiguiente colectivización de la agricultura de la Unión Soviética habían convertido al agricultor en «un verdadero maestro de la tierra» y le habían permitido que «realmente se dedicara con toda su energía, conocimientos y aptitudes a ella«. Sin embargo, según el Gorbachov de julio de 1988 – en contraposición al Gorbachov de 1987- ¡este no es el caso! Hasta ahora, habíamos entendido, y él mismo nos dijo en 1987, que las granjas estatales y colectivas mecanizadas de gran escala habían hecho maravillas, que las máquinas y los recursos humanos se habían usado de forma eficiente, que se habían aplicado los últimos avances de la ciencia a la agricultura, y se habían liberado los recursos humanos para el desarrollo de la industria. Ahora, en cambio, nos dice el Secretario General Gorbachov, que nunca duda en invocar el nombre y la autoridad de Lenin, que las pequeñas explotaciones agrícolas familiares en el marco del sistema de contrato de arrendamiento, representan el camino no sólo para resolver el problema de abastecimiento, sino también para ¡reducir el número de máquinas y personal necesarios para hacer el trabajo! «Esto significa«, dice, «que se está resolviendo el problema de personal«. Esto no tiene ningún sentido económico para nosotros. De todas formas, hemos aprendido a no esperar nada de este tipo, el señor Gorbachov.
Gorbachov, en el presente informe, pide la adopción de una «ley especial» en relación a los arrendamientos, y añadió que estos arrendamientos «deberían ser de una naturaleza a largo plazo y concedidos por un período, por ejemplo, de 25 a 30 años o incluso de 50. Haciendo uso de la palabra, el punto de la cuestión debería ser el siguiente: nadie tiene el derecho de negar a la gente la posibilidad de trabajar bajo el marco de un contrato de arrendamiento». (ibíd.)
Es evidente que si se impone el sistema de contrato de arrendamiento, con las tierras arrendadas por un período de hasta 50 años, el estado se convierte en el propietario nominal o ficticio de la tierra, mientras que el arrendatario se convierte en el verdadero propietario. Con la autorización concedida, como lo ha sido por primera vez desde el final de la NEP, para la contratación de mano de obra, la puerta está abierta de par en par para que se produzca la disolución de las granjas estatales y colectivas, su reemplazo por la agricultura privada y el comienzo de la explotación del hombre por el propio hombre en el campo soviético.
La producción y la circulación de mercancías continúan existiendo en la URSS, como Stalin explicó3, debido a la existencia de dos formas de propiedad.
“… en la industria tenemos la propiedad de todo el pueblo sobre los medios de producción, mientras que en la agricultura no tenemos la propiedad de todo el pueblo, sino la propiedad de determinados grupos, de los koljoses … esta circunstancia conduce al mantenimiento de la circulación mercantil, y que solo al desaparecer esta diferencia entre la industria y la agricultura podrá desaparecer la producción mercantil”(Stalin, Problemas Económicos, pág. 27).
Haciendo hincapié en la necesidad de avanzar hacia la eliminación de todo tipo de producción y circulación de mercancías, Stalin agrega: «Por lo tanto, no se puede negar que la desaparición de esta diferencia esencial entre la agricultura y la industria debe tener para nosotros una importancia de primer orden.” (ibíd.).
Pues claro, no toda la elaboración de productos es de producción capitalista. Como dijo Stalin: “Son dos cosas distintas. La producción capitalista es la forma superior de la producción mercantil. La producción mercantil únicamente conduce al capitalismo si existe la propiedad privada sobre los medios de producción, si la fuerza de trabajo aparece en el Mercado como una mercancía que el capitalista puede comprar y explotar en el proceso de la producción, si, por consiguiente, rige en el país el sistema de la explotación de los obreros asalariados por los capitalistas. La producción capitalista comienza allí donde los medios de producción están concentrados en manos privadas, y los obreros que no poseen medios de producción, se ven constreñidos a vender su fuerza de trabajo como una mercancía. Sin eso no hay producción capitalista.” (ibíd., págs.13-14).
“La producción de mercancías, por lo tanto, podría server por cierto período a nuestra sociedad socialista sin conducir al capitalismo, si se tiene en cuenta que la producción mercantil no está ilimitadamente difundida en el país y no lo albarca todo, como en el capitalismo, si se tiene en cuenta que en nuestro país ha sido rigurosamente circunscrita gracias a condiciones económicamente tan decisivas como la propiedad social sobre los medios de producción, la liquidación del sistema de trabajo asalariado, la liquidación del sistema de explotación » (ibíd., pág.14).
De esta forma, se puede observar que con Stalin la producción de mercancías en las condiciones económicas de sus días debía tolerarse “durante un cierto tiempo” y con el esfuerzo del PCUS y el gobierno soviético se podrían crear las condiciones económicas para hacer desaparecer la producción de mercancías.
Con Gorbachov (deberíamos hablar de sus predecesores más adelante en el Capítulo ‘La Economía de la Lucha de Clases’), ocurre todo lo contrario. La producción de mercancías no debe solamente ampliarse a niveles sin precedentes, y al mismo tiempo para poder conducir la producción de mercancías hacia el capitalismo, deben ser creadas condiciones económicas tales como la eliminación de la propiedad social de los medios de producción, y la institución del sistema de trabajo remunerado y la explotación.
Apresadas Tentativas para Desacreditar la Colectivización y la Economía de Planificación Centralizada.
Gorbachov continuó tratando el tema del contrato de arrendamiento en su discurso, transmitido en la televisión soviética, el 12 de octubre de 1988, en una reunión entre los miembros del Comité Central y los administradores de las granjas estatales, las granjas colectivas y las agroindustrias. La conferencia había sido convocada para discutir las leyes relacionadas con los contratos de arrendamiento de tierras, que debían haber sido presentadas para luego ser aprobadas en febrero de 1989. La prensa de los países imperialistas entendió que el discurso de Gorbachov era para proclamar el comienzo del fin de la agricultura colectivizada y estatal en la U.R.S.S. Se cumpla o no esta interpretación burguesa, llena de esperanza y expectativas, sólo el tiempo lo dirá. Sin embargo, una cosa está bien clara. Y eso es que los intentos de desacreditar el sistema de agricultura colectiva y estatal, y la industria socialista de planificación centralizada han aumentado en la frecuencia y en la virulencia. El asunto ha llegado en estos días a tal punto que los funcionarios con altos cargos en el gobierno soviético ya no molestan, excepto en el insolente ritual destinado supuestamente a fortalecer el socialismo a través de la economía de mercado. Ese argumento supone un verdadero disparate y una contradicción que de hecho va a ser difícil de vencer. Todo ello con el único fin de esconder tanto su programa como la plataforma para llevar a cabo la completa restauración del capitalismo en la U.R.S.S. En una entrevista excepcionalmente franca ese mismo año al Dr. Leonid Abalkin -conocido por sus planes para “abalkanizar” la economía soviética, director de la Comisión de la Reforma Económica y viceprimer ministro de la U.R.S.S.-, descubrimos entre otras cosas, lo siguiente:
«Ahora algunas palabras sobre algunas disposiciones fundamentales de la reforma y su concepto. «
«En primer lugar, es una reforma radical. No se trata de un levantamiento de un edificio en ruinas, sino de tirar abajo el sistema de ‘dirección administrativa’ y su reemplazo por un nuevo modelo cualitativo para la economía socialista.
«En segundo lugar, la reforma económica sólo puede ser eficaz en conjunción con cambios en la esfera política de la vida.
«En tercer lugar, la reforma implica la fundación del sistema económico.”
«Será diseñado para renovar absolutamente todas y cada una de las relaciones de propiedad.»
(Esta entrevista fue publicada en el “Morning Star” el 11 mayo de 1990, y reproducida de: Socialismo – Teoría y Práctica).
Parece querer puntualizar todo eso al mismo tiempo que muestra su fanatismo por la restauración del capitalismo en la U.R.S.S., y observamos como también ha adquirido la herramienta indispensable de la burguesía en las relaciones públicas, el ingenio, la duplicidad burguesa y la hipocresía, el Dr. Abalkin añade:
«Por otro lado, esta profunda y radical reforma no tiene como objetivo reemplazar el socialismo con cualquier otro sistema, sino renovarlo. Una elección socialista es la elección hecha por las personas y que opera como criterio para seleccionar las formas y métodos más adecuados para renovar la vida económica por completo» (ibíd.)
Estos comentarios nos recuerdan a la caracterización del socialismo burgués escrita por Marx y Engels hace 140 años:
“El socialismo burgués no alcanza su expresión adecuada sino cuando se convierte en simple figura retórica.
“¡Libre cambio, en interés de la clase obrera! ¡Arenceles protectores, en interés de la clase obrera! ¡Prisiones celulares, en interés de la clase obrera! He ahí la última palabra del socialismo burgués, la única, que ha dicho seriamente.
“El socialismo burgués se resume precisamente en esta afirmación: los burgueses son burgueses en interés de la clase obrera” (Manifiesto del partido comunista, Editorial Progreso, Moscú, 1972).
Abalkin, nuestro querido economista burgués “soviético”, añadiría: la restauración propuesta del capitalismo en la U.R.S.S. es solamente por el bien del socialismo.
Ahora, toda disputa entre Gorbachov y los partidarios de Yeltsin resulta violenta, simplemente por decidir a qué ritmo debe introducirse la economía de mercado (en un período de más o menos 500 días). Todos los restauracionistas concuerdan sobre la necesidad «de derribar el sistema de dirección administrativa«, es decir, para acabar con la economía socialista de planificación centralizada y reemplazarla por la economía de mercado, o lo que es lo mismo, por el capitalismo.
Viendo lo difícil que resulta lanzar la economía de mercado, en parte debido a las diferencias entre los propios capitalistas y sus variopintas tendencias y, sobre todo, debido al escepticismo y la comprometida resistencia de la clase obrera soviética, Abalkin llega a admitir:
«Con respecto al sentimiento de nostalgia de regresar al pasado, podemos decir que éste parece estar ganando partidarios debido al impacto de tantas dificultades«. (ibíd.)
Además, los problemas han seguido creciendo hasta el punto que los más sinvergüenzas, los más destacados economistas burgueses, incluyendo el conocido profesor Shatalin, que ayudó a Gorbachov a poner en marcha sus planes para la introducción de reformas económicas burguesas y la economía de mercado, parecen haberse distanciado de él recientemente en una carta abierta.
Los Cambios administrativos y de personal de Gorbachov.
Aunque Gorbachov era el Secretario de Agricultura del Partido, no parece tener muchos logros en este campo. Una vez obtuvo el cargo de Secretario General del Partido en 1985, realizó algunos cambios administrativos y de personal. Haciéndonos recordar a Khrushchev, quien había desplazado el Ministerio de Agricultura a zonas rurales para quitarse adversarios del medio, Gorbachov, por razones semejantes, abolió los cinco principales ministerios relacionados con alimentos y la agricultura. Así fueron abolidos el Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Industria de fruta y verduras, el Ministerio de Industria de alimentos, el Ministerio de Industria de la carne y productos lácteos, y el Ministerio de Construcción Rural. En consecuencia, los enmarcó bajo un mismo organismo, el Comité Estatal del complejo Agroindustrial. También abolió el Comité Estatal para la producción y cuidado de la Agricultura. Todo ello se llevó a cabo en nombre de la lucha contra la burocracia y de la racionalización del sistema administrativo, con el supuesto objetivo de facilitar e incrementar el abastecimiento de alimentos y otros productos agrícolas y lácteos. Si los cambios de personal y la reorganización de la máquina administrativa hubieran sido una solución, habrían hecho falta todos esos cambios. De todos modos, ahora ya sabemos que el cambio de personal fue motivado por el sectarismo y el deseo de quitarse de delante a los partidarios más incondicionales de la colectivización, es justo en base a esto en lo que se inspiran los cambios de personal en cualquier rincón del mundo. Cualquiera que creara un mínimo conflicto por estar a favor del mantenimiento del la economía socialista de planificación centralizada, era apartado sin contemplación alguna. Nikolai Baibakov, jefe del Gosplan, organismo de planificación, fue destituido en 1985. Nikolai Glushkov, un ex dirigente del Goskompsen, fue dimitido en 1986 por oponerse a las reformas de Gorbachov. Nikolai Patolichev, ex jefe del Departamento de Comercio Exterior, fue apartado del cargo en 1985, por oponerse al monopolio del comercio exterior del gobierno. (Véase La Reforma de la Economía Soviética, Ed Hewett, Washington 1988, página 283).
