Federico Rubio Herrero
En octubre de 1941, el enemigo nazi se hallaba a las mismas puertas de la capital de la Unión Soviética, 80-100 kilómetros de Moscú, poniéndola en peligro. En aquellas circunstancias, convertida la capital en ciudad inmediata al frente, era sumamente difícil dirigir desde allí el país. El Comité de Defensa del Estado decidió evacuar de Moscú a Kuibyshev, en el río Volga, una parte de las instituciones del partido y del Gobierno y también todo el cuerpo diplomático. Asimismo, fueron evacuados cerca de dos millones de habitantes y unas 210 grandes empresas. Stalin permaneció en la ciudad.
En los primeros días de noviembre se logró parar en casi todas las direcciones la ofensiva del enemigo sobre Moscú. El desenlace de los combates en los alrededores de la capital fue una evidente sorpresa para el Mando fascista. Intentó atribuir sus reveses a las lluvias y el fango otoñales, que, según él, habían frenado el avance de las tropas alemanas. Esta superchería la han hecho suya toda clase de falsificadores de la historia, en vano.
En aquella difícil y complicada situación conmemoraron los soviéticos el XXIV aniversario de la Revolución Socialista de Octubre.
El 7 de noviembre, se realizó en la Plaza Roja el tradicional desfile de tropas, y habló J. Stalin. Dirigiéndose a los combatientes que al terminar la parada saldrían directamente para el frente, dijo:
«Camaradas soldados y marineros, comandantes militares y jefes políticos, obreros, trabajadores de las granjas colectivas y trabajadores intelectuales, hermanos y hermanas de los territorios ocupados, que os encontráis, por poco tiempo, bajo el yugo de los bandidos alemanes, gloriosos partisanos que estáis aniquilando al invasor en su retaguardia. El mundo entero os contempla, porque sois vosotros los que podéis destruir a las hordas de saqueadores del ejército invasor. Los pueblos esclavizados de Europa os miran como a sus libertadores…¡sed dignos de vuestra misión! vuestra guerra es una guerra de liberación, una guerra justa. ¡Que en ella os inspire el valeroso ejemplo de nuestros grandes antepasados, de Aleksandr Nevsky, Aleksandr Suvorov y Mijail Kutuzov, los victoriosos generales de las primeras guerras rusas contra el enemigo extranjero!».
El discurso de Stalin terminó con estas palabras: «¡Bajo la bandera de Lenin, adelante, hacia la victoria!».
En aquel día histórico, la Plaza Roja ofrecía un particular aspecto de solemnidad y de imponente grandeza. La nieve caída la víspera había cubierto las antiguas murallas del Kremlin. Era un crudo día de frío y viento. Las tropas, equipadas con buena ropa de invierno y en plena disposición de combate, desfilaron ante el mausoleo de V. I. Lenin y juraron al Gobierno que convertirían las cercanías de Moscú en tumba de los invasores alemanes. Ante las tribunas pasó la infantería, y tras ella la caballería, la artillería y los tanques. Los ¡hurras! de multitud de voces, el paso rítmico de los regimientos y el rugido de los motores se fundían en un grandioso fragor. Todo el país, con emoción y alegría, presintió en él el anuncio de una victoria no lejana.
Evocando la parada de noviembre de 1941, el mariscal Zhúkov señala en su libro «Recuerdos y meditaciones» que este acontecimiento contribuyó grandemente a robustecer la moral del ejército y del pueblo soviético y tuvo un gran alcance internacional.
En 1944 se instituyó la medalla «Por la defensa de Moscú», con la que se condecoró a más de un millón de personas. El 6 de septiembre de 1947, por los notables méritos de los trabajadores de la capital y su abnegado valor y heroísmo en la lucha contra el enemigo, Moscú fue condecorado con la Orden de Lenin.
Fuentes:
https://canarias-semanal.org/art/37236/significado-mundial-del-desfile-militar-en-moscu-del-7-de-noviembre-de-1941
VV.AA- Instituto de Marxismo-Leninismo. Moscú.