El dualismo entre Idealismo y Materialismo resume las dos escuelas de pensamiento del género humano y puede sintetizarse a partir de cinco nombres claves: Platón, Aristóteles, Hegel, Feuerbach y Marx. Profundizar en dichas referencias es en cierto modo, comprenderlo todo; comprender al hombre. Recordando la célebre película «Matrix», inspirada en dicho dualismo, vamos a tratar de entender lo que hay detrás «de la pastilla roja y de la pastilla azul».
No es posible resumir el pensamiento filosófico de la humanidad en breves párrafos. Lo aquí expuesto está arreglado para intentar hacerlo lo más comprensible posible. No se busca retratar algo incomprensible, sino propiciar las herramientas para seguir profundizando, descubriendo, hasta donde llega la «madriguera de conejos». En base a estos cinco nombres de referencia, vamos a intentar resumir la evolución del pensamiento del hombre para luego comprender la distinta interpretación política de la realidad, aplicada por cada persona.
Idealismo:
Platón; Hegel; concepción religiosa; interpretación política.
Materialismo:
Aristóteles; Feuerbach; Marx; concepción antropológica; interpretación política.
En su célebre cuadro “La Escuela de Atenas”, Rafael reserva el centro de su obra a dos figuras clave del pensamiento del hombre. Platón, idealista, señala el cielo, mientras Aristóteles responde con moderación señalando al suelo. Con sus gestos, maestro y discípulo sintetizan las dos corrientes clásicas de la filosofía: idealismo y materialismo; el más allá y el más acá. A Aristóteles le va a tocar «dar sentido» al ideal; «razonar» toda la cosmogonía «ideada» por Platón. El más allá, además de proclamarse, debe ahora explicarse. Aristóteles ha de interpretar desde la lógica, la realidad idealista proclamada [no justificada] por Platón. El discípulo reprochará a su maestro el uso de una mitología no razonada. Ir en busca del Bien infinito es legítimo, pero acaso debemos ocuparnos primero de la búsqueda del bien finito, [aquí en la tierra].
- Platón y la Caverna: Dios, desde el ideal
Platón es el padre del idealismo. Para Platón, el Ser verdadero, el Bien supremo [Dios], no puede ser conocido mediante las cosas sensibles [nuestra experiencia], pero sí podemos llegar a percibir una idea que nos lo sugiera. Las cosas para el hombre son «sombras de las ideas», sólo podemos aproximarnos a la realidad absoluta mediante «el ideal». Conocer, interpretar el mundo exterior, mediante las sombras reflejadas dentro la caverna, es la limitada manera en la que el hombre, dentro de ella [en la tierra] y encadenado de espaldas al exterior, puede acceder a lo real, aspirar a conocer lo absoluto [acceder desde su «no entendimiento» a lo absoluto; acceder desde su «no realidad» a lo real], al Bien supremo, a lo infinito [a Dios]. Así, esta vía de acceso del hombre hacía Dios formaliza el camino hacia la especulación de lo absoluto. Para Platón la manera de entender todo aquello que nos rodea, la realidad [del universo], no parte del mundo sensible de las cosas, [no es mediante nuestra razón o experiencia] sino del mundo ininteligible [incomprensible] de las ideas.
- Aristóteles: Dios, desde la Metafísica (Desde una metafísica lógica)
Si Platón busca «describir el bien», puede decirse que Aristóteles inaugura el camino hacia «cómo ser bueno». Hemos visto que Platón proclama a Dios desde la idea, proclama el Ser máximo y lo que hace que las cosas sean. Pero mientras Platón proclama a Dios, [proclama lo infinito], a su discípulo Aristóteles le toca “pensar a Dios”, dar sentido a lo dicho por su maestro. [Dar sentido a lo absoluto desde lo limitado; dar sentido a lo infinito desde lo finito]. Aristóteles no tiene más salida que proclamar un Dios que [lógicamente] se baste a sí mismo, [absolutamente autónomo / Dios no puede depender de nada o de nadie], sin causa previa.
