/ Español / Français / Deutsch / English /
ENGLISH / COMING SOON
El espíritu de las revueltas de Los Ángeles en 1965 y 1992, así como Ferguson en 2014 y Baltimore en 2015, se hizo nuevamente presente en la ciudad de los Angeles California. Fuego en las calles, enfrentamientos con la guardia nacional, saqueos, vehículos [tesla] incendiados, patrullas policiales destrozadas, agitación masiva y la extensión de protestas hacia otras ciudades de EEUU; son la evidencia de que la guerra de clases vuelve a aparecer en las entrañas de la bestia; no es un hecho menor, pues el Estado ha aumentado el envío de tropas de contención, recurriendo también al uso de la ley marcial, implementando el toque de queda e intensificando la cacería de brujas contra los manifestantes.
Una bestia moribunda
Las numerosas redadas anti-inmigración del ICE que desde hace meses vienen acompañadas de vejaciones, torturas y la deportación masiva de inmigrantes latinoamericanos, son algo más que la realización de las promesas de campaña orquestadas por parte del pederasta amigo de los sionistas que actualmente comanda desde Washington. Son los intentos desesperados de paliar la bancarrota económica [crisis de valorización] del estado yanki. La búsqueda por “tener nuevamente una fuerte economía nacional” para ilusoriamente “devolver a los verdaderos americanos la prosperidad que se gozó antaño en el país” es un sin sentido que no tiene cabida en un mundo donde otras facciones del capitalismo se han fortalecido [China-Rusia BRICS].
Estados unidos como potencia hegemónica que alguna vez dominó los mercados con su divisa y leyes, no volverá más. Su decadencia no tiene retorno. No obstante, la reciente campaña anti-inmigración donde han desplegado su arsenal represivo, solo confirma que siguen siendo uno de los principales brazos militares del capitalismo mundial (no por nada su negocio principal es la guerra), lo cual les permite ser vanguardia en fungir como centinelas, gendarmes y torturadores profesionales a la hora de aplastar cualquier conato de insurgencia.
Izquierda y derecha: enemigos del proletariado
Hoy nuevamente, la delirante ideología nacionalista exacerbada por la burguesía, persuade a que la clase trabajadora [como siempre] se haga de falsos enemigos, canalizando su odio contra todo aquel “agente externo invasor” sin importar que este comparta la misma condición social marginada y precaria. Pero el Estado Capitalista en su la lucha contra la inmigración no actúa solo, otros gobiernos en contubernio con la Casa Blanca contribuyen a la realización de esa tarea, por ejemplo el derechista Nayib Bukele en el Salvador, construyendo Cárceles al estilo de Guantánamo para los inmigrantes deportados, e incluso su “contra parte” en México, los gobiernos de la izquierda progresista de AMLO y Sheinbaum han recrudecido la represión y deportación contra inmigrantes de Centroamérica, Haití, Colombia y Venezuela. Por si fuera poco, al mismo tiempo se impulsan campañas alentando a la delación policial contra todo sospechoso de ser residente ilegal (equiparándolo como criminal y terrorista que atenta contra los “buenos valores cristianos de occidente”).
La izquierda oficialista del gobierno de México, como buena izquierda domesticada que es, llama a no hacer disturbios contra la paz social, a llevar la protesta e indignación dentro de los márgenes del ciudadanismo y la sumisión al poder del Estado yanki. Por eso no es extraño que sus partidarios más ortodoxos vean inverosímil que un proletariado salvaje haga uso de la autodefensa y el combate callejero contra las fuerzas de seguridad (perros bastardos del capital). La tibieza y el llamado al repliegue es un elemento que solo nos condena a deambular en los carriles de las instituciones democráticas burguesas, anulando así nuestra lucha para que retornemos a la misma normalidad miserable.
La necesidad de “agentes infiltrados y provocadores” por parte del Estado, como supuesto pretexto para reprimir y desprestigiar las luchas sociales, es solo un mito inventado por la izquierda reformista e institucional, que beneficia al orden y funcionamiento de las estructuras del Capital. La policía y el ejército nunca vacilan en encarcelar, masacrar y reprimir con total impunidad a todo sospechoso de sedición, así mismo, variopintos ideólogos e influencers a través de los medios de comunicación, como buitres carroñeros, buscarán desprestigiar y condenar las luchas exigiendo al gobierno más mano dura, o en su defecto, apoyarán las protestas y manifestaciones bajo la condición de que estas transcurran de manera pasiva y pusilánime.
Históricamente las explosiones de rabia de la clase ocurren bajo contexto de desorden, caos y espontaneidad. Por consiguiente, resulta absurdo determinar una manera correcta en la que la clase deba luchar. La clase se lanza a la lucha por su misma necesidad y condición de clase explotada y asalariada [sin esperar el llamado de un caudillo o líder mequetrefe], es su reacción natural de plantar cara a los ataques que la burguesía orquesta en su contra mediante represión, recortes, despidos y encarecimiento de sus medios de vida.
La única alternativa, la lucha autónoma por la destrucción del Capital
Si aludimos a la necesidad de que los explotados y oprimidos luchen en la calle y no bajo los estándares pasivos del hashtag, el apoyo a los partidos políticos oficialistas, sumado al respeto por las leyes y el orden; no es por un simplón y burdo fetichismo hacia la violencia y la revuelta social, sino porque reconocernos que la lucha callejera sirve para que la clase se percate de su propia fuerza y potencial subversivo, pues es ante estas situaciones donde brota su reconocimiento en comunidad de lucha, en el ejercicio del apoyo mutuo y la solidaridad de clase por encima de todos las falsas categorías de nacionalidad y raza con las que el capital busca mantenernos divididos.
Los recientes disturbios y protestas han hecho tambalear los paradigmas ideológicos y materiales de esta sociedad mercantil generalizada. Que las revueltas tengan su vórtice en la ciudad de Los Angeles no es una casualidad, pues esa urbe se caracteriza por albergar una abismal brecha entre las clases sociales, la cual se percibe en el marcado contraste entre los barrios residenciales de los millonarios que derrochan opulencia, y por otro lado, los suburbios y ghetos proletarios infestados de miseria. La ideología burguesa y parcializadora vertida en los medios de comunicación burgueses buscará ocultarnos esta realidad, tergiversando la situación y buscando convencernos de que los disturbios son protagonizados no por proletarios, sino por “latinos”, “inmigrantes”, “mexicanos” o “las clases medias”.
Pero lo cierto es que más allá de las banderas mostradas en las manifestaciones y la revuelta, la clase trabajadora, sin necesidad de discursos rimbombantes, está poniendo en práctica la crítica material a los fundamentos políticos y morales del mundo del capital. El proletariado que se ha lanzado a luchar en las calles, se reconoce a sí mismo como el motor que impulsa la producción y el funcionamiento de la sociedad mediante su trabajo explotado… pero, es durante este proceso de lucha, que ha dejado en evidencia que esa misma sociedad dependiente de su mano de obra, es al mismo tiempo la base material de su perpetua esclavitud y miseria oprobiosa, por consiguiente no hay nada positivo a salvar de ella.
El declive que tarde o temprano pudiera tener la actual revuelta, ya sea por desgaste o por recuperación burguesa en determinado momento, es un hecho ineludible que forma parte de las derrotas que tendrá que experimentar el proletariado en su camino. La misma clase, en los múltiples momentos de revuelta se dará de bruces con la realidad, porque las revueltas proletarias se componen de golpes y contra golpes, pues la clase en lucha solo puede abrirse brecha y adquirir experiencia a través de numerosas derrotas y fracasos.
Tras décadas de contrarrevolucion con un proletariado disperso y desarmado teórica y prácticamente, es evidente que cuando vuelva a entrar en escena bajo la lucha de clases, lo hará de manera difusa y cuestionable, ya sea bajo banderas nacionales o consignas reformistas, pero es necesario también ver más allá de eso. Pues la lucha concreta del proletariado inmigrante en EEUU en estos momentos tiene una base material que es la lucha contra la deportación y la defensa de sus medios de vida, y eso es lo que realmente le impulsa a confrontar a la clase dominante y su sistema. Por eso mismo las luchas son productoras de realidades y no realizadoras de ideales.
Acerca del Fascismo y el Antifascismo
Trump no es un fascista, es tan demócrata como sus “adversarios” Hillary Clinton, Barack Obama o Joe Biden. Llamar a Trump fascista es reforzar a la democracia y tragarse las heces positivistas de los valores pluralistas y tolerantes de la civilización capitalista. Si Trump es abiertamente racista, misógino, xenófobo y su partido posee el respaldo de grupos neonazis. ¿Qué diferencia habría si no lo fuera? ¡Ninguna en lo absoluto! Los demócratas y su partido de arcoíris pregonan un discurso aparentemente opuesto a quienes todavía enarbolan la bandera de los Confederados (aquellos Estados del Sur que defendían la esclavitud de los negros); sin embargo, no vacilan en financiar al Estado Islámico en Siria y a los grupos neonazis de Ucrania, a su vez que financian masacres auspiciando a Israel, armándolo hasta los dientes y apoyando su política de limpieza étnica y apartheid en Palestina; también respaldan al cerdo de Erdogan en Turquía para ocupar con tropas y tanques para masacrar a los proletarios del Kurdistán turco. Y no está de más recordar, que bajo sus gobiernos, las campañas de deportación contra inmigrantes nunca cesaron.
Y aunque queda claro que la lucha del proletariado atraviesa ineludiblemente por plantar cara y confrontar [principalmente de manera violenta] a los individuos, grupos y partidos de derechas apologistas del fascismo. Es un error pensar que bajo la cobertura de la ideología antifascista estemos combatiendo la raíz del problema. De hecho luchar bajo la cobertura del antifascismo resulta más contraproducente porque el antifascismo solamente refuerza al capital, fomentando en la clase trabajadora la ilusión de que “ante la amenaza derechista, es mejor una democracia que una dictadura”, conduciéndola así al estercolero de las instituciones burguesas, donde se le persuade a votar en los comicios a presidentes y diputados progresistas, de izquierda o socialdemócratas para posicionarlos en el gobierno o el parlamento. Una vez realizado el circo de la conquista del poder político, estos socialdemócratas antifascistas se darán la mano con los mismos fascistas que antes consideraban enemigos, para así terminar decretando leyes a favor de la burguesía en contra del proletariado.
En síntesis, el antifascismo es una fórmula de confusión que sirve para anular la perspectiva revolucionaria en el proletariado. El antifascismo deja intacta la propiedad privada y el Estado nacional, componentes fundamentales del sistema capitalista. Reducir el problema a los fascistas, es claudicar a nuestro programa e intereses históricos. Insistimos y rematamos entonces, que la única alternativa viable para frenar la barbarie y catástrofe a la que asistimos hoy es: la lucha proletaria autónoma, radical e internacionalista contra el capitalismo y sus estados, contra sus defensores y contra sus falsos críticos; contra todas sus facciones burguesas de izquierda y derecha, sus patrias, sus guerras, su democracia y sus reformas; por la abolición del trabajo asalariado y la mercancía, por la guerra de clases, la insurrección y la revolución comunista y anárquica mundial. A estas alturas de la historia, será eso o perecer para siempre.
Contra la Contra.