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Última actualización: 05/06/2020

¡Viva La Revuelta!

Tras otra noche de revuelta en las calles de Estados Unidos por el asesinato de George Floyd, el presidente Trump desde un bunker en la Casa Blanca anuncia que designará a “Antifa” como organización terrorista. Este señalamiento busca a encuadrar a un movimiento (sin mayúsculas) espontáneo y multiforme en una Organización, asignándole no solo una ideología sino también un funcionamiento jerárquico y acorde a las lógicas estatales.

Una vez más, el terrorismo es utilizado como coartada para la criminalización de amplios sectores en lucha, que a su vez exceden completamente al “antifascismo”. Pero además de denunciar y luchar contra la avanzada represiva que esto significa, es necesario rechazar la polarización que se busca instalar en el seno de la lucha.

La falsa elección entre la economía y la vida impuesta a partir del Covid-19 hizo resurgir la clásica polarización burguesa entre liberalismo económico e intervencionismo estatal. Esta última, a su vez, se ha codificado de diferentes formas según la región. Generalmente como progresismo y derecha, e incluso llegando a hablar de fascismo, como en Brasil y Estados Unidos. No vemos ninguna casualidad en que se apele al antifascismo como canalización de una revuelta que no pueden controlar.

Si bien el antifascismo callejero (el Antifa), de tipo pandillero que enfrenta a las bandas neonazis, común en Estados Unidos y Europa no es el antifascismo estatista y militar (de “los buenos”) de los 30 del siglo pasado, sí es su heredero. Los victoriosos defensores del antifascismo oficial asesinaron trabajadores y violaron masivamente mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. Y directamente formaron parte de los gobiernos vencedores que, en nombre de la lucha contra el fascismo, sometieron a tantos y tantos países a un régimen capitalista democrático donde ya no se debería protestar porque supuestamente somos libres y estaríamos peor si hubieran ganado los otros.

Fascismo y democracia han sido siempre sistemas políticos complementarios al servicio de los intereses de los ricos. Cuando la democracia no puede contener las luchas de los explotados y oprimidos, o simplemente para mantenernos a raya, el Capital recurre a formas más brutales. Hoy, esos métodos que se suponen son privativos de los fascistas forman parte de cualquier gobierno que se declara libre y antifascista, que por su parte son abiertamente totalitarios: asesinatos como el de George Floyd o los millones de muertos a manos de la policía de todos los países, el trabajo esclavo como complemento necesario del mercado laboral, y el disciplinamiento en escuelas, cárceles y manicomios. Así y todo, ningún presidente se dice fascista ¡sino todo lo contrario!

Ahora que la democracia ha devenido en control totalitario de la vida social, el fascismo como sistema de dominación ha perdido su sentido. Claro que sigue habiendo nazis y fascistas pero no son los que mueven los hilos, son un problema de la calle y deben ser combatidos en ella día a día. Pero el antifascismo como opción política es una farsa. Hoy como ayer solo sirve para hermanar a oprimidos y opresores, explotadores y explotados, gobernantes y gobernados. En nombre del antifascismo se nos llama a unirnos a los genocidas de hoy: los gobernantes progresistas o de izquierda de cualquier país, que también tienen las manos manchadas con sangre. O con los herederos del estalinismo y el maoísmo genocida.

El problema no es la derecha o la izquierda. Es el capitalismo, es la democracia. No hace falta unirse al frente antifascista para combatir a los fascistas. Lo que nos une es la acción común en todas partes contra lo que nos explota y nos oprime, contra la raíz del problema: la propiedad privada, el dinero y el Estado.

En las calles de Estados Unidos se mezclan proletarios negros, junto con blancos y latinos. Han desafiado la opresiva cotidianidad en menos de una semana. Querer arrogar esto a un solo movimiento como hace Trump y su séquito, o querer como su oposición sacar una tajada por estas declaraciones, expresa lo común que tienen de mentalidad política estas dos fracciones que están enfrentadas, pero solo en cómo gestionar este mundo mercantil.

