[AST] ¡Por la creación de una red mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas!

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/ GUERRA de CLASES / Publicamos aquí un texto del grupo germanófono AST (Tendencia social-revolucionaria antipolítica) que hemos traducido al francés, al inglés y al español. En su conjunto, apreciamos los esfuerzos militantes de estos camaradas, en particular en lo que se refiere a la acción revolucionaria derrotista, es decir, la lucha contra la guerra y la paz capitalista.

Puntos de desacuerdo, no resueltos hasta hoy, salpican sin embargo sus contribuciones, en particular sobre la demasiado famosa “cuestión del partido” y su corolario “el periodo de transición”, la cuestión del Estado en general y del Estado capitalista en particular, sin olvidar el espinoso planteamiento de la esencia misma de la democracia. Esta última sólo puede ser comprendida por los comunistas como la negación en acto del antagonismo entre las clases (y su superación revolucionaria) y su fusión en una entidad nacional (re)conciliadora llamada “el pueblo” – poco importa que éste sea “soberano” y elector o esté sometido al yugo de un “dictador” o de un partido único. La línea divisoria no está entre “democracia” y “dictadura”, sino entre revolución y contrarrevolución, entre la abolición de las relaciones sociales capitalistas y su reforzamiento, aunque sea pintándolas de rojo, o incluso de rojo y negro. Fascista o antifascista, la democracia es siempre la dictadura del capital.

En el presente texto, los camaradas de la AST desarrollan ampliamente su crítica al “partido”, al que equiparan demasiado rápidamente con el partido leninista, el partido bolchevique… Cuando critican lo que llaman “marxismo de partido” (Parteimarxismus), lo que debería ser particularmente atacado, en nuestra opinión, son “los constructores de partidos e internacionales”, los “portadores e importadores de conciencia para la clase”, esta “conciencia socialista [que] es un elemento importado desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que surge espontáneamente de ella” (Kautsky citado por Lenin en “¿Qué hacer?”).

Pero de manera más general, y más allá de los términos y expresiones utilizados, podemos ver aquí evidentemente un primer punto de desacuerdo con los camaradas de la AST sobre el tema de la organización de la lucha del proletariado que emerge espontáneamente del suelo fértil de las relaciones sociales capitalistas, un proletariado que se afirma necesariamente como fuerza, como energía plena y completa, y que tiene el deber de derribar toda materialización de la dictadura social del valor, de la mercancía, del dinero, es decir del Capital y de su Estado. Esta fuerza social, esta energía destructora de lo “existente” que destruye nuestra humanidad, es el proletariado que se organiza en clase (¡contra todas las clases y por su abolición definitiva!), que se organiza en partido (¡¡¡contra todos los partidos y por su abolición igualmente definitiva!!!), que se organiza por tanto en un partido que no es un partido “en el sentido tradicional del término” (como ya afirmaron los camaradas del KAPD hace más de un siglo), ¡¡¡sino que es en la práctica una anti-clase, un anti-partido!!!

La revolución proletaria no tiene nada en común con las “revoluciones” políticas burguesas. Por lo tanto, la organización del proletariado en un partido no tiene nada en común con los partidos políticos burgueses, y ciertamente nada en común con la concepción leninista del partido. A lo que nos referimos es a la distinción entre el partido del orden y la clase proletaria como partido de la anarquía, del socialismo y del comunismo. (Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, 1852)

El proletariado organizado en partido no aspira a conquistar democráticamente el poder, sino que, por el contrario, surge de la necesidad imperiosa de liquidar ese poder, esa democracia y todo lo que separa al proletariado de su humanidad, de su Gemeinwesen.

Hubo un tiempo, en el siglo XIX e incluso a principios del XX, en que la discusión internacional se sentía muy cómoda con la fórmula del proletariado organizándose en clase y, por tanto, en partido; esto no era un problema para ningún militante sincero de nuestra clase, incluso entre los que enarbolaban la bandera negra de la anarquía. Entre los más militantes, Malatesta, por ejemplo, se refería abiertamente al “partido anarquista”: “Por partido anarquista entendemos todos aquellos que quieren contribuir a hacer realidad la anarquía y que, por tanto, deben fijarse un objetivo a alcanzar y un camino a seguir”. O de nuevo, treinta años después, persiste y firma: “Todos los anarquistas podemos decir que somos del mismo partido, si por la palabra “partido” entendemos a todos aquellos que están en el mismo campo, es decir, que comparten las mismas aspiraciones generales y que, de una manera u otra, luchan por los mismos fines contra adversarios y enemigos comunes.”

La clase y el partido no son dos seres históricos diferentes que deban definirse por separado y luego entrar en relación. Al contrario, son expresiones distintas de un mismo ser histórico: el comunismo. El partido es el movimiento comunista constituido como fuerza internacional, la organización de la clase revolucionaria portadora del comunismo, que surge espontáneamente y se desarrolla sobre la base de una comunidad de intereses y perspectivas, una auténtica comunidad de lucha proletaria.

Esta tendencia a la organización mundial del proletariado, su afirmación programática y su centralización orgánica, se enfrenta a todas las fuerzas e ideologías de la contrarrevolución.

O dicho de otro modo, estamos a favor de la autoorganización revolucionaria del proletariado, es decir, del “partido histórico” de la revolución comunista mundial, que brota espontáneamente del suelo de la sociedad burguesa y no tiene nada que ver con el vanguardismo autoproclamado. La autoorganización del proletariado, la independencia de clase y la acción directa son inseparables y significan luchar sin intermediarios ni representantes; es decir, luchar al margen y contra los sindicatos, los partidos, las elecciones, los parlamentos, la legalidad burguesa, etc.