Dios es pues, causa eterna, el modo máximo de Ser, pero para ser capaz de ver y discernir el ser de las cosas en su totalidad, Dios tampoco puede necesitar, [ni experimentar] de ellas como le ocurre al hombre. Dios ha de ser absolutamente suficiente; sólo si dicha teoría se ocupa y se basta a sí misma, sería a su vez posible. La idea de Dios se convierte así en Acto Puro, [en el acto por sí mismo, sin causa previa], en causa incausada, en pensamiento del pensamiento, en el saber supremo, inmutable y excluyente que no puede tolerar acción o actuación alguna relativa a otro, [no puede tolerar cualquier otra cosa que no sea Él mismo absolutamente]. Dios, para Aristóteles, sólo se piensa a sí mismo; el mundo [como creación suya] no puede conocer a Dios, ni amarlo; [el hombre no puede conocer a Dios; es decir, relacionarse con Dios], y Dios no puede conocer al mundo [relacionarse con el mundo], ejercer causa alguna o decidir con respecto a él, pues para el Acto Puro y absoluto, cualquier conexión, [inter-relación] con el mundo real, significa en sí una imperfección.
III. Hegel: Dios en el mundo y en la historia
¿Cómo debe el hombre pensar a Dios? Hegel, que ya no puede ignorar a Kant, persigue no una psicología de la conciencia, sino un movimiento que intenta ser lógico, cósmico, histórico y filosófico [para Hegel, Dios ha de proclamarse lógicamente, es necesario proclamar la idea de Dios desde una cierta lógica]. El Dios de Hegel es un Dios en despliegue, no a la defensiva, [repliegue]. Este viaje hacia el descubrimiento, es un proceso que busca la conciliación entre razón y creencia [busca una creencia que pueda en cierto modo aliarse con la razón; encontrar su apoyo]. Hegel deja atrás la vieja imagen antropomórfica-ingenua del Dios bíblico para entender lo infinito como la realidad última en el mundo, en el corazón de las cosas, en el hombre mismo: Dios como el fundamento inagotable de todo ser, como lo supramundano en lo intramundano, como la trascendencia en la inmanencia. El Dios de la ontoteología [es decir, el estudio de la idea de Dios como Ser absoluto, entendido como causa eterna y creadora (o no), Acto Puro, Dios Padre, origen y causa de causas] busca ser también una justificación de Dios, lógica e histórica, [aunque divina].
El Dios de Hegel no es un espíritu situado por encima de las estrellas que actúa en el mundo «desde fuera», sino el espíritu que todo lo penetra, que está en los espíritus, en lo hondo de la subjetividad humana. La creación del mundo se considera, no como una resolución arbitraria de Dios, sino fundamentada en su esencia: no bajo el prisma de una especie de emanación [de lo perfecto a lo imperfecto], sino bajo el prisma de la evolución [de lo imperfecto a lo perfecto, aunque sin evolución de las especies].
Para Hegel, quien observa filosóficamente la historia no puede negar ilusamente las contradicciones. Lo negativo [el dolor, el pecado y la muerte], se aceptará sosegadamente porque la razón última se oculta [según Hegel] al entendimiento del hombre. Hegel busca rebatir de manera ingeniosa a Aristóteles: si para éste último, como hemos visto, «Dios no puede conocer al mundo, y el hombre no puede conocer a Dios», para Hegel, precisamente, porque Dios es absoluto, éste puede entrar en relación con el mundo y el hombre: “relación”, no en el sentido del absurdo [sin sentido] o debilidad, de dependencia, de imperfecta relatividad, sino en el sentido de fuerza, de libertad ilimitada, de soberanía absoluta. Dios es el Dios vivo dentro de la identidad, el Dios dinámicamente real y constantemente actuante en la historia. Precisamente por ser eternamente perfecto en su propia libertad, tiene la posibilidad de ser histórico [de integrarse en el mundo y ser contradictorio o incoherente]: “posibilidad” no en el sentido de imperfección, de potencialidad, sino en el sentido de pujanza, de plenitud, de omni-presencia.