¡Que ni Trump ni los verdugos de ninguna parte del mundo nos marquen los objetivos y desarrollos de nuestras luchas!

¡Terrorista es el Estado!

1 de junio de 2020

Fuente: https://panfletossubversivos.blogspot.com/2020/06/viva-la-revuelta.html

| English |

Long Live The Revolt!

After another night of revolt in the streets of The United States due to the killing of George Floyd, president Trump, from a bunker in the White House, announced that he would designate “Antifa” as a terrorist organization. This finger-pointing seeks to frame a spontaneous and manifold movement (without capitals) as an Organization, not only assigning it an ideology but also a functionality that is hierarchical and in consonance with state logic.

Once again, terrorism is used as an alibi for the criminalization of wide sectors in the struggle, which at the same time completely exceed “anti-fascism”. But beyond denouncing and fighting against the repressive advance that this signifies, it’s necessary to reject the polarization that is sought to be introduced at the heart of the struggle.

The false choice between the economy and life that was imposed commencing from COVID-19 caused a resurgence of the classical bourgeois polarization between economic liberalism and state interventionism. This, in the same time, has been codified in different forms according to the region. Generally as progressivism vs. the right, and even arriving to speak of fascism, like in Brazil and the United States. We don’t see any coincidence in anti-fascism being appealed to for the channeling of a revolt that they cannot control.

Although street anti-fascism (Antifa), of the thug type that confronts the neo-Nazi gangs, which is common in the United States and Europe, is not the statist and military antifascism (of “the good guys”) from the ‘30s of the last century, it is its heir. The victorious defenders of official anti-fascism killed workers and raped women on a massive scale during the Second World War. And they directly formed a part of the triumphant governments that, in the name of the struggle against fascism, subjected so many countries to a capitalist democratic regime in which one must no longer protest because we’re supposedly free and we would have it much worse if the others had won.

Fascism and democracy have always been complimentary political systems to the service of the interests of the rich. When democracy can no longer contain the struggles of the exploited and oppressed, or to simply keep them in line, Capital resorts to more brutal forms. Today these methods, which it is supposed are exclusive to the fascists, form a part of any government that declares itself to be free and anti-fascist, which on their part are openly totalitarian: killings such as that of George Floyd or the millions of deaths at the hands of the police of every country, slave labor as the necessary compliment of the labor market, and discipline in the schools, jails and mental hospitals. However, no president calls himself fascist – all to the contrary!

Now that democracy has turned into totalitarian control of social life, fascism as a system of domination has lost its meaning. Obviously there continues to be Nazis and fascists but they aren’t the ones pulling the strings, they are a problem of the street and there must be fought against day by day. But anti-fascism as a political option is a farce. Now just as before it only serves to befriend the oppressed and the oppressors, exploiters and exploited, governors and governed. In the name of anti-fascism they call on us to unite behind the genocides of today: the progressive or leftist rulers of whatever country, who also have their hands stained with blood. Or the heirs of genocidal Stalinism and Maoism.

The problem is not the right or the left. It’s capitalism, it’s democracy. It’s not needed to unite behind the antifascist front in order to fight the fascists. What unites us is common action everywhere against what exploits and oppresses us, against the root of the problem: private property, money and the State.

In the streets of the United States there mix black proletarians, together with whites and Latinos. They have challenged the oppressive everyday normality in less than a week. To want to attribute this to one sole movement as does Trump and his entourage, or to want, like his opposition, to score a point by these declarations, expresses the commonality in political mentality that these two opposing factions have, but only in how to manage this mercantile world.

May neither Trump nor the executioners from any part of the world mark the objectives and developments of our struggles for us!

The State is the real terrorist!

June 1st, 2020

Source: https://panfletossubversivos.blogspot.com/2020/06/long-live-revolt.html

| Français |

Vive La Révolte !