Mientras que, cuando el proletariado se levanta y sacude el orden capitalista, la derecha y la izquierda del Capital se unen en un partido único contra él, es decir, “el partido de la democracia”; en contraparte, el “partido histórico” del proletariado revolucionario es un partido contra la democracia, es decir, contra la dictadura social del Capital y su Estado sobre el proletariado.

El “partido histórico” no es un partido formal en el sentido “tradicional”, ni un Estado como los partidos leninistas mal llamados “comunistas”. Pero es un partido de acción que, aunque necesita estructurarse para organizar las tareas revolucionarias, va mucho más allá de lo formal. Es el propio proletariado el que se organiza orgánicamente y actúa como clase revolucionaria. Es el movimiento real que anula y supera el actual estado de cosas. Es el partido del comunismo y la anarquía contra el partido de la democracia. Es la autoorganización revolucionaria del proletariado en acción.

Un segundo escollo aparece también muy claramente en el punto 2 de este texto: “Por la destrucción revolucionaria de todos los Estados”. El proletariado en lucha se enfrenta a todas las formas organizadas del Estado capitalista, que impone y realiza la dictadura social del valor valorizándose a través del trabajo asalariado, el intercambio, el mercado mundial, el dinero… Pero frente a esta realidad, nuestra clase debe organizar, estructurar e imponer su dictadura mundial de las necesidades humanas contra el Capital y el terror revolucionario contra las fuerzas burguesas, y este proceso no se logrará simplemente eliminando palabras y expresiones que puedan parecer incómodas. Lo que el texto de AST expresa un tanto torpemente en estos términos: “En la revolución mundial, habrá por tanto comunidades sin clases y sin Estados, así como Estados capitalistas”. Pero sin ver cómo se enfrentan unas y otros en una lucha a muerte…

La dictadura proletaria significa la abolición de las relaciones sociales existentes: abolición del trabajo asalariado, abolición de las profesiones y producciones inútiles, eliminación de las relaciones de intercambio de todos los aspectos de nuestra vida, abolición de la economía y la producción con fines de lucro y subordinación de todas las fuerzas productivas a las necesidades humanas y a las necesidades de la revolución mundial, desaparición de la diferencia entre trabajo y ocio, ciudad y campo y todas las demás separaciones, destrucción violenta del Estado y su sustitución por órganos de autoorganización revolucionaria proletaria, en resumen, todo lo que el triunfo de la revolución transforma en comunidad humana mundial. A través de este proceso histórico, el proletariado (como última clase existente) se suprime a sí mismo y a la sociedad de clases en su conjunto, y desarrolla completamente la comunidad humana mundial.

La dictadura del proletariado significa, pues, la abolición violenta del trabajo asalariado, del modo de producción capitalista y de todas las relaciones sociales que reproduce. Es el proceso necesariamente violento, represivo y despótico tanto como subversivo, que arranca de raíz el tejido social mismo de la realidad capitalista. Impone directa e inmediatamente la satisfacción de nuestras necesidades humanas, de las que somos desposeídos en el capitalismo por nuestro propio papel de clase, cuya fuerza de trabajo es explotada y cuyos productos del trabajo nos son alienados.

Habrá una insurrección violenta contra el Estado durante la cual el proletariado se apoderará de los medios de producción, así como de las infraestructuras de comunicación y distribución, y atacará violentamente y derrocará los centros de poder del Estado. A continuación, el proletariado expropiará las fábricas y la tierra con el fin de producir para la satisfacción directa de sus necesidades y no para el beneficio de los capitalistas. Los proletarios de uniforme volverán sus armas contra sus propios generales, dejarán de luchar en las guerras de los capitalistas, saquearán los depósitos de armas y los compartirán con el resto del proletariado, y juntos liberarán a los prisioneros y asaltarán los centros de poder. El Estado capitalista será atacado desde todos los flancos y activamente reprimido y subvertido por nuestra violencia de clase. No sólo el gobierno y las fuerzas de represión, sino también el Estado como totalidad, como sistema de relaciones sociales capitalistas – es decir, sindicatos, ciudadanía, fe, familia, educación, etc. – serán absorbidos por la vorágine de la abolición revolucionaria de lo existente. Este proceso, que llamamos dictadura del proletariado o período de transición entre el capitalismo y el comunismo plenamente realizado, no se encarna en absoluto en “aparatos de violencia separados de la sociedad”, como supone el texto de la AST, sino como unidad dialéctica entre la clase proletaria en lucha y sus elementos dirigentes más clarividentes, cuya fuerza motriz, si no es garantía del éxito de la revolución, al menos la empuja hasta sus últimas consecuencias.

Seamos claros: esto sólo puede lograrse extendiendo la revolución por todo el mundo, y toda la actividad humana debe subordinarse a este objetivo. No existe el “socialismo en un solo país” (o grupo de países), como pretenden los bolcheviques/leninistas de todo pelaje (incluyendo incluso a los libertarios que babean de admiración por la “revolución de Rojava”, las “comunas libres” zapatistas o la “Palestina libre”, ad nauseam) – al contrario, ¡es una posición absolutamente contrarrevolucionaria! El concepto de “socialismo en un solo país” no era más que una herramienta para permitir y justificar el fortalecimiento de la dictadura del Capital sobre el proletariado en Rusia a manos del partido bolchevique y sus políticas.