En realidad, lo único que hicieron estos cambios fue empeorar el problema de abastecimiento de alimentos, en lugar de solucionarlo. Fueron un fracaso como las anteriores reformas de Khrushchev. Gorbachov se vio forzado a admitir en su discurso para la 19ª Conferencia del Partido, es decir dos años y medio después de sus supuestas reformas. Dijo:
«Déjenme comenzar con el problema de abastecimiento de alimentos, que es probablemente el más doloroso y serio en la vida de nuestra sociedad.»
Es una confesión que ha tenido que hacer en diversas ocasiones desde entonces. Hoy en día, el problema del abastecimiento de alimentos es el peor de los últimos 60 años. Existen rumores, no sabemos si bien fundamentados o no, de una hambruna y una catástrofe inminente en este invierno. Mientras presenciamos hoy el vergonzoso espectáculo de la poderosa Unión Soviética, su orgulloso pueblo recibe paquetes de comida de Alemania y los países escandinavos.
Reemplazando los Viejos Mecanismos Económicos.
Anteriormente, a mediados de los años 80, al mismo tiempo que las medidas administrativas y políticas, el liderazgo de Gorbachov había empezado a reemplazar los viejos mecanismos económicos por nuevos. En la 19ª Conferencia del Partido se hizo hincapié en que los nuevos mecanismos económicos iban a ser los instrumentos para incrementar la producción de comida y reavivar la agricultura:
En primer lugar, la institución y el desarrollo de cooperativas privadas, que constituyen un grupo de personas –nada que ver con un colectivo- que se juntan para cultivar la tierra o fundar una pequeña empresa con ánimo de lucro. El estado arrienda la tierra a las cooperativas agrícolas y una gran parte de la producción se deja en manos de la iniciativa privada, las empresas y la codicia, con la esperanza de que aumente la producción de alimentos. Gorbachov esperaba ingenuamente que estas cooperativas privadas ayudasen a la sociedad a enfrentar varios problemas, pero esa ayuda todavía no ha llegado, y lo que ha sucedido es que estas cooperativas se han convertido en refugio de ladrones y canallas que se dedican a usar las cooperativas para «legalizar sus ganancias ilegales y adquisiciones de forma deshonesta«. Gorbachov describió la situación con duros términos en su discurso del 12 octubre 1988, ya citado anteriormente, para la Conferencia del Comité Central sobre Agricultura. Habiendo dicho que el movimiento cooperativista estaba ganando fuerza en el país, pasó a decir:
«No todo va bien. Por lo visto algunos de nuestros cooperadores no eran de lo más fiables, dispuestos a tomar la iniciativa, a ser inteligentes y económicamente independientes, ni a ayudar a la sociedad resolver muchos problemas que nuestras grandes empresas son incapaces de hacer. … Y hemos visto que hay mucho sinvergüenza entre los cooperadores, saben ustedes!
«Ha aparecido una especie de público que, realmente, ha conseguido, a través de la cooperativa, una oportunidad para legalizar sus ingresos y adquisiciones ilegales de una manera nefasta. … Y ahora casi parece que van a ganar… Que no se piense que no lo vemos y que no lo sabemos”.
Además, garantiza de forma inocente: «No estamos entrando en pánico…. debemos encontrar palancas económicas, para paliar este tipo de fenómenos.»
Nadie puede ya sorprenderse de los frecuentes sinsentidos económicos y políticos que aparecen en los discursos de Gorbachov. Para empezar, espera que aquellos que se han asociado con el afán de acumular beneficios, tengan un buen sentido de responsabilidad cívica y pública. Da vía libre para que el ímpetu de la codicia y los lucros particulares caiga sobre la sociedad soviética, y ¡luego espera que este ímpetu ayude a solucionar los problemas del socialismo! Además, espera que las pequeñas cooperativas privadas hagan frente a los problemas de producción, «porque las grandes empresas quizás no parecen estar a la altura«. Esta expectativa se contradice con la historia del desarrollo de la agricultura y la industria de cualquier país, sea capitalista o socialista.
Por otro lado, la granja familiar (Zveno). La familia y otros pequeños grupos pueden ahora arrendar tierras del estado por hasta 50 años. Este paso atrás se debe a que se tiene la esperanza de levantar la productividad agrícola a través de la intensificación del trabajo. ¿De quiénes? Se trata de ese mismo sector de la población que ya es víctima de exceso de trabajo. Y lo que es más, este método de levantar la productividad contradice las enseñanzas del marxismo-leninismo. Es decir, aquellas que confían en la maquinaria moderna y los más recientes avances de la ciencia y la tecnología como medios para salvar el trabajo y aumentar la productividad.
Por último, contrato por brigada. Este grupo es generalmente más amplio que el segundo, posiblemente compuesto por varias familias. De nuevo, éstos van a ser quienes cultivarán la tierra arrendada al estado.
Confiando en la codicia y la producción a pequeña escala.
Lo que es común en todos los nuevos mecanismos citados más arriba es, en primer lugar, el énfasis sobre la iniciativa privada, el lucro personal y la codicia. Por lo que se está dejando de lado la solidaridad socialista como instrumento para estimular la producción. En segundo lugar, se confía en unidades pequeñas tanto en la industria como en la agricultura como medios para incrementar la productividad del trabajo. Y no se prioriza la aplicación de la ciencia y la tecnología, así como de dispositivos para reducir el trabajo en la producción a gran escala. Este nuevo énfasis sobre el lucro personal y la producción a pequeña escala representa un desarrollo totalmente reaccionario y retrógrado, y avecina las más terribles consecuencias para la economía soviética y el futuro del socialismo.
El Leninismo no es la Fuente Ideológica de la Perestroika de Gorbachov.
En su libro La Perestroika, Gorbachov resalta que la fuente ideológica de su perestroika era nadie más que Lenin. Dice:
« Las obras de Lenin y sus ideales socialistas seguían siendo para nosotros una fuente inagotable de creativo pensamiento dialéctico, de riqueza teórica y de sagacidad política. Su misma imagen es un ejemplo inmortal de elevada fuerza moral, cultura espiritual en todos los aspectos y devoción altruista a la cause del pueblo y del socialismo. Lenin sigue vivo en las mentes y los corazones de millones de personas. A medida que en la sociedad se multiplicaban los fenómenos negativos … comenzó a surgir un nuevo interés hacia el legado de Lenin y un deseo de conocer más a fondo su obra original.
“El regreso a Lenin ha estimulado enormemente al Partido y a la sociedad en su búsqueda de explicaciones y respuestas a los problemas que tenemos planteados…” (p.23)
E insiste: “Siempre hemos aprendido, y seguimos aprendiendo, del creativo enfoque de Lenin sobre la teoría y la práctica de la construcción socialista. Utilizamos sus métodos científicos y nos esforzamos en dominar su arte para el análisis de las situaciones concretas.
“A medida que la perestroika va avanzando, estudiamos una y otra vez las obras de Lenin, especialmente las últimas” (p.41).
¿Por qué las últimas tres palabras – «especialmente las últimas«? ¿Está claro que el leninismo no es divisible en diferentes artículos, obras o fascículos? Es una doctrina revolucionaria realmente indivisible, sin una orientación clara cuya práctica debería ir avanzando “a tientas” en la oscuridad. De todas formas, sabemos el porqué Gorbachov da tanta relevancia a las últimas declaraciones de Lenin, basadas en plantear la introducción de la NEP y las cooperativas. Estas declaraciones, que llaman a una serie de ciertas retiradas necesarias, están repletas de ideas revolucionarias realmente brillantes para la construcción del socialismo en la U.R.S.S. Por desgracia, estas ideas han sido tan distorsionadas por Gorbachov y sus acólitos neoburgueses, para cumplir sus propios sórdidos objetivos, que están prácticamente irreconocibles. Dado que Lenin propuso el desarrollo de cooperativas como medio para reforzar el socialismo en las condiciones de esos tiempos, ¡hoy, las cooperativas privadas deben ser desarrolladas! Este es el peculiar modo de razonamiento de Gorbachov en su campaña para introducir la economía de mercado tirando abajo, o aboliendo, la industria socialista de planificación centralizada y la agricultura colectivizada. De la misma forma, estos tipos tienen la cara dura de hablar de «Lenin y sus ideales del socialismo» que supone para ellos una «fuente inagotable de pensamientos creativos«.
La opinión de Lenin sobre la colectivización.
Al presentar esta crítica sobre la perestroika de Gorbachov, continuamos recurriendo a Lenin que también sigue siendo para nosotros, tanto ahora como en el pasado, una auténtica «fuente inagotable de pensamientos dialécticos y creativos» y de riqueza «teórica«. Antes de cerrar este extenso artículo, nos gustaría destacar muy brevemente la opinión de Lenin sobre la importancia de la colectivización de la agricultura, en relación con la cuestión del desarrollo de la fundación material del socialismo en el campo. Gracias a estas declaraciones podremos dejar claro que los frenéticos alaridos contra la colectivización de la agricultura en la U.R.S.S. por parte de la burguesía de todos los países, y de sus agentes en el movimiento obrero -es decir, los trotskistas, los revisionistas, los socialdemócratas, los reformistas y los reaccionarios de todo tipo-, no son nada más que una defensa disfrazada, aunque en ocasiones declarada, del capitalismo y su restauración. He aquí la opinión de Lenin respecto a este asunto.
La Importancia de la Colectivización.
En primer lugar, la colectivización representa un asunto de vital trascendencia para la clase campesina, puesto que la agricultura a pequeña escala significa inevitablemente la ruina, la miseria y el empobrecimiento extremo de la gran mayoría de la población campesina. He aquí algunas declaraciones de Lenin sobre este punto:
Lenin apunta: «Con la pequeña hacienda no es posible librarse de la miseria”.
Lenin también dice: «El sistema de producción agraria a base de pequeñas granjas no puede salvar a la humanidad de la miseria y opresión de las masas.”
Además, Lenin señala: “Si seguimos con las pequeñas haciendas, como en el pasado, aun siendo ciudadanos libres en tierra libre nos amenaza una catástrofe inevitable”.
Continúa y comenta: “Sólo por medio de trabajo en común, en arteles y cooperativas, es posible de salir del atolladero a que nos ha llevado la guerra imperialista”.
Y por último afirma: “Es necesario pasar al cultivo en común de la tierra en grandes haciendas modelo; de otro modo no es posible salir de esa ruina, de esa situación sencillamente desesperada en que se encuentra Rusia”.
(2) En segundo lugar, solamente a través de la colectivización, la clase obrera, quien detenta el poder del estado, puede garantizar una continuación duradera de las grandes masas de la clase campesina. Solamente a través de la colectivización, la clase obrera puede mantener un liderazgo efectivo de la principal masa de la clase campesina en el sistema de la dictadura del proletariado.
“Sólo si se consigue hacer ver prácticamente a los campesinos las ventajas del cultivo en común, colectivo, en cooperativas y arteles; solo si se logra ayudar al campesino por medio de la hacienda cooperativa, colectiva, solo entonces la clase obrera, dueña del Poder del Estado, demostrará realmente al campesino que ella tiene razón y atraerá realmente a su lado, de un modo sólido y auténtico, a la masa de millones y millones de campesinos”.
(3) En tercer lugar, mientras había una agricultura de campesinos de pequeña escala, el peligro de la restauración del capitalismo constituía la mayor amenaza, “el Poder Soviético no podía descansar por mucho tiempo sobre dos bases opuestas: la gran industria socialista que aniquila a los elementos capitalistas, y la pequeña hacienda campesina individual, que los engendra” (Stalin, Obras Tomo 13. ‘Balance del primer plan quinquenal’, pág 182).
He aquí lo que Lenin decía:
“Mientras vivamos en un país de pequeñas haciendas campesinas, el capitalismo tendrá en Rusia una base económica más sólida que el comunismo. Es necesario recordarlo. Todo el que observa atentamente la vida del campo, comparándola con la vida de la ciudad, sabe que no hemos extirpado las raíces del capitalismo, ni hemos eliminado el fundamento, la base del enemigo interior. Este se apoya en la pequeña hacienda, y para quebrentarlo no hay más que un medio: dar a la economía del país, comprendida la agricultura, una nueva base técnica, la base técnica de la gran producción moderna …Y sólo cuando el país esté electrificado, cuando hayamos dado a la industria, a la agricultura y al transporte la base técnica de la gran industria moderna, sólo entonces venceremos definitivamente”.