- Feuerbach: Dios, una proyección del hombre
Hegel supera probablemente cualquier otra concepción idealista que le preceda. Su problema no es su meritorio castillo de naipes, sino la respuesta de un nuevo teólogo, que por encima de teólogo, será filósofo. Con Feuerbach, el concepto de Dios se zarandea hasta el extremo. Toda la cosmogonía del hombre existente hasta ahora se derrumba. “Yo supe lo que debía y quería hacer: “¡no teología, sino filosofía! ¡no desvariar, sino aprender! ¡no creer, sino pensar!”. Feuerbach no quiere hacer ebria especulación, sino sobria filosofía y abandona el punto de partida inicial [absoluto o divino]; abandona estructurar cualquier teoría desde la ininteligibilidad platónica, desde el sin sentido [desde la no experiencia] de lo absoluto. Con ello, la conciencia humana de lo absoluto [de Dios] no ha hecho hasta ahora, sino convertirse en la conciencia humana de la infinitud de la propia conciencia [del hombre]. La conciencia de Dios es la autoconciencia del hombre, y el conocimiento de Dios, el autoconocimiento del hombre.
¡El misterio de la Teología es la antropología! Al contrario que Platón, Hegel o cualquier idealista, Feuerbach no se ve obligado a arrancar desde la imaginación, desde el ideal. Feuerbach no comienza su tesis desde lo que no conoce, desde lo suprasensible [más allá de lo empírico], sino desde la realidad sensible, concreta, palpable, no reducible al espíritu. Se trata de abrir los ojos a la especulación. No es Dios sino el hombre, el punto de partida de todo filosofar. Feuerbach exclama su propio Eureka: la conciencia de lo infinito [de Dios] no es otra cosa que la conciencia de la infinitud de la conciencia. La idea de Dios no es más que una proyección del hombre. La “esencia absoluta”, el Dios del hombre, no es sino su propia esencia. Lo “divino” es lo universal humano proyectado hacia el más allá. ¿Qué son las propiedades de la esencia divina [amor, sabiduría, justicia] sino en realidad, las propiedades del género humano? Homo homini deus est; el hombre es el Dios del hombre. ¡Este es el misterio de la religión! No es Dios quien crea al hombre, sino el hombre quien crea a Dios. Dios es una respectividad fantasmal, existente fuera del hombre, pero fingida por él mismo.
¿Que Dios es inteligente? Precisamente así aparece Dios como pura proyección del entendimiento humano. ¿Que es moralmente perfecto? Precisamente así aparece Dios como clara proyección de la voluntad humana. ¿Que Dios es amor? Precisamente así aparece Dios como proyección del corazón humano. No es Dios, sino la propia conciencia moral del hombre, el juez de sus más íntimos pensamientos e intenciones. Dios no es más que el exponente reflejo del hombre, proyectado en el cielo, en la bóveda celeste. El Dios hecho hombre no es sino la manifestación del hombre hecho Dios. La religión es el comportamiento del hombre consigo mismo o, más exactamente, con su esencia: en eso consiste su verdad. El hombre convierte en su Dios, lo que él mismo desea ser. De modo que la religión, en el fondo, es un producto del instinto de conservación del hombre, del egoísmo humano. Es la imaginación del hombre la que lo hace aparecer como un ser real, el objeto de estas fuerzas e instintos, de estas necesidades, deseos e ideales. La apariencia engaña, y la religión hace pasar esta apariencia por realidad. La idea de Dios no es otra cosa que la imaginación humana.
- Marx: ¿Dios, un consuelo interesado?
Tras leer a Feuerbach, otro teólogo vocacional, Carlos Marx, rechaza el idealismo de Hegel. Si Feuerbach descubre al hombre en tanto antropología [esencia humana del individuo], Marx amplía este concepto al hombre social, al hombre que vive en sociedad. Marx intenta comprender al hombre desde la naturaleza de las relaciones sociales. Marx proclama el materialismo dialéctico en vez del idealismo. El materialismo ha de velar por el hombre: ¿Dialéctica? Sí, pero no la irreal-abstracta respecto a una idea divina, sino al contrario, concreta y real. ¿Historia? Si, pero no la irreal-abstracta de un espíritu absoluto [Hegel], sino la real-concreta del verdadero sujeto de la historia: el hombre y su sociedad; la sociedad humana. El ateísmo se convierte en la primera práctica hacia un humanismo real; es de hecho el humanismo real conciliado consigo mismo, por eliminación de la religión.