Après une nouvelle nuit de révolte dans les rues des États-Unis suite à l’assassinat de George Floyd, le président Trump annonce depuis son bunker de la Maison Blanche vouloir classer la mouvance « Antifa » comme organisation terroriste. Cette dénonciation cherche à encadrer un mouvement spontané et multiforme (sans majuscules) et à le faire passer pour une Organisation, en lui attribuant non seulement une idéologie mais aussi un fonctionnement hiérarchique conforme à la logique de l’État.

Une fois de plus, le terrorisme est utilisé comme alibi pour la criminalisation de larges secteurs en lutte, ce qui dépasse complètement l’« antifascisme ». Mais en plus de dénoncer et de lutter contre l’avancée répressive que cela signifie, il nous faut rejeter la polarisation que l’on cherche à installer au sein de la lutte.

Le faux choix entre l’économie et la vie imposé depuis le Covid-19 a conduit à la résurgence de la polarisation bourgeoise classique entre libéralisme économique et interventionnisme d’État. Ce dernier, pour sa part, a été codifié de différentes manières selon les régions. D’une manière générale, il se présente comme progressiste et de droite, et on peut même aller jusqu’à parler de fascisme, comme au Brésil et aux États-Unis. Ce n’est certainement pas un hasard si l’antifascisme est appelé en renfort pour canaliser une révolte qu’ils ne peuvent pas contrôler.

Bien que l’antifascisme de rue (l’Antifa), du type « casseurs » qui affrontent les gangs néo-nazis, ce qui est courant aux États-Unis et en Europe, ne soit pas l’antifascisme étatique et militaire (des « gentils ») des années 1930, il en est l’héritier. Les défenseurs victorieux de l’antifascisme officiel ont massivement assassiné des travailleurs et violé des femmes pendant la Seconde Guerre mondiale. Et ils faisaient directement partie des gouvernements victorieux qui, au nom de la lutte contre le fascisme, ont soumis tant et tant de pays à un régime capitaliste démocratique où l’on ne doit plus protester parce que nous sommes soi-disant libres et que notre situation serait pire si les autres avaient gagné.

Le fascisme et la démocratie ont toujours été des systèmes politiques complémentaires servant les intérêts des riches. Lorsque la démocratie ne peut contenir les luttes des exploités et des opprimés, ou simplement pour que tout le monde marche droit, le Capital recourt à des formes plus brutales. Aujourd’hui, ces méthodes, qui sont censées être l’apanage des fascistes, font partie de tout gouvernement qui se déclare libre et antifasciste, et qui est par ailleurs ouvertement totalitaire : des meurtres comme celui de George Floyd ou les milliers de morts perpétrés par la police dans tous les pays, le travail forcé comme complément nécessaire au marché du travail, et la discipline dans les écoles, les prisons et les hôpitaux psychiatriques. Pourtant, aucun président ne se dit fasciste, bien au contraire !

Maintenant que la démocratie est devenue un contrôle totalitaire de la vie sociale, le fascisme en tant que système de domination a perdu son sens. Bien sûr, il y a encore des nazis et des fascistes, mais ce ne sont pas eux qui tirent les ficelles, ils sont un problème lié à la rue et c’est donc là qu’il faut les combattre tous les jours. Mais l’antifascisme en tant qu’option politique est une farce. Aujourd’hui comme hier, il ne sert qu’à unir les opprimés et les oppresseurs, les exploiteurs et les exploités, les dirigeants et les gouvernés. Au nom de l’antifascisme, nous sommes appelés à nous joindre aux génocidaires d’aujourd’hui : les gouvernements progressistes ou de gauche de tout pays, qui ont aussi du sang sur les mains. Ou les héritiers du stalinisme et du maoïsme génocidaire.

Le problème, ce n’est pas la droite ou la gauche. C’est le capitalisme, c’est la démocratie. Inutile de rejoindre le front antifasciste pour combattre les fascistes. Ce qui nous rassemble, c’est l’action commune partout contre ce qui nous exploite et nous opprime, contre la racine du problème : la propriété privée, l’argent et l’État.

