En la ciudad la lucha por la supervivencia es feroz y obliga a la gente al egoísmo, a la competencia, destruye la confianza entre las personas y hace que rivalicen. La degenerada cultura colonial-capitalista, exalta gustos degradantes que animalizan al hombre. Se inculca a cada individuo el deseo de Poder y de lujo, basado sobre la explotación y humillación de otros seres, el individualismo, el egoísmo, la ambición, la arrogancia, son microbios transmisores de división, son incubadoras de las ideas viejas de la sociedad explotadora. En nuestra tierra el trabajo ya no sirve para enriquecer a empresas y comerciantes especuladores y parásitos. Nuestra obra está destinada a satisfacer las necesidades del pueblo y de la guerra. Por lo tanto nuestra producción está sujeta a constantes ataques del enemigo. En nuestra área el trabajo es un acto de liberación, sirve a los intereses de los trabajadores, debido a que aquí quedó abolida la explotación del hombre por el hombre, porque la producción es propiedad del pueblo. El individualismo, el espíritu de la propiedad privada, es el espíritu del capitalista, nos divide, nos debilita, es la corrupción heredada de la antigua sociedad. Tener una conciencia colectiva de trabajo, significa abandonar el individualismo y considerar que todas nuestras granjas son del pueblo, todos los graneros y las casas son nuestros, unidos con otros en una cooperativa o una brigada de producción. Juntos, cultivan, cosechan, organizan la vigilancia, protegen lo que les corresponde, esta tierra no es mía ni tuya, es nuestra.
Samora Machel