Para realizar la actividad organizada de la sociedad hasta la realización del comunismo, la revolución proletaria debe destruir violentamente todas las instituciones y todos los aparatos de la contrarrevolución que quieren mantener la dictadura del valor contra las necesidades humanas. Debemos insistir en este punto: significa la supresión activa del trabajo asalariado, del intercambio (comercio), de toda forma de autonomía regional o local que pueda convertirse en la base de una futura reacción nacionalista, de la libertad de expresión y de asociación de las fuerzas contrarrevolucionarias…

Pero volviendo al texto del AST, no dejemos que los pocos puntos de desacuerdo, y otros aún, que exponemos estropeen el placer de compartir internacionalmente y someter a la crítica colectiva esta contribución de camaradas que, con puntos fuertes y débiles (como toda estructura revolucionaria militante internacionalista que se desarrolla bajo el sol negro del capital), intentan esbozar y afirmar el programa del comunismo y la acción directa del proletariado en lucha. Y en este sentido, el desarrollo/fortalecimiento de nuestra comunidad de lucha proletaria mundial, al que contribuye este texto, más allá de la división en familias ideológicas, nos parece más que necesario, ¡incluso ineludible!

¡Feliz lectura!

GdC.

¡Por la creación de una red mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas!

La dinámica de crisis y guerra asesina del capitalismo mundial exige la creación de una red internacional de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas. El proletariado mundial está despiadadamente subsumido por la burguesía mundial. La lucha de clase del proletariado se libra siempre en el marco reproductivo del capitalismo, cuya perspectiva para los proletarios sólo puede significar la explotación, el desempleo, la gestión de la miseria por el Estado, la agravación de la crisis eco-social y la guerra, o incluso una paz antisocial.

El movimiento obrero institucionalizado a escala mundial (sindicatos y partidos políticos) es la expresión burocrática de los límites de la lucha de clases proletaria que reproducen el capitalismo. Los aparatos burocráticos burgueses de los partidos y sindicatos se han integrado en su mayor parte en el capitalismo y se han convertido en la carne de su carne. El anarcosindicalismo y el marxismo de partido (Parteimarxismus) (socialdemocracia de izquierdas, marxismo-leninismo, trotskismo y comunismo de izquierdas) son ellos mismos parte del problema capitalista o son incapaces de desarrollar una alternativa revolucionaria al capital, al Estado y al movimiento obrero institucionalizado.

Este último punto es particularmente cierto en el caso del comunismo de izquierdas. Por su antiparlamentarismo, su hostilidad a los sindicatos y su rechazo de la liberación nacional y la autodeterminación, es demasiado radical para integrarse en el capitalismo, pero demasiado estrecho de miras ideológicamente para reconocer el carácter contrarrevolucionario del bolchevismo estatista a partir de 1917 y para comprender que el partido político es fundamentalmente una forma de organización burocrática burguesa que sólo puede reproducir el capitalismo, pero no ir más allá de él de forma revolucionaria. La vergonzosa evasión sobre la cuestión del Estado – el famoso “semi-Estado” que los comunistas de izquierda prevén en la revolución – es una tendencia antirrevolucionaria. Por un lado, sólo puede haber Estados completos y, por otro, ¡éstos son siempre contrarrevolucionarios!

La creación de una red mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas como alternativa al anarcosindicalismo y al marxismo de partido, en términos de organización y contenido, es por tanto absolutamente necesaria. La Tendencia social-revolucionaria antipolítica (AST) aspira a medio plazo a una federación mundial de estas fuerzas revolucionarias.

¡Ninguna “Internacional” burocrática, centralizadora e ideológicamente dogmática!

No aspiramos a una Internacional burocrática y centralizadora, con un enorme aparato mundial que dirija las diferentes secciones en las diferentes naciones. No, la creación de una red mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas, que queremos construir pacientemente con vosotros a medio plazo, debe romper clara e inequívocamente con la tradición burocrático-centralizadora e ideológico-dogmática de las cuatro Internacionales del marxismo de partido (socialdemócrata, marxista-leninista y trotskista). Por supuesto, también debe distinguirse de las agrupaciones internacionales anarcosindicalistas y comunistas de izquierda.

La creación de una red mundial no debe nivelar los diferentes antecedentes y tradiciones teóricas y culturales, sino reunirlos de forma productiva. Debe posibilitar experiencias comunitarias prácticas por parte de individuos y pequeños grupos, y debates de fondo entre ellos, superando así el aislamiento. Debe basarse totalmente en la solidaridad colectiva de individuos y grupos. Individual y libre como un árbol, pero fraternal como un bosque.

Por supuesto, también hay que evitar la arbitrariedad. La creación de una red mundial de grupos e individuos revolucionarios no puede ser un fin en sí mismo, sino que debe ser la preparación práctica y mental común para una posible revolución mundial.

Bases de discusión para un consenso mínimo sobre el contenido de una federación mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas

Para que la creación de una red mundial de anarquistas revolucionarios y comunistas antileninistas se convierta en una alternativa clara, en términos de organización y contenido, al marxismo de partido y al anarcosindicalismo, debe basarse en principios básicos claros. La AST propone los siguientes puntos para el debate.

