Josep Cónsola
Los agravios, la infravaloración, la sumisión, la violencia, la invisibilidad, la opresión, la explotación y el desprecio hacia el género femenino a lo largo de los siglos, comportó que desde finales de siglo XIX se levantaran voces, para cambiar el estado de las cosas.
Desde las mujeres proletarias, obreras, asalariadas, en los conglomerados industriales que reclamaban mejoras de sueldo y rebaja de los precios de los alimentos, hasta las pertenecientes a la burguesía progresista que reclamaban el derecho de voto y la igualdad política, se extendió en el seno de los países industrializados un amplio movimiento, diverso, pero con puntos de confluencia ya sea en el ámbito económico, político, legal o cultural, transformando la inmensa mayoría de las protestas en oleadas progresistas e incluso revolucionarias.
Esta situación fue en aumento durante todo el siglo XX y los «derechos de las mujeres», se fueron incrementando en las metrópolis imperialistas en buena parte debido a la necesidad del género femenino, para asegurar la reproducción humana masculina masacrada por las dos grandes guerras mundiales, al mismo tiempo que la necesidad de mantener la producción en épocas de guerra (o periodos de entreguerras), durante los cuales la mano de obra masculina era enviada a los frentes de guerra.
Pasada la gran reestructuración del capital mundial después de la Segunda Guerra Mundial, donde los hombres volvieron a ocupar un lugar privilegiado en el sistema productivo, las mujeres vieron congelados algunos de los «derechos» concedidos durante la etapa bélica. Poderes políticos, económicos y culturales asignaron a las mujeres el papel fundamental de reproductoras de la especie.
Hace falta reconocer el valor de muchas mujeres, empezando por las «Madres de la Plaza de Mayo», y podríamos seguir por el conjunto de la geografía mundial hasta acabar con las mujeres voluntarias que componen los batallones femeninos
La existencia de la URSS, donde se hacía patente la igualdad jurídica y económica de las mujeres en el proceso de construcción social, fue un detonante y espejo por las formaciones revolucionarias o de izquierdas de los centros imperialistas. Junto al inicio de una explosión productivista en la década de los años ’60 que suponía una cierta liberación debida a la posibilidad de salir del estado de sumisión, tanto por la posibilidad de incorporación al proceso productivo, como por las legislaciones respecto al derecho de divorcio.
Si bien la revolución china aportó también una ruptura en cuanto a la sumisión de la mujer, su influencia no fue tan notable respecto a los países dependientes, colonizados o neocolonizados es decir, las áreas geográficas ajenas a los centros de decisión imperialistas.
En la década de los años ’70, el movimiento feminista se extiende por todas partes y algunas de sus exigencias topan frontalmente con el orden establecido, (básicamente el tema del aborto). Al mismo tiempo, el capital, saca lecciones de lo que representaron las grandes protestas «del ’68» en Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos. Se inició una gran operación muy analizada por Luc Boltanski y Eve Chiapello en «El Nuevo Espíritu del Capitalismo» en la cual se incluye una apuesta por la incorporación de algunas mujeres al proceso de acumulación.
Desde entonces, el elemento reivindicativo feminista ya no es potestad de los sectores progresistas y/o revolucionarios, sino que «el mercado» se apodera de una parte cada vez más importante de sus plataformas, y se inicia un proceso de incorporación de la mujer -de clase media- a los círculos periféricos del capitalismo, entre ellos el espacio de representación política, llegando a la presidencia o primera ministra de algunos países desde 1964 en (India, Sri Lanka Pakistán, Birmania, República de Malawi, Chile, Namibia, Taiwán, Corea del Sur, Filipinas, Ecuador, Liberia, Argentina, Islas Marshall, Islas Mauricio, Mongolia, Moldavia, Malta, Polonia, Irlanda, Croacia, Estonia, Lituania) añadidas a las que lo fueran en países más «centrales» cómo; (Gran Bretaña, Alemania, Israel, Noruega, Finlandia, Islandia) e incluso recientemente a la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero precisamente no se han distinguido por sus políticas progresistas, (a excepción de Sirimavo Bandaranaike) más bien al contrario. Hay que recordar Maria Estela Martínez creadora de la «Triple A» y los decretos de aniquilamiento de la disidencia en Argentina; Golda Meir «la dama de hierro», Margaret Thatcher «madre del neoliberalismo», Angela Merckel, Christine Legard o Hillary Clinton, la impulsora de las «primaveras de colores» y espaldarazo del terrorismo en Oriente Medio. Sin hablar de las mujeres que han jugado un papel político importando en España: Rita Barberà, Cospedal, Santamaria, Villalobos, etc.
De todas formas, al conjunto del colectivo social, podemos decir que no le ha hecho ni frío ni calor este papel político, lo mismo da hombre o mujer, y la apuesta del capital para dibujar una imagen equilibrada quedaba difuminada. La gran apuesta ha sido la cooptación de mujeres para jugar un papel importante o si no mediático en la mal llamada «sociedad civil», es decir, en el entramado social, y para ser utilizadas precisamente por ser mujeres, y amparadas por el sentimiento corporativo de una buena parte del movimiento feminista occidental, en todos los frentes de intervención del imperialismo.