El hombre no es primariamente conciencia [conciencia creada «por el ideal» y que se siente realizada en el ideal] sino ser, materia, cuerpo. Pero el hombre real en el mundo real es desatendido por el idealismo. El mundo del hombre no es sólo un mundo mental imaginado o en abstracto; su mundo son las relaciones sociales concretas. Su trabajo no es primariamente la autoproducción de la conciencia, sino su trabajo práctico. En otras palabras, la tarea del hombre no es entregarse a la consecución de un supuesto bienestar en el más allá, sino asegurar su bienestar aquí y ahora, en esta vida. Su alienación no es la alienación del pensamiento, sino la brutal alienación que le ha sido impuesta mediante su devenir histórico [incluido su proceso de relaciones laborales]. La superación de esa alienación no tiene que darse solamente en el pensamiento, sino en la vida práctica de la sociedad real.
¿Cómo se llega a la alienación religiosa? El hecho de que el hombre proyecte desde sí mismo la religión se explica por la inversión del mundo social. La humanidad y el hombre [en tanto resultado de ella] producen la religión, la conciencia invertida del mundo, porque ella misma es un mundo invertido [un mundo al revés de cómo debería ser]. Es la sociedad, invertida, injusta e inhumana, la que produce la inversión de la conciencia, esto es, la conciencia religiosa del hombre. La emancipación de la religión por tanto, no sólo exige una crítica ilustrada genérica, sino la crítica práctica de las injustas e inhumanas relaciones sociales que engendran la religión y que la religión sanciona, justifica y sostiene por medio de vanas esperanzas. La lucha contra la religión es indirectamente, la lucha contra ese mundo injusto, donde el consuelo de la religión es su aroma espiritual.
Pero la religión no es pura invención de sacerdotes, sino expresión de una humanidad doliente que busca consuelo. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de las situaciones sin espíritu que actúa de sedante o narcótico para proporcionar una felicidad ilusoria, no real. La religión es el opio del pueblo para aguantar el dolor. Frente a una conciencia sometida, doliente, que busca cruzar “en compañía» [de Dios] el desierto de la injusticia que padece, la superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo consiste en la exigencia de su felicidad verdadera.
La tarea de la historia es pues, después de haber desaparecido la verdad del más allá, establecer la verdad del más acá. Y la tarea de la filosofía, que está al servicio de la historia es, después de desenmascarar la forma santa de la autoalienación humana, desenmascarar esa misma autoalienación en sus formas no santas, profanas. La crítica de la religión concluye con el imperativo categórico de derrumbar todas las situaciones en las que el hombre es un ser humillado, esclavizado, desamparado y abyecto. La crítica [alegoría] del cielo se transforma en crítica de la tierra [compromiso en la tierra]; la crítica [esperanza y visión] de la religión [en el cielo] en crítica del derecho [de las leyes aquí en la tierra], y la crítica de la teología [de la idea de Dios] en crítica de la política [materialismo como sociedad comprometida por el cambio o transformadora].
- Idealismo vs Materialismo
¿Mitología o filosofía? Igual que el Dios de Platón forma el mundo mirando a las ideas, la humanidad proyecta la imagen de su Dios teniendo inconscientemente presente la idea de una humanidad en relación con la divinidad. ¿En qué se traduce esta falta de verdad? En una universal enajenación y depauperación del hombre. La religión aparece claramente como autoextrañamiento y autoalienación, no de Dios, como pensaba Hegel, sino de cada hombre individual. Para Marx, en la medida en que el hombre se hace religioso, se enajena de su humanidad. El hombre adorna a Dios con los tesoros de su propia interioridad: el hombre pobre [carente de excelencia en cada virtud] tiene un Dios rico [desde todos los atributos posibles del hombre]. Pero dado que Dios y el hombre no son vistos como una sola cosa, sino como dos, el resultado de la religión es el hombre desgarrado, escindido, enajenado, internamente empobrecido.