1. Por la abolición revolucionaria de la producción de mercancías. La producción de mercancías se basa en entidades económicas pequeñoburguesas y capitalistas globalmente separadas entre sí, que deben intercambiar sus productos mediante la relación mercancía/dinero. El dinero es la expresión autónoma del valor de cambio. La base del valor de cambio es el valor de producción, el tiempo medio socialmente necesario para producir una mercancía. Por regla general, cuanto mayor sea el valor de producción de una mercancía, mayor será su valor de cambio. El valor de cambio también viene determinado por la competencia en el mercado entre la oferta y la demanda.

Al transferir los medios de producción y la infraestructura social bajo el control de toda la sociedad y al destruir el Estado, el proletariado que se suprime a sí mismo mediante la revolución crea las condiciones para la abolición del valor de cambio. La superación del valor de cambio significa que en la comunidad sin clases y sin Estado, los productos no se intercambian – ¡ni siquiera en especie ni dinero! – sino que se distribuyen de forma colectiva y solidaria en toda la sociedad. Los individuos no son objetos pasivos en la gestión y planificación de la producción y la distribución de los productos en la sociedad, sino sujetos activos.

Los revolucionarios critican toda “socialización” dentro de la producción de mercancías y el Estado como una falsa alternativa. Las cooperativas y las empresas “autogestionadas” dentro del capitalismo son, en el mejor de los casos, formas colectivas pequeñoburguesas de producción de mercancías y se transforman fácilmente en corporaciones.

2. Por la destrucción revolucionaria de todos los Estados. Los Estados son fundamentalmente aparatos socialmente reaccionarios de violencia en las sociedades de clases. En el capitalismo, los Estados son aparatos de violencia política para la reproducción del capital. No puede haber Estados “progresistas” o “socialistas”. El proletariado, autoaboliéndose mediante la revolución, ¡debe destruir el Estado! Los “semi-estados” de una supuesta “sociedad de transición”, fantaseados por la izquierda comunista, no pueden existir. Entre el Estado capitalista y la comunidad sin clases y sin Estado, no hay ninguna “sociedad de transición” estatista, ¡sino “sólo” el posible aplastamiento revolucionario del Estado! Destruir el Estado significa organizar la vida colectivamente y a escala de la sociedad, sin aparatos de violencia ni políticos profesionales.

Como es imposible que el proletariado de un país, de un grupo de países o de un continente espere a que sus hermanos y hermanas de clase de todo el mundo estén preparados para hacer la revolución social, la revolución mundial sólo puede ser una cadena permanente de destrucción de los Estados-nación. Por lo tanto, en la revolución mundial habrá comunidades sin clases y sin Estados, así como Estados capitalistas. La lucha revolucionaria contra la contrarrevolución – ya sean bandas de merodeadores o Estados – se basa en la militancia colectiva del proletariado abolido por la revolución, es decir, la comunidad sin clases y sin Estado, pero de ninguna manera se basa en aparatos de violencia separados de la sociedad. Este último sería el Estado que se reproduce a sí mismo. En la práctica, será difícil ejercer la violencia revolucionaria necesaria contra la contrarrevolución sin reproducir el Estado. Pero el Estado que se reproduce ¡es la contrarrevolución! ¡Por eso debemos luchar sin concesiones contra la ideología comunista de izquierda del “semi-estado” en el llamado “período de transición” entre el capitalismo y el comunismo! La revolución mundial sólo será completa cuando todos los Estados capitalistas hayan sido destruidos por la revolución.

3. Contra el movimiento obrero institucionalizado (sindicatos y partidos políticos). Los sindicatos son la expresión burocráticamente alienada de la lucha de clase reproductora del proletariado dentro del capitalismo. Al principio del capitalismo, la burguesía seguía siendo totalmente represiva con la lucha de la clase proletaria. Las huelgas y los sindicatos estaban absolutamente prohibidos. Pero una gran parte de la clase dominante reconoció, en el marco de un proceso de aprendizaje social – sobre todo bajo la presión del proletariado combatiente –, que en una sociedad de clases, la lucha de clases no podía prohibirse de manera efectiva y absoluta. Así, en los distintos Estados, la lucha de clases en curso y los sindicatos fueron legalizados bajo ciertas condiciones. La lucha de clases se legalizó y tendió así a desradicalizarse. Los sindicatos se han convertido en gestores de la explotación capitalista a través del sistema de convenios colectivos, comités de empresa y colaboradores sociales, así como de la presencia de cuadros sindicales en los consejos de administración de las empresas.

La mayoría de los sindicatos están marcados por una oposición de clases antagónica. Por un lado, están los aparatos burocráticos burgueses de funcionarios a tiempo completo – que no pertenecen (o ya no pertenecen) socialmente al proletariado – y, por otro, los funcionarios voluntarios y las bases asalariadas como masa de maniobra. La tendencia principal de los aparatos sindicales es integrarse completamente en el Estado capitalista.

En principio, los sindicatos sólo pueden librar una lucha de clases reproductiva y socio-reformista por salarios más altos, jornadas laborales más cortas y menor intensidad del trabajo, y contra los ataques del capital y del Estado dentro del capitalismo, pero no pueden librar una lucha revolucionaria por una sociedad sin clases y sin Estado. Por supuesto, hay grandes diferencias entre ellos. Hay sindicatos socialmente reaccionarios que están totalmente integrados en sus respectivos Estados y que también apoyan sus guerras imperialistas, pero también hay sindicatos de base que libran una lucha de clases pacifista y reformista contra el rearme, el comercio de armas y la guerra.