Y todavía va más lejos: La pequeña producción engendra al capitalismo y la burguesía diariamente, horariamente, espontáneamente, y en escala masiva.»
(4) Por último, y para terminar, las granjas colectivas representan el medio más adecuado para remodelar e impregnar la clase campesina individualista con el espíritu del colectivismo, con el espíritu del socialismo. Es decir, acercarla más a la clase obrera. De esta forma, se conseguiría fortalecer el vínculo entre la clase obrera y la clase campesina, y al mismo tiempo preparar el terreno para la eliminación y la abolición definitiva. Y como Stalin dijo:
“Quien no comprenda o no quiera reconocer eso, no es marxista, no es leninista, sino un ‘filósofo campesino’, que mira hacia atrás, y no hacia adelante”. (‘Balance del pleno de julio del comité central’, Obras, Tomo 11 pág.225).
¿Y por qué las granjas colectivas son el medio más adecuado para remodelar e impregnar la clase campesina con un espíritu colectivista? ¿Por qué representan el medio que prepara el terreno para la abolición de clases? La respuesta se encuentra en que establecen un vínculo entre la clase obrera y la campesina, basado en el metal, en equipamientos técnicos nuevos y en el trabajo colectivo. Además, se necesita precisamente este vínculo para remodelar el “timón”. Esto es lo que el camarada Lenin comenta al respecto:
“La labor de rehacer al pequeño agricultor, la labor de rehacer toda su psicología y todos sus hábitos es obra de varias generaciones. Resolver ese problema en relación con el pequeño agricultor, sanear, por decirlo así, toda su psicología, únicamente puede hacerlo la base material, la maquinaria, el empleo masivo de tractores y otras máquinas en la agricultura, la electrificación en escala masiva. Eso el so que reharía radicalmente y con enorme celeridad al pequeño agricultor” (citado por Stalin en ‘Balance del pleno de julio del comité central’, Obras Tomo 11, pág. 225).
En definitiva, el plan leninista se basa en remodelar la clase campesina, con el fin de acercarla más a la clase obrera, y poder crear las condiciones necesarias para eliminar todas las clases sociales. Este plan leninista está totalmente en contra de las pequeñas y absurdas utopías reaccionarias que uno escucha tan a menudo de los «socialistas». A éstos les encantaría construir el «socialismo» en la mente de las personas, eso sí, sin construir una base material. Por otro lado, el plan de Lenin muestra la única manera de remodelar la clase campesina, concretamente, creando las condiciones materiales necesarias para tal reestructuración. Según Lenin, el socialismo no puede construirse tan solo en la mente de las personas, sino que debe tener una base material. Es precisamente así como algunos «socialistas», haciendo caso omiso de esta enseñanza revolucionaria de Lenin, se atreven a criticar la colectivización y la industrialización en la U.R.S.S.
De ahí, aunque explicado brevemente, la trascendencia de la colectivización. De esta forma, ya podemos observar que aquellos que están en contra de la colectivización de la agricultura son los enemigos de la clase campesina y la clase obrera, así como del socialismo y el comunismo.
Igualmente, podemos darnos cuenta que existe una diferencia abismal entre este plan leninista y el programa reaccionario propuesto por Gorbachov y sus partidarios.
Nikolai Bukharin que se opuso radicalmente a la colectivización, tenía el lema de «hágase rico» para los kulaks, y aseguró al Partido que los kulaks crecerían en el socialismo de forma automática, sin colectivización alguna. La política de Bukharin fue rechazada de un modo muy contundente por el Partido. Ahora que el gobierno de Gorbachov quiere disolver las granjas colectivas y estatales, es difícil que nos sorprenda que Bukharin pudiera ser rehabilitado, como así lo dijo Gorbachov en su discurso para conmemorar el 70 Aniversario de la Revolución de Octubre en noviembre de 1987. Es una pena, pero regresaremos a este tema en otra ocasión.
Capítulo 5
LALKAR, febrero/marzo 1991
La glásnost – Otra firme salida del marxismo-leninismo
En los tres artículos anteriores tratamos los aspectos económicos de la perestroika. De esta forma, pudimos darnos cuenta que la economía de la perestroika intentó reemplazar la economía socialista de planificación centralizada por la economía de mercado propia de los burgueses. Podríamos habernos extendido mucho más sobre el tema, sin embargo, los puntos fundamentales fueron perfectamente desarrollados. Por ejemplo, el reaccionario plan que pretendía restituir el capitalismo en la U.R.S.S. -el primer y genuino estado de la clase obrera que causaba admiración e inspiraba a las afanosas y revolucionarias masas del mundo entero.
Este artículo y el próximo, que por motivos de espacio no podrán ser publicados juntos, están dedicados a la glásnost, que viene a ser como la perestroika en el ámbito económico, pero en este caso en el político, manteniendo el mismo rol reaccionario.
¿Qué significa glásnost?
Este término de sonoridad inocente glásnost, que literalmente significa «franqueza» en debates y asuntos públicos, abarca todo el proceso de burguesificación y la restauración del capitalismo,¡la «democratización» si así les complace!. Este proceso se inició con la toma de posesión de Gorbachov del prestigioso cargo de Secretario General del PCUS, gracias a la camarilla con la que contaba. En la esfera ideológica y política la glásnost efectúa la misma función que la política de la perestroika en la economía. Es exactamente igual a la economía de la perestroika. Como manifestamos en los artículos anteriores, ésta tiene como objetivo restaurar las relaciones capitalistas de producción, destruyendo la economía socialista de palnificación centralizada de la U.R.S.S. De la misma forma, la glásnost está destinada a destruir la ciencia del marxismo-leninismo en la vida política y en las instituciones de la U.R.S.S. y a reemplazarlo por las peculiares reglas de la democracia burguesa. Esto es lo que significa realmente la glásnost, a diferencia de su supuesta franqueza, y eso es lo que vamos a demostrar más adelante. Veremos que la glásnost no se preocupa simplemente por cosas tan absurdas como «todo lo que no está prohibido por ley está permitido» (Gorbachov, La Perestroika pág. 99), sino también por «es especialmente importante garantizar la independencia de los jueces» (ibíd. pág.100). E incluso se dice que «sería bueno designar las fechas en las que el gobierno podrá responder a las preguntas de los diputados y ampliar al mismo tiempo la práctica de las preguntas por parte de éstos» (Informe para la XIX Conferencia del PCUS, pág.56). Eso sí, las preguntas deberán ser mucho más trascendentes, como por ejemplo: el papel del Partido, la relación entre el Partido y los soviets, un sistema pluripartidista, los sindicatos, la juventud y los medios de comunicación de masas, el sistema educativo y las artes, y el último pero no menos importante, la cuestión nacional. En nombre de la glásnost –de la tan aclamada franqueza y democratización- se abre camino para que tenga lugar un tremendo bombardeo propagandístico indecente y reaccionario, que aspira a salpicar y desprestigiar todo aquello que era realmente noble, heroico y admirable en la vida e historia de los soviéticos. Del mismo modo, se pretende despreciar las hazañas soviéticas en el campo de la industrialización socialista y la colectivización. Además de subestimar sus legendarias victorias contra las violentas ofensivas del nazismo del Führer, y sobre todo, el solidario e incondicional apoyo internacionalista de la U.R.S.S. en la liberación antiimperialista y los movimientos proletarios de todo el mundo. Por otro lado, incluso se atreven a cuestionar la importancia en la historia mundial contemporánea de la mismísima Revolución de Octubre, a pesar de las promesas de Gorbachov de que todo ello no iba a ocurrir. No obstante, antes de empezar a discutir sobre todos estos aspectos de esta política reaccionaria que recibe el engañoso nombre de glásnost, es decir, «franqueza» o «democratización», recurramos a su autor Gorbachov, para descubrir las razones que hay detrás de esta política, así como el significado que se le dio. Con ese carácter tan escurridizo y ecléctico de Gorbachov, tenemos que perfeccionar el arte de leer entre líneas para llegar a descubrir la verdad. También deberíamos recordar que todos los elogios de Gorbachov a Lenin y a los logros del socialismo, suponen simplemente el preludio a un duro ataque premeditado y sutil, sobre los dogmas del leninismo y los logros del socialismo. Sea como fuere, recurramos a Gorbachov, al maldito autor de la glásnost.
¿Por qué la glásnost?
Gorbachov caracteriza la «democratización [glásnost] como el principal poder motriz de la ‘perestroika’«. (La Perestroika, pág.63). Insiste y declara:
» La principal idea de la asamblea plenaria de enero [1987] [del Comité Central Committee del PCUS] – respecto al modo de cumplir las tareas de la perestroika y de proteger a la sociedad de una repetición de los errores de pasado – fue el desarrollo de la democracia. Ésta es la mayor garantía de la irrevocabilidad de la perestroika: cuanta más democracia socialista haya, más socialismo tendremos. Tal es nuestra firme convicción, y no la abandonaremos.
“Promoveremos la democracia en la economía, en la política y en el interior del proprio Partido..» (ibíd.pág. 58, énfasis añadido).
Bien, ya conocemos perfectamente la clase de democracia que se ha fomentado en la economía, y los estragos que ha causado sobre el mecanismo de la planificación centralizada, que llevó a la economía socialista soviética al borde del fracaso. Teniendo en cuenta la propaganda a favor de la democracia en la economía a través de la perestroika, podemos imaginarnos las desastrosas consecuencias de la glásnost tanto en el ámbito político e ideológico como en el propio seno del PCUS.
Gorbachov asevera «…cuando buscamos las raíces de las dificultades y los problemas de hoy, lo hacemos con el fin de comprender su origen y sacar lecciones aplicables a nuestra vida actual de acontecimientos que se remontan hasta los años treinta.” (ibid. pág.38-9)
Y yendo más lejos:
«El aspecto para nosotros más importante de la historia pasada es que a través de su comprensión podemos llegar a percibir los orígenes de la perestroika.» (ibíd. pág.39)
La pregunta podría plantearse así: ¿qué es lo más importante de «los acontecimientos que tienen lugar en la década de 1930» con respecto a la U.R.S.S.? La respuesta sería posiblemente ésta: la construcción de la poderosa industria socialista, la colectivización de la dispersa clase campesina y por lo tanto, el establecimiento de una base material y espiritual para la construcción del socialismo en el campo soviético, y la liquidación de cualquier tipo de conspiración interna o externa en contra de la U.R.S.S.. Igualmente, podríamos preguntarnos: ¿qué trascendencia tiene la perestroika iniciada con el liderazgo de Gorbachov en 1985? La respuesta es que representa nada menos que una tentativa para destrozar la economía socialista de planificación centralizada en la U.R.S.S. y reemplazarla con una economía capitalista, es decir, una economía de mercado, si les parece mejor. Sabiendo esto, se declara que los orígenes y causas de los problemas actuales en la U.R.S.S. yacen en los acontecimientos «que tuvieron lugar en la década de 1930«, como afirma Gorbachov, y asimismo, la puesta en marcha de la perestroika se pretende justificar con esos hechos. La conclusión de Gorbachov, o sea, su propuesta -aunque intente mantenerla en secreto por razones diplomáticas dudosas- es que ¡¡se deben deshacer todos los logros heroicos del socialismo de los años 30 para solucionar los apuros por los que pasa hoy la Unión Soviética!! La experiencia de los últimos seis años nos ha ofrecido suficientes pruebas de que esto es precisamente el contenido de la perestroika, y la glásnost. Dos políticas claramente diseñadas para consolidar el proceso de destrucción de las hazañas del socialismo y la restauración del capitalismo. Por un lado, poniendo a la opinión pública a favor de la democracia burguesa y, por otro, negando los fundamentos de la ideología marxista-leninista. Gorbachov debería hacer un ejercicio de autorreflexión e observar que no basta con ganarse a la opinión pública y provocar un sentimiento popular contra la economía socialista de planificación centralizada. Y menos todavía, denigrando a esta última echándole la culpa de todo tipo de infortunios reales e inventados, para poder realizar sus planes de implantar una economía de mercado, en un pueblo soviético, que conoció y disfrutó durante más de seis largas décadas de la seguridad y solidaridad socialistas.