Dans les rues des États-Unis, les prolétaires noirs se mêlent aux blancs et aux latinos. En moins d’une semaine, ils ont bravé la normalité quotidienne oppressante. Vouloir attribuer tout cela à un seul mouvement comme le font Trump et son entourage, ou vouloir tirer profit de ces déclarations comme le fait l’opposition, exprime combien ces deux factions similaires politiquement ne s’opposent que dans la façon dont elles gèrent ce monde mercantile.

Que ni Trump ni les bourreaux, nulle part dans le monde, ne fixent à notre place les objectifs et les développements de nos luttes !

L’État est le vrai terroriste !

1er juin 2020

Source en espagnol : https://panfletossubversivos.blogspot.com/2020/06/viva-la-revuelta.html

Source en anglais : https://panfletossubversivos.blogspot.com/2020/06/long-live-revolt.html

Traduction française : Los Amigos de la Guerra de Clases

| Deutsch |

Es lebe die Revolte!

Nach einer weiteren Nacht des Aufruhrs in den Straßen der Vereinigten Staaten wegen der Ermordung von George Floyd kündigt Präsident Trump von einem Bunker im Weißen Haus aus an, dass er „Anti-Fa“ als terroristische Organisation bezeichnen werde. Diese Bezeichnung soll eine spontane, facettenreiche Bewegung zu einer Organisation reduzieren und ihr nicht nur eine Ideologie, sondern auch eine nach staatlicher Logik funktionierende Hierarchie zuweisen.

Wieder einmal wird der Terrorismus als Alibi für die Kriminalisierung kämpfender breiter Sektoren benutzt, die wiederum völlig den „Antifaschismus“ übersteigen. Aber neben der Anprangerung und dem Kampf gegen den repressiven Vormarsch, den dies bedeutet, ist es notwendig, die Polarisierung zurückzuweisen, die in diesem Kampf installiert werden soll.

Die von Covid-19 auferlegte falsche Wahl zwischen Wirtschaft und Leben hat zu einem Wiederaufleben der klassischen bürgerlichen Polarisierung zwischen Wirtschaftsliberalismus und Staatsinterventionismus geführt. Letztere wiederum ist je nach Region unterschiedlich kodifiziert worden. Im Allgemeinen spricht man von fortschrittlich und rechtsgerichtet, und geht sogar so weit, vom Faschismus zu sprechen, wie in Brasilien und den Vereinigten Staaten. Wir sehen keinen Zufall in dem Appell an den Antifaschismus als Kanalisierung einer Revolte, die sie nicht kontrollieren können.

Obwohl der in den Vereinigten Staaten und Europa verbreitete Straßenantifaschismus (die Antifa) vom Straßenschlägertyp, der sich den Neonazi-Banden entgegenstellt, nicht der statische und militärische Antifaschismus (der „Guten“) der 1930er Jahre ist, so ist er doch ihr Erbe. Die siegreichen Verteidiger des offiziellen Antifaschismus ermordeten im Zweiten Weltkrieg massenhaft Arbeiter und vergewaltigten Frauen. Und nachher gehörten sie direkt zu den siegreichen Regierungen, die im Namen des Kampfes gegen den Faschismus so sehr vielen Länder einem demokratischen kapitalistischen Regime unterworfen haben, in dem es keinen Protest mehr geben sollte, weil wir eigentlich frei wären und es uns schlechter ginge, wenn die anderen gewonnen hätten.

Faschismus und Demokratie waren schon immer komplementäre politische Systeme, die den Interessen der Reichen dienten. Wenn die Demokratie nicht in der Lage ist, die Kämpfe der Ausgebeuteten und Unterdrückten einzudämmen oder einfach nur, um uns in Schach zu halten, greift das Kapital auf brutalere Formen zurück. Heute sind diese Methoden, die angeblich das Vorrecht der Faschisten sind, Teil jeder Regierung, die sich für frei und antifaschistisch erklärt, und sie sind offen totalitär: Morde wie der an George Floyd oder die Millionen von Toten durch die Polizei in jedem Land, Sklavenarbeit als notwendige Ergänzung des Arbeitsmarktes und Disziplin in Schulen, Gefängnissen und Irrenanstalten. Doch kein Präsident bezeichnet sich selbst als Faschist, sondern das Gegenteil!