Las afirmaciones del anarcosindicalismo de que podría haber sindicatos revolucionarios y de que los construiría han sido desmentidas por su propia práctica. Al adaptarse al sistema de convenios colectivos, comités de empresa y partenariado social, así como a la conciencia reformista de la mayoría del proletariado, el anarcosindicalismo se ha convertido él mismo en una corriente del reformismo sindical mundial. Los sindicatos son la forma organizativa de la lucha de clases reproductiva dentro del capitalismo, y no son en absoluto revolucionarios hasta el punto de derribarlo. Los sindicatos no pueden ser revolucionarios y las organizaciones revolucionarias de la lucha de clases (ver punto 5) ¡no pueden ser sindicatos!

En tiempos no revolucionarios, los revolucionarios pueden ser miembros ordinarios de un sindicato. Pero no pueden ocupar cargos a tiempo parcial o completo. En principio, los sindicatos deben ser sustituidos por organizaciones revolucionarias de lucha de clases, que sólo pueden formarse en la revolución social. En la lucha de clases reproductiva dentro del capitalismo, la autoorganización proletaria se desarrolla como alternativa a la burocracia sindical (véase el punto 5). Los aparatos sindicales que están plenamente integrados en el Estado capitalista y que, además, apoyan las guerras imperialistas, ¡deben ser desmantelados activamente en la revolución social!

A partir del siglo XIX, los partidos políticos se convirtieron en las unidades básicas de la política burguesa, aunque no eran absolutamente necesarios, pero estaban muy extendidos. Las democracias parlamentarias son dictaduras pluralistas multipartidistas. Los partidos políticos compiten por el dominio del aparato estatal en forma de elecciones libres. Las elecciones libres convierten a los proletarios en ganado electoral que permite a sus enemigos estructurales de clase, los políticos profesionales, gobernar el Estado capitalista u oponerse a él permaneciendo leales al sistema. Además de las democracias, ha habido y sigue habiendo dictaduras fascistas y marxistas-leninistas (véase el punto 4) de partido único.

Los partidos políticos se dividen en aparatos burocráticos burgueses formados por funcionarios a tiempo completo, políticos e ideólogos profesionales, por un lado, y las bases pequeñoburguesas y proletarias, por otro. Se puede distinguir entre los partidos de protesta (e insurrección) pequeñoburgueses radicales y los partidos del sistema de la gran burguesía.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX se formaron partidos socialdemócratas de masas como ala política del movimiento obrero institucionalizado. Algunos de ellos se engañaron a sí mismos y al proletariado con una ideología “revolucionaria” que no se correspondía con su práctica del reformismo social parlamentario, sino que más bien lo enmascaraba. Participaron en las elecciones y se integraron cada vez más en el sistema parlamentario. La tendencia principal de los aparatos burocráticos burgueses de los partidos socialdemócratas era convertirse en el personal gubernamental del Estado capitalista, plenamente reconocido por la burguesía.

Para la socialdemocracia europea, este momento llegó en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial y de la crisis revolucionaria europea de posguerra (1917-1923). La mayoría de los partidos socialdemócratas europeos apoyaron la Primera Guerra Mundial en el bando de sus respectivos Estados nacionales. Sólo los sectores pacifistas y radicales de la socialdemocracia se opusieron a la participación en la guerra. Durante la crisis revolucionaria de posguerra en Europa, la socialdemocracia – en particular el SPD alemán – se volvió abiertamente contrarrevolucionaria, aplastando con sangre al proletariado revolucionario en lucha. Hoy, la socialdemocracia está totalmente integrada en el capitalismo.

Tras la crisis revolucionaria de posguerra en Europa, el ala radical de la socialdemocracia se escindió en todo el mundo, tanto en forma de “comunismo” de partido como de comunismo de consejos. En algunas naciones han surgido dictaduras de partido marxista-leninistas (véase el punto 4). En las democracias de capitalismo privado muy desarrollado, los partidos marxista-leninistas y trotskistas se integraron en el sistema parlamentario. Al participar en las elecciones parlamentarias, el marxismo-leninismo y el trotskismo contribuyen a reproducir práctica y mentalmente la democracia como dictadura del capital y a educar a los proletarios para que se conviertan en ganado electoral y en buenos ciudadanos democráticos.

Los grupos que se organizan en redes, que tienen su origen en el anarquismo revolucionario y en el comunismo antileninista, rechazan el partido político como forma de organización del proletariado combatiente y de las minorías revolucionarias. Sus pequeños grupos no son ni sindicatos ni partidos políticos, ni aspiran a convertirse en ellos.

4. El antileninismo revolucionario. La toma del poder político por el partido bolchevique en octubre de 1917 – según el viejo calendario ruso – no fue una “revolución proletaria”, como afirma el marxismo de partido, incluido el comunismo de izquierda, sino el prólogo de la contrarrevolución estatal-capitalista. El régimen social-reaccionario de Lenin-Trotsky destruyó los soviets como órganos de autoorganización del proletariado en la lucha de clases. Desde la nacionalización de la gran industria a principios del verano de 1918, había sido el capitalismo de Estado. Siguieron otras conquistas del poder político social-reaccionario por los aparatos del partido marxista-leninista, así como la formación de regímenes capitalistas de Estado en Eurasia, África y Cuba.