Gorbachov señala las primeras tentativas de «reformas» –especialmente en los tiempos de Jruschov y Brezhnev. «Un hito importante de nuestra historia«, dice, «fue el 20º Congreso del PCUS, por su decisiva contribución a la teoría y la práctica de la construcción socialista (ibíd. Pág.39).
Y va más allá:
» Las decisiones adoptadas por el congreso contribuyeron a implantar decisivas medidas políticas, económicas, sociales e ideológicas, pero las posibilidades que surgieron de él no fueron plenamente utilizadas. La explicación se encuentra en los métodos subjetivistas aplicados bajo el mandato de Jruschov. (ibíd.) Del mismo modo, manifiesta Gorbachov, las reformas económicas de 1964 a 1965, tras » tras producir un efecto notable, aunque sólo temporal», simplemente » se desvanecieron gradualmente » debido a la » atmósfera de complacencia y la interrupción del proceso natural de cambio en las esferas dirigentes dieron lugar a los fenómenos de estancamiento y retraso en el país …» (ibíd. Págs.39-40)
Gorbachov concluye que las primeras tentativas de «reforma», es decir en la restauración de las reglas capitalistas. Estos intentos, que empezaron con Jruschov en el XX Congreso del Partido y fueron continuados con algunas modificaciones por Brezhnev y Kosygin, se agotaron y fracasaron porque no estaban acompañados de la glásnost. Ésta, también es conocida como democratización, que parece ser una palabra en clave para colocar la ideología burguesa en el lugar del marxismo-leninismo y la democracia liberal burguesa en el lugar de la democracia del proletariado socialista. Por lo tanto, su insistencia que “la participación activa de las secciones más amplias de la población «…debemos confiar en la creatividad y la iniciativa de las masas, en la activa participación de los más amplios segmentos de la sociedad. Debemos confiar, en suma, en la democratización y siempre en la democratización.» (ibíd. Pág. 40)
Gorbachov subraya este mismo punto en su Informe de junio de 1987 para un pleno del Comité Central:
«Nuestra experiencia demuestra«, dice, que «no seremos capaces de enfrentarnos a las tareas de reestructuración si dejamos de perseguir la política de la democratización de una forma firme y perseverante«. (Pág.30)
En el mismo informe, asevera «ya está en marcha una ofensiva contra la burocratización. Estamos superando gradualmente este autoritario gobierno de presión.«
Él se refiere a estos métodos como «formas de dirección administrativa«, las cuales deben reemplazarse por «métodos económicos«. Teniendo en cuenta los anteriores artículos sabemos muy bien que el l primer término es un eufemismo para la economía socialista de planificación centralizada y el segundo lo es para la economía de mercado. Por ello, en el lenguaje en clave de la época, Gorbachov está diciendo claramente que dadas las circunstancias, la perestroika y la glásnost tenían el propósito de demoler los mecanismos de la economía socialista e introducir en su lugar los mecanismos de la economía capitalista. En otras palabras, la esencia de la perestroika no es nada más que una tentativa de restaurar el capitalismo en la U.R.S.S..
Haciendo referencia a la Sesión Plenaria del Comité Central del PCSU en junio de 1987, que estableció los «Fundamentos de la Reestructuración Radical de la Dirección Económica«, Gorbachov declara:
«Tal vez sea éste el programa de reformas económicas más importante y radical que nuestro país ha conocido desde que Lenin introdujo su Nueva Política Económica en 1921. La reforma económica actual pretende trasladar el énfasis de los métodos principalmente administrativos a métodos principalmente de dirección económica en todos los niveles, y exige una amplia democratización de la dirección así como la reactivación general del factor humano» (Perestroika Pág. 30)
Las referencias a la Nueva Política Económica (NPE) son muy importantes, porque para Gorbachov y sus colegas reformistas neoburgueses es el único modelo de desarrollo económico soviético que les parece interesante. Hacen caso omiso, e incluso se lamentan de las heroicas hazañas de la construcción socialista durante la década de 1930, mientras intentan constantemente volver a los días de la NEP. Es decir, una retirada temporal, y una restauración parcial de las pautas capitalistas impuestas en el Estado soviético por el desgaste de la guerra y el cerco imperialista. Para dejarlo todo bien claro, Gorbachov continúa:
‘La reforma se basa en un aumento espectacular de la independencia de empresas y asociaciones, en su transición a una contabilidad y financiación propias … Los beneficios de cada colectivo serán directamente proporcionales a su eficiencia» (íbid.)
» El propósito de esta reforma es el de facilitar, en un plazo de dos o tres años, la transición desde un sistema de dirección altamente centralizado que depende de los pedidos a un sistema democrático …. » (íbid.)
Ya sabemos el resultado de esta política. El mecanismo de la planificación centralizada ha sido destrozado hasta tal punto que la Unión Soviética no puede ni gestionar el transporte de los paquetes de comida. Gracias a la política de la perestroika y la glásnost, y a la eterna vergüenza del orgulloso pueblo soviético, el imperialismo occidental e incluso países pobres como la India, se están haciendo cargo de dicha tarea a través del “boom publicitario”.
¿Cúal es el objetivo, restablecer el leninismo o introducir el capitalismo?
En la página 66 de su libro Gorbachov afirma:
» En la política y en la ideología intentamos recobrar el espíritu vivo del leninismo. Hemos pasado muchos decenios hipnotizados por el dogma … y eso ha producido su efecto; hoy en día queremos inyectar un espíritu auténticamente creativo en nuestra labor teórica. Es difícil, pero debe hacerse. Y creo que el pensamiento creativo se está consolidando (Perestroika, Pág. 60)
» Me complace constatar que cada vez se entiende mejor, tanto en el seno del Partido como en el conjunto de la sociedad, que hemos dado comienzo a una empresa política, económica, social e ideológica sin precedentes. Si queremos poner en práctica todos nuestros proyectos, debemos también realizar un trabajo político, económico, social e ideológico sin precedentes, tanto en la esfera interior como en la exterior.” (Perestroika, Pág. 61)
¿Pero qué es lo que significa todo este discurso de restablecer «el siempre vivo espíritu del leninismo«, acabar con el hábito de «estar fascinado por el dogma«, inyectando «un espíritu realmente creativo en nuestro trabajo teórico«? ¿Cómo se está consolidando el «pensamiento creativo«? ¿Cómo está llevando el gobierno de Gorbachov este «trabajo político, económico, social e ideológico sin precedentes en la esfera tanto interna como externa«?
Dejemos de lado el ámbito externo, sobre el que ya hablamos en el primer artículo (Lalkar, marzo-abril de 1990).
Sabemos las consecuencias del trabajo político e ideológico sin precedentes llevado a cabo por Gorbachov en la esfera externa. Así es que se ha llegado a la rendición casi total ante imperialismo. Eso se debe en gran parte a la desigual des-ideologisación de las relaciones internacionales de la U.R.S.S., con su mentalidad de ese mundo integral e interdependiente de las contradicciones modificadas, en el que los explotadores y los explotados se dedican a evitar la ruptura de las relaciones económicas construidas a lo largo de la historia. La actual crisis del Golfo es simplemente un ejemplo muy significativo, y prueba de este supuesto resurgimiento del ¡»siempre vivo espíritu del leninismo»! La unificación alemana bajo la OTAN es otro ejemplo. Sin olvidar, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la camarilla antinacionalista y fascista surcoreana de Ro Tae Woe que sería otra prueba de ello.
Respecto al significado de «pensamiento creativo«, que parece estar «consolidando» internamente, la naturaleza y el contenido de este «esfuerzo político, económico, social e ideológico sin precedentes«, Gorbachov nos comenta lo siguiente:
» En estos momentos, en nuestro país se ven muchas cosas desacostumbradas: … múltiples candidatos en las elecciones para los soviets de algunos distritos; empresas conjuntas con firmas extranjeras; factorías y granjas estatales y colectivas que se financian por sí mismas; … actividades cooperativas más extensas; fomento de la empresa individual en el comercio y la producción a pequeña escale; cierre de las industrias y factorías que no son rentables, por producir con pérdidas, y de los institutos de investigación y centros de enseñanza superior que funcionan ineficazmente. La prensa más incisiva toca temas ‘tabú’, publica una amplia diversidad de opiniones públicas y mantiene una constante polémica acerca de todas las cuestiones vitales que se refieren a nuestro progreso y a la perestroika. Todo ello es natural y necesario, añade Gorbachov como si fuera de una evidencia implícita la resistencia mostrada por parte de ciertos sectores del Partido y la opinión pública a este programa integral y ambicioso de burguesificación de la U.R.S.S., «Aunque no sea fácil de realizar ni se comprenda de buenas a primeras por el público en general y los miembros del Partido” (Pág. 61).
Somos conscientes del contenido económico de este esfuerzo sin precedentes, sobre el que ya hablamos en capítulos anteriores. En este artículo deseamos enfatizar el lado ideológico de este esfuerzo, o sea, la glásnost o «democratización». De hecho, la prensa soviética se ha encargado de aniquilar los «tabúes», es decir, los dogmas del marxismo-leninismo. Así, ha divulgado una gran cantidad de material pornográfico diverso y obsceno. Se ha también dedicado a menospreciar, con un fanatismo pasmoso, los históricos logros del socialismo a nivel mundial y el impacto de la gran Revolución de Octubre en la historia de la humanidad. Además, ha publicado mucho material que glorifica las hazañas, reales e inventadas, del capitalismo de hoy en día, o lo que es o mismo, del imperialismo. Si a Gorbachov y a sus admiradores, soviéticos y extranjeros, les parece adecuado describir esta obscenidad anti-leninista y anticomunista como un tratamiento «incisivo» de «una gran variedad de puntos de vista de la gente«, que así sea. Por nuestra parte, lo vemos como una infame tentativa de enterrar los dogmas básicos del leninismo, y así poderlos reemplazar por los burgueses. Por supuesto, ¡¡todo ello en nombre del restablecimiento de «el siempre vivo espíritu del Leninismo»!!
Los medios de comunicación soviéticos y la glásnost
Gorbachov reconoce el servicio prestado por los medios de comunicación de masas que lo ayudaron en la perestroika -el programa económico destinado a restituir las relaciones de producción capitalista en la U.R.S.S..
» Cuando iniciamos el proceso de reestructuración, el Comité Central del PCUS depositó su confianza en dos fuerzas reales y poderosas: los comités del Partido y los medios de comunicación. Diría incluso que probablemente el Partido no habría podido alcanzar jamás los actuales niveles de debate sobre todas las cuestiones de la perestroika – y el proceso de la perestroika es muy amplio, diversificado y contradictorio – si los medios de comunicación de masas no hubieran participado activamente, y de la forma adecuada, tras la asamblea plenaria del Comité Central del PCUS celebrada en el mes abril de 1985. (íbid. pág.70 – énfasis añadido).
En otras palabras, tan pronto como Gorbachov se convirtió en el Secretario General del Partido, liberó la prensa soviética y los medios de comunicación del control del Partido y dejó al pueblo soviético en manos de un grupo de reformistas neoburgueses anticomunistas tales como: Shmeliov, Makarov, Shatalin, Abalkin, Aganbegyan, Petrakov… y sus respectivos seguidores. Esta serie de personajes influyentes bombardearon la prensa soviética con artículos que criticaban cruelmente el socialismo, infravaloraban sus logros, falseaban la historia soviética, y al mismo tiempo, embellecían cualquier aspecto del capitalismo y difundían sus virtudes. De hecho, lanzaban alabanzas tanto a las ventajas de la economía de libre mercado como a sus inevitables fenómenos resultantes, es decir: el desempleo, el cierre de todo establecimiento poco rentable inclusive aquellos más esenciales para la economía nacional soviética y su supervivencia. Asimismo, criticaban siempre que podían la economía de planificación centralizada de la U.R.S.S., empleando todo tipo de «tabúes«. Por otro lado, bombardeaban el pueblo soviético con su «rico» (perdonen el juego de palabras) y aburguesado punto de vista. Esta despreciable pequeña aristocracia, con la connivencia y coraje de Gorbachov, podía andar a sus anchas mientras los revolucionarios, los supuestos conservadores, limitados por la disciplina del Partido, tenían que luchar contra tal gentuza atados de pies y manos. Por lo tanto, el Partido estaba siendo arrastrado a la fuerza hacia la perestroika por la puerta trasera de la glásnost, en la que la intelectualidad neoburguesa estableció el programa y formuló las reglas. Quien osaba oponerse a ellos, simplemente lo hacían callar tachándolo de «estúpido», «conservador», o en algunos casos peor todavía, de «estalinista».