Jetzt, da die Demokratie zu einer totalitären Kontrolle des gesellschaftlichen Lebens geworden ist, hat der Faschismus als Herrschaftssystem seine Bedeutung verloren. Natürlich gibt es immer noch Nazis und Faschisten, aber sie sind nicht diejenigen, die die Fäden in der Hand haben, sie sind ein Problem der Straße und müssen jeden Tag auf der Straße bekämpft werden. Doch Antifaschismus als politische Option ist eine Farce. Heute wie damals dient er nur dazu, die Unterdrückten und die Unterdrücker, die Ausbeuter und die Ausgebeuteten, die Herrscher und die Beherrschten zu vereinen. Im Namen des Antifaschismus sind wir aufgerufen, uns den Völkermördern von heute anzuschließen: den fortschrittlichen oder linken Machthabern eines jeden Landes, die ebenfalls Blut an ihren Händen haben. Oder mit den Erben des Stalinismus und des völkermörderischen Maoismus.

Das Problem ist nicht die Rechte oder die Linke. Es ist der Kapitalismus, es ist die Demokratie. Man muss sich nicht der antifaschistischen Front anschließen, um die Faschisten zu bekämpfen. Was uns eint, ist das gemeinsame Handeln überall gegen das, was uns ausbeutet und unterdrückt, gegen die Wurzel des Problems: Privateigentum, Geld und den Staat.

In den Straßen der USA mischen sich schwarze Proletarier mit Weiße und Latino Proletarier. In weniger als einer Woche haben sie den bedrückenden Alltag in Frage gestellt. Dies zu eine einzige Bewegung reduceren wie Trump und sein Gefolge es wollen – oder um die Opposition hinter ein Teil dieser Äußerungen zu bekommen – zeigt wie gut diese beiden gegnerischen Fraktionen in der Politik auf einander eingestellt sind, in der Art und Weise, wie sie diese Warenwelt führen.

Lasst weder Trump noch die Henker irgendwo auf der Welt uns den Zielen und Entwicklungen unserer Kämpfe zuordnen!

Der Staat ist ein Terrorist!

1. Juni 2020

Quelle auf Deutsch: https://arbeiterstimmen.wordpress.com/2020/06/03/usa-viva-la-revuelta/

| Nederlands |

Lang leve de opstand!

Na nog een nacht van opstand in de straten van de Verenigde Staten na de moord op George Floyd, kondigt president Trump vanuit een bunker in het Witte Huis aan dat hij “Anti-Fa” zal aanmerken als een terroristische organisatie. Deze benaming beoogt een spontane, veelzijdige beweging tot een organisatie te reduceren, waarbij niet alleen een ideologie, maar ook een hiërarchisch functioneren volgens de logica van de staat wordt toegekend.

Opnieuw wordt het terrorisme gebruikt als een alibi voor de criminalisering van brede sectoren in de strijd, die op zijn beurt het “antifascisme” volledig te boven gaat. Maar naast het aan de kaak stellen van en het bestrijden van de opmars van de repressie die dit betekent, is het noodzakelijk om de polarisatie die wordt nagestreefd binnen de strijd te verwerpen. De valse keuze tussen economie en leven, opgelegd door Covid-19, heeft geleid tot een heropleving van de klassieke burgerlijke polarisatie tussen economisch liberalisme en staatsinterventie. Deze laatste is op zijn beurt weer op verschillende manieren geregeld, afhankelijk van de regio. Over het algemeen is het zo dat er wordt gesproken van een progressieve en rechtse aanpak, en zelfs van het fascisme, zoals in Brazilië en de Verenigde Staten. Wij zien het beroep op het antifascisme niet toevallig als een poging tot het kanaliseren van een opstand die zij niet kunnen beheersen.