Las relaciones de producción ultracentralizadas e hiperburocráticas del capitalismo de Estado favorecieron la industrialización inicial, tardía y acelerada de las antiguas naciones agrícolas, pero a largo plazo no pudieron resistir la competencia del capitalismo privado altamente desarrollado, razón por la cual se desarrollaron fracciones reformistas favorables al capitalismo privado en los partidos marxista-leninistas de Estado y conquistaron el poder político. Entonces transformaron el capitalismo de Estado en capitalismo privado. En la Unión Soviética y en Europa del Este, las dictaduras de los partidos marxista-leninistas se derrumbaron. En China, Vietnam y Cuba, el capital fue y sigue siendo privatizado bajo el dominio de los partidos marxista-leninistas.

5. Por la autoorganización de la lucha de clases y la autoabolición revolucionaria del proletariado. El proletariado sólo puede hacer valer sus intereses y necesidades contra el capital y el Estado en el marco de la autoorganización de la lucha de clases. La autoorganización de la lucha de clases ya se dirige contra los aparatos sindicales burgueses y burocráticos en la lucha de clases reproductiva dentro del capitalismo. Es sobre todo en los paros laborales prolongados, dirigidos oficialmente por los sindicatos, donde a veces se desarrollan formas de doble poder. Por un lado, la autoorganización de base y, por otro, los aparatos sindicales burocráticos burgueses. La autoorganización de los trabajadores en la lucha de clases reproductiva adopta su forma más elevada en las huelgas salvajes, independientemente de los sindicatos. Si el paro es relativamente corto y la mano de obra relativamente pequeña, la autoorganización informal de los trabajadores suele ser suficiente. Pero si la huelga salvaje dura más tiempo y/o implica a una mano de obra mayor o más numerosa, se hacen necesarios órganos oficiales de autoorganización de la lucha de clases, comités de huelga independientes de los sindicatos.

Los pequeños grupos revolucionarios se orientan hacia la autoorganización del proletariado en la lucha de clases, pero se niegan a reivindicar el “liderazgo”. Su función es dar un impulso práctico y mental a la radicalización de la lucha de clases. Saben que el principal impulso para la radicalización del proletariado es su propia lucha práctica. Los revolucionarios rechazan cualquier política de sustitución del proletariado, incluida la guerra de guerrillas divorciada de la lucha de clases.

En situaciones excepcionales, la lucha de clases proletaria puede radicalizarse en revolución social. Entonces es necesaria la organización revolucionaria de la lucha de clases. Con esto nos referimos a la organización de la revolución. Ésta estará marcada tanto por la acción informal del proletariado como por los órganos oficiales de la autoorganización de la lucha de clases. La tarea de la organización revolucionaria de la lucha de clases será la supresión de la producción de mercancías (punto 1) y el desmantelamiento revolucionario del Estado (punto 2). Si tiene éxito, la organización revolucionaria de la lucha de clases se transformará en una comunidad sin clases y sin Estado. La organización revolucionaria de la lucha de clases es, por tanto, la autoabolición del proletariado como proceso.

Esta organización revolucionaria del proletariado sólo puede abolir la producción de mercancías y destruir el Estado si se basa enteramente en la autoorganización colectiva y unitaria de la clase, sin aparatos burocráticos ni políticos profesionales. En la organización revolucionaria de la lucha de clases del proletariado no tienen cabida ni los funcionarios de los sindicatos y partidos ni los políticos profesionales. Los pequeños grupos revolucionarios del período prerrevolucionario se funden en la organización revolucionaria de la lucha de clases. Esta última sólo puede dar a luz una sociedad sin clases y sin Estado si ya está llena de sus principios organizativos.

No sabemos cómo será la futura organización revolucionaria de la lucha de clases. Los consejos de obreros y soldados de la crisis revolucionaria europea de posguerra (1917-1923) eran sólo potencial y tendencialmente revolucionarios. Todavía no se habían fijado como objetivo claro la abolición de la producción mercantil y el desmantelamiento revolucionario del Estado. Y primero fueron distorsionados, por ejemplo, en Rusia, por políticos profesionales mencheviques y “social-revolucionarios” que intentaron integrar los soviets en el Estado, que afirmaba su tendencia al capitalismo privado. Posteriormente, los políticos bolcheviques profesionales ocuparon cada vez más espacio en los soviets. Los bolcheviques exigían demagógicamente “¡Todo el poder a los soviets!”. Cuando luego conquistaron el poder político con la ayuda de los soviets, los desmantelaron como órganos de autoorganización de la lucha de clases. De esto sólo se puede extraer una lección: ¡los políticos profesionales están fuera de la organización revolucionaria de la lucha de clases! Todos los partidos políticos – incluidos los de la izquierda comunista – y los sindicatos, incluidos los anarcosindicalistas, que aspiran a dirigir al proletariado revolucionario, ¡deben recibir una bofetada en la mano!

6. Crítica revolucionaria del antifascismo. Los social-revolucionarios combaten la democracia sin concesiones, al igual que todas las demás formas de Estado. Luchan contra fascistas, nazis, golpes de Estado y dictaduras militares, pero nunca defienden la democracia. Del mismo modo que el antifascismo apoyó a los regímenes democráticos contra los Estados fascistas y los golpes militares durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española, y contribuyó así a organizar la gran masacre capitalista del proletariado mundial, hoy también forma parte de las ideologías de justificación y movilización por la democracia en las distintas masacres. Los revolucionarios rechazan los frentes unitarios y populares con las fuerzas burguesas – incluyendo la socialdemocracia, el marxismo-leninismo y el trotskismo – contra el neofascismo. Lo combaten sobre la base de la lucha de clases y la revolución.