Tentativas para desmoralizar al pueblo soviético
Por este motivo, el poder de los medios de comunicación de masas fue usado para poder hacer callar, aislar y neutralizar la oposición a la perestroika dentro del Partido, y a su vez, hacer que la opinión pública respaldase la reestructuración burguesa prevista según la perestroika. Aunque el intento no dio resultado totalmente, acabó por confundir grandes sectores de la población y por desmoralizarlos, algo que las personas soviéticas no conocían desde la Revolución de Octubre. Uno de los propósitos de la supuesta democratización bajo el nombre de glásnost ha sido hacer perder a la clase obrera de la U.R.S.S., y de cualquier otra parte, la fe en su habilidad de construir una sociedad socialista fuerte y progresar hacia una fase más avanzada del comunismo. En esta fase se pondría en marcha la fórmula «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo «. Una clase obrera desmoralizada es incapaz de construir tal sociedad. Una clase obrera desmoralizada sólo puede, aunque sea de mala gana, aceptar la vida al modo capitalista. La intelectualidad neoburguesa de la U.R.S.S. es la responsable por la vergonzosa y despreciable tarea de convencer a la clase obrera de la U.R.S.S., y de cualquier lugar, que el socialismo es inviable y que el capitalismo es eterno.
En estos concluyentes pasajes del Informe del XIV Congreso del Partido (18-31 de dic. de 1925), Josef Stalin decía lo siguiente en relación al trabajo que se estaba haciendo en la U.R.S.S. para la construcción del socialismo:
“Sea como fuere, hemos logrado una cosa, una cosa que no se puede negar de ningún modo. Me refiero a que, con nuestro amplio trabajo de edificación, con nuestro empuje bolchevique en el frente económico, con los éxitos en él conseguidos, hemos demostrado a todo el mundo que los obreros, después de la toma del Poder, no sólo saben batir al capitalismo, no sólo saben destruir, sino también construir la sociedad nueva, edificar el socialismo. Esta conquista, el que hayamos hecho evidente esta verdad, no podrá arrebatárnosla nadie. Esta conquista es la más grande y la más difícil de todas las que hemos obtenido hasta hoy. Porque hemos demostrado a la clase obrera del Occidente y a los pueblos oprimidos del Oriente que los obreros, que en el transcurso de la historia sólo supieron trabajar para los señores, mientras éstos gobernaban, que los obreros, después de tomar el Poder, se han mostrado capaces de gobernar un gran país, de edificar el socialismo en condiciones dificilísimas.” (J.V. Stalin, Obras Vol. 7 p. 359).
En una clara referencia a los derrotistas y pusilánimes trotskistas que veían imposible la construcción del socialismo en la U.R.S.S. porque la revolución proletaria no había triunfado en «los países europeos más importantes«, Stalin prosigue y dice:
“¿Qué hace falta para que los proletarios venzan en el Occidente? Ante todo, fe en las propias fuerzas, la conciencia de que la clase obrera puede valerse sin la burguesía, de que la clase obrera no sólo es capaz de destruir lo viejo, sino también de construir lo nuevo, de edificar el socialismo. Toda la labor de la socialdemocracia consiste en inculcar a los obreros el escepticismo y la falta de fe en sus fuerzas, la falta de fe en la posibilidad de lograr por la fuerza la victoria sobre la burguesía. El sentido de todo nuestro trabajo, de toda nuestra edificación, consiste en que este trabajo y esta edificación convencen a la clase obrera de los países capitalistas de que la clase obrera puede valerse sin la burguesía y edificar con sus propias fuerzas la nueva sociedad”. (ibid. pág.360).
Y esto fue a finales de 1925, cuando el trabajo de construcción socialista no había hecho más que empezar, es decir, antes de conocer los tremendos y trascendentales logros de la construcción socialista durante los quince años después 1925. Con la próspera lucha en la construcción del socialismo en la U.R.S.S. y la gran victoria del Ejército Rojo contra la maquinaria de guerra nazi, generó una tremenda confianza entre la clase obrera. Pues bien, ahí estaba la intelectualidad neoburguesa y reformista de la U.R.S.S. para acabar con dicha confiaza y dedicarse a contagiar a la clase obrera con el escepticismo socialdemócrata, «con el mayor grado de desconfianza, con la incredulidad de poder vencer a la burguesía» a nivel mundial. Dado que es evidente que sin hacer añicos esta confianza de la clase obrera soviética, con el próspero futuro que tiene el socialismo y el comunismo, la intelectualidad burguesa nunca podría esperar llevar a cabo con éxito su programa de restauración capitalista prevista bajo la política de la perestroika. He aquí el significado de la glásnost, cuya función principal se basa en preparar el terreno ideológico y político para sepultar el marxismo-leninismo y reemplazarlo por la ideología del libre mercado, es decir por el capitalismo. En este contexto, Gorbachov tiene razón al manifestar que «el Partido no podría haber llegado al nivel actual de discusión sobre el paquete entero de la ‘perestroika’, si no hubiera sido por el pertinente y activo papel llevado a cabo por los medios de comunicación de masas, inmediatamente después de la Sesión Plenaria del Comité Central de PCUS en abril de 1985.» Expresamos nuestra esperanza y convicción de que Gorbachov y sus colegas neoburgueses no se saldrán con la suya, y no podrán destruir nunca la fuerte y robusta confianza de la clase obrera, así como tampoco lo lograron los hipócritas trotskistas de antaño.
Oposición a la perestroika dentro y fuera del Partido
Aunque en numerosas ocasiones Gorbachov haya pedido al pueblo soviético su «activo e incondicional apoyo a la ‘perestroika’» (pág.72 La Perestroika), se ha puesto de manifiesto que los soviéticos no respaldan sus planes. Los únicos que defienden con dientes y uñas sus planes de restaurar el capitalismo son los miembros de la intelectualidad neoburguesa. Y aquí, por una vez, Gorbachov tiene razón cuando afirma que «la intelectualidad [burguesa] ha apoyado con entusiasmo dicha reestructuración«(íbid. Pág.80). Respecto al resto, Gorbachov se ha visto obligado a admitir en diversas ocasiones que existe una fuerte oposición a su programa económico. Justo después de la tan esperada XIX Conferencia del Partido, Gorbachov se pronunció así en la Sesión Plenaria del Comité Central del PCUS que tuvo lugar el 29 de julio de 1988:
«La [XIX] Conferencia también ha confirmado otra cosa: que existe resistencia de las fuerzas inerciales y conservadoras a quienes le gustaría minimizar la reforma, utilizando la más mínima excusa, dificultad o error de cálculo que pueda surgir por el camino. Pienso que podemos estar de acuerdo con la propuesta de los delegados de que aquellos que se encuentren en medio del camino a la reforma sean retirados de sus influyentes cargos» (Pág. 6 Suplemento del Moscow News núm. 33 (3333) 1988).
Ésta es la verdadera esencia de la glásnost, de la democratización. Comunistas genuinos, quienes respaldan la economía socialista de planificación centralizada y se resisten a la introducción de una capitalista, ¡hay que acabar con la economía de mercado! ¡No se les debe permitir que se expresen y deben ser tratados como inútiles! Y esto de un hombre que nos dice «necesitamos la ‘glásnost’ igual que necesitamos el aire» (Pág.78 La Perestroika). Continúa y añade, «en mi opinión, cualquier debate franco y honesto, aunque despierte dudas, bienvenido sea.» (íbid. Pág.79). Es obvio que el único discurso franco que Gorbachov acepta es aquel que pone en duda la fuerza y habilidad del socialismo para enfrentar los problemas de la sociedad soviética.
La XIX Conferencia del Partido: una juerga anticomunista
La XIX Conferencia del Partido fue en diversos aspectos un encuentro amañado. Lenin fundó el Partido Bolchevique como la vanguardia del proletariado en la lucha para derrocar a la burguesía y conseguir su propia emancipación social, poniendo fin a la explotación del hombre sobre otros hombres. Es evidente que la composición social del Partido tenía que, como siempre había hecho, reflejar esta postura ideológica. Por este motivo, el liderazgo del partido político, tanto antes como después de la Revolución, se aseguró de que los miembros del Partido fueran elegidos principalmente de la clase obrera, el proletariado rural, la clase campesina y los sectores más desfavorecidos de la población. De esta manera, se contaría con personas que defenderían la dictadura del proletariado más que su propia vida. En todos los congresos previos, incluyendo el XXVII Congreso de 1985 se vio reflejado el predominio de obreros. Evidentemente, esta situación no convenía en absoluto a Gorbachov y sus acólitos, porque no era nada propicia para la reestructuración burguesa prevista bajo la perestroika. Así que, justo antes de la XIX Conferencia del Partido, Gorbachov realizó un discurso en una reunión de líderes del Partido y editores. En este discurso declaró de forma inquietante:
«No debe haber más cupos, como teníamos en el pasado -tantos trabajadores y campesinos, tantas mujeres…» (New York Times, 11 de mayo de 1988, en un comunicado de la TASS el 10 de mayo). Luego añadió:
«El principal deber político es elegir a los partidarios de la ‘Perestroika’.»
Ésta es la esencia de la glásnost de Gorbachov, esta supuesta democratización, apreciada y calificada de elocuente por los burgueses de todos los países. Vendría a ser como llenar la Conferencia del Partido de burgueses reformistas en detrimento de los comunistas que representan los intereses de la clase obrera, la clase campesina, las nacionalidades, etc. Y no sólo eso, sino que incluso se llega a excluir de la reunión del Partido a aquellos que están en contra de la perestroika. Por lo tanto, la glásnost, o democratización, es un asunto exclusivamente para los partidarios de la reestructuración burguesa.
Teniendo presente esta considerable oposición a la perestroika, tanto dentro como fuera del Partido, y siendo incluso temida, diez intelectuales burgueses motivados por el ya difunto físico y monárquico, Andrei Sájarov, escribieron una carta abierta al Comité Central del PCUS pidiendo que la Conferencia del Partido fuera pospuesta. Habiendo hecho las típicas referencias a la democracia, pasaron a instar que ¡los delegados del Partido para tal conferencia fuesen estrictamente escogidos según su actitud con la perestroika! En otras palabras, ¡la falta de apoyo a la perestroika hizo que se constituyera una preselección para ser delegado en la primera conferencia en la que se iba a debatir y tomar decisiones en relación a la perestroika!
Sin embargo, aunque estaba todo amañado, en la XIX Conferencia del Partido no fue todo pan comido para Gorbachov y sus colegas burgueses reformistas. Una importante minoría de delegados, trabajadores así como intelectuales revolucionarios tenían duros comentarios a decir sobre las reaccionarias políticas gemelas: la perestroika y la glásnost. Un obrero de los Montes Urales dijo:
«Los trabajadores se están preguntando claramente: ¿dónde está la ‘Perestroika’? Por ejemplo, en las tiendas la situación con los productos alimentarios es la misma que había, ahora se han traído cupones para el azúcar. No solía haber carne, y ahora tampoco hay. Los productos manufacturados han desaparecido por completo.«
El conocido escritor, Yuri Bondarev, protestó contra la obscenidad que salía en los periódicos literarios soviéticos en nombre de la glásnost. Dijo que tal contenido tenía un «efecto negativo en las personas jóvenes y tenía como principal premisa: dejemos crecer todas las malas hierbas y que las fuerzas del mal se desafíen… Estamos traicionando a nuestros jóvenes con un parloteo anárquico, sensaciones baratas, etc. A través de la prensa, no les ofrecemos la verdad, por muy amarga que sea, sino una serie de desilusiones endulzadas con cinismo….
«Nuestra crítica extremista, con su respectivo despotismo; la falta de cultura; el amor al poder y el cinismo en la valoración de los fenómenos, parece estar por encima de y por delante de los intereses del progreso socialista. Trata de otorgarse el nuevo título de: El ‘oficinista’ de los trabajos de la ‘perestroika’.»
Por desgracia, nos vemos obligados a citar fragmentos de la prensa burguesa, porque no conseguimos buen material sobre lo que dicen los adversarios de la perestroika y la glásnost. Ni los medios de comunicación soviéticos ni occidentales dieron la cobertura que merecía. Los adversarios de la reestructuración de Gorbachov son las víctimas de la conspiración del silencio que es la esencia de la glásnost. Los medios de comunicación imperialistas en el oeste tienen todo el interés del mundo en cooperar con esta conspiración. De todas maneras, al final la verdad saldrá a la luz.