¿Qué hace falta entonces? Que el hombre y Dios vuelvan a ser uno; que esa universal enajenación desaparezca. Pasar de la sobrenatural y antirracional esencia de Dios, a la natural e innata esencia del hombre. El ateísmo es pues el misterio de la religión, pero nadie debe olvidar que aquí se niega únicamente para afirmar. Este ateísmo es todo menos una pura negación: representa más bien la máxima afirmación. ¡Este ateísmo es el verdadero humanismo! No se debe negar simplemente a Dios [la falsa esencia de la religión], sino que se debe afirmar, exaltar, amar la esencia real del hombre [la verdadera esencia de la religión]. Por medio del ateísmo, el hombre debe recuperar la verdadera dignidad divina, la que el teísmo le ha arrebatado. La esencia del hombre se entiende no en el más allá, sino en el más acá. Así, la filosofía [en cuanto antropología] pasa a ser la nueva y verdadera religión, la religión atea. ¡Para qué ir tan lejos, si el bien está tan cerca! ¿A quién le interesa situar al hombre tan lejos del bien y de lo bueno, y tan cerca de Dios? ¡Lo que el hombre necesita no es amar a Dios, sino amar al hombre! En lugar de fe en Dios, fe del hombre en sí mismo; en lugar del más allá, el absoluto más acá!
Pero las ideas dominantes de una era, son siempre las ideas de la clase dominante. La alienación socioeconómica es la base de la alienación religiosa y política. ¿Cómo se llega a la superación de la alienación religiosa? El reflejo idealista, el reflejo religioso del mundo real [reflejo de un mundo, unas leyes y una política no sujeta a inspección, que nadie supervisa ni comprende pero que unas élites aprueban] desaparecerá cuando las relaciones de los hombres sean razonables y transparentes entre sí. Para la sociedad, para el mundo, la visión de lo real [y la visión del resultado de su propio trabajo] se convierte en una mercancía alienada: en algo separado de la propia sociedad, ajeno a ella, que misteriosamente vale más, que es de más elevado valor. Pero todo ese valor añadido, dicha «plusvalía» queda en manos de unos pocos. Se convierte en una especie de fetiche metafísico [desde el punto de vista religioso, un objeto que se piensa y se respeta como asiento de fuerzas superiores]. ¿Y acaso estas situaciones [alimentadas por el idealismo] absurdas y delictivas que oprimen a una sociedad que no comprende por qué las cosas no pueden ser de otro modo, no se asemejan a las situaciones que se dan en la nebulosa región del mundo religioso?
¿Es posible la transformación social desde el idealismo?
La clase dominante sabe que no. La sociedad, sin ilustrar, lo ignora
El fetiche [el misterio idealista] se adhiere así a la producción, al Sistema y a la Ley [en una sociedad incapaz de interpretar una impostura que le venden como real]. Mientras dure la alienación religiosa [el misterio del hombre elevado a categoría e instalado como Verdad-Razón y dogma indiscutible], de igual modo durará la misteriosa lógica política [alienación] y viceversa: mientras dura la alineación económica en el fetichismo de las relaciones de producción, [una comprensión del mundo en base al fundamentalismo del capital] se busca preservar la lógica religiosa en su nebulosa región [que tácitamente acepta dicha visión]. De Platón a Hegel y a la preservación de Dios. De Aristóteles a Marx y a la preocupación por el hombre. El hombre real, en el mundo real, será desatendido por el referente ideal, por el idealismo. ¿A qué interpretación política le interesa situar al hombre tan lejos de sí mismo y tan cerca de Dios?
El humanismo se presenta así en respuesta a una realidad ideal [a una falsedad o impostura]; en respuesta a una misteriosa cosmovisión [en respuesta a un aparente entendimiento de lo real, legitimado idealmente, religiosamente] de la realidad, que las clases dirigentes presentan como inevitable y única opción posible. Frente a las relaciones inhumanas de una cosmovisión adulterada [neoliberal], emerge naturalmente su reacción, apelando a unas relaciones verdaderamente humanas que liberen al hombre y a la sociedad, cautiva en su caverna idealista.
Bibliografía preferente:
-La República. Platón
-Metafísica, Libro XII. Aristóteles
-Esencia del Cristianismo. Ludwig Feuerbach
-Historia de la Filosofia. Julían Marías
-El pensamiento de Carlos Marx. Jean-Yves Calvez
-Contribución a la Crítica de la Filosofía de Hegel. Carl Marx
-Dios y el Estado. Mijail Bakunin
-Elogio del Ateísmo. Gonzalo Puente Ojea
-Dios no existe. Christopher Hitchens
-El animal divino. Gustavo Bueno
-¿Existe Dios? Hans Küng
Fuentes:
http://cronicasdelarazonpractica.blogspot.com/p/idealismo-vs-materialismo.html