Ésta es la lección de la Guerra Civil española (1936-1939), durante la cual el movimiento obrero institucionalizado – desde los estalinistas y los socialdemócratas hasta la CNT anarcosindicalista y el POUM socialista de izquierdas – formó un Frente Popular con otras fuerzas burguesas, contra el que los generales de Franco dieron un golpe de Estado. El Frente Popular libró tanto una guerra civil intercapitalista y socialmente reaccionaria contra los generales golpistas como una lucha de clases desde arriba contra el proletariado y el ala izquierda del Frente Popular (las bases del POUM y la CNT). El Frente Popular ganó la lucha de clases desde arriba, mientras que perdió la guerra civil contra Franco. Los revolucionarios tuvieron que luchar tanto contra el Frente Popular como contra los generales golpistas.

7. Contra la “liberación” nacional, la autodeterminación y la autonomía. Las naciones son comunidades de coacción, así como una apariencia de comunidades que permiten el desarrollo del capital y del trabajo asalariado. Su núcleo organizador es el Estado-nación. Las naciones se basan económicamente en la reproducción ampliada del capital nacional, políticamente en la imposición de un monopolio de la violencia por parte del Estado e ideológicamente en el nacionalismo. El nacionalismo integra a los asalariados en sus respectivos Estados-nación y divide al proletariado mundial. El proletariado es subsumido sin piedad en la interacción global de las naciones, ya sea en competencia cooperativa o en cooperación competitiva. El nacionalismo enfrenta a los proletarios entre sí en sangrientas masacres, en interés del capitalismo global.

Los revolucionarios se oponen a la discriminación nacionalista y a la opresión de las minorías culturales, lingüísticas y religiosas, así como al racismo contra las personas de determinados colores de piel. Pero también se oponen a la formación de nuevas naciones a partir de estas minorías mediante políticas nacionalistas. Para estas minorías, o bien se exige e impone la autonomía dentro de los Estados-nación existentes (como los “kurdos” del norte de Irak y Siria), o bien se crea un nuevo Estado-nación independiente. La “liberación” nacional, la autodeterminación y la autonomía sólo pueden reproducir el capital y el Estado, no superarlos. Ninguna “liberación” nacional es eficaz contra la opresión nacionalista, sólo es eficaz la liberación social de la nación mediante una posible revolución mundial y la comunidad mundial sin clases y sin Estado. En la competencia mundial entre naciones, los revolucionarios no apoyan a nadie, sino que luchan contra todos.

8. Contra el pacifismo. El pacifismo (pequeño) burgués defiende la paz burguesa, tanto dentro de los Estados capitalistas como entre ellos. Pero ésta es sólo la forma no militar de la competencia de todos contra todos. Es antisocial y violento. En política interior, se basa en el monopolio estatal de la violencia y, en política exterior, en el rearme. La paz burguesa dentro del capitalismo no es la alternativa a la guerra, sino su fuente.

El pacifismo exige el desarme voluntario, cooperativo y significativo de los estados capitalistas. Pero esto es ilusorio debido a la competencia global. Sólo puede haber un desarme real: el desmantelamiento de todos los estados a través de una posible revolución global. ¡Una guerra de clases sin concesiones! ¡Proletariado mundial contra burguesía mundial!

9. Crítica fundamental tanto del patriarcado capitalista como de la emancipación burguesa de la mujer bajo el capitalismo. Por la lucha revolucionaria contra el patriarcado capitalista. El patriarcado capitalista es a la vez interclasista y clasista. Las mujeres están infrarrepresentadas en la burguesía (capitalistas, directivos, políticos profesionales y altos funcionarios), mientras que las proletarias están sometidas a una sobreexplotación sexista. Los salarios de las mujeres, por ejemplo, son por término medio inferiores a los de los hombres. El patriarcado capitalista también se manifiesta en el hecho de que la mayoría de las actividades de reproducción biosocial (compras, limpieza del hogar, cuidado de enfermos y/o ancianos, cuidado y educación de los hijos, etc.) son, por término medio, realizadas mayoritariamente por mujeres, tanto en el seno de la familia como a través del trabajo remunerado. Otros aspectos del patriarcado capitalista son la degradación del cuerpo de las mujeres como objeto sexual – en particular en la pornografía y la prostitución –, la violencia sexista patriarcal contra las mujeres, incluido el feminicidio, y la represión estatal del aborto.

El feminismo (pequeño) burgués lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres dentro del capitalismo y, por tanto, dentro de la división de clases. A lo largo de su historia, ha conseguido el derecho de voto de las mujeres, el acceso de las mujeres a determinadas profesiones y un número creciente de mujeres profesionales de la política y la gestión económica. También ha contribuido a paliar la sobreexplotación sexista de la mujer. La plena aplicación de la emancipación burguesa de la mujer dentro del capitalismo significaría que las mujeres dejarían de estar infrarrepresentadas dentro de la burguesía, que los proletarios dejarían de ser explotados machistamente y que las actividades reproductivas biosociales se distribuirían equitativamente entre los sexos, pero desigualmente entre las clases. El punto 1 tiene más posibilidades de éxito que los puntos 2 y 3, pero las mujeres proletarias no ganan nada con ser gobernadas por más mujeres políticas, explotadas por mujeres capitalistas y controladas por mujeres patronas. El feminismo burgués conduce directamente a la “política exterior feminista” de los estados capitalistas imperialistas…

Aunque el feminismo (pequeño) burgués lo niegue enérgicamente, también existe el sexismo femenino contra los hombres. Por supuesto, la familia pequeñoburguesa es fundamentalmente patriarcal – entre otras cosas por su historia – y está marcada por el sexismo masculino. Pero también hay relaciones interpersonales en las que las mujeres oprimen a los hombres. Y también existe el acoso sexual de los hombres por parte de las mujeres. Este sexismo femenino también se expresa en parte en el feminismo (pequeño) burgués. Por ejemplo, cuando la ideología feminista sugiere subliminalmente, pero a veces afirma abiertamente, que las mujeres son mejores que los hombres. O cuando ciertas feministas arremeten contra las mujeres transexuales, describiéndolas como “hombres vestidos de mujer”. Esto no es “sólo” transfóbico, también es sexista contra los hombres. Los revolucionarios luchan contra el sexismo femenino con la misma coherencia que contra el sexismo masculino.

Los revolucionarios oponen fundamentalmente la emancipación burguesa de la mujer bajo el capitalismo a la lucha revolucionaria contra el patriarcado. Gracias a la revolución social y a la comunidad sin clases y sin Estado, muchas actividades reproductivas biosociales, que bajo el capitalismo son realizadas principalmente en el seno de la familia y por las mujeres, pueden socializarse de forma voluntaria y distribuirse equitativamente entre todos los sexos. La prostitución sólo puede superarse mediante la abolición revolucionaria de la relación mercancía/dinero y de la miseria social y sexual. La prohibición estatal de la prostitución, como piden algunas feministas, sólo puede llevarla a la clandestinidad y hacer más difícil la vida de las prostitutas.

10. Contra las normas heterosexuales y de género, pero también contra la engañosa “tolerancia arco iris” del Estado y la política identitaria pequeñoburguesa. Los revolucionarios luchan tanto contra la represión estatal de las personas que no encajan en la norma heterosexual y binaria de género – homo/bisexuales, no binarios y transexuales – en los países donde existe, como contra la mendaz “tolerancia arco iris” de las naciones más liberales y las alianzas de Estados sobre esta cuestión. En principio, el capitalismo no necesita normalizaciones heterosexuales ni de género. Mientras gays, lesbianas, personas no binarias y transexuales aumenten el capital mediante la producción laboriosa y el consumo abierto y sean buenos ciudadanos, todo va bien con el liberalismo moderno. Los Estados liberales y las alianzas de Estados como la Unión Europea (UE) también utilizan la “tolerancia arco iris” como arma imperialista contra los Estados con los que compiten por otros motivos y que imponen represivamente la normalización heterosexual y de género.

Los revolucionarios distinguen entre géneros biológicos, roles sociales de género e identidades individuales de género. Quieren abolir los roles sociales de género mediante la revolución social (véase el punto 9), mientras que toleran todas las identidades individuales de género, siempre que no se dirijan contra los demás. Cada cual debe ser feliz a su manera. Pero los revolucionarios también saben que, bajo el capitalismo, todas las identidades – incluidas la “nación”, el color de la piel, la religión, el género biológico, el rol social de género y la identidad individual de género, así como la orientación sexual – se convierten en disfraces en la lucha competitiva de todos contra todos. El chovinismo competitivo de la derecha conservadora y neofascista contra los “extranjeros”, los “no blancos”, los homosexuales, los no binarios y los transexuales, al igual que el odio de la izquierda liberal contra los “hombres cisgénero” y los “viejos blancos” – para que las jóvenes “no blancas” puedan hacer una buena carrera en la pequeña burguesía y la burguesía. Los revolucionarios combaten tanto la política identitaria de la derecha conservadora y neofascista como la de la izquierda liberal, que consideran chovinismo competitivo y división del proletariado mundial.

11. Crítica fundamental de la “protección medioambiental” burguesa dentro del capitalismo. ¡Limpiando el planeta de suciedad capitalista! La relación de producción capitalista, en la que todo gira en torno al aumento ilimitado del valor de cambio/dinero, es absolutamente reaccionaria a nivel social y destructiva contra el mundo circundante, tanto vegetal como animal. El envenenamiento masivo, el hormigonado, la contaminación y la deforestación de nuestro planeta, el cambio climático y la extinción masiva de especies son expresiones mortales de la crisis socio-ecológica producida constantemente por el capitalismo. Los intentos tecnocráticos de los Estados capitalistas de al menos mitigar el cambio climático no hacen sino agravar esta crisis. Movilidad eléctrica en lugar del motor de combustión Para que el transporte individual, peligroso para la vida, despilfarrador de recursos y destructor, pero también muy rentable, siga reproduciéndose. Y los bosques deben dejar paso a nuevas autopistas. ¡Mitigar el cambio climático instalando aerogeneradores en “reservas naturales”! Así son las “soluciones” de la tecnocracia capitalista.

Ni siquiera el movimiento ecologista interclasista está en condiciones, por sí solo, de detener la destrucción capitalista del mundo vegetal y animal y el cambio climático. Sólo una posible revolución mundial puede frenar la crisis eco-social superando las relaciones capitalistas de producción y consumo. Esto no impide que los revolucionarios participen en movimientos locales contra la destrucción concreta de la naturaleza por el capitalismo, con el fin de dar un impulso a la radicalización. Pero siempre deben criticar la estrechez estructural pequeñoburguesa incluso del movimiento ecologista interclasista más radical. En principio, los revolucionarios no tienen cabida en el movimiento ecologista institucionalizado, es decir, en las distintas asociaciones pequeñoburguesas.

Traducción al español: Los Amigos de la Guerra de Clases

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