¡Se elimina a los adversarios de la perestroika en nombre de la democratización!
Después del XIX Congreso del Partido, Gorbachov intensificó el proceso, ya en marcha, de destituir de los cargos de poder a aquellos que se mostrasen contrarios a la perestroika, y que serían reemplazados por unos don nadie cuyo requisito consistiría en apoyar de forma incondicional a la reestructuración burguesa bajo la perestroika. El propio Gorbachov asumió la Presidencia en septiembre de 1988, cuando reemplazó al anterior Andrei Gromyko como presidente del Presidium del Soviet Supremo de la U.R.S.S.. Gromyko y otros tres fueron destituidos del Politburó, y fueron reemplazados por candidatos de Gorbachev. Vadim Medvedev se convirtió en Secretario del Partido y sucedió a Yegor Ligachev como jefe de la Comisión Ideológica. A este último lo mandaron a la Comisión de la Agricultura para que supervisara la puesta en práctica de las desagradables medidas destinadas para descolectivizar, medidas a las que se opone. Anatoly Dobryinin, el ex embajador soviético en los EE.UU. y consejero de Gorbachov en política exterior, fue sustituido por Aleksandr Yakovlev. Anatoly Lukyanov, otro protegido de Gorbachov, fue enviado también al Politburó, así como Aleksandra Biryakova.
Se oculta el programa de la restauración capitalista
Sin embargo, la gran purga en la dirección del Partido ejecutada por Gorbachov y sus socios no ha asegurado el éxito de su programa de reestructuración, que involucra la restauración del capitalismo en todos los niveles. Fieles a los principios de la glásnost, la «democrática» camarilla de Gorbachov ha tratado de esconder durante mucho tiempo el objetivo real de las reformas de la perestroika. En primer lugar, se le dijo al pueblo soviético que el propósito de las reformas era reforzar el socialismo y renovarlo. Además, que se terminaría con el supuesto exceso de centralización burocrática, y de esa forma se podría incrementar la productividad del trabajo. Por otro lado, se prometió que se aseguraría un mayor abastecimiento de alimentos y otros bienes de consumo gracias a la aplicación de métodos científicos y técnicos avanzados, así como de una maquinaria más desarrollada. Todo ello actualizando y re-equipando la industria y la agricultura soviética. Poco después, se dijo les dijo a los soviéticos lo que se debía hacer para abrir una empresa privada o cooperativa, pero sólo hasta cierto punto, es decir, de una forma limitada. Mientras tanto se les aseguraba, una y otra vez, que el socialismo y el programa socialista no iba a acabar. Solamente a mediados de junio de 1990, Gorbachov reveló la pura verdad y la esencia de la perestroika. En un discurso para los líderes del Partido Comunista, dijo que no había ninguna alternativa a la adopción de la economía de mercado. «No se puede regresar al sistema de dirección administrativa«, afirmó Gorbachov. «Digamos por fin a la gente la pura verdad sobre este sistema.» (Newsweek, 25 de junio de 1990). De una vez por todas se admitió todo lo que se debía admitir.
Sus consejeros nunca más iban a hablar en cuanto al fortalecimiento y la renovación del socialismo. Nikolai Petrakov y Stanislav Shatalin -dos consejeros económicos claves para Gorbachov-, han exigido abiertamente que se creen las condiciones para poder introducir la competencia, el alma del mercado. Para conseguir esto, han reivindicado la «privatización de las industrias estatales, la abolición de los ministerios industriales, reducciones de emergencia en el gasto público y en la inversión estatal, y de esta forma hacer el banco central cada vez más independiente del gobierno y colocar todos los otros bancos sobre una base de comercial.» (íbid.) Además, están pidiendo una drástica reducción de los subsidios en comida y otros productos básicos, así como el cierre de las industrias y fábricas poco rentables, sin importarles el desempleo que pueda ocasionar. Por otro lado, también pretenden descolectivizar la agricultura, y hacer del rublo una moneda convertible… entre muchísimas otras cosas.
Sin una tercera opción
Gorbachov por su parte, parece querer, o mejor dicho averiguar lo que realmente quiere, una tercera opción entre la economía socialista de planificación centralizada y el capitalismo, a la que llama de «economía de mercado socialista.» Pero no hay ninguna tercera manera. No puede haber una economía de mercado sin los prerrequisitos esenciales de tal economía, sobre todo, la propiedad privada y el derecho de contratación y explotación del trabajo. Sin estos elementos pensar en una tercera opción, sería como dice Richard Ericson, experto en la economía soviética de la Columbia University, «un unicornio, bonito de ver pero que sabemos que no existe.» (íbid.). Tras el rechazo en junio de 1990 por parte del Parlamento soviético a los aumentos previstos en el precio de pan, los reporteros del Newsweek añaden: «En ese contexto, el fracaso de la semana pasada sobre los precios del pan es simplemente sorprendente. Si su destino es algo irreal, ¿quién le va a decir que usted ha hecho un cambio equivocado?» No es este el punto donde queremos llegar. El destino de Gorbachov no es algo irreal. Por un lado quiere una economía de mercado –aunque no cambia nada llamarla de «economía de mercado socialista«, como él insiste-, y por otro, no se atreve a asumir de repente todas las medidas propuestas por sus consejeros económicos burgueses. Tiene con toda la razón del mundo temor de las reacciones del pueblo soviético, que ha vivido bajo el socialismo durante siete décadas. No le hacen falta consejeros, tanto en el Este como en el Oeste, que lo mantienen informado diariamente sobre los pasos que se deben tomar para lanzar la economía de mercado. En la pág.16 del Newsweek (25 junio de 1990), encontramos este consejo:
«Si desean lanzar los mecanismos del libre mercado, Gorbachov y sus colegas reformadores en el Kremlin deben reemplazar los planes quinquenales de la ortodoxia estalinista con los preceptos del capitalismo clásico. El gobierno soviético tiene que convencer al país de que debe olvidarse del igualitarismo de Karl Marx y de sus utópicos sueños para el siglo XIX; y en cambio, debe aceptar el pragmatismo silencioso del escocés del siglo XVIII Adam Smith, el campeón del egoísmo ilustrado.«
Capítulo 6
LALKAR, marzo/abril de 1991
La Glásnost – Otra firme salida del marxismo-leninismo
Parte II
En la Parte I de la ‘GLÁSNOST’, afirmamos que la Glásnost cumple en el campo político el mismo papel reaccionario que la Perestroika en el económico, y que además su objetivo era convencer al pueblo soviético de la conveniencia de sustituir la hasta ahora existente economía socialista de planificación centralizada por una economía de mercado
Pues bien, sigamos:
¿Cómo convencer al pueblo soviético?
Resulta más fácil decirlo que hacerlo. Gorbachov tiene un importante problema en sus manos. Tiene que convencer al pueblo soviético en general de lo interesante que sería pasar a una economía de mercado, con todas sus temibles consecuencias.
Los escritores de Newsweek se dan cuenta de este problema, por ello llegan a esta conclusión:
«Finalmente, es fundamental saber que si la economía soviética va a tener lugar en el mundo moderno [léase capitalista, ya que para el capitalista nada es moderno si no es capitalista], la actitud de la gente debe cambiar, junto con sus mecanismos económicos. La población ‘debe darse cuenta de que la sociedad se beneficia cuando alguien llega con una buena idea que beneficia a toda la sociedad, y ello le permite enriquecerse’, dice Todd Buchholz del ‘Cuerpo del Área Económica’ de la Casa Blanca. Las empresas libres no se arraigarán en el fondo en un terreno igualitario, y el pueblo soviético debería aprender a frenar su sospecha de aquellos que prosperan.» (ibíd.)
A través de esta política deshonesta y engañosa que recibe el nombre de glásnost o democratización, el gobierno de Gorbachov ha hecho todo lo posible para persuadir al pueblo soviético con las maravillas de la economía de mercado, pero sin un gran éxito. Se han desmantelado los mecanismos de planificación centralizada, pero la economía de mercado aún no parece ocupar su lugar. Después de seis años con la perestroika y la glásnost, la economía soviética se encuentra en una situación peor, como nunca había estado desde principios de la década de 1920 (más adelante hablaremos de esto). A mediados de noviembre de 1990, el Parlamento soviético se negó a continuar con nuevas medidas de la «reforma económica», que, en definitiva, representa la restauración burguesa, dado que las encuentran inútiles. Por otra parte, la amotinada asamblea legislativa rusa del miércoles 14 de noviembre de 1990, simplemente revocó un decreto del gobierno central que pretendía aumentar los precios de los productos de lujo, sobre la base de que no se había consultado a la mayor república de la U.R.S.S.. Por lo tanto, los burgueses reformistas no sólo no son capaces de llegar a un acuerdo con el pueblo soviético para instaurar la restauración burguesa, sino que ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos. A finales de 1990, el Parlamento soviético, pasó la pelota a Gorbachov dándole el poder no sólo de gobernar por decreto, sino también para que presentara sus medidas económicas de la restauración burguesa por decreto. Todo esto nos revela la esencia antidemocrática de fondo de la glásnost, que fue siempre diseñada para pasar por encima del PCUS y el centralismo democrático.
Por encima del Partido y la creación de centros de poder rivales
Cuando Gorbachov se dio cuenta que no podía vencer fácilmente la resistencia a sus reaccionarias políticas previstas bajo la perestroika, solicitó la XIX Conferencia del Partido. Ésta fue manipulada en todo sentido, con el objetivo de sentar las bases no sólo para acelerar el ritmo de la restauración burguesa, sino también para pasar por encima del PCUS creando centros de poder rivales. Esta conferencia totalmente amañada, causó una gran expectación en aquel momento, tanto entre los enemigos del comunismo como en algunos autodeclarados leninistas. En el ámbito económico, fueron aprobadas medidas que suponían: la aniquilación de la planificación estatal, la introducción de la completa autonomía operacional (khozraschot) y la autofinanciación en empresas y plantas industriales. Asimismo, se consiguió legalizar las cooperativas privadas, acelerar la conversión para el comercio al por mayor de los medios de producción, así como introducir medidas –p.ej. el arrendamiento de la tierra- para descolectivizar la agricultura. Por otro lado, estas medidas representaron mayores incentivos materiales, el aumento de las diferencias salariales, la privatización de la vivienda, y la reforma de «precios» que generó un aumento tremendo de los precios de los productos alimentarios básicos, tales como el pan, la leche y la carne. Además, no podemos olvidar el permiso a las empresas de tener un mayor contacto y acceso directo a los mercados extranjeros, con el fin de establecer vínculos económicos y empresas conjuntas.
En la esfera política, las decisiones de la conferencia fueron tan reaccionarias como en la económica. La conferencia había sido solicitada, no para mejorar la democratización, como muchos ignorantes creían en el momento, sino en realidad, para acabar tanto con el debate interno del partido burgués, como con la oposición a la reestructuración burguesa. Tres años después se daba muy poco crédito a la perestroika, gracias a la oposición dentro del PCUS. En su discurso de clausura, Gorbachov dijo que el «burocratismo [es decir, su descripción de la oposición a su política reaccionaria] aún resiste, muestra sus dientes… y pone los radios de las ruedas» (Pág.19). Argumentó que las anteriores reformas económicas, en particular las de Jruschov a mediados de los años 50, habían fracasado porque no estuvieron acompañadas por los correspondientes cambios en el ámbito político. De esta forma, calificó como algo fundamental la democratización del sistema político. Por ello, para hacer irreversible la perestroika, el sistema político en sí tenía que ser revisado, o dicho de otro modo, debía ser, con su típica terminología engañosa, ‘democratizado’. En consecuencia, tenían que llevarse a cabo grandes cambios en el Estado, el gobierno y el aparato del Partido, incluso cambios en la relación entre el PCUS y el Estado soviético. Había que establecer una clara delimitación entre las funciones del Estado y el Partido. La tarea más urgente, declaró, fue hacer revivir la total autoridad del Soviet de los Diputados del Pueblo, añadiendo que «no se llevarán a cabo medidas a medias«. (Pág.8)
Así se hizo realidad la reestructuración del Congreso de los Diputados del Pueblo, el órgano supremo de gobierno. Éste a su vez se encargaría tanto de elegir a un Soviet Supremo menor, que actuaría como un órgano legislativo y administrativo permanente, como de decidir quien sería el presidente del Soviet Supremo. Las elecciones para este parlamento, que se celebraron en unas condiciones de caos económico total, la desmoralización y los incesantes -por no decir injustificados- ataques contra el PCUS y los denominados conservadores, gracias a los contrarrevolucionarios de ambas políticas: la perestroika y la glásnost, creó un órgano totalmente aburguesado, y que bajo ningún concepto se le puede denominar proletario. Con la elección de Gorbachov como Presidente Ejecutivo, llegó su hora de decir adiós al PCUS. Hemos abordado las razones en un artículo anterior (Véase: «El XXVIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética», LALKAR agosto-septiembre de 1990) así como por qué Gorbachov pensaba que era una buena estrategia política permanecer al frente del Partido, para así poder socavarlo y subvertirlo. No sin razón el periódico burgués Guardian relata la siguiente observación:
«La trágica paradoja de Gorbachov es que, mientras ha intentado valientemente hacer un PCUS fuerte, lo que ha logrado ha sido hacer una Unión Soviética segura para otros partidos.» (13 de julio de 1990).
Constantemente, en nombre y bajo la protección de la «democratización», se ha visto patente el empeño de Gorbachov de subvertir el único partido y la única fuerza capaz de defender la posición del socialismo y salvaguardar los intereses tanto de la clase obrera soviética como de las grandes masas, es decir, el PCUS. De hecho, la creación de centros de poder rivales y la ruptura del PCUS con el Estado soviético y el gobierno, ha formado parte de esta estrategia. De la misma forma, gracias a esta estrategia se da libertad a las facciones anticomunistas en el seno del PCUS y se inicia la creación de partidos burgueses anticomunistas -incluso nacionalistas y monárquicos-, los cuales en estos días no han dejado de desfilar con banderas prerrevolucionarias por las ciudades soviéticas. En una reunión del PCUS celebrada en Moscú, en febrero de 1990 para discutir la supresión del Art.6 de la Constitución de 1936, que consagra el papel de liderazgo del Partido Comunista, Gorbachov justifica así el desleal paso a favor de la introducción de un sistema multipartidista en nombre de la democratización:
«La amplia democratización en curso en nuestra sociedad se está construyendo gracias al pluralismo político.
«Empiezan a surgir diversas organizaciones sociales y movimientos políticos.
«Este proceso puede dar lugar a una etapa de creación de partidos.
«El PCUS está listo para actuar al respecto bajo estas nuevas circunstancias, cooperar y entablar un diálogo con todas las organizaciones comprometidas con la Constitución Soviética y el sistema social aprobado en esta Constitución.»
En esta reunión, muchos delegados plantaron una fuerte resistencia, mostrando su descontento y enojo tanto por la subversión contrarrevolucionaria provocada por la perestroika y la glásnost, con su imparable ímpetu pidiendo abiertamente la restauración del capitalismo y el derrocamiento del socialismo, como también por la actitud complaciente y optimista de la situación por Gorbachov. He aquí algunos ejemplos. Vladimir Brovikov, embajador de la U.R.S.S. en Polonia, dijo:
«Hay muchos elogios a la ‘perestroika’, críticas de los pasados días y generosas promesas para el futuro. Pero en realidad, no existe ningún análisis de los errores cometidos durante el período de la ‘perestroika’.»
Boris Gidespov, jefe del Comité Regional de Leningrado, se quejó de la creciente desestabilización de la situación económica y política, diciendo:
«Los Soviets locales no tienen ni poder jurídico ni real. El partido está siendo apartado metódicamente de su papel de liderazgo y no existe ninguna evaluación política de las leyes adoptadas por el Soviet Supremo«.
Vitaly Shabanov, un trabajador de la ciudad del Volga Saratov, y un miembro de la Comisión Central de Fiscalización del PCUS, expresó su extrema preocupación por el futuro del Partido Comunista bajo la perestroika, señalando el aumento de los ataques a las bases ideológicas y organizativas del Partido. Con estas palabras la da en el clavo:
«Algunos eruditos, junto con especialistas, todo tipo de nacionalistas y comerciantes de la economía sumergida están conduciendo el país por el camino del reformismo burgués, la restauración de la propiedad privada, la anarquía política, y al mismo tiempo están socavando la cohesión del partido como vanguardia de la separación sistemática de los trabajadores.»
La democracia y el marxismo-leninismo
Las ideas de Gorbachov relativas a la democratización (glásnost) no tienen nada que ver con las ideas del marxismo-leninismo sobre esta cuestión tan importante. Para Marx y Lenin, el lema de la democracia sólo tiene sentido si se trata de una parte o fase de la lucha del proletariado por la supresión de clases. Esto es lo que dice Lenin al respecto, en su excelente obra, El Estado y la Revolución:
«Democracia significa igualdad. La gran importancia de la lucha del proletariado por la igualdad y de la igualdad como eslogan será verá de forma clara cuando lo interpretemos correctamente como sinónimo de abolición de las clases«, (Prensa de Lenguas Extranjeras, Pekín, 1970, pág. 118).
A diferencia de Gorbachov, Lenin se niega a limitarse a la forma política de la democracia: él va más allá de la forma política, y habla de la importancia de «clase». La manera como Lenin aborda el tema es de vital importancia para nosotros en nuestra polémica contra la perestroika y la glásnost de Gorbachov. Lenin sigue diciendo:
«No obstante, la democracia se entiende sólo como igualdad formal. Y tan pronto como se consiga la igualdad para todos los miembros de la sociedad en relación a la propiedad de los medios de producción, es decir, la igualdad de la mano de obra y los salarios, la humanidad se enfrentará inevitablemente a la cuestión de avanzar aún más, de la igualdad formal a la igualdad real, es decir, para el funcionamiento de la fórmula, ‘de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades’» (ibíd.)
Según Marx, para Lenin el principio «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo» representa un estándar burgués, característico de la primera fase del comunismo (conocida como «socialismo»), en la que los productos se dividen de acuerdo a la cantidad del trabajo realizado. Este estándar burgués, o esta igualdad formal, no elimina los defectos de la distribución:
«La mera conversión de los medios de producción en la propiedad común de toda la sociedad (comúnmente denominada «socialismo»), no elimina los defectos de la distribución y la desigualdad del «derecho burgués», que seguirá prevaleciendo siempre que los productos se dividan ‘de acuerdo con la cantidad de trabajo realizado«. (Ibíd. pág.111).
En la primera fase de la sociedad comunista, el «derecho burgués» no es abolido en su totalidad, pero sí en parte. Los medios de producción ya no son la propiedad privada de las personas en esta etapa. «Hasta el punto que -y hasta el punto que por sí solo – el‘derecho burgués’ desaparezca». (ibíd. pág.112). Sin embargo, sigue existiendo «como regulador en la distribución de los productos y en la asignación de trabajo entre los miembros de la sociedad… De todas formas, todavía no estamos en el comunismo, y todavía no se ha suprimido el «derecho burgués», que lleva a la desigualdad entre las personas, y a su vez, mientras ofrece cantidades desiguales de trabajo, genera una cantidad igual de productos.» (ibíd.)
En esta fase del desarrollo es imposible proseguir sin este derecho burgués, dado que, como dice Marx:
«Lo que tenemos que abordar aquí es una sociedad comunista, no como se ha desarrollado sobre sus propias bases, sino, todo lo contrario, tal y como se desprende de la sociedad capitalista: que todavía está marcada en todos los aspectos, tanto económico y moral como intelectualmente, con el nacimiento de la antigua sociedad de cuyo seno se desprende«. (Crítica al Programa de Gotha).
Lenin comenta que la «gran importancia de la explicación de Marx es que aquí, también, aplica la dialéctica materialista, la teoría del desarrollo, y considera el comunismo como algo que se desarrolla fuera» del capitalismo. En lugar de inventar definiciones escolásticas, ‘elaboradas’ y entrar en infructuosas disputas sobre qué significa socialismo y comunismo, Marx nos da un análisis de lo que podría llamarse las etapas de la madurez económica del comunismo.
En su primera fase o etapa, aún no puede considerarse que el comunismo esté completamente maduro en el ámbito económico ni totalmente libre de las tradiciones o huellas del capitalismo. De ahí el interesante fenómeno que el comunismo conserva en su primera fase: «el estrecho horizonte del derecho burgués«. Por supuesto, el derecho burgués en lo que respecta a la distribución de artículos de consumo, supone inevitablemente la existencia del estado burgués, ya que el derecho no es nada sin un aparato capaz de hacer cumplir los estándares de derecho.
«De ello se deduce que bajo el comunismo sigue habiendo por un tiempo no sólo el derecho burgués, sino incluso el estado burgués, ¡sin la burguesía!» (ibíd. págs. 117-118).
Lenin agrega: «Esto puede sonar como una paradoja o, simplemente, como un enigma dialéctico, que en realidad es de lo que muchas personas acusan a menudo al marxismo, y que no tienen la más mínima molestia de estudiar su contenido extraordinariamente profundo.
«Sin embargo, como una cuestión de hecho, los restos del antiguo sobreviviente en lo nuevo nos crea conflictos en todo momento en la vida, tanto en la naturaleza como en la sociedad. Además, Marx no insertó arbitrariamente una parte del «derecho burgués» en el comunismo, sino que indicó lo que es económica y políticamente inevitable en una sociedad que emerge del seno del capitalismo.«(ibíd. pág.118).
Como podemos observar, según Lenin y Marx, este estándar burgués, esta igualdad formal, no acaba con los defectos de la distribución. Por ello, afirman que simplemente representa una etapa transitoria, siempre que sea necesaria e inevitable, en el progreso de la humanidad hacia una etapa superior del comunismo. Es decir, una etapa que se caracterice por la fórmula «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad.» De todos modos, esa etapa no surgirá por sí sola y de forma espontánea, por así decirlo. Hay que trabajar para ello, y sólo se podrá alcanzar cuando el potencial productivo haya llegado a tales niveles de desarrollo, puesto que serán capaces de suministrar una gran cantidad de productos materiales para todos. De ahí la importancia que siempre se ha atribuido por parte del proletariado y su vanguardia, el Partido Comunista, en la URSS y en otros países socialistas, a la rápida industrialización y la aplicación de técnicas y métodos científicos actualizados en la producción. El comunismo de Marx, a diferencia del pre-comunismo marxista, se basa en la abundancia y no en la distribución igualitaria de la pobreza, como a menudo dicen sus ignorantes oponentes. Como la sociedad socialista desarrolla cada vez más su potencial productivo, crea a su vez las condiciones materiales para desprenderse, aunque paso a paso, de la primera fórmula, típica de la fase más primitiva del comunismo, y sustituirla por la fórmula característica de su etapa superior, ya que como dice Lenin: «la humanidad se enfrentará inevitablemente a la cuestión de avanzar aún más.»
¿Cuándo se alcanzará esta etapa? ¿Cuándo va a cruzarse por completo el estrecho horizonte del «derecho burgués»? Marx da la siguiente respuesta a estas preguntas:
«En una fase superior de una sociedad comunista… una vez se haya desvanecido la esclavizante subordinación del individuo a la división del trabajo, y con ello también la antítesis entre trabajo mental y físico. Una vez el trabajo se haya convertido no sólo en un medio de vida, sino lo principal en al vida. Una vez el potencial productivo haya aumentado con el desarrollo integral de la persona, y los manantiales del flujo de riqueza de las cooperativas sean más abundantes. Sólo entonces se podrá cruzar totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá enorgullecerse del lema: ‘¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!‘»(ibíd.)
Con Gorbachov, sin embargo, las cosas son bien diferentes:
» La política de reestructuración «, dice, «vuelve a poner las cosas en su lugar. Estamos restaurando plenamente el principio básico del socialismo: ‘de cada cual según sus capacidades, a cada cual según su trabajo’. Queremos afirmar la justicia social para todos, derechos iguales para todos, una sola ley para todos …”(La Perestroika pág.28).
Gorbachov considera la fórmula anterior como el «principio básico del socialismo» y, junto con sus frecuentes puñaladas a la «nivelación salarial«, da la errónea impresión de que la sociedad soviética de alguna manera ya ha puesto en práctica la fórmula típica de la etapa superior del comunismo. Sin embargo, lo peor de todo es que está violando el «principio básico del socialismo«, y todo lo que dice se aleja cada vez más de la verdad. Las diferencias salariales en la U.R.S.S. deben reducirse, y no ampliarse aún más. Los ataques de Gorbachov y los ignorantes jueguecitos económicos de sus niños, que han dejado la economía soviética en la cuneta, en contra de la presunta nivelación salarial y el igualitarismo en la U.R.S.S no son más que un argumento en defensa de los privilegios de los «expertos» y los altos cargos de los miembros del gobierno y administración. Dado que no existe una nivelación salarial, ni igualitarismo en la U.R.S.S., ni puede haber nada de ello en la actual etapa, los ataques de Gorbachov con su perestroika- glásnost, junto con los de la intelectualidad a este inexistente igualitarismo sólo pueden tratarse de un dispositivo para desviar la atención de la clase obrera de las medidas en curso. Es evidente que éstas están destinadas a aumentar las ya de por sí injustificadas diferencias. Así vemos que lo que Marx y Lenin consideran como un defecto, inevitable en la fase más primitiva del comunismo, se exige que sea grabado en la piedra de Moisés –un «principio básico» sagrado- y esto ¡más de 70 años después de la Revolución de Octubre y más de 60 años de construcción socialista!
En lugar de trabajar para eliminar este defecto, el gobierno de Gorbachov, en virtud de la perestroika y la glásnost, está planeando llevar de nuevo a la sociedad soviética a los tiempos de penumbra de la propiedad privada en los medios de producción. En otras palabras, están intentando restablecer el otro derecho burgués abolido por la Revolución de Octubre.
La base económica de la democracia y la desaparición del Estado
La cuestión de la democracia está íntimamente ligada a la del Estado. Como esta cuestión es de tal importancia teórica y práctica, queremos aprovechar esta oportunidad para ir un poco más lejos. Cualquier persona interesada en estudiar este asunto con mayor profundidad, sería aconsejable que recurriera a la Crítica al Programa de Gotha de Marx y al Estado y Revolución de Lenin. Marx escribió su obra después del Congreso de Unidad, celebrado a finales de mayo de 1875 en la ciudad alemana de Gotha, entre los seguidores de Lassalle y los de Eisenacher. Éste último grupo hace referencia a los seguidores de Marx y Engels, las dos facciones social-demócratas de Alemania. En el programa acordado en esta conferencia, los seguidores de Eisenacher, con su entusiasmo por la unidad, hicieron muchas concesiones a las concepciones oportunistas de los partidarios de Lassalle en puntos muy significativos, incluso en la cuestión sobre la distribución del producto social en la sociedad. Cuando Marx recibió una copia del Programa de Gotha, una vez ya aprobado en el anterior Congreso de Unidad, se enfureció de tal forma por sus formulaciones oportunistas que decidió de inmediato a escribir una crítica de la misma. Sin embargo, la importancia de esta notable labor va mucho más allá de su aspecto más polémico. En este panfleto, lleno de ingenio, Marx nos ofrece la mayor exposición y análisis de la relación entre el desarrollo del comunismo y la desaparición del Estado.
«Toda la teoría de Marx es la aplicación de la teoría del desarrollo -en su forma más coherente, completa, inspirada y expresiva- en el capitalismo moderno. Naturalmente, Marx tuvo que hacer frente al problema de la aplicación de esta teoría tanto en el venidero fracaso del capitalismo como en el futuro desarrollo del futuro comunismo«. (Lenin, ibíd. pág.100).
Después de haber ridiculizado cualquier discurso sobre el «estado del pueblo», tal y como se incorporó en el Programa de Gotha, Marx pasa a responder a la pregunta sobre el futuro desarrollo del futuro comunismo en base al hecho de que tiene su origen en el capitalismo, que se desarrolla históricamente desde el capitalismo, que es el resultado de la acción de una fuerza social a la que dio a luz el mismo capitalismo.» (íbid. pág.101).
Marx llega a decir que toda la teoría del desarrollo, la ciencia como un todo, ha establecido con «completa exactitud» que «históricamente deber ser, sin duda alguna, una etapa o fase extraordinaria de transición del capitalismo al comunismo.» (íbid. pág.102).
«Entre la sociedad capitalista y comunista,« dice Marx, «se encuentra el período de transformación revolucionaria de una a otra. En este sentido, también corresponde a un período de transición política en el que el Estado no puede ser más que la dictadura revolucionaria del proletariado.»
La conclusión de Marx se basa en un análisis científico de la sociedad capitalista, el papel desempeñado por el proletariado de dicha sociedad, y «en la incompatibilidad de los antagónicos intereses del proletariado y la burguesía«. (ibíd. pág.103).
Marx está diciendo que es imposible para la sociedad realizar la transición hacia una sociedad comunista, cuyo desarrollo está en curso, sin un «período de transición política«, durante el cual el Estado sólo pueda ser la dictadura revolucionaria del proletariado.
Entonces, se nos plantea la siguiente cuestión: ¿cuál es la relación de esta dictadura con la democracia?
Bajo el capitalismo, hay democracia en una república democrática. «Sin embargo,«, declara Lenin, «esa es la democracia de la sociedad capitalista. Si observamos más de cerca los mecanismos de la democracia capitalista… la técnica de las instituciones representativas, los verdaderos obstáculos para disfrutar del derecho de reunión (¡los edificios públicos no son para mendigos!), la organización puramente capitalista de la prensa diaria… veremos restricción tras restricción sobre la democracia. Estas restricciones, excepciones, exclusiones, obstáculos… excluye a los pobres de la política, de la participación activa en la democracia«(ibíd. pág.104-105).
No obstante, el avance en el desarrollo de esta democracia capitalista, no supone una tarea «simple, directa y fácil hacia ‘una mayor y mejor democracia’, como los profesores liberales y pequeños burgueses oportunistas quieren hacernos creer.» (ibíd.)
Lenin continúa diciendo: «No, un mayor desarrollo, es decir, hacia el comunismo, se consigue a través de la dictadura del proletariado, ya que la resistencia de los explotadores capitalistas no puede ser dinamitada por nadie más y de ninguna otra forma.
«Y la dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos de la clase dominante que tiene como fin la represión de los opresores, no puede resultar simplemente en la ampliación de la democracia. Al mismo tiempo, con la inmensa expansión de la democracia, que por primera vez se convierte en la democracia para los pobres, la democracia para el pueblo, y no en la democracia para los ricachones. La dictadura del proletariado impone una serie de restricciones a la libertad de los opresores, los explotadores, los capitalistas. Debemos reprimirlos para poder liberar a la humanidad de la esclavitud salarial, su resistencia debe ser aplastada por la fuerza. Es evidente que donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad ni democracia«. (ibíd.)
Así, la dictadura del proletariado lleva consigo una tremenda expansión de la democracia, la democracia para la inmensa mayoría de la gente; así como la represión por la fuerza y la exclusión de la explotación y la opresión de clases. Esa es pues la naturaleza del cambio sufrido por la democracia durante la transición del capitalismo al comunismo.
Engels, en su carta a Bebel, se pronuncia sobre esta cuestión de forma espléndida:
«Mientras el proletariado utiliza el Estado, que no lo utiliza en aras de la libertad, sino a fin de c ontener sus adversarios, y tan pronto como sea posible al hablar de libertad el Estado como tal deja de existir.» (K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Edición inglesa, Moscú 1951, Vol. II, págs.38-39).
Sólo en una sociedad comunista sin clases será posible hablar de libertad. Sólo en esa sociedad se va a materializar «una democracia verdaderamente completa, sin excepción alguna la democracia lo que sea.» (Lenin, El Estado y la Revolución, pág.106).
Por lo tanto bajo el capitalismo la democracia es para la minoría, para las clases propietarias. Eso es falso, miserable e incompleto. La dictadura del proletariado, el período de transición del capitalismo al comunismo, por primera vez, no sólo representa la democracia para la mayoría, sino también la supresión de la minoría -la clase explotadora. El comunismo por sí mismo es capaz de construir una democracia completa en todo sentido.
Bajo el capitalismo, el Estado existe como un instrumento en manos de la minoría explotadora para poder reprimir por la fuerza a la mayoría explotada. Es un estado en el buen sentido de la palabra, que, para tener éxito, en tal transición «pide que haya la mayor ferocidad y salvajismo a la hora de reprimir, ríos de sangre sobre los cuales la humanidad debe caminar…«(ibíd. p. 107).
Durante la transición del capitalismo al comunismo, todavía resulta necesario contar con una máquina especial represora, el estado. De todas formas, este estado de transición, la dictadura del proletariado, «ya no es un estado propiamente dicho; puesto que la represión de la minoría de explotadores por parte de la mayoría de los esclavos asalariados del ayer es relativamente… fácil«(ibíd.).
«Por último, únicamente el comunismo puede hacer que el estado sea absolutamente innecesario, dado que no hay nadie que deba ser reprimido -‘nadie’ refiriéndonos a ninguna clase, en el sentido de la lucha sistemática contra un determinado sector de la población.» (ibíd. pág.108).
De las anteriores joyas sobre la democracia, tan bien formuladas por Marx, Engels y Lenin, y la relación de la dictadura del proletariado con la democracia, no hay ni tan solo una palabra en las declaraciones de Gorbachov sobre la democratización, que se encuentran en la tradición del oportunismo del liberalismo pedagógico de los burguesitos. Gorbachov el tratamiento de esta cuestión está muerto, estático y nada dialéctico, lleno de banalidades y chorradas burguesas de lo más ordinario.
Por otra parte, el deseo de Gorbachov de volver a la agricultura a pequeña escala, sustituyendo la agricultura colectivizada y estatal, sin lograr una mayor democracia, sin importarle resolver el problema alimentario, lo que realmente quiere es la total subordinación del campesinado a la autoridad ejecutiva y proporcionar «una base adecuada para una innumerable y todo poderosa burocracia innumerable y todo poderosa«.
En su brillante y destacado panfleto, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, escrito hace casi 139 años, Karl Marx hizo algunas observaciones realmente profundas sobre el pequeño campesinado. Estas observaciones, con todos los cambios en la tecnología y las comunicaciones que han tenido lugar desde entonces, y pese al largo tiempo transcurrido entre el momento cuando fueron realizados, siguen siendo válidos en la cuestión de la relación de la democracia y el pequeño campesinado.
«Los pequeños campesinos forman una gran masa, cuyos miembros viven en condiciones similares, pero sin mantener casi relaciones entre ellos. Su modo de producción los aísla entre sí en lugar de ponerlos en una relación mutua.
«… Su campo de producción, la pequeña explotación, no admite la división del trabajo en su cultivo, la aplicación de la ciencia y, por lo tanto, no hay diversidad de desarrollo, no hay variedad de talentos, no existe la riqueza de las relaciones sociales. …En la medida en que millones de familias vivan bajo condiciones económicas de existencia que los separa de su modo de vida, sus intereses y su cultura de las personas del resto de clases sociales, y los coloque en una oposición hostil contra estas otras clases, constituyen una clase. En la medida en que sólo haya una interconexión local entre los campesinos de pequeñas explotaciones agrarias, y la identidad de sus intereses no engendre ninguna comunidad, ningún límite nacional y ninguna organización política entre ellos, ellos no conforman una clase. Por consiguiente, parecen ser incapaces de hacer valer sus intereses de clase en su propio nombre, ya sea a través de un parlamento o por medio de un convenio. No pueden representarse a sí mismos, deben ser representados. Su representante, al mismo tiempo, aparece como su maestro, como una autoridad sobre ellos, como un ilimitado poder de gobierno que los protege contra las otras clases y manda desde arriba la lluvia y el sol. La influencia política de los pequeños campesinos, por tanto, encuentra su expresión final cuando el poder ejecutivo subordina la sociedad a sí misma «(Págs. 105-106, Progress Publishers, Moscú).
«… Por su propia naturaleza, la propiedad de pequeñas explotaciones forma una base adecuada para una todo poderosa e infinita burocracia» (Pág. 110, ibíd).
En el próximo capítulo vamos a tratar las cuestiones históricas, que es sencillamente un eufemismo para la cuestión de Stalin.
1 Mikhail Gorbachev Perestroika Ediciones B Grupo Ceta, Barcelona, 1987
2 Problemas económicos del socialism en la URSS, p.25.
3 Para obtener una información más detallada sobre este tema, véase Capítulo 11, ‘La Economía de la Lucha de Clases’