Hoewel het straatantifascisme (de Antifa), van het straatvechterstype dat de confrontatie aangaat met de neonazistische bendes, die in de Verenigde Staten en Europa veel voorkomen, niet identiek is aan het militaire en staats-antifascisme (van “de good guys”) van de jaren dertig is, is het wel zijn erfgenaam. De zegevierende verdedigers van het officiële antifascisme hebben tijdens de Tweede Wereldoorlog massaal arbeiders vermoord en vrouwen verkracht. En ze maakten rechtstreeks deel uit van de zegevierende regeringen die, in naam van de strijd tegen het fascisme, talloze landen hebben onderworpen aan een democratisch kapitalistisch regime waar geen protest meer zou mogen zijn omdat wij vrij zouden zijn en wij slechter af zouden zijn als de anderen hadden gewonnen.

Fascisme en democratie zijn altijd complementaire politieke systemen geweest die de belangen van de rijken dienden. Wanneer de democratie de strijd van de uitgebuitenen en onderdrukten niet kan bedwingen, of gewoon om ons op afstand te houden, neemt het kapitaal zijn toevlucht tot meer wrede vormen. Deze methoden, die geacht worden de voorrechten van de fascisten te zijn, maken tegenwoordig deel uit van elke regering die zich vrij en antifascistisch verklaart en ze zijn openlijk totalitair: moorden zoals die op George Floyd of de miljoenen doden door toedoen van de politie in elk land, slavenarbeid als noodzakelijke aanvulling op de arbeidsmarkt en discipline in scholen, gevangenissen en psychiatrische inrichtingen. Toch noemt geen enkele president zichzelf een fascist, maar het tegendeel!

Nu de democratie een totalitaire controle over het sociale leven is geworden, heeft het fascisme als een systeem van overheersing zijn betekenis verloren. Natuurlijk zijn er nog steeds nazi’s en fascisten, maar zij zijn niet degenen die aan de touwtjes trekken, zij zijn een probleem van de straat en moeten elke dag op straat worden bestreden. Maar antifascisme als politieke optie is een farce. Vandaag de dag dient het, net als in het verleden, alleen om de onderdrukten en de onderdrukkers, de uitbuiters en de uitgebuitenen, de heersers en de heersers te verenigen. In naam van het antifascisme worden we opgeroepen om ons aan te sluiten bij de volkerenmoordenaars van vandaag: de progressieve of linkse heersers van welk land dan ook, die evengoed bloed aan hun handen hebben. Of bij de erfgenamen van het stalinisme en het genocidale maoïsme.

Het probleem is niet rechts of links. Het probleem is het kapitalisme, het is de democratie. Je hoeft je niet aan te sluiten bij het antifascistische front om de fascisten te bestrijden. Wat ons verenigt is een gemeenschappelijk optreden overal tegen datgene wat ons uitbuit en onderdrukt, tegen de wortel van het probleem: privé-eigendom, geld en de staat.

In de straten van de V.S. mengen zwarte proletariërs zich met blanke en Latino proletariërs. Ze hebben in minder dan een week tijd het beklemmende dagelijkse leven uitgedaagd. Om dit op één enkele beweging te schuiven, zoals Trump en zijn entourage dat willen, of om de oppositie achter een deel van deze uitspraken te willen krijgen, laat slechts zien hoe goed deze twee tegengestelde fracties in de politiek op elkaar ingespeeld zijn, in de manier waarop ze deze marktwereld besturen.

Laat Trump noch de beulen waar dan ook ter wereld aan ons de doelstellingen en ontwikkelingen van onze strijd opdringen!

De staat is een terrorist!

1 juni 2020

Bron in het Nederlands: https://arbeidersstemmen.wordpress.com/2020/06/03/revolte-massale-demonstraties-en-rellen-in-de-verenigde-staten/

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