Hace falta también reconocer el valor de muchas mujeres empezando por las «Madres de la Plaza de Mayo» y podríamos seguir por el conjunto de la geografía mundial hasta acabar con las mujeres voluntarias que componen los batallones femeninos y la General de Brigada Nibal Madhat Badr del Ejército Árabe Sirio que luchan contra la invasión euronorteamericana.
Hace falta discernir el grano de la paja, no por el hecho de ser mujer se es progresista. Esto viene determinado por la posición que se toma y la actuación que se lleva a cabo en el espacio de la lucha de clases
Antes y durante la invasión norteamericana de Afganistán el movimiento feminista occidental desplegó una campaña inmensa contra el «burka», estableciendo un vínculo de éste con la opresión de las mujeres afganas, y por lo tanto apoyando la invasión en nombre de unos hipotéticos «derechos humanos». Aun así centenares de las llamadas organizaciones no gubernamentales, ponían al frente a mujeres como una especie de certificado de «calidad», cuando estas organizaciones eran las organizadoras de las «revueltas de colores», creadas, impulsadas, y financiadas, desde los servicios secretos de los centros imperialistas, (Ucrania, Birmania,… y recientemente Siria para argumentar como «progresista» por la participación de las mujeres en las milicias del YPG, la creación de un Kurdistán sirio siguiendo las instrucciones del imperialismo euronorteamericano e israelí). El último papel jugado lamentablemente por mujeres, ha sido la llamada «caravana por la paz en Nicaragua», que se está paseando por Europa con la tarea de blanquear el intento de golpe de Estado en Nicaragua.
Los nombres de activistas, periodistas, estudiantes, etc. que disponen de grandes espacios inmerecidos en todos los medios de comunicación abonan y justifican las intervenciones cívico-militares en todo el mundo. Personajes como Noura Ghazi Safadi -coautora de la campaña de internet junto con Bassel Khartabil de la «Syrian Revolution» en 2011-, financiada por los servicios secretos euronorteamericanos, han tenido cabida y amplia difusión dentro de los medios de la llamada izquierda.
Aun así, personajes tan oscuros como Leila Nachawati que Euskal Herria Socialista, el 10 de octubre de 2016 la denominaba «La Perra de Soros en España» a raíz de sus publicaciones y explicando que esta co-fundadora de «Syria Untold», web agregada a Open Democracy, una «plataforma global de medios independientes» con sede en Inglaterra que recibe financiación del poder económico occidental a través de diversas agencias, fondos, fundaciones, etc., como la Open Society Foundation de Georges Soros, Rokefeller Brothers Fund, Ford Foundation o la National Endowment Democracy (NED). Bien pués Leila Nachawati parece ser la niña de los ojos de cierta izquierda, puesto que es la invitada de honor tanto en la Escuela de Verano de la CUP, como estos próximos días en las actividades de la semana de solidaridad con Siria organizadas por el Ayuntamiento de Barcelona. A su lado otra joya de la propaganda a favor de las intervenciones militares imperialistas, del Ejèrcito Libre Sirio, las PYD o el ISIS: Nour Salameh como se puede ver reflejado en el artículo de IEMED (*). Sólo hay que buscar sus escritos en internet para apreciar el veneno que destilan sus artículos hacia los pueblos que intentan resistir la ofensiva imperialista.
Del mismo modo, la nicaragüense Jessica Cisneros, dirigente de un fantasmagórico «Movimiento Cívico de Juventudes» y Yerling Aguilera del «Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas» (**) ampliamente conocido por recibir financiación de la Fundación Nacional por la Democracia (NED) -órgano ligado al Departamento de Estado norteamericano– del cual, que se tenga constancia pública, recibió del 2015 al 2017 un total de 224.162 dólares para organizar actividades paralelas al intento de golpe de Estado de junio de 2018. Estas dos mujeres, amparadas, invitadas y homenajeadas por un ancho sector del movimiento feminista de Barcelona, el Parlamento de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, se pasean haciendo de portavoces del imperialismo norteamericano y de la COSEP (gran patronal nicaragüense) e incluso «intercambiando puntos de vista» con parlamentarios de la CUP.
Hace falta pues discernir el grano de la paja, no por el hecho de ser mujer, no por el atributo de género, se es consecuentemente progresista o revolucionario. Esto viene determinado por la posición que se toma y la actuación que se lleva a cabo en el espacio de la lucha de clases, tanto a nivel interno como internacional. En el caso contrario, se abandona el necesario internacionalismo -el proletario- y se cambia por un cosmopolitismo sectorial a mayor gloria del capital.
Fuentes:
http://canarias-semanal.org/art/23978/el-feminismo-reaccionario-arma-de-propaganda